El ministerio de Defensa y la Armada Argentina retiraron por tres meses de la subasta pública al Aviso Alférez Sobral

Hoy a la tarde se dio a conocer la noticia: un buque emblemático de la guerra de Malvinas, que iba a ser subastado el viernes, tiene tres meses más de vida. Es el tiempo que dieron las autoridades nacionales para que se presenten planes viables para su conservación

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Así lucía el buque cuando
Así lucía el buque cuando se lo incorporó a la Armada. Había cumplido funciones en la guerra del Pacífico durante la segunda guerra mundial

De común acuerdo entre el Ministerio de Defensa y la Armada Argentina, se retiró de la subasta pública el Aviso Alferez Sobral, programada para este viernes. De esta manera, las organizaciones que reclamaban la suspensión de la medida, disponen de tres meses para presentar un plan viable de conservación de la nave, veterana de Malvinas, y en la que dieron su vida su capitán y siete tripulantes la noche del 2 de mayo de 1982.

Según una información de prensa de la Armada, de acuerdo a la reglamentación vigente, “los organismos públicos o instituciones privadas legalmente constituidas en el país interesadas en recibirlo en donación para convertirlo exclusivamente en buque museo, deberán presentar antes de esa fecha una solicitud formal al Jefe del Estado Mayor General de la Armada, acompañada de un proyecto viable que prevea los recursos necesarios para el retiro del muelle, su alistamiento para ser remolcado y su remolque hasta su destino final para su puesta en valor”.

Infobae había alertado el 5 de marzo de este año como el día de ayer de la situación en la que se encontraba la nave la que, siendo radiada del servicio, debía ir a subasta pública para terminar desguazada y su estructura vendida como fierro.

El buque necesita de unos 250 mil dólares para acondicionarlo para ser remolcado. Actualmente amarrado en Mar del Plata, el proyecto a presentar deberá contemplar su puesta en valor para que pueda ser seguro para el público visitarlo cuando se convierta en museo.

La noticia del ataque al
La noticia del ataque al buque, confirmando que fueron 8 los tripulantes fallecidos, entre ellos su comandante

El Sobral

Construido en 1944 en Estados Unidos, esta nave de 43,6 metros de eslora y 10,3 de manga, había participado en tareas auxiliares en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial bajo el nombre de USS Salish. En 1972, fue entregado a la Armada Argentina y lleva el nombre del Alférez José María Sobral, un destacado explorador militar y geólogo, que hizo historia en la Antártida.

El 27 de marzo de 1982 le habían ordenado partir hacia el sur. Las órdenes que recibió el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca era situarse en un punto entre el continente y las islas y estar preparados para misiones de búsqueda y rescate.

En la noche del 1 de mayo, había sido derribado el Canberra MK-62, número 110 por un misil supersónico Sidewinder que impactó en su turbina derecha. Los pilotos, teniente Eduardo de Ibáñez y el primer teniente Mario González debieron eyectarse. El Sobral recibió la orden de ir a su rescate, a un punto establecido a 180 km al norte del Estrecho de San Carlos.

Al llegar, el Sobral fue sobrevolado por un helicóptero británico Sea King que luego se alejó. La dotación fue a cubrir los puestos de combate, esperando un ataque. Luego de unos cuantos minutos, apareció un segundo helicóptero, un Sea Lynx y se abrió fuego con el modesto armamento: un cañón de 40 mm y las ametralladoras de 20 mm, provocando que se alejara.

Un misil Sea Skua, disparado desde dos helicópteros que habían despegado de los destructores Coventry y Glasgow –uno de ellos debió regresar por fallas- destrozó la lancha que el buque llevaba, y se hundió parcialmente el baño del personal, provocando heridos. Gómez Roca ordenó revisar el sector de proa. Cuando finalizó la revisión, se produjo el segundo ataque.

Eduardo Fondevila vio caer en llamas al cabo Enríquez, que se desplomó por la escala. Sergio Bazán lo cubrió con una manta y lo corrieron hacia un costado.

Las huellas del misil en
Las huellas del misil en el puente de mando, que actualmente se exhibe en el Museo Naval de Tigre

En ese segundo ataque un misil impactó de lleno en el puente de comando que, junto al puesto de radio ubicado debajo, quedaron destruidos. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un cabo, que quedó herido. No hubo más víctimas gracias al comandante Gómez Roca que, luego del primer ataque, había ordenado que permaneciera en el puente de mando sólo la dotación indispensable, el resto quedó bajo cubierta.

Sergio Bazán, que había sido demorado por el médico para revisarle una herida que había sufrido, demoró su llegada al puente y así salvó su vida. En el puente no vio a nadie con vida y ordenó apagar los incendios. Se convirtió en el comandante de la nave. Está convencido de que la decisión de Gómez Roca salvó muchas vidas.

En medio de gritos y de alaridos de los heridos, se desató un gran incendio, que pudo ser controlado. El cabo Enríquez, envuelto en llamas, se desplomó por la escala. Lo cubrieron con una manta y lo corrieron hacia un costado.

Comprobaron que las máquinas continuaban funcionando y que no había inundación. Bazán le ordenó a Fondevila conseguir la radio de emergencia, guardada en el cuarto de radio, que se estaba incendiando. Tomado a la escala, subió y se encontró con el cuerpo del cabo Tonina, que estaba colgando porque el piso del puente se había perforado. No pudo continuar porque el humo lo ahogaba. Contuvo el aire y volvió a subir. Corrió los restos del cabo Alancay, totalmente destrozado, y encontró la radio. Durante quince minutos transmitió el SOS en morse, además de pedidos de auxilio en radiotelegrafía y en radiotelefonía. “Mayday, Mayday”, sin decir quiénes eran.

Hubo que detener las máquinas por un problema en el timón. Una hora después, el jefe de máquinas solucionó el problema y volvieron a navegar. No se produjo un nuevo ataque: los ingleses veían las llamas.

El regreso al continente con
El regreso al continente con su tripulación en cubierta, luego de días de navegación

Con ocho muertos a bordo, con el puente de navegación seriamente dañado, con los sistemas de navegación destruidos en los dos ataques sufridos, la disyuntiva que se les presentaba a la dotación del Aviso Alférez Sobral era ir a Malvinas o hacia el continente. Poner proa hacia las islas en esas condiciones suponía quedar a merced de otro ataque inglés o desviarse y tal vez terminar en la Antártida. Sólo contaban con un vigía en cubierta y con una brújula terrestre que se confundía con los hierros del maltrecho buque. De algo estaban seguros: las olas venían del norte y hacia allá se dirigieron el lunes 3 de mayo de 1982.

Luego de tres largos días de navegación sin saber a ciencia cierta hacia dónde se dirigían, avistaron la costa y un helicóptero de la Fuerza Aérea los sobrevoló en un punto al sur de Río Deseado.

Fue una navegación marcada por la incertidumbre. Hubo reiterados incendios, y se debieron cortar cables para evitar nuevos focos porque los matafuegos ya estaban descargados. Así transcurrieron los días 3, 4 y 5, sin avistar la costa. Existía la urgencia de tocar tierra para atender a los heridos, ya que las medicinas escaseaban. El panorama era desalentador.

Durante la travesía, transmitieron cada cinco minutos por la red de emergencia “para todas las estaciones que nos escuchan”. Un cabo, en su Spika escuchó que un locutor decía “para el señor Gómez Roca, hemos recibido su mensaje”. Sabían que estaban.

De pronto, el teniente de corbeta Casal cayó en la cuenta de que navegaban sin bandera, que se había perdido con el mástil en el ataque. Y ató la bandera de guerra a la pluma del buque.

Cuando un helicóptero se aproximó le lanzaron dos bengalas, que la nave interpretó que del barco le abrían fuego. Se alejó y regresó muy lentamente. Bajaron una camilla por los heridos. Luego un avión, en vuelos rasantes, les indicó hacia dónde debían dirigirse. Cuando pasaron junto al Cabo San Antonio, la tripulación formó en puesto de honores, demostrando que estaban en un buque que seguía navegando.

El Aviso Alférez Sobral tuvo ocho caídos, comenzando con el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca. Los otros fueron el guardiamarina Claudio Olivieri; el cabo principal Mario Alancay; el cabo segundo Sergio Medina; el cabo segundo Elvio Tonina; el cabo segundo Ernesto Del Monte; el marinero de 1ª Héctor Dufrechou y el conscripto Roberto D’Errico.

Esperemos que ahora aparezcan soluciones viables para un testigo silencioso de aquella guerra, en la que dejaron su vida ocho de sus tripulantes.

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