Erica Etter tiene cuatro hermanos. Su mamá fue ama de casa. Ella, en cambio, es productora, asesora de seguros, influencer, bailarina, integrante del Carnaval de Gualeguaychú y mamá. Se considera un multitasking. “Soy mujer, madre y amiga. No descuido ninguna de esas aristas”, dice para después remarcar el contraste que percibe entre la mujer fue ayer su mamá y la que es ella hoy. “Creo también que la sociedad cambió un montón. Y ahora las mujeres también nos dedicamos a ser profesionales, a encargarnos un poquito más de nosotras”, dice.
Su hija se llama Amelie y tiene cinco años. “Con ella nació mi mayor felicidad”, define y asume que en 2019 su vida se reinventó porque “nace una personita que depende de vos. Con la maternidad conocés el miedo, conocés la culpa, conocés la autoexigencia al 100 por ciento. Te encontrás en un cuerpo al que no estás acostumbrada. Las hormonas desparramadas por todos lados”.
Sobre la Erica que nació a partir de Amelie, destaca la aparición de un sentimiento profundo, anclado en una suerte de contrato social. “Siento que las madres practicamos la culpa como deporte. Te sentís culpable por todo”, dice y explica que la mayor parte de las cosas que hace -trabajo, entrenamientos, proyectos-, intenta absorberlos en los ratos en los que su hija no está en su casa. “Mi mayor sentimiento de culpa es no estar en mi casa con ella. Obviamente, con la cantidad de cosas que hago, en algún momento no estoy en casa. Pero trato de que si tengo una cena, poder llevarla, o al menos bañarla, cambiarla, acostarla y que se quede dormida”.
“Una de las cosas que más me generó culpa este último tiempo -relata-, fue que como soy integrante de la comparsa de Gualeguaychú, desde que nació yo me la llevo todos los veranos conmigo y ella vive conmigo toda la previa. Pero este año particularmente, yo salí reina de mi comparsa y por supuesto que la responsabilidad fue mucho mayor con este puesto. Me hacían notas y tenía que ir antes a prepararme. Si yo me la llevaba a Gualeguaychú, iba a ser egoísta de mi parte. No iba a poder estar con ella y se iba a quedar lejos de sus actividades a cuidado de otra persona, en la casa que alquilamos”. Pensó, entonces, que lo mejor para ella era que se quedara en su entorno, haciendo pijamadas en la casa de su tía.
Mientras maneja esa culpa, también trabaja la autocompasión. “También quiero darle este ejemplo a mi hija, de decir ‘vos también el día de mañana podés ser mamá, podés ser profesional, podés tener tus amistades y podés hacer cosas para vos’”. Destaca la sensación de gratificación que sintió al desfilar como reina de su comparsa -su principal anhelo-, con su hija en la tribuna. “Ahí me abrazo un poquito y digo ‘no lo estás haciendo tan mal’”, asume.
Descubrió, según se desprende de su testimonio, que no lo estaba haciendo tan mal cuando su hija le dijo algo que promete nunca olvidar. “Siempre me acuesto con ella a dormir y después me pasó en mi cama. Y una vez, ella ya estaba quedándose dormida, mirando para la pared, se dio vuelta, me abrazó y me dijo algunas palabras así entre dientes ‘tu amor nunca me falla, ma’. Y ahí me derretí por completo y pensé que lo estoy haciendo bien: que mi hija me diga ‘tu amor nunca me falla’ es algo que me llevaré guardado en mi corazón por el resto de mi vida”.
Erica Etter considera, a su vez, que las madres cargan con un mandato social anclado en una premisa retrógrada y acrónica. “Las mujeres somos tan ‘madres’ como los hombres ‘padres’ y ambos deberíamos tener las mismas responsabilidades sobre la crianza de nuestros hijos”, valora. “Existe ese pensamiento machista de que si el hombre sale a cenar con sus amigos o se va a jugar al fútbol o al pádel, está perfecto. Pero si las mujeres dejamos a nuestros hijos en casa con su papá nos preguntan con quién la dejaste o qué está haciendo. ¿Por qué ellos no se lo preguntan y a nosotras sí? Tenemos el mismo derecho de poder salir a cenar con una amiga, de poder practicar un deporte, de poder hacer un viaje de negocios”.
De su mamá dijo que es una ídola y la responsable de haberla impulsado en su carrera profesional. Y de su hija, que “es una personita que tiene tan clara las cosas que a mí me lo hace difícil como madre, pero el día de mañana va a ser súper positivo porque nadie se la va a llevar por delante, no tengo ninguna duda”.