En el mundillo de la delincuencia y en el policial siempre se recuerda el hito histórico que logró Daniel Puccio, integrante de la tristemente célebre banda familiar que comandaba su padre, el temido Arquímedes, que se dedicaba a secuestrar y matar pese a que las familias de las víctimas pagaban los rescates en miles de dólares: ser sentenciado pero nunca pagar su condena tras las rejas.
A Maguila, como lo apodaron cuando jugaba al rugby en el CASI porque lo vieron parecido al popular dibujo animado Maguila Gorila creado por Hanna Barbera, había sido detenido el 23 de agosto de 1985 cuando esperaba cobrar el rescate por el rapto de la última víctima, Nélida Bollini de Prado, viuda y madre de los dueños de una concesionaria de autos y una empresa fúnebre. Daniel aguardaba en una estación de servicio de Parque Patricios junto a su padre y Guillermo Fernández Laborda, otro integrante de la gavilla cuando la policía los sorprendió porque les venían siguiendo los pasos a través de informes de buchones –delatores- y escuchas telefónicas.
De inmediato otra patrulla procedió a allanar la casona familiar en Martín y Omar 544, San Isidro, donde Alejandro, otros de sus hijos, también rugbier, alias El Zorri, y Mónica, su novia, miraban una película. Allí encontraron en condiciones deplorables a la mujer raptada luego de 32 días de cautiverio. Estaba en un improvisado y hediondo calabozo que habían armado en la vivienda, semiinconsciente por el abandono al que la habían sometido, ya que la alimentaban con galletitas de agua y en el mejor de los casos le alcanzaban una solitaria pata de pollo fría.
Había sido la cuarta víctima de la banda integrada por el despiadado Arquímedes Puccio y los mencionados Alejandro y Daniel. El resto de los hijos, Silvia Inés, Adriana y Guillermo nunca fueron imputados por la justicia. También estuvo involucrada su madre, Epifanía Calvo, quien supo ser profesora de Contabilidad y Matemáticas en la Escuela de Enseñanza Media y Técnica Nº 1 de Martínez y del María Auxiliadora y dijo desconocer el rol de su marido, pero igual pasó casi dos años en la cárcel de mujeres de Ezeiza, aunque luego fue liberada.
El clan delictivo también estaba compuesto por personas que no pertenecían a la familia: Guillermo Fernández Laborda, el coronel retirado Rodolfo Franco, Roberto Díaz, y el albañil Herculiano Vilca, considerado partícipe necesario al igual que el calificado como “entregador” Gustavo Contepomi.
Antes habían secuestrado a Eduardo Manoukian en 1982, por el que la familia pagó un rescate de 250 mil dólares. Pero igual decidieron asesinarlo de tres tiros en la nuca. Manoukian solía jugar al tenis y al fútbol con Alejandro Puccio. Contra el ingeniero industrial Eduardo Aulet, la segunda víctima, la emprendieron en el 83. Lo secuestraron el 5 de mayo y pese a que también su familia acordó pagar 150 mil dólares lo terminaron matando, aunque el cadáver recién apareció cuatro años más tarde. Emilio Naum fue el tercero de los raptados el 22 de junio de 1984. El propio Arquímedes, jefe de la banda, que lo conocía, lo interceptó en la calle, le pidió que lo llevara, y junto a varios cómplices lo masacraron de un balazo cuando se resistió. No obstante eso, a su mujer, Alicia Betti, que cuando se enteró del homicidio de su esposo su vida se desmoronó, se atrevieron a comunicarse con ella por teléfono reclamándole 350 mil dólares de una incomprobable deuda de su marido. Luego se comprobó que el que hacía las llamadas era el propio Arquímedes.
Todos fueron detenidos y condenados: Roberto Díaz resultó sentenciado a reclusión perpetua como coautor del homicidio de Eduardo Aulet y en 2006 se le otorgó la prisión domiciliaria. El albañil Vilca cumplió siete años en la cárcel de Caseros. Contepomi, el entregador, murió tras las rejas. El ex coronel Franco en 1998 recibió la prisión domiciliaria, luego de estar detenido trece años porque se comprobó que con su arma mataron a Emilio Naum. Guillermo Fernández Laborda permaneció veinte años en prisión, lo liberaron en 2007, y volvió a caer por otra causa.
Alejandro Puccio fue condenado a prisión perpetua, estuvo preso casi veinte años, tuvo varios intentos de suicidio y murió en 2008, meses después de quedar en libertad. Al jefe de la banda, Arquímedes, también lo sentenciaron a perpetua. Salió libre en 2008 gracias a la famosa Ley del 2 x 1 y se instaló en General Pico, La Pampa. En 2013 sufrió un ACV y murió el 4 de mayo.
El que logró eludir a la justicia fue Maguila, que llegó desde Nueva Zelanda para sumarse al último secuestro que ejecutó la gavilla. Daniel solo estuvo en prisión desde que lo detuvieron en 1985 hasta febrero de 1988. Quedó en libertad porque recurrió a través de su abogado, el doctor Héctor Jorge Rodríguez, al Pacto de San José de Costa Rica y así salió de la cárcel por el tiempo que había transcurrido sin recibir condena. Recién lo sentenciaron a 13 años de prisión en 1998 como partícipe secundario del rapto de Nélida Bollini de Prado, pero ya nadie sabía dónde se encontraba ni tampoco se lo buscó demasiado.
Dos años antes, con una carta con fecha 28 de junio de 1996 que portó su abogado defensor, se atrevió a pedirle perdón a dicha víctima. El escrito decía: “Hubiera preferido trasmitirle esto personalmente, pero es posible que usted no quiera verme. Sé que además de pedirle perdón tengo una deuda con usted y su familia. Me encuentro a su entera disposición para servirle en todo aquello que esté dentro de mis posibilidades, y aunque exceda a éstas, realizaré mis máximos esfuerzos para cumplir lo que usted necesite”.
Mientras tanto se cree que anduvo de incógnito por San Luis, Mar del Plata, Porto Alegre en Brasil y Nueva Zelanda para jugar al rugby en categoría veteranos. Hace exactamente 13 años, un día como hoy, 29 de agosto pero de 2011, el juzgado de Instrucción N°49, a cargo del Dr. Facundo Cubas, declaró la extinción oficial de su condena.
Maguila, que llevaba los cómputos como todo condenado, esperó paciente tachando cada día en el almanaque aunque no tras los barrotes como debería haber ocurrido. Con el sigilo que siempre lo caracterizó y se convirtió en su principal virtud apareció por Buenos Aires el 23 de marzo de 2013 y se presentó en el séptimo piso del tribunal de Lavalle 1171 -oficina 207-. Allí solicitó su certificado de extinción de pena. Y se llevó impresa su libertad en una fotocopia con un simple trámite burocrático. De inmediato volvió a las sombras, a hacerse invisible como hasta ese momento.
Hasta que en setiembre de 2016 volvió a aparecer en escena. Desde hacía un año y medio estaba viviendo junto a su mamá, Epifanía Calvo, en el departamento que ambos compartían en la avenida Independencia en el barrio de San Telmo, donde también se lo pudo ver junto a Adriana, su hermana. La excusa para regresar a la Argentina fueron los problemas de salud de su madre. Maguila salía a caminar y trotar por las mañanas muy temprano o cuando caía la tarde para no ser visto. Luego volvió al anonimato, fiel a su costumbre.
Pero en 2019 su madre volvió a tener noticias de él, ya que le dio otro susto. Lo detuvieron en Brasil con documentos falsos, cinco mil dólares en sus bolsillos y fue a parar a la prisión de Pinheiros en San Pablo para averiguación de antecedentes. Hasta se analizó su extradición luego de que las autoridades de ese país se enteraran de quien era al constatar su verdadera identidad. Su anciana madre se vio obligada a comunicarse con el consulado argentino para intentar resolver la situación.
El último registro que se tiene de Daniel Maguila Puccio fue a través del padrón electoral donde no se sabe si alguna vez concurrió a votar. En los listados de presuntos sufragantes del circuito electoral 0002, sección electoral 0001 en la Escuela Guillermo Rawson ubicada en Humberto Primo 343 de la ciudad de Buenos Aires aparecía con el DNI 14.907.825 como Puccio Calvo, Daniel Arquímedes. Sí, portando el mismo nombre que su padre, como temible herencia.