Junto con el Teatro Colón, el Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA), integrado por los teatros San Martín, Presidente Alvear, Regio, De la Ribera, Sarmiento y Cine Teatro El Plata, conforma uno de los pocos lugares en el mundo donde se realizan las producciones de sus espectáculos íntegramente en talleres propios, en manos de sus artesanos. Aquellos que detrás de escena materializan los sueños de los directores teatrales y forman parte de un engranaje aceitado que debe funcionar como la maquinaria de un reloj.
En el hall del Teatro General San Martín (Avda. Corrientes 1530) siempre hay movimiento, gente que entra y sale de sus salas, aquellos que se sientan a tomar un café después de recorrer una muestra fotográfica, grupos de escolares en una visita guiada, bailarines que ensayan en el fondo. Para quien no conoce el edificio de tres cuerpos, puede convertirse en un laberinto. Una puerta trasera conduce al cuerpo C, donde se distribuyen los talleres de la mayoría de las especialidades que se ven en el escenario: maquinaria (la carpintería), utilería, escenografía, escultura, peluquería, sastrería. Infobae se adentró en este mundo para conversar con los protagonistas detrás de escena.
El Teatro General San Martín, inaugurado el 25 de mayo de 1960, abarca una superficie de 30.000 metros cuadrados distribuidos en trece pisos y cuatro subsuelos, ofrece tres salas teatrales, varios salones de exposición y un cine. Es, sin duda, uno de los polos culturales más importantes de América latina, que actualmente se encuentra bajo la dirección general y artística de Alberto Ligaluppi, junto con todos los teatros que integran el CTBA.
“Nadie sabe que hay debajo”
La temporada se programa un año antes bajo un leitmotiv. Y las manos a la obra se ponen cuando un director con su equipo -escenógrafo, diseñador, director, vestuaristas y actores toma contacto con estas secciones del CTBA. Es durante el anteproyecto cuando se evalúa con los artesanos si lo que se presenta se puede concretar o no. “A veces hay ideas que son hermosas pero que no son viables a nivel presupuestario o de realización”, explica Gabriela Moscato, jefa de Escenografía, sección del décimo piso, donde hay un espacio grande y vacío, con manchas de pintura en el piso que cada obra fue dejando en el camino. Allí pintan piezas de grandes dimensiones, entre ellos telones. “Nosotros específicamente en la sección escenografía nos toca pintar todo lo que hace maquinaria, después tenés telones, trastos, pisos”, detalla.
Eugenia Luszynski, segunda jefa del sector, cuenta que no siempre trabajan dentro de ese espacio. Muchas veces se tienen que desplazar porque no todo entra en un montacargas. “Por ejemplo ahora, con las columnas de Eduardo II que no suben por ningún lado, entonces nosotros nos movilizamos a otros teatros o al escenario para pintarlos”. Eugenia se refiere a la obra “El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer”, una versión escénica de Carlos Gamerro, Oria Puppo y Alejandro Tantanian de “Eduardo II” de Christopher Marlowe, que se estrenará el 3 de octubre en la sala Martín Coronado del Teatro Gral. San Martín. El equipo de escenografía está conformado por ocho personas, para las ocho salas que integran el complejo. Siempre depende de la complejidad que una pieza salga rápido o no. Ambas jefas, además de coordinar y organizar, ponen manos a la obra.
En el salón se observa una hilera de rodillos encabados (unidos a un palo). Como pintan grandes volúmenes nunca lo hacen encima, se pinta “a la italiana”. Se dibuja y se pinta todo de parados. “Estamos a la distancia, no encima, porque tenemos que cuidar nuestro cuerpo también”, explica Moscato.
Luszynski muestra en un boceto las texturas presentadas por el escenógrafo que debieron trabajar con algunos tipos de revestimientos de pintura, como el revear y lograr que un muro de ladrillos se vea descascarado, envejecido, como el que se presenta en la obra Clandestina, de Natalia Villamil, interpretada por Belén Blanco. Se trata de piezas de fibrofácil intervenidas por los escultores con telgopor y sobre lo que la escenografía termina pintando, dando textura y el acabado final. Es todo liviano pero en su apariencia es una pared robusta, que combina ladrillos tallados por los escultores y también ladrillos pintados con plantillas y revear por los escenógrafos. “Nadie sabe que hay debajo, nadie se imagina que hay un telgopor. Cuando lo ves, hay una pared”, dice Eugenia Luszynski. La magia del teatro.
Dicen que los estrenos suelen coincidir y muchas veces tienen que repartirse el trabajo y hacerlo contrarreloj. Ahora están estrenando tres obras al mismo tiempo. Eduardo II, en la sala Martín Coronado, James Brown, en el Teatro Sarmiento y Manada de Lobos, en el teatro Alvear. La primera se trata de una mega producción.
Moscato dice que el desafío es poner al servicio del escenógrafo todo lo que saben. “Porque somos todos artistas plásticos, realizadores escenográficos y no se tiene que notar nuestra mano. O sea, nosotros tenemos que poner al servicio de una realización de otra persona lo que la persona quiere. Tenemos que lograr ser la mano gigante de esa persona que hace que se plasme lo que él quiere”, destaca y agrega: “Y el equipo debe trabajar como si lo hubiese hecho una sola persona”.
Arte efímero
“Nosotros somos los que trabajamos el volumen con diferentes materiales”, dice Marcela Alonso, jefa de Escultura, acompañada por su mano derecha, Walter Lamas. Esculpen telgopor, modelan arcilla, hacen moldes. El equipo que trabaja en el último piso con luz natural interviene con su arte no solo los materiales de la escenografía, sino también a los personajes. Para Cyrano, la versión de Edmond Rostand protagonizada por Gabriel Goity y dirigida por Willy Landin, hicieron un calco de la cara del actor con alginato para “sacar” su nariz. “De su propia nariz hicimos la nariz de Cyrano y de ahí hicimos un molde, de donde salieron esas narices de latex que peluquería le colocaba”. El año pasado tuvieron que caracterizar unos personajes con papada y cachetes gordos, recuerdan.
El piso 12 tiene el piso “nevado”, lleno de pedacitos de telgopor, los restos que se van diseminando a medida que tallan con unas grandes cuchillas, sus segundas manos. En este momento, están trabajando una cabeza de gran tamaño de San Sebastián, de la obra Eduardo II, diseñada por Oria Puppo. Al lado, hay unos bloques de telgopor macizos que encontrarán nuevas formas. En el fondo, tiene un tablero con herramientas de todos los tamaños.
Para esa misma obra también están trabajando en un decapitado con la cara del actor, con la ayuda de un molde. “La cabeza va toda en latex y lo van a tener agarrado de los pelos. Pero qué pasaba, no pesaba. Así que le tuvimos que hacer un agujero. Una trepanación (se ríe) para agregarle peso”, explica Alonso. Sino la cabeza que sostienen de los pelos -que se está trabajando en la peluquería- queda como flotando. Los actores necesitan sentir que está el peso.
La sección Escultura puede encargarse desde las molduras de una casa antigua hasta columnas griegas, pasando por autos y colectivos. Todo dura el tiempo que dura la obra y con suerte se guardan piezas en un galpón, ante la posibilidad de reposición de una obra. “Pero la mayoría de las veces se termina desmembrando, se termina rompiendo todo”, cuenta Walter Lamas, segundo jefe del sector quien además es docente de la Escuela de Oficios Teatrales. “Nuestro trabajo es muy efímero en algún aspecto”, enfatiza. Al trabajar en el piso 12, donde aprovechan la luz natural, se llega por escalera. La desventaja son las restricciones de un montacarga con una puerta de un metro, donde no pueden ingresar con grandes volúmenes. “Generalmente los armamos con una mínima estructura de telgopor y entonces podemos cortarla con facilidad y desmembrarla en muchos pedazos como para que entre en el montacargas y después bajarla y volver a armarla nuevamente. Casi siempre hacemos hasta el tratamiento de superficie, que sería la pintura, para proteger un poco el telgopor y después lo cortamos”, precisa. Una figura de Cyrano “no murió” todavía, dice Alonso. Como hay una reposición de la obra en Mar del Plata, en el Teatro Tronador, viajó cortada en pedazos. Después se ensambla y se vuelve a retocar. Los escultores cuentan que el telgopor es un material noble, que permite trabajar con velocidad y ser fácilmente restaurado.
Cuando llegan los alumnos de la Escuela de Oficios Teatrales de distintas edades quedan fascinados con este nuevo mundo que se les presenta, porque por más que tengan nociones en este caso de escultura, es probable que nunca hayan trabajado con telgopor.
De la plancha al miriñaque
Marta Pinedo y Cristian Sayaverde se ocupan del vestuario. Están en el 7mo. piso, donde se despliegan máquinas de coser y lavadoras. Al término de la función se lava y se plancha todo el vestuario, excepto los trajes que van directo a la tintorería.
Antes de comenzar cualquier trabajo, cuando se reúnen con el vestuarista de la obra le recomiendan que visite el Centro de Vestuario porque hay muchas prendas que pueden volver a lucirse en el escenario. “Este año se reutilizó muchísimo vestuario. Es un ahorro también para el teatro”, aseguró Pinedo. En Manada de Lobos, vestuario de época, llegó del depósito que tienen en el barrio de Chacarita, que tuvieron que adecuar a los actores. Prendas voluminosas, con pieles. También, les llegaron prendas del Teatro Colón. Todo circula.
El 60% de las prendas de vestuario se recicla y se readaptan para otras obras. Sin embargo, hay prendas que por su belleza o historia son conservadas y pasan a integrar la “Colección Tesoro” del complejo. Una vez que baja de cartel una obra, clasifican las prendas dentro de la plataforma Xirgu, una aplicación que ayuda a gestionar más de 45 mil prendas, gracias a una iniciativa de la Fundación Amigos del Teatro San Martín. Del mismo modo, el Complejo Teatral de Buenos Aires inauguró en mayo de 2015, un nuevo Centro de Vestuario de 600 m2, construido especialmente para el almacenamiento de esta colección. El Centro de Vestuario está en el barrio de Chacarita en la calle Zabala 3654 y contiene la totalidad de la producción de Sastrería del teatro desde el año de su fundación, en 1960.
Marta Pinedo es modista y Cristian Sayaverde es el sastre. Todos saben hacer de todo pero cada cual tiene su fortaleza. Además, se formaron ahí mismo donde el vestuario teatral tiene sus secretos “Yo era una modista de barrio. Cuando cuando vine acá pensé que lo sabía todo y no, cuando vos trabajás época es totalmente distinto. Hacés miriñaques, hacés tontillos”, relata.
La jefa al frente del taller de sastrería, que está por jubilarse, cuenta que con la plancha se hacen maravillas. Si hay alguna imperfección se soluciona. A ella le gusta mucho la plancha y seguramente planche como los dioses. Pero los accidentes ocurren y pueden suceder en los peores momentos, como un día antes del estreno. Marta se ríe cuando cuando cuenta esta anécdota pero confiesa que la pasó muy mal y que casi se descompone. Conversando se distrajo y le quemó la falda de Claudia Lapacó. “‘Alfredo, quemé la pollera”, le dijo a su entonces jefe -‘¿Hay más telita?, le contestó éste. -Cortamos otra. “Menos mal que era una pollera recta”, Marta todavía la recuerda.
La vestuarista hace 24 años que vive entre figurines y máquinas de coser para la confección de prendas que requieren muchos conocimientos de historia. Le queda un año más. Cristian lleva 19 años en esta tarea. Visten a los elencos con sus grandes protagonistas de los seis teatros, al cuerpo de ballet y también a los títeres. Como todos, tienen una gran responsabilidad.
Los maestros zapateros
Jorge Donoso, jefe y Osvaldo Hernández, segundo jefe, los maestros zapateros de la escena, se ocupan de hacer todo tipo de calzado a medida. Enmascaran la horma y comienza el proceso. Tratándose de actores y bailarines deben asegurarse de que les quede cómodo teniendo en cuenta el tiempo que permanecen parados. Algunas actrices tienen los dedos del pie en martillo o juanetes, por lo que deben adaptarlos. Los diseños que pasan por sus manos varían, van desde un zapato Mary Jane hasta uno de payaso. El equipo está conformado por 18 artesanos, que satisfacen los requerimientos de los vestuaristas. Muchas veces les piden los zapatos forrados con la misma tela de un vestido. Junto con peluquería y sastrería deben asistir a los actores a un costado del escenario para los cambios rápidos. Donoso lleva 40 años en el área, y Hernández, 37. Trabajan juntos desde sus inicios.
“No creí que fuera a pasar”
María de los Ángeles Muñoz, estudiante de la Escuela de Oficios Teatrales, de 33 años no puede creer todavía que se le haya dado tan pronto ingresar a trabajar al Complejo Teatral. No se lo esperaba cuando se lo propusieron. “No creí que fuese a pasar”, afirma. Está en el segundo y último año de la orientación que eligió: Caracterización, Escenografía y Vestuario. Cursa de 9 a 13, de lunes a viernes, de forma gratuita. Ella que estaba terminando la carrera Diseño industrial, no sabía muy bien en qué quería desempeñarse. “Había visto una publicidad de la Escuela de Oficios Teatrales en redes y la perdí. Así que rastreé en todos lados hasta que me metí en la página del Gobierno de la Ciudad. Completé el formulario el último día que se podía. Pedían datos, si tenía experiencia en teatro y yo no tengo nada de experiencia, solo de espectadora y la intriga de saber qué es lo que pasa detrás. Y me pre seleccionaron. Después tuve una entrevista presencial acá”, cuenta sobre el proceso de ingreso, al que solo acceden 25 estudiantes al año.
“La Escuela de Oficios Teatrales promueve la capacitación y actualización de profesionales y técnicos del espectáculo en vivo, con el objeto de preservar los oficios en riesgo, jerarquizar el oficio teatral como estrategia de política cultural y formar en oficios a los trabajadores del Complejo Teatral de Buenos Aires”, anuncia la escuela desde la Web del Complejo Teatral, que actualmente tiene abierta su inscripción para el ciclo 2025/2026. El formulario de inscripción cerrará el 11 de octubre de 2024, a las 15 horas. Son tres las orientaciones: Escenografía y Mecánica escénica (EME), Multimedia Escénica (MUL) y Vestuario y Caracterización (VECA). Más información en https://complejoteatral.gob.ar/
La obra Edmond fue la primera experiencia en el teatro de María de los Ángeles. Le asombra poder transformar una cara, envejecerla, por ejemplo. Mientras da la entrevista cuenta que sus compañeras en este momento están tejiendo cortinas para hacer pelucas. Que el actor se sienta seguro y cómodo es una de las prioridades en su área. “Un bigote no se puede caer. La peluca no se puede mover. No se pueden ver los clips”, expresa. Los estrenos de las dos obras en las que trabajó los vivió cierta adrenalina. Pero eso no es negativo. Le gusta. Agradece mucho la confianza que le dieron para maquillar al Puma Goity en Cyrano y a María Abadi. María de los Ángeles se siente feliz en su nuevo mundo teatral. Disfruta que siempre llegue algo nuevo. “No te aburrís. Termina una obra y arranca otra. Es como que siempre estás en constante adrenalina”.
Cualquier persona que quiera adentrarse en el mundo teatral, tiene la posibilidad de realizar una visita guiada que incluye un recorrido por los talleres escenotécnicos en los que se realiza cada componente para las puestas en escena de las salas.
Otra visita atractiva propone ver de cerca una colección compuesta por 45.000 prendas realizadas para las puestas del Complejo Teatral de Buenos Aires. Incluyen accesorios, vestuarios de la Compañía de Ballet, prendas emblemáticas que forman parte de la Colección Tesoro.
Sin embargo, la mejor opción es sacar una entrada para alimentar esta maquinaria y formar parte del engranaje como espectador.