Pablo D´orto se presenta como “felizmente poliamoroso, convencido bisexual y eventual crossdresser cuando me da el tiempo y me entran los vestidos”. Pero antes de todo esto existió otra vida para Pablo. Cuando era un joven de Berazategui vivió como monje de clausura de los 17 a los 22 años. Durante ese período, el joven estaba en contra del aborto, de la homosexualidad, de la libertad sexual e incluso del sexo antes del matrimonio.
Pablo dejó la vida religiosa y en el 2005, hace casi 20 años se reencontró con Cecilia Figlioli, su compañera del colegio secundario en el sur del conurbano bonaerense. Formaron primero una pareja en monogámica tradicional. En el 2011 decidieron abrir su pareja y ahí se inicia el camino que lo lleva hasta la actualidad en la que conviven con otras dos personas Sebastián y Florencia, que llegó hasta la casa que ahora todos comparten en Ranelagh con un nene de 4 años que hoy ya tiene 12.
“Habíamos empezado a vivir juntos y nos planteamos cómo sería besar a otra persona y por qué, qué fuerza mayor hacía que no besáramos, por ejemplo, a nuestros amigos, a esos que tanto queremos. Y sin mucho preámbulo decidimos que no tendría por qué hacernos mal, ni cambiar el amor que nos teníamos. Es cierto que muchas cosas cambiaron, claro pero ningún cambio hizo que nos amaramos menos, si es que el amor se puede medir”, explica Cecilia en diálogo con Infobae.
“Cuando nosotros arrancamos no existía el concepto de poliamor. Ni la inquietud entre las personas de ´abrir la pareja´. Hoy es una pregunta que suena hasta normal en una entrevista en la televisión a una actriz o un músico famoso, por ejemplo. Eso ya es un montón”, sostiene Pablo.
Apenas abrieron las parejas, Cecilia y Pablo armaron una web, “Relaciones abiertas”, en la que volcaban sus experiencias. Al poco tiempo armaron la sección llamada “Policlínica”: un espacio para responder todos los mensajes -con preguntas y temores calcados- que les llegaban todos los días, tanto de quienes ya habían abierto sus parejas como de los aspirantes al poliamor. Dieron talleres, cursos y ahora lanzaron su primer libro, “La revolución sexoafectiva”. Pablo cuenta que con Cecilia ya acompañaron “a más de cien parejas de las que conocí su intimidad de cerca, lo que incluye las partes más oscuras de la convivencia, los miedos y las soledades.
La convivencia poliamorosa
“Para mi es valioso poder salir un día de semana a tomarme una cerveza con un amigo y que nadie se declare angustiado, preocupada, o enojado porque ´me voy con otro´ -admite Cecilia-. Nunca es una salida abrir la relación para salvar la pareja y mucho menos que las relaciones abiertas son la cura a la posesión, los celos o los maltratos. Solo es una forma distinta de vivir el afecto”.
Después de 6 años de monogamia, Pablo y Cecilia conocen a Sebastián. Los tres empiezan a salir. Y juntos compran una casa en Ranelagh que es el actual hogar de la familia poliamorosa. Unos años después, Pablo conoció a Florencia y decidieron sumarla al hogar junto a su hijo que hoy tiene 12 años. Esos son los vínculos estables, donde no sólo comparten la crianza del chico sino la economía familiar. De ahí hacia afuera, cada uno es libre de tener otras relaciones.
“Todos juntos nos turnamos en la atención del hijo de Florencia, al que todos vemos como nuestro también. No es que es una obligación. Pero cada uno pone algo por ejemplo en la organización del cumpleaños. O se encarga de la comida o de traerlo o llevarlo al colegio”, explica Pablo.
Pero pese a tenerlo muy charlado y decidido, el comienzo no fue fácil. “Tenía celos al comienzo. Estaba todo hablado, pero cuando pasamos a la acción se complicó - sonríe Cecilia, al recordar ese momento-. Lo trabajé y pude salir de esa situación. Los celos no son propiedad únicamente de quienes tienen pareja. Es probable que todos hayamos sentido celos de los hermanos por el amor de los padres, celos entre amigos. Lo que pasa es que, cuando se trata de la pareja, pareciera que los celos no se pueden controlar. Ese es otro de los mitos del amor romántico: que los celos incontrolables son inherentes al amor “, sostiene Cecilia.
El sexo en el poliamor
A eso, Cecilia coincide que el tema sexual no es un problema. Cada uno de los integrantes de la familia tiene su habitación. “Es importante que cada uno tenga sus espacios”, explica Figlioli. Luego, dependiendo los horarios o los días cada uno puede elegir si visitar o no la habitación de otro miembro de la comunidad. “Muchas veces se da que por trabajo o por algo coyuntural estás más con alguien. Por ejemplo, con la salida de nuestro libro este último tiempo compartí mucho tiempo con Pablo”, sostiene la mujer.
Así, cada noche se dan los intercambios en las diferentes habitaciones. “Una noche puedo elegir a Cecilia o a Sebastián. O ellos elegirme a mí”, cuenta Pablo. En general, los problemas de esta familia tienen que ver con la vida cotidiana o algún tema económico. “En los temas de nuestras sexualidades respetamos nuestras libertades y los espacios de cada uno”, resalta D´orto. Es difícil encontrar la palabra exacta para esta convivencia de 4 personas (dos hombres y dos mujeres). La Real Academia Española lo define como cuadreja. Sin embargo es una palabra muy poco usada en Argentina. “Abrir la pareja significa dar y obtener una libertad para vivir el sexo. Si vamos a empezar a poner condicionamientos o se arma una lista de ´prohibidos´ no podemos hablar de una relación abierta verdadera”, explica Cecilia.
“Los mayores problemas vienen con el tema de los acuerdos de convivencia, más que en los roles sexuales -sostiene Pablo-. Creemos en el poliamor, por eso no tenemos una serie de reglas o listado de prohibiciones. De esa manera, estaríamos repitiendo prácticas de amor que es de las que tratamos de salir. Si alguno de nosotros sale con otra persona yo me quiero enterar si le fue bien, si la pasó bien. Si su cita la o lo trató con respeto y amor”.
“Hubo, a veces, discusiones en cuanto a la falta de dinero o en el reparto de las tareas del hogar -admite Cecilia-. Sucede lo mismo que en las parejas tradicionales. La única diferencia es que acá somos cuatro para acordar, pero también para repartir las actividades de la casa”. Cada integrante de la cuatreja maneja presupuesto propio y aporta lo acordado para solventar los gastos de impuestos, servicios y comida. “No hacemos un pozo común. Cada uno maneja su economía”, sostiene Pablo.
Otro de los mitos que Pablo y Cecilia descartan es que en el poliamor los miembros de la comunidad tienen una frecuencia sexual mayor que en la monogamia. “Nada que ver. Quizás teníamos más sexo cuando éramos jóvenes - admite y se sonríe Cecilia-. Ahora, pasamos las mismas situaciones que otras personas de nuestra misma edad. Tenemos etapas mejores y otra peores”. Sin embargo, si hay algo que no negocian Pablo, Florencia, Cecilia y Sebastián es la opción que eligieron para sus vidas. “Nos elegimos desde la libertad y de respetar los espacios de la otra persona. Y así, somos muy felices”, sintetiza Figlioli.