La milonga de Palermo que hace que jóvenes y turistas se enamoren del tango: “Es como un Tinder real cara a cara”

La Viruta cumple 30 años y lo festeja con baile en la calle y un recital de Cucuza Castiello. Cómo es una noche en la tanguería. Cómo es la dinámica de las clases y los códigos a tener en cuenta para salir a la pista

Guardar
"La Viruta cumple 30 años y ya es toda una tradición de milonga en Palermo para jóvenes y turistas que quieran iniciarse"

Dos chicas japonesas creen que bailan tango mientras se mueven abrazadas, tres italianas toman una cerveza y se animan a tomar la primera clase de su vida. A su lado, un señor de 80 peinado a la gomina las mira y mueve sus manos como si tocara el bandoneón. Otro pibe de menos de 30 saca unos zapatos lustrados de una mochila y se los pone como si estuviera a punto de empezar el partido de su vida. Hay, además, señoras, que se calzan tacos agujas, mientras se comen una porción de pizza. Otros grupos no se animan a tomar la pista y miran desde las mesas. Hablan en inglés o alemán. Todo eso sucede en la milonga La Viruta de Palermo que el próximo fin de semana festejará sus 30 años. “Nos bancamos la crisis del 2001, una pandemia y hasta el eco que dejó la tragedia de Cromañón en el 2004″, sostiene Cecilia Troncoso una de las fundadores de la tanguería en diálogo con Infobae.

Los festejos serán el viernes 27 con la tradicional milonga que incluirá música en vivo. El domingo 29, La Viruta saldrá a la calle. Cortarán Armenia para ofrecer una clase de tango gratis. La fiesta cerrará con un recital de Cucuza Castiello.

Jorge Luis Borges dictó una conferencias sobre la historia del tango que muchos años después se convirtieron en un libro. “El tango es la excusa del pueblo argentino para contar sus anécdotas, para revivir a sus muertos, para mantener altivos a sus héroes. Se habla aquí de una condena, de ese país que se fue, de una Argentina cuyo pasado ha quedado herido. El tango nos da a todos un pasado imaginario, todos sentimos que, de un modo mágico, hemos muerto peleando en una esquina del suburbio”, dice el escritor.

Así como dice Borges, todo porteño, aún sin saber bailar, puede evaluar a otros que lo hacen. “En las milongas hay un código. Los que bailan bien están en la periferia y los que se inician al medio -explica Horacio Godoy, socio de Troncoso en La Viruta-. Si alguien que no la tiene clara ocupa ese borde lo matan. Es que eso hace que el ritmo fluya en contra de las agujas del reloj. En el medio en tanto es más una selva hasta que se aprende”.

La primera sede de La Viruta estaba ubicada en la calle Oro, también en Palermo
La primera sede de La Viruta estaba ubicada en la calle Oro, también en Palermo

Los inicios de La Viruta

Todo arrancó en 1994. En ese momento, Troncoso y Godoy se propusieron modernizar la milonga y atraer a nuevas generaciones al mundo del tango. Troncoso, con formación en danza contemporánea y teatro, y Godoy, un milonguero y DJ vinculado al ambiente tanguero, lograron transformar la escena del tango porteño en los años 90. En aquel momento integraron a los jóvenes. Ambos tenían claro que, si no se innovaba, el tango estaba en riesgo de perder relevancia entre las nuevas generaciones.

“Empecé a trabajar en milongas tradicionales. Ahí aprendí todos los códigos. Ponía a la orquesta de Osvaldo Pugliese y venían los fanáticos de Juan D´Arienzo y me pedían que lo cambiara. Mi mentor me recomendó que elija los temas sin darle demasiada importancia. Pero bueno, eran climas a veces hasta violentos por las rivalidades”, cuenta Godoy.

En la actualidad, Horacio todos los años viaja a Europa a dar clases de tango a los extranjeros. Sus giras incluyen varias ciudades del Reino Unido, Alemania y Francia en las que sus cursos son de hasta 30 o 40 bailarines. “Hay muchos europeos que ya bailan mejor que los porteños. Igual, siempre el profesor de Buenos Aires tiene como un plus. Es como que nacimos y caminamos ya bailando tango”, explica Godoy. El círculo no se detiene. Empieza con el turista que experimenta la milonga porteña. Y cuando llega a su país quiere aprender a bailar. “Con Cecilia siempre decimos que el mercado del tango tiene mucho para crecer. Tiene que haber muchas más personas bailando. Y no sólo en Argentina, en todo el mundo de Japón a Europa y Estados Unidos”, se entusiasma Horacio.

Horacio Godoy y Cecilia Troncoso, los fundadores de La Viruta
Horacio Godoy y Cecilia Troncoso, los fundadores de La Viruta

Desde sus inicios, La Viruta se destacó por ofrecer clases de baile para todos los niveles antes de cada milonga. “Esto fue un cambio y una de las claves del éxito de La Viruta - explica Troncoso-. Antes, había que ir otro día de la semana o tomar clases particulares. La nueva modalidad que incorporamos acercó a muchos jóvenes y a los extranjeros a que se animen a bailar de una”. Además de la enseñanza de tango, el espacio siempre contó con espectáculos de música en vivo, orquestas y bailarines. Por su escenario pasaron desde El Arranque hasta Cucuza Castiello, entre otros. La milonga de Palermo, que funciona en el sótano del Asociación Cultural Armenia, también sumó salsa a su oferta de clases y baile. “Al principio eso generó el enojo de las salseras que nos vieron como competencia y no les gustó nada. Hasta recibimos alguna denuncia”, recuerda Godoy.

La primera sede de La Viruta estaba en la calle Oro, pero en 1997 se trasladó a su ubicación actual, en la calle Armenia 1366. “Cuando vimos este lugar, dijimos con Horacio ´es acá´. Por suerte, tenemos una muy buena relación con el Centro Cultural Armenio. Eso nos permite mejorar el espacio para darle comodidad a todos”, explica Troncoso.

En estos 30 años, La Viruta pasó varias crisis. De todas, la milonga salió fortalecida. “En el 2001 el bajón se sintió fuerte. No venía nadie a bailar. Claro, la gente estaba con otros temas -ironiza Godoy-. Por suerte, nuestro público es muy fiel y la recuperación fue muy rápida”.

Tras la tragedia de Cromañón, el 30 de diciembre del 2004, tuvieron que cerrar un mes para acomodar el espacio a las nuevas reglamentaciones de la Ciudad de Buenos Aires para los boliches y espacios de recitales.

Más de 100 personas participan en cada clase de tango de La Viruta
Más de 100 personas participan en cada clase de tango de La Viruta

“Durante la pandemia fuimos los últimos en abrir - recuerda Godoy-. Claro, era imposible bailar tango con el distanciamiento social. Eso nos pegó muy duro. Pero, con las ayudas del Estado pudimos subsistir”.

Otro de los cambios que experimentó el tango en general es a partir de la irrupción de los movimientos feministas y del Ni una menos. “Ahora no hablamos de que el hombre conduce y la mujer acompaña. Son roles del baile, pero que lo puede ocupar cualquier persona -explica Godoy-. Además, si en la milonga vemos alguna actitud machista de alguien, que puede existir, lo invitamos a abandonar la pista y a que no vuelva más. En la pista solemos tener parejas de hombres o de mujeres bailando”.

Una noche en la milonga

Una foto de la primeras milongas de La Viruta en la década del 90
Una foto de la primeras milongas de La Viruta en la década del 90

La noche arranca con una clase de salsa y la pista se asemeja a la de un hotel all inclusive. Una centena de personas se mueve e intenta seguir al profesor. Hay un denominador común: todos sonríen. Tras la clase, el instructor baila con una turista mientras su marido filma. “Great”, se escucha sobre el final del tema y el matrimonio se sienta en la mesa a ver el video. Seguro un rato después, el clip subirá a alguna red social.

Las chicas italianas también filman con sus celulares, como si tuvieran que ver la vida a través de esa pantalla. Se focalizan en una pareja de unos 70 años que recorre la pista y se miran enamorados. Cierran su perfomance con un piquito y las jóvenes sonríen.

Luego, llega el momento del tango. Godoy toma el micrófono y empieza a arengar al público para que se sume a la clase. Lo hace en castellano y en inglés. En menos de cinco minutos la pista se completa con más de 100 bailarines. Hay tres niveles (inicial, intermedio y experto) y cada uno tiene una pareja a cargo. “Elegimos a los profesores con castings. Más que buenos bailarines, tienen que ser muy didácticos para que las personas no se frustren en el primer intento -explica Horacio-. en general, cuando encontramos uno muy bueno al poco tiempo ya se va a trabajar a Europa”.

Al poco tiempo en el grupo inicial ya se mueven en pareja a algo muy parecido al tango. Los profes dan indicaciones y corrigen algún paso. Termina la clase con aplausos y arranca la milonga. “Acá se sigue usando el cabeceo para sacar a bailar -explica Godoy-. El tango es seducción pura y cara a cara”. En ese mismo sentido, Troncoso agrega que “La Viruta es como un gran Tinder real cara a cara y poniendo el cuerpo. Un momento para dejar las pantallas de lado”. En la tanguería se forman decenas de parejas casi todas las semanas, sostienen los fundadores. “Nuestra principal fuente de bailarines son los divorcios”, bromea Godoy. Un hombre de unos 80 años recorre los pasillos entre las mesas. Se acerca a una treintañera con pollera con tajo y tacos aguja. El señor hace una seña, la chica asiente y se levanta. Se paran frente a frente en la pista. Muy cerca, casi rozan sus mejilas. Él la toma de la cintura, sonríe. Empiezan a bailar, casi como si se conocieran de toda la vida.

Guardar