“Si suena bien está en La Tangente”, dicen por ahí. Lo cierto es que La Tangente es uno de los bares más convocantes del barrio porteño de Palermo y por su escenario han pasado bandas pop, rockeras, electrónicas, nacionales, internacionales, incipientes, de trayectoria… un sitio repleto de música que el domingo 22 de septiembre alojará las canciones de Kris Alaniz, rapera, productora, marrona y artivista.
“Con mi arte acompaño diferentes luchas sociales, por eso me gusta definirme como artivista. Y con este show, encima, rompemos con lo que se suele esperar de las personas racializadas, porque normalmente la gente para encontrarse con actividades artísticas marronas tiene que ir a los barrios. Nosotros rompemos con eso y nos metemos en pleno Palermo”.
Kris Alaniz va a presentar “Escándalo”, un disco que creó despacito, pensando cada pieza, cada tema, durante cinco años, animándose a fusionar hip hop y ritmos latinos con amorosos aportes de Lula Bertoldi, Femigangsta, An Espil, La Bruja Salguero y Lianna, otras cantantes que admira y con las que hace yunta frente a una industria que insiste en segmentar.
“El ambiente del rap es una de las comunidades más machistas dentro de la música. Por ejemplo, a las raperas suelen encasillarnos como ‘rap femenino’ y así nos dividen. Sucede que hay festivales enormes, con muy buena disponibilidad económica pero no tocan mujeres o toca una sola mujer. En el freestyle pasa lo mismo, las mujeres nunca llegan a la final o ponen a dos a competir entre ellas para que llegue solo una. Yo soy rapera, no soy ‘rapera femenina’ igual que ellos no son ‘raperos masculinos’. Somos raperos, raperas y listo. No existe el rap femenino ni el rap masculino, como tampoco existe el rock, el pop o los boleros de mujeres. La segmentación solo le sirve a la industria para ubicarnos en un rincón. Y yo no quiero estar en ninguna esquinita”.
Se ofusca, pero enseguida sonríe y cuenta que precisamente en “Escándalo” quiso componer canciones que no la muestren enojada. Un álbum en el que se dio permiso para contar historias de amor.
“En general, las personas racializadas hablamos de política y de los derechos que nos roban todo el tiempo. En cambio, los artistas blancos mainstream no tienen esa preocupación, no tienen esa agenda. Entonces escriben sobre el amor, sobre cómo sale el sol… Y a mí me encantaría que esas también sean mis temáticas, pero me pasan otras cosas y necesito decirlas. Lo que tiene este disco es que digo cosas y a la vez hablo de amor. Porque el racismo atraviesa al amor y no estamos acostumbrados a escuchar a una persona racializada hablar de amor. A eso me refiero con que el amor es súper político. Y tampoco se trata de cualquier amor. Yo escribo sobre una piba marrona enamorándose de una piba blanca, o sobre dos marronas andando de la mano por el barrio. En ‘Escándalo’ me permití ser más libre con las temáticas y no estar tan enojada. Me reconcilié con la Kris romántica sin dejar de tener compromiso político”.
En las semanas previas, un equipo trabaja para hacer del show en La Tangente una experiencia de celebración, de fiesta. Se prueban una y otra vez las luces, los efectos, se practican los pasos, las miradas al público. David Gudiño, dirige; Yosy Machado, marca las coreografías; Gime Rodríguez y Lula Giachero, se mueven al compás.
“Es un show donde los marrones seremos protagonistas. Normalmente ocupamos el lugar de la persona que limpia en los recitales, o somos los que atienden la barra, o el cobani de la puerta. Si tuviste una mejor educación quizás lográs ser corista o alguno de los músicos. Para la presentación oficial de ‘Escándalo’, en cambio, convoqué a personas racializadas para todas las tareas. Director, coreógrafa, bailarines, músicos. Un show con personas marronas protagonistas por primera vez me parece que es súper interesante, súper lindo. Especialmente para que, más allá de las letras, la gente pueda conectar con la perfo, con el cuerpo, con las miradas… que se sientan reflejados”.
David Gudiño ꟷactor, dramaturgo, recientemente nominado a los premios María Guerrero por la obra El David Marrónꟷ deja de ajustar tornillos en el techo y se suma a la charla. Dice sentirse honrado con la convocatoria a dirigir. Remarca que no son invitaciones que abunden.
“Para mí es un sueño dirigir un proceso coreográfico musical y sé que nadie más me hubiese dado esta oportunidad. Kris abrió el espacio, llamó a otros pares y eso es de un valor increíble que tiene que ver con comenzar a reconocer la importancia de apoyarnos entre nosotros. No queremos ser la excepcionalidad. Somos muchos, somos muchas, creando con conciencia de identidad y de manera súper autogestiva y a pulmón. Por otro lado, en estos tiempos de tanto odio nuestra respuesta antiracista es todavía más acción. Nos sentimos hostigados pero seguimos haciendo lo que amamos. Endeudándonos, trabajando más, dando más clases. La respuesta al hostigamiento es más acción antiracista”.
Raíces
Kris Alaniz confiesa que en este nuevo trabajo hizo las pases con su costado romántico y a la vez recuperó su corazón cumbiero, ese que de pequeña necesitó apartar para que no la persiguieran las violencias.
“Canto desde chica y era muy adicta a la cumbia. Los sábados me encerraba en mi habitación a ver el programa ‘Pasión de sábado’ y en el colegio me encantaba actuar de Gilda. Me recuerda a mi mamá, además, que se la pasaba escuchando a Las Minifaldas, una banda de mujeres tucumanas que tocaban cumbia y yo flasheaba. Siempre tuve una conexión muy linda con la cumbia. Pero el racismo me puso un freno en ese plano también. En la primaria había una compañera que se llamaba Cristina, era rubia y de ojos celestes. Durante esos años yo fui la Cristina fea marrona, de pelo y ojos oscuros. Decían ‘la Cristina linda’ y ‘la Cristina fea”. Ahora me río pero en ese momento la pasé mal. En 2001 apareció Damas Gratis, con Pablo Lescano y a mí me encantaba, pero pensé que si me dedicaba a cantar cumbia me iban a seguir diciendo ‘la negra fea’, como en el colegio. Me alejé de la cumbia y busqué un espacio donde no me sintiera discriminada. Así descubrí las letras del rap y me identifiqué, porque hablaban de discriminación. Después arranqué a rapear y me di cuenta de que podía escribir mucho más que en una canción convencional. El rap cambió mi vida. Me dio una comunidad, me permitió pertenecer a un ambiente”.
— De adulta ¿te reconciliaste con la cumbia?
— Muchísimo. La deconstrucción ayudó a sacar esos bloqueos mentales y a apropiarme de algo que es muy mío. Y hasta potenciarlo. Cuando pude hacerme cargo de mi identidad, reconecté con la cumbia. Hoy creo que mi música es un viaje, que fusiona rap con géneros latinos, y que cuando escuchás el disco podés sentirte en La Habana, en Colombia, en Brasil o en algún pueblito del norte de la Argentina y entregarte a una aventura escandalosa.