Juan Bautista Alberdi, sus ideas transformadoras y sus tres versiones: ¿por qué nos quedamos solo con “Bases”?

Se cumplen 214 años del nacimiento del pensador tucumano, autor intelectual de la Constitución Nacional. Su influencia en la política nacional desde Rosas hasta Mitre, su visión del liberalismo, su mirada sobre la población nativa y su crítica hacia la “Guerra de la Triple Alianza”

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La influencia de las ideas de Alberdi sobre el texto de la Constitución es innegable. Incluso algunos artículos serán copia casi literal de partes del libro
La influencia de las ideas de Alberdi sobre el texto de la Constitución es innegable. Incluso algunos artículos serán copia casi literal de partes del libro

El presidente Javier Milei, aún antes de asumir el cargo, se declaró públicamente defensor de las ideas del pensador tucumano Juan Bautista Alberdi. De hecho, el principal proyecto de ley enviado al Congreso en lo que va de su presidencia es conocido por evocar el nombre de la obra por la que Alberdi es estudiado en la historia argentina. Se trata de Bases, escrita en Chile a comienzos de 1852.

Pero la obra intelectual de Alberdi no se limita sólo a Bases, que se convirtió en una especie de Padrenuestro laico al que echó mano la mayoría de los congresales que redactaron la Constitución Nacional de 1853. De hecho, podríamos afirmar que hubo tres Alberdi. El primero es anterior a la obra de 1852 y se corresponde con su juventud, cuando residiendo en la ciudad de Buenos Aires para cursar los estudios de abogacía, integró la denominada “Generación de 1837″. El segundo es el que la historiografía cuasi-oficial, inaugurada por Bartolomé Mitre -usufructuando un halo de infalibilidad- pasó al sistema educativo de todos los niveles. Y habrá un tercer Alberdi, el de su etapa adulta y con mucha más experiencia de vida en sus espaldas, que será sumamente crítico del rumbo que los gobiernos liberales habrán de dar a la política argentina.

En 1837 se publica su Fragmento preliminar al estudio del Derecho en el que Alberdi intenta hacer una interpretación de las ideas del romanticismo, movimiento literario en auge en la Europa de esos años como reacción ante el iluminismo de finales del siglo XVIII. En Argentina gobernaba nuevamente, desde 1835, Juan Manuel de Rosas, líder del partido federal.

A partir de ese momento se sucede una serie de equívocos por parte de muchos de los jóvenes pensadores que, junto con Alberdi, pasaron a integrar el Salón Literario en la ciudad de Buenos Aires. Suele afirmarse que su pensamiento (el de Alberdi, Cané, Gutiérrez, Sastre, entre otros) era decididamente contrario a la política de Rosas y que esa fue la causa del cierre del salón. Los hechos fueron algo diferentes. El salón cerró por falta de suscripciones suficientes para afrontar los gastos y sin que existiera prohibición alguna por parte de las autoridades. Y en cuanto a las ideas políticas, al menos de Alberdi, éstas no apuntaban sus dardos a Rosas, a quien de hecho consideraba como un representante genuino y criollo de aquél romanticismo europeo que rescataba las tradiciones y cultura de los pueblos por oposición de las ideas de una “humanidad” en abstracto como habían preconizado los ideólogos de la Revolución Francesa.

Alberdi escribió "Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina" en 1852, tras la caída de Rosas
Alberdi escribió "Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina" en 1852, tras la caída de Rosas

El problema fue, del lado de esos jóvenes intelectuales más proclives a atiborrarse de lecturas de autores extranjeros que a pensar el país desde su realidad concreta, creer que aquí el romanticismo debía pasar por “afrancesarse” en las costumbres, los gustos, y las ideas filosóficas, desdeñando lo autóctono. Además de incurrir en una pedantería al suponer que ellos serían capaces de explicarle a Rosas la nueva moda intelectual surgida en los salones parisinos. ¡Justo en momentos en que nuestro país estaba a punto de sostener una guerra contra Francia!

Pese a la creencia extendida, nunca fue obligado a exiliarse y jamás fue molestado por sus ideas contrarias al gobierno argentino. Abandonó el país, previo tramitar su pasaporte, por propia y libre elección, tal como él mismo lo expresará años más tarde.

Tras residir unos años en Montevideo en momentos en que la armada francesa bloqueaba nuestros ríos, al tiempo que frecuentaba las reuniones sociales de los unitarios argentinos emigrados en dicha ciudad, escribía públicamente a favor de la intervención francesa en el río de la Plata. Tras la derrota de las fuerzas galas y la consecuente victoria de Rosas, el tucumano habrá de radicarse finalmente en Chile.

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A la caída de Rosas en febrero de 1852, se aboca a escribir apresuradamente Bases (el nombre completo es Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina), su obra más conocida y editada innumerables veces, que circuló fluidamente en los meses en los que en Santa Fe sesionó el Congreso Constituyente que habrá de dictar la Carta Magna de 1853. La influencia de las ideas de Alberdi sobre el texto de la Constitución es innegable. Incluso algunos artículos serán copia casi literal de partes del libro.

Lo grave para la Argentina es que es una obra en la que Alberdi, a diferencia de 1837, se constituye en vocero de un liberalismo abstracto que poco o nada tenía que ver con la realidad sociocultural rioplatense, y que, para colmo de males, será la claudicación de una intelectualidad desarraigada de su suelo respecto de algunas notables victorias de la etapa previa. Tomemos por ejemplo su obsesión por garantizar la internacionalización de nuestros ríos interiores, disimulada bajo el eufemismo de “la libertad de los ríos”. Dice en Bases: “Proclamad la libertad de sus aguas. Y para que sea permanente, para que la mano inestable de nuestros gobiernos no derogue hoy lo que acordó ayer, firmad tratados perpetuos de libre navegación. Para escribir esos tratados no recordéis el Elba o el Mississippi”. Es decir, rendirnos ante la pretensión de Inglaterra o Francia de navegar con sus naves nuestros ríos interiores sin pedir autorización a tal fin, algo que por supuesto esos países no permitían respecto del Támesis o el Ródano. Tampoco los EE.UU. internacionalizaron las aguas del Mississippi, que no era de “libre navegación”; de ahí la alusión hecha por el mismo Alberdi de no tomar en cuenta esos ejemplos.

Juan Bautista Alberdi nació el 29 de agosto de 1810 en San Miguel de Tucumán, y falleció el 19 de junio de 1884, a sus 73 años, en Neuilly-sur-Seine, Francia
Juan Bautista Alberdi nació el 29 de agosto de 1810 en San Miguel de Tucumán, y falleció el 19 de junio de 1884, a sus 73 años, en Neuilly-sur-Seine, Francia

A ello se suma su aborrecimiento respecto de la población nativa y su obsesión por fomentar la inmigración de la Europa septentrional, así como la ingenua idea de que rodeando al capital extranjero (básicamente inglés) de privilegios de todo tipo, ello habría de redundar en un desarrollo nacional armónico y favorable al bien común de los argentinos.

Como bien señala Juan Pablo Oliver en el libro El verdadero Alberdi. Génesis del liberalismo económico argentino: “El contenido de las Bases de Alberdi quedó convertido en doctrina por sus biógrafos, por los glosadores de sus máximas y por las resoluciones tribunalicias. Su resultado fue la creación de una mentalidad rectora de los argentinos extrañamente poseídos de un complejo de inferioridad, a la par de pródigos, incapaces por sí mismos de cuidar sus bienes privados o renuentes a administrarlos correctamente”.

Y hubo un tercer o último Alberdi, desilusionado con el giro que tomó la realidad nacional tras el triunfo de Mitre en Pavón y su asunción de la primera magistratura. Es particularmente crítico de la política exterior mitrista que nos llevó a la tristemente célebre “Guerra de la Triple Alianza”. En diversas cartas que se hicieron públicas, Alberdi, siendo uno de los padres intelectuales del liberalismo argentino, no ahorra críticas. Sostiene vehementemente que la Argentina se ha constituido en instrumento de la política exterior del Brasil. Afirma que “más de uno de mis amigos conocía ya mis opiniones favorables al Paraguay en la guerra que le suscitan el Brasil y los instrumentos del Brasil”.

La prensa porteña no tardó en criticarlo aduciendo una supuesta falta de patriotismo por parte del tucumano. Ante esas acusaciones se defendió aludiendo directamente a Mitre y su pasado, diciendo que “si al menos hubiera yo tomado una escarapela, una espada, una bandera de otro país, para hacer oposición al gobierno del mío, como en Caseros lo hizo otro argentino contra Buenos Aires, con la escarapela oriental, como oficial oriental, bajo la bandera oriental y alineado con los soldados del Brasil”. El textual se extrae del libro de ensayos escrito por Alberdi El crimen de la guerra y otros textos sobre el Paraguay, disponible en el sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.

Poniendo de manifiesto algo que era muy evidente fuera de Buenos Aires, que la guerra contra el Paraguay no gozaba de popularidad alguna, y conocedor del problema subyacente, asevera: “No estaría en guerra el General Mitre contra el Paraguay, no la habría llevado antes a la Banda Oriental, no estaría el Brasil en el Plata, si la unión argentina fuese un hecho. Con solo existir la unión de los pueblos argentinos, la actual guerra exterior carecería de razón de ser. La guerra es hecha cabalmente para evitar la unión, porque la unión practicada con verdad es el hecho que debe quitar a la provincia de Buenos Aires lo que esta provincia arrebata a la nación por la división de su territorio en dos países, uno tributario, otro privilegiado.”

Y para finalizar, en 1874 publica Peregrinación de Luz del Día, obra prácticamente desconocida al menos masivamente. Recurriendo a la alegoría, en una obra en la que la protagonista es nada menos que la verdad, que huye de Europa procurando aclimatarse en América del Sur, Alberdi critica muchos de los aspectos que el liberalismo criollo había colocado en pedestales o altares para ser incensados. Tras observar la realidad sudamericana de finales del siglo XIX, Luz del Día, desilusionada, decide volverse a Europa.

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