“Soy Carla. Soy madre de 6. Soy médica pediatra de la Universidad de Buenos Aires con diploma de honor. Soy Miembro titular de la Sociedad Argentina de Pediatría”, dice la biografía de su página web. Es Carla Orsini, una pediatra que tiene una página web y más de 443 mil seguidores en su cuenta de Instagram. Se presenta -también- como comunicadora, como emprendedora, como autora de los libros 100 preguntas y respuestas sobre crianza respetuosa y de Maternidad real. Dice que hace talleres para familias y también memes. Su cosmovisión es la crianza respetuosa. Trabaja en un centro de salud y atención comunitaria del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en barrios populares. Aunque ahora está de licencia por maternidad porque Josefina, su última hija, tiene apenas siete meses.
Los otros son Juan Bautista, va a cumplir 16 ahora en octubre, Tomás, de 12, Ana de 10, Salvador de 5 y Simón de 3. A veces, los roles de la vida y los oficios se confunden: están las situaciones que ayudan y están las otras, las que la pediatra obstaculiza a la mamá. “Como mamá, siendo pediatra es inevitable que una no se ponga a pensar en lo que puede pasar. Por ejemplo, cuando están enfermos, voy más allá. El que me baja mucho a la realidad es el papá. Por otro lado, obviamente me ayuda y me facilita un montón de otras cuestiones. Yo los reviso y sé lo que va a venir”, precisa.
“El rol del pediatra es un lugar muy privilegiado -acredita-. Nosotros no acompañamos solo al niño o la niña o al adolescente. Acompañamos a toda una familia durante un montón de años. Los vamos viendo crecer y desarrollarse, inmersos en esa familia, inmersos en la sociedad. Tenemos un lugar que es una oportunidad inmensa para un montón de cosas”. De ese privilegio, sostiene que es crucial establecer una conexión entre la familia y el profesional: “Tiene que haber confianza en tu pediatra, estás depositando lo más preciado de tu vida. Es importante que puedan decir las cosas sin miedo a ser juzgados, porque a veces pasa eso, nos mienten o nos dicen cosas un poco cambiadas, porque tienen miedo a que los retemos”.
Dice que los padres les temen a los pediatras para no recibir un ultimátum. En la falta de honestidad se esconde un recelo, un resquemor. “Que si duermen en la cama, que si no dejaron la teta, que si no dejaron los pañales.”. Y desarrolla: “Hay un rechazo social muy importante y una presión social para que dejen de tomar la teta. Que uno no destete por deseo, sino más que nada por un mandato o una imposición, porque esa teta molesta. La teta de la publicidad del corpiño no, pero la teta que alimenta a un bebé sí molesta. No hay un tiempo estipulado para el destete, tampoco para dejar los pañales. El control de esfínteres es un proceso que es madurativo, es individual de cada niño, cada uno lo hace a su tiempo y a su ritmo. Es muy variable de un niño a otro, no es lineal, se va dando en forma gradual y no es de un día para el otro”. Orsini explica que si “uno saca los pañales de repente, ellos no pueden sentir qué está pasando con su propio cuerpo, se frustran, sienten miedo, no empiezan a escuchar sus sus propias necesidades y emociones”.
Concentra su trabajo -como madre y como pediatra- en una palabra: acompañar. “No es algo fácil acompañar cada etapa y estar siempre a la altura de las circunstancias. Nos vamos a equivocar seguro. Lo importante es reconocer que nos equivocamos, estar atentos a las señales que van apareciendo en nuestros hijos, estar dispuestos a contener, a dar confianza y dar seguridad para que puedan hacer sus procesos a sus tiempos, solos”. En ese proceso de crecimiento, los niños experimentan una transformación: egresan del ambiente hogareño a la escolarización. “Los niños sanos, cuando empiezan el jardín, se enferman, sobre todo el primer año. Ese sistema inmune que no conocía demasiado bichitos, empieza a conocer bichos, empieza a reaccionar y ahí se genera inmunidad”.
Para eso, la vacunación es una solución. Dice que la Argentina tiene uno de los calendarios de vacunación más completos del mundo y que no se trata de un ejercicio individual, sino solidario y colectivo: “Uno no se vacuna solo por uno mismo, o sea, para defenderse a sí mismo de las enfermedades, sino para defender a los demás. Hay quienes no se pueden dar cierto tipo de vacunas por una condición de edad, por ejemplo, un recién nacido, alguien que está gestando o alguien que tiene comprometida su inmunidad”.
Carla Orsini dedica publicaciones, talleres, reels a abordar un tema complejo de la actualidad: los niños y las pantallas. Todo influye en la crianza de los menores: celulares, tablets, televisión, consultas, computadoras. “Nosotros como humanos somos nativos vinculares, necesitamos vincularnos e interactuar con otras personas para poder desarrollarnos, para poder crecer, sobre todo en la primera infancia, sobre todo los primeros años de vida. Los niños más pequeños necesitan de ese otro donde se mira, se espeja, se imita, se interactúa, se intercambia constantemente. La pantalla no nos da eso”, indica. Explica que las recomendaciones de la Sociedad Argentina de Pediatría y de otras sociedades científicas alrededor del mundo es que no se expongan a los niños de menos de dos años a las pantallas. “Ahora, como soy pediatra, también soy madre y hay que encontrar a veces el equilibrio de lo ideal a lo posible”, valida.
Las razones de esas restricciones son variadas: “Las pantallas lo que pueden hacer es alterar todo lo que tiene que ver con la adquisición del lenguaje, las habilidades cognitivas, las habilidades psicosociales -esto de interactuar con un otro- y alteraciones del sueño también”. Sugiere evitar las pantallas lo máximo posible y, en todo caso, disponer de lugares libres de pantallas en la casa y que la presencia de los niños se circunscriba a la televisión: “Preferible que sea una tele a que sea un celular. El celular no solo por la vista, que lo tienen muy cerca, sino para que no pasen de un videíto a otro sin parar. En cambio en la tele, lo que podemos poner es algún capítulo cortito que empieza y termina. Elegir el contenido nosotros los adultos”. Para que la pantalla -como define- no se convierta en “un cuidador tercerizado”.
No deja de ser compleja la interacción con las pantallas a medida que los niños crecen. Cuando son adolescentes, el mundo virtual ya los invade. “En las redes sobre todo, hay muchas cosas que son inapropiadas para ellos. Tenemos discursos de odio, tenemos pornografía, tenemos acceso a ese modelo hegemónico de belleza, a los challenges, que pueden ser recontra peligrosos la mayoría de las veces”, dice. “Creo que uno tiene que generar un espacio de confianza, para que quieran venir a contarnos lo que les sucede y no que tengan miedo de contarnos lo que vieron”, aconseja.