Los diarios de esa mañana, los mismos que leían algo distraídos los dos hombres sentados en el asiento trasero del Ford Falcon de Luxe celeste que recorría las calles de Olivos, anunciaban para el día siguiente un paro general con movilización a la Plaza de Mayo, convocado por la CGT luego de pedirle, durante una reunión en la Casa Rosada, la realización de una gran paritaria a la presidenta María Estela Martínez de Perón.
Juan Domingo Perón había muerto hacía poco más de dos meses y medio, el 1° de julio, con la imagen todavía fresca de sus dos últimas y contradictorias plazas: la que se había vaciado por la mitad el 1 de mayo, cuando los militantes del ala izquierda de su movimiento – esos “estúpidos imberbes” - le dieron la espalda, y la del 12 de junio, colmada, de la que se llevó en sus oídos “la más maravillosa música que es para mí la palabra del pueblo argentino”.
Los diarios que leían los dos hombres estaban fechados el jueves 19 de septiembre de 1974. Hacía dos semanas, el viernes 6, que Montoneros había anunciado en una conferencia de prensa encabezada Mario Firmenich que pasaba a la clandestinidad. “Se han agotado todas las formas legales de continuar la lucha”, había dicho el jefe montonero para luego explicar que la organización volvía a la “guerra popular integral” en la cual “hay que golpear a todos por igual hasta que gane el pueblo, y si se agudizan las contradicciones en el gobierno, mejor”.
Los hermanos Jorge Born III, de 39 años, y Juan Carlos Christian Born, de 40 - los hombres que viajaban en el asiento trasero del Falcon -, directivos y herederos de una de las empresas más poderosas del país, no imaginaban, mientras los hojeaban, que al día siguiente ellos mismos estarían en las portadas de esos diarios como blanco e involuntarios protagonistas del secuestro más resonante de la historia argentina, realizado en una ajustada operación comando por Montoneros, la organización que acababa de pasar a la clandestinidad. Tampoco podían imaginar que por su liberación se pagarían 60 millones de dólares, la suma más alta obtenida por una organización guerrillera en América latina.
“Operación Mellizas”
Montoneros venía preparando el secuestro de los hermanos Born desde mucho antes de anunciar que pasaría a la clandestinidad. La “Operación Mellizas”, como la llamaron, no solo sería una acción de gran impacto por lo que representaba el poderoso grupo Bunge & Born en la economía y la política argentinas de la época, sino que también proveería a la organización de fondos indispensables para lo que consideraba una etapa superior de su lucha.
La tarea de planificarla quedó a cargo del número dos en la estructura de “los montos”, el abogado Roberto Quieto, un experimentado guerrillero con entrenamiento en Cuba y fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que un año antes se habían fusionado con Montoneros. La ejecución material de la operación fue asignada a la Columna Norte, dirigida por otro conocido dirigente montonero, Rodolfo Galimberti.
Después de estudiar detenidamente el recorrido habitual de los Born y su custodia desde su residencia, en Olivos, hasta las oficinas de la compañía en la Capital Federal se decidió el modo de hacer el secuestro. La idea era desviar el Falcon de los Born y el auto de sus custodios hasta un lugar adecuado para interceptarlos, apoderarse de los hermanos y llevarlos hasta una casa segura, previamente acondicionada.
Quieto decidió formar un comando de 19 guerrilleros, divididos en cinco equipos para realizar todos los pasos de la operación. El primero de los grupos estaba compuesto por tres militantes disfrazados de operarios, con overoles grises y cascos amarillos, que desviarían a los autos con la excusa de una obra. El segundo equipo lo integraban otros dos hombres armados, uno con un FAL y otro con una pistola ametralladora, para dar seguridad a los falsos operarios y dar apoyo en la siguiente etapa de la operación. El tercer equipo, encargado de reducir a la custodia de los Born, contaba con cinco guerrilleros: uno vestido de policía y tres de civil, todos con armas largas y cortas, a los que se sumaba el chofer de la camioneta encargada de embestir al Falcon de los custodios. En el cuarto estaba el responsable general de la operación con otros cuatro hombres: uno al volante de la camioneta que chocaría el auto donde viajaban los hermanos y otros tres, fuertemente armados, encargados de reducir a los ocupantes del auto y llevarse a los Born. El último estaba formado por dos militantes disfrazados de ferroviarios que debían mantener abierto un paso a nivel para permitir el escape y otros dos que, a bordo de un auto, se adelantarían para advertir que se aproximaba el blanco al lugar de la operación.
Un secuestro sincronizado
Aquel jueves de septiembre, día elegido para realizar la operación, Jorge y Juan Born salieron a de su casa en Olivos a bordo del Ford Falcon poco después de las ocho de la mañana. Al volante estaba el chofer de siempre y guardaespaldas Juan Carlos Pérez, de 35 años, y en el asiento delantero iba Jorge Bosch, gerente general de Molinos Río de la Plata, la empresa emblema de Bunge & Born. Los seguía otro Ford Falcon con cuatro hombres a bordo: un chofer y tres custodios.
El auto se dirigía por Avenida del Libertador hacia la Capital Federal cuando al llegar a la calle Ada Elflein se topó con un semáforo portátil, un cartel que decía “Desvío” y tres operarios trabajando. Sin que nadie sospechara nada, los autos doblaron por Elflein hasta encontrar, en el cruce con la calle San Lorenzo, otra valla con una advertencia: “Peligro”. Junto al cartel, un hombre que vestía el uniforme de la policía Bonaerense les indicó que siguieran hasta el paso a nivel de la calle Roca con las vías del Ferrocarril Mitre, unas pocas cuadras más adelante. Poco antes de la intersección de Elflein con Acassuso, debieron reducir el paso porque había ocho hombres que parecían trabajar, cerca de una camioneta que decía “Al servicio de ENTEL”. En la vereda opuesta, había otros dos vehículos: una pick-up Dodge azul y un auto.
Los dos Falcon comenzaban a cruzar la bocacalle en la esquina de Elflein y Acassuso cuando fueron embestidos a la vez por las camionetas, en ambos casos a la altura de las ruedas delanteras, para inmovilizarlos. De inmediato, el auto de los Born y el de los custodios quedaron rodeados por un grupo de hombres y mujeres que apuntaron a sus ocupantes con armas largas.
Los custodios que ocupaban el Falcon que iba atrás no ofrecieron resistencia, pero en el otro auto el chofer de los Born intentó sacar su arma y recibió de inmediato disparos cruzados, algunos de los cuales impactaron también sobre el gerente de Molinos. Los dos murieron instantáneamente.
Juan Born fue sacado del auto sin que ofreciera resistencia mientras su hermano, que intentaba zafarse de los secuestradores y escapar, fue reducido en plena calle. Los subieron a una camioneta que salió disparada por la calle Roma, seguida por un Peugeot que le servía de apoyo. Cuando los dos autos pasaron por las vías del tren, el grupo que había reducido al guardabarreras le ordenó que bajara las barreras para cortar cualquier intento de persecución. Realizada con la exactitud de un cronómetro, la “Operación Mellizas” había sido consumada con todo éxito.
60 millones de dólares
El viernes 20 de septiembre, el secuestro de los hermanos Jorge III y Juan Born fue tapa de los medios de casi todo el planeta. Se conocían pocos detalles de la operación militar realizada por el comando de Montoneros, pero la importancia económica del grupo Bunge & Born en la Argentina y en otros países presagiaba el pedido de un gran rescate para liberarlos.
Eso se desprendía también de un documento que Montoneros difundió pocos días después. “Si usted alguna vez se imaginó que podría tener toda la plata de Bunge & Born, seguro que se quedó corto. Algunos ejemplos bastan para demostrarlo: Bunge & Born es dueña de 900.000 hectáreas de campo. Lo que es mucho. Pero es más claro así: 900.000 hectáreas equivalen a un campo que tenga de largo la distancia entre la Capital Federal y Rosario (350 km) y de ancho el recorrido que hay entre Buenos Aires y el puerto de Tigre (30 Km)”, decía. Explicaba también que el grupo empresario había vendido el año anterior productos por 181.000 millones de pesos y calculaba que, para ganar esa cifra, los 20.000 empleados de las compañías que lo componían debían trabajar 140 años.
“Es la explotación de los trabajadores, entonces, la fuente principal de la riqueza de Bunge & Born”, afirmaba el documento montonero, y detallaba: “Las cinco empresas industriales más grandes de Bunge & Born en el país (Grafa, Alba, Molinos, Centenera y Compañía Química) producen diariamente productos por valor de un millón de dólares”.
Montoneros exigió inicialmente un rescate de 100 millones de dólares. Las negociaciones se realizaron en el más hermético de los secretos hasta que finalmente se llegó a un acuerdo por 60 millones (equivalentes a unos 410 millones actuales) y la distribución de mercaderías en barrios pobres por el valor de 3.600.000 dólares.
Muchos años después, al investigar a fondo el secuestro y la negociación posterior para su libro Born y Quieto – La negociación secreta entre el magnate y el montonero, la periodista María O’Donnell llegó a la conclusión de que la cifra final quedó fijada luego de que Montoneros conociera a fondo el capital del que disponían los Born. “El punto era de dónde supieron que el grupo tenía esa disponibilidad de fondos. Está claro, y eso surge muy claramente en esta nueva versión (de su libro) con las grabaciones, que a lo largo del proceso le van extrayendo mucha información al propio secuestrado, a Jorge Born”, afirmó.
La periodista reveló, además, un dato hasta entonces desconocido: “El padre (Juan Born II) decía no voy a pagar; y al final termina pagando el rescate más caro de la historia. Entonces hay un tema ahí. Creo que cuando el secuestro se alarga, uno de los hermanos, Juan, se quiebra. Hay una carta que yo conseguí en esta nueva documentación donde Jorge Born ruega por su vida y la de su hermano. Esta documentación nueva demuestra cuánto él tuvo que ser artífice en su propia liberación”.
El acuerdo final determinó que la liberación de los hermanos se realizara en dos etapas: primero Juan y después Jorge III, cada una de ellas después del pago de 30 millones de dólares.
La libertad y el dinero
Juan Born, con un estado anímico y de salud muy precarios, fue liberado por Montoneros el 23 de marzo de 1975, luego del pago de la primera parte del acuerdo. Estuvo secuestrado en dos casas-cárcel durante 185 días. Jorge Born debió esperar 58 días más, hasta el 20 de junio, para que se concretara el segundo pago y obtener su libertad.
Así como la liberación de Juan se había realizado en secreto, Montoneros decidió anunciar la de Jorge III con una conferencia de prensa con un reducido grupo de periodistas -entre los que se contaron, el corresponsal de EFE Fernando del Corro, Andrew Graham-Yool y Claudio Polosecki- y un equipo de la televisión sueca. Los periodistas fueron llevados “tabicados” hasta una casa de Acasusso y algunos de ellos acompañarían después a Jorge Born en su proceso de liberación.
En Youtube todavía se puede encontrar una breve filmación realizada por los suecos, donde se ve hablar primero a Firmenich y después a Jorge Born, y también se aprecian las empanadas y el vino “Montonero” en damajuanas con que fueron agasajados los periodistas invitados.
Medio siglo después del secuestro de los hermanos Born, sigue sin poder establecerse con exactitud el destino de los 60 millones de dólares pagados por su liberación. Se sabe que unos 40 millones fueron llevados a Cuba para financiar actividades de Montoneros, que otra parte del rescate fue administrada por el banquero David Graiver y que un número no precisado de millones terminó en un banco suizo. Pero eso es otra historia…