“Cuando preguntan qué es ser abogada penalista respondo ‘defiendo malandros’, es la mejor definición que hay”

Macarena Curia, popularmente conocida como “la abogada villera” o “la doctora de los humildes”, revela cómo comenzó a trabajar en la Villa 31 y porque prefiere defender a extranjeros. Hace una radiografía de las condiciones degradantes de las cárceles hoy: “El sistema penitenciario es dictatorial; de ahí no se fue la dictadura”

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Realidades - Macarena Curia, la "abogada villera"

Macarena Curia, conocida como “la abogada villera” o “la doctora de los humildes”, lleva más de 10 años dedicándose a defender los derechos de los marginados de las villas, especialmente aquellas de nacionalidad extranjera.

Lejos de los prejuicios y estigmas, Curia se anima a una charla cruda en Realidades para contar la intimidad de un mundo marginal y clandestino. ¿Cómo llegó a involucrarse en esa comunidad? ¿Qué aprendió de ella? ¿Y por qué, a la hora de elegir a sus clientes, prefiere no trabajar con argentinos?

“Los argentinos son complicados. El hecho de que te paguen significaría que tenés que servirles; las órdenes te las dan ellos.”

Sobre el sistema carcelario, afirma que es totalmente dictatorial: “negro de m…”, “vení”, “paraguayo de m…”, y considera que no están preparados para tratar con gente: “Si uno tiene un negocio al público y no sabe tratar con gente, se va a fundir; entonces, el sistema carcelario está fundido.”

También, recuerda sus primeros días cuando decidió estudiar abogacía en la UBA y vivir en la Capital Federal: “A los 17 años me bajé del Chevallier, en Retiro, y mirando hacia la derecha dije ‘¿qué es eso?’. Yo vi todo colorido porque la villa estaba pintada; no tenía ni idea de lo que era, y resultó siendo mi segunda casa”.

Con una experiencia marcada por la crudeza de la realidad, Curia comparte sus reflexiones y aprendizajes, desafiando las convenciones sociales y revelando las verdades ocultas de una realidad que muchos prefieren ignorar.

“Mi corazón está en la Villa 31 porque fue la primera, y lo digo con mucho orgullo”.

Macarena Curia es conocida como la abogada de los humildes por su trabajo en la villa 31.
Crédito: Candela Teicheira
Macarena Curia es conocida como la abogada de los humildes por su trabajo en la villa 31. Crédito: Candela Teicheira

— Doctora, ¿cómo la llaman a usted, “la abogada villera” o “la doctora de los humildes”?

— Las dos; confluimos con las dos porque la mayoría de la gente que yo defiendo viven en una villa y son humildes, que no necesariamente la humildad tiene que recaer sobre lo económico, humilde, humilde, de pasados humildes en su amplio espectro.

— ¿Cómo llegó a trabajar con ellos?

— Siendo abogada y penalista uno tiene un abanico para elegir, pero esto es algo que el destino una vez me llevó ahí, a la villa 31, que es la de Retiro. Y digo esto de que tengo un abanico para elegir porque yo podría haber elegido defender gente de otro estrato social, si se quiere. Me llegó de la mano de alguien que tenía antecedentes penales, para solucionárselos, una causa muy chica, y ahí fui conociendo gente. Me iba todos los sábados a caminar la villa, porque es como un pueblo, yo que vengo de un pueblo chiquitito, te puedo decir que se puede asemejar y llama la atención que alguien de afuera entre, sea quien sea, tenga el aspecto que tenga, llama la atención. Preguntaban quién era y decían “es abogada”, y ahí vino el declive de decir “bueno, me van a confiar la libertad a esto, siendo mujer, estando decolorada rubia”, y de esto hace 12 años, que es la edad de mi hijo. Después, obviamente eso se amplió porque uno va generando vínculos, y me fui metiendo a otras villas, mi corazón está en la 31 porque fue la primera y lo digo con mucho orgullo.

— Cuando ingresó por primera vez a la villa 31 ¿qué cosas le impactaron, le sorprendieron?

— Yo creo que lo que más me sigue impactando de aquella época hasta hoy es la cantidad de muertes, la cantidad de muertes rodeadas en un hecho delictivo; en la villa no hay una semana en que no haya una muerte, o por lo menos que yo no me la entere. Lo que me sigue impactando a mí es eso, el hecho de que me digan: “¿viste que mataron a tu cliente, al que defendiste ‘en’, porque tal cosa?”, y con esto no trato de hacer un folklore ni intentar que la sociedad lo entienda, porque uno se dedica a defender a gente que hace cosas que para la sociedad no tendría que hacer.

Macarena Curia: "Yo podría haber elegido defender a gente de otro estrato social, si se quiere. Mi profesión ya la tengo, el título ya lo tengo y demás".
Macarena Curia: "Yo podría haber elegido defender a gente de otro estrato social, si se quiere. Mi profesión ya la tengo, el título ya lo tengo y demás".

— ¿Por qué cree que la sociedad no entiende que defienda a narcotraficantes?

— Narcotraficantes o lo que es para nosotros el bien jurídico más preciado es la vida, gente que mata a otra, el famoso homicidio o asesinato como se le llama vulgarmente, nunca mi rol fue “mira, entendeme que yo hago tal cosa”; a mí me corre por la sangre esto. Muchos te chicanean con esto de “porque los penalistas ganan mucha plata”, yo no me recibí en la UBA, yo me vine del interior, no me recibí con un título y un cheque, ya te digo: esto, ser mujer y que alguien te confíe la libertad, en lo que es ese ámbito hostil, no es fácil. Y remontando a lo que me preguntabas, vos generás un ámbito, uno genera un ámbito de confianza. Yo entrevisto a un detenido de la misma manera que vos lo estás haciendo conmigo, así quizás con un mate de por medio, depende de dónde esté y demás, y genera un ámbito de confianza, porque la persona se queda en carne y hueso adelante tuyo, que a partir de ese momento sos su voz, sus ojos, su nexo hacia el afuera. Entonces, que te digan que lo mataron y te afecte, no es porque vos te hayas encariñado con la persona, pero generaste un nexo que es irrompible por el tiempo que dura, por lo menos su ámbito de encierro ¿se entiende? Y vos decís “¿cómo que lo mataron?” es como que a la persona la tenés vista, a su familia y los hijos, por lo menos lo que a mí me dispara.

— En alguna ocasión leí declaraciones suyas que decían que su límite era defender argentinos ¿por qué? ¿sigue pensando lo mismo?

— Sí,… a ver, tengo unas causas que son con argentinos y demás, pero vienen recomendados de adentro del pabellón por algún paraguayo o por algún peruano. El destino lo quiso así, en la villa 31 hay una comunidad muy grande de paraguayos y es un abismo defender a unos que defender a otros. No es lo mismo trabajar con argentinos que trabajar con gente de otra nacionalidad, por la cultura, simplemente por la cultura, y a mí me ha generado, con el correr del tiempo, conocer su cultura…

A ver, el paraguayo tiene una sociedad que es netamente patriarcal, manda el hombre. Yo digo lo que pasa conmigo, conmigo como abogada defensora, yo no sé qué sucederá con colegas que se dedican a defender a estas nacionalidades, el hecho de que venga una mujer y de que ya le hayan dicho: “Es buena, no te va a primerear o a plaguear”, es que es una palabra de la jerga de ellos “con la plata”, porque vale más la palabra que la plata en este ámbito y sobre todo con los paraguayos y con los peruanos…

— ¿Y con los argentinos?

— Y con los argentinos es al revés. El hecho de que te paguen significaría que tenés que servirles, yo estoy prestando un servicio, o sea soy consciente de eso, pero en una causa penal en donde vos cometiste un delito y yo ahora estoy en tu vereda para defenderte somos un equipo, no hay otra forma, yo no elijo otra forma de trabajar. En el paraguayo, por ejemplo, el hecho de que venga una mujer y le diga “bueno, tranquilo, ahora a esto lo voy a manejar yo” y que te digan “sí, tranquilo, está todo bien, yo hice esto, manéjelo tranquila, doctora”, ya te genera un ámbito que te da todavía más ganas de defenderlo. El argentino es al revés, es netamente al revés, el hecho de que te ponga plata es exequible de que la causa la maneja él, yo muchas veces he discutido y he dicho “bueno, defendete sólo, entonces, defendete sólo”, y la vida y el destino, gracias a Dios, me fue llevando a que si defiendo a argentinos la madre es paraguaya. Se hizo así, como un ovillo, porque sé lo que provoca que llegue una mujer a sus vidas y encima a intente sacarlos en libertad, es como un montón para ellos: el padre es el padre y después, cuando ellos tienen mujer, vienen a mandar ellos, ellos a su mujer y a sus hijos.

“Cuando me preguntan qué es ser penalista, les digo: defiendo malandros, esa es la mejor definición que hay”.

Macarena Curia: "Desde siempre, desde que terminé la secundaria a los 17 años y me vine del pueblo para hacer el CBC en la UBA, nunca me soñé abogada de divorcios".
Crédito: Candela Teicheira
Macarena Curia: "Desde siempre, desde que terminé la secundaria a los 17 años y me vine del pueblo para hacer el CBC en la UBA, nunca me soñé abogada de divorcios". Crédito: Candela Teicheira

— ¿Hay mucho prejuicio en las villas en relación con la gente que no pertenece a ella?

— No es un prejuicio, es una llamada de atención, está entrando alguien que es de afuera, si vos de repente estás comercializando estupefacientes, se van a preguntar ¿qué está haciendo acá? ¿quién es? se van a encargar de saber quién es, a la villa no es que uno va a hacer un tour. Yo la siento como mi casa, porque yo entro, ya te digo: con mi hijo en la panza, con mi hijo nacido, lo he llevado a cumpleaños ahí adentro, yo lo tomo así, como parte de mi vida, pero si vos no sos de ahí, sí, llamás poderosamente la atención. Es más, las brigadas destinadas a investigar los delitos de estupefacientes, las brigadas antidrogas, hay algo que se llama “agente encubierto” y se visten como si fuera, suponte: una persona consumidora activamente, los que ellos comúnmente en la jerga los llaman “fisuras”, le observan hasta las manos porque a muchos les han sacado la ficha, por decirlo vulgarmente, porque tienen las manos bien cuidadas, o porque tiene todos los dientes. Analizan todo, absolutamente todo, no deja de ser un barrio de emergencia.

— La gente que vive en la villa, generalmente, ¿de qué trabaja?

— Generalmente trabajan afuera de la villa. De la gente con la que yo trato todos tienen el oficio de albañilería, porque atrás de una persona que comete un delito hay un padre y una madre laburadora quizás, una hermana que labura o que estudia. La villa 31, por ejemplo, tiene escuelas adentro o en determinadas arterias, tiene secundarias privadas también, y otras villas, como la Oculta, a la que entro bastante también, la 20 de Barracas también las tiene, pero la mayoría se dedican a trabajos que son legales, por decirlo de alguna forma, que no delinquen, que es a lo que yo estoy destinada a defender, laburan afuera del asentamiento. Salvo que tengan su propio negocio, almacén, kiosco, pero si son trabajos en relación de dependencia, salen.

— ¿Y cómo cree o cómo ve que vive la gente que delinque con gente que va a laburar? ¿cómo conviven esas dos realidades?

— Y conviven porque quizás fueron compañeros de colegio, la mayoría de los que yo defiendo también me podés preguntar por qué siguen eligiendo vivir en una villa si vendiendo estupefacientes se llenan de dinero.

— ¿Y por qué?

— Y porque quizás vivían mucho peor, vivían en la pobreza rotunda cuando se vinieron de Paraguay. Entonces la villa es un lujo mismo, y no como el que uno se puede imaginar, porque quizás uno entra a las casas y es una piecita con las camas, la cocina y un comedor, pero ya es el lujo mismo. Entonces, así se confluyen estas dos realidades del laburante que sale quizás del barrio de emergencia y el de uno de mis chicos que por ahí se levanta a las 12 del mediodía y se va a la zona donde se tiene que colocar para vender estupefacientes o me dice: “mirá, doctora, se me fue la mano y le disparé a tal”.

— La estoy escuchando y me dice que la llama un cliente y le dice “doctora, se me fue la mano, maté a alguien”, a mí me hace un clic la cabeza ¿a usted

— El tema es que yo nací para hacer esto. Te vas fogueando, te vas preparando, horas de vuelo como le diría, pero yo creo que ya nací con esto, a mí no me hace ningún clic, a mí el único clic que me hace en ese momento es decir “bueno ¿dónde estás?”, “bueno, chau, andate, te fuiste ¿qué pasó?”, o sea primero es esto de la preservación, el tema es que, por eso yo vuelvo a repetir, al menos yo trato de que la sociedad lo entienda y más en la Argentina donde vivimos, donde se repudia.

“Nunca me soñé abogada de divorcios”.

Villa 31, Retiro.
Villa 31, Retiro.

— ¿En qué momento sintió que esta era su vocación?

— Desde siempre, desde que terminé la secundaria a los 17 años y me vine del pueblo y entré a hacer el CBC en la UBA, nunca me soñé abogada de divorcios. ¿A mí qué me hace un clic? Ir a un juzgado de familia y ver a un chico llorando porque los padres están peleando adentro a ver quién lo tiene más horas, eso a mí me puede llegar a conmover; por eso, yo te digo como decía mi abuela: “zapatero a su zapato”, cada uno está predestinado, hay algo que se llama vocación de oficio y eso no hay con qué darle, yo me sentiría frustrada si fuera abogada hoy de divorcio o laboralista o internacional público, hay un montón de albores para poder hacer adentro del derecho. Yo, cuando me preguntan qué es ser penalista les digo: defiendo malandros, esa es la mejor definición que hay. Y por ahí me preguntan por qué lo hago si sé que hicieron algo malo, y bueno yo creo que sería una desidia defender a un inocente, imaginate, por lo menos en el ámbito de confianza que se genera, vos sabés que está esperando que vos hagas lo mejor por él o por ella, en el ámbito que tiene que estar que es el carcelario.

— Habló de la cárcel ¿cómo están las cárceles hoy en general

— Peor. Las cárceles nunca están mejor, nunca, jamás. Desde lo que vos te puedas llegar a imaginar. El paraguayo no es quejoso en cuanto a lo que le dan de comer o si no hay agua, el peruano tampoco, pero los tratos… el sistema penitenciario es dictatorial, de ahí no se fue la dictadura.

— ¿Cómo?

— Claro. Es totalmente dictatorial: “negro de m”, “vení, la…”, “paraguayo de m…”, o sea es así, es altamente dictatorial, pero considero y afirmo que es, como muchas veces suele pasar con el ámbito policial, es la falta de preparación que tienen, no están preparados para tratar con gente. Yo tengo detenidos que son más inteligentes que los propios, te pasan una boleta para ir a verlos con falta de ortografía, pero son dictatoriales.

— Ante ese trato que está contando, como abogada, ¿no puede denunciarlo?

— A mí directamente me dicen “me fajaron, me cagaron a palos porque me dieron la bienvenida. El tema es que el sistema es tan colérico, es tan espiral, que si yo llego a pasar con nombre y apellido al juzgado quién de mano propia ejecutó eso, el juzgado lo pasa así, con una liviandad, con una laxitud total, entonces directamente como abogada me estoy protegiendo, pero les digo: “quedate tranquilo que en este momento vas a estar debajo de mi ala”, y yo llamo a alguien que esté en el pabellón de al lado, a algún muchacho, y le pido que lo mande a pedir, que significa que se vaya de un pabellón al otro, porque lo molieron literalmente a palos, o sea que lo preservás con medios muy carentes. Vos en la cárcel no tenés un solo defendido, tenés uno en el módulo 5, otro en el módulo 7, entonces decís “mandámelo por favor a rescatar porque es un chico, un paraguayo de 22 años, me lo molieron a palos”, me pasó con una femenina la semana pasada, por ejemplo.

— ¿Cuáles son los costos personales que tiene que afrontar por tener a toda esta gente, a sus clientes, bajo su ala? ¿Qué cosas sacrifica de su vida personal o puede separar las cosas?

— Puedo separar las cosas pero a veces es como el dulce de leche, “¿te gusta?”; “sí, me gusta”; “y, pero si te lo comés todo te va a agarrar un ataque al hígado”. Yo amo lo que hago, entonces a veces tengo que modularlo porque si vos me lo decís a modo de sacrificio, no sacrifico nada porque a mí me encanta, eran las dos y media de la mañana y estaba con alguien que lo detuvieron acá, es más estuvo detenido por Humboldt, por esta calle, porque hay una brigada antidrogas de la jurisdicción de Ciudad. Y eran las dos y media de la mañana y si vos me preguntás si fue un sacrificio porque era un viernes, y no.

— Dijo que las cárceles están peor que nunca. Descríbame hechos o imágenes que se le vengan a la cabeza y que crea inadmisibles.

— Gente herida porque se han herido entre ellos, si se quiere; o con enfermedades terminales como puede ser una leucemia; adentro de la cárcel hay absolutamente todo, arrastradas en mantas, lo que ellos le dicen “mono”, los arrastran en mantas y lo llevan hasta la puerta del pabellón que sería la primera intersección de rejas de todas las que pasás para llegar al fondo de un pabellón que lo llevan para que puedan ser atendidos, porque uno pide, en la jerga se dice “doctora, pedime médico. Doctora, pedime sanidad”, se dice adentro de cada penal hay una unidad sanitaria, chiquitita, carente, pero las hay, no los sacan, olvidate. Yo tengo muy arraigado que trabajo con personas, no con un pedazo de carne, entonces en este sentido yo he visto gente morirse por una infección de muela ahí adentro, o sea ¿hay odontólogos? Sí, hay odontólogos, ¿hay médicos clínicos? Sí, hay médicos clínicos, ¿hay ginecólogas en la Unidad 4 de Ezeiza? Sí, hay. He visto pibas desangrarse por embarazos ectópicos que han sido mis clientas. Gente que han entrado por primera vez y yo le he puesto en conocimiento al juez de que entraban embarazadas de pocos meses y lo han perdido porque nadie las trató.

— ¿Qué es lo primero que debiera cambiar en una cárcel hoy?

— Que aprendan a tratar con gente. Pero como tratamos con gente en el coloquial, que aprendan a tratar con gente, esto es lo que hay que cambiar. Si uno tiene un negocio al público y no sabés tratar con gente, te vas a fundir, entonces, el sistema carcelario está fundido.

“El sistema penitenciario es dictatorial; de ahí no se fue la dictadura”

Macarena Curia en la Cárcel de Ezeiza.
Macarena Curia en la Cárcel de Ezeiza.

— El sistema judicial ¿cómo está hoy?

— Colapsado. O sea está completamente colapsado al punto tal que una persona acá, en Argentina, no puede estar un segundo indefensa, entonces si vos caes en este momento acá detenida por el hecho que se te ocurra, por el hecho que sea, en ese momento personal policial o de gendarmería o quién sea que te detenga te tiene que informar que tenés un defensor de oficio que está en turno, esa defensoría de oficio que, si bien son ministerios independientes, el Ministerio de Defensa, el acusatorio, el Poder Judicial y demás, esa defensoría está colapsada de trabajo. Yo me encuentro con cada anécdota, porque el preso ya tocó fondo, o sea no me va a mentir, y al menos me considero con bastante olfato, me dice: “¿Sabés lo que me dijo la defensora?”, “¿qué te dijo?”, “que dijera que fui yo”, y ahí a mí me sale una puteada, que no lo voy a decir acá, pero… es lo que se vive, es lo que se vive.

— ¿Cuáles son los mayores desafíos u obstáculos para usted hoy en su profesión?

— Y obstáculos vuelvo a lo que le pasa a los detenidos, el trato, el trato con la gente. Yo por ejemplo, pero no es que pretendo que yo porque soy una letrada me traten diferente, pero imaginate que si yo cuando voy a una comisaría me dicen “señora, la hora de visita ya terminó, váyase”. Bueno, ahí ya empieza toda una trifulca conmigo, pero si me tratan así a mí que tengo que exhibir una matrícula para acreditar mi personería como abogada, imaginate cómo tratan a la gente que está detenida, esto es de arraigo, es el trato con la gente, lo que vivís. Pero bueno, uno pasa por todo este tipo de cosas quizás, obviamente que después, y ahí está la estigma, porque vos decís: claro, lo vez paraguayo, con ojotas en pleno verano y lo tratás como un negro de mierda y yo te pongo una credencial arriba del escritorio “ay, doctora, disculpe”; no, somos todos iguales. Ahora somos todos iguales “buen día, hola, gracias” a todos.

— ¿Por qué cree que tanta gente del extranjero elige vivir acá en Argentina?

— Lo eligen por pobreza, porque al menos, si yo te tengo que hacer una, sin ser soberbia con lo que digo, una mini estadística de los años que llevo defendiendo gente: todos vienen con el sueño de que en la obra ganás un montón de plata, pero yo la verdad es que no voy a pecar de soberbia y ver qué pasa por la psiquis de ellos cuando ven que en una semana quizás cometiendo determinados hechos delictivos ganan lo mismo que tres meses en una obra, entonces chau, declinan su accionar. Vienen por pobreza.

— ¿La gente que delinque es feliz?

— Te puedo dividir la pregunta entre las dos nacionalidades que yo defiendo. El peruano es mucho más rico en recursos intelectuales, con lo cual creo que es más frívolo para entender y encarnar lo que está viviendo y lo que está haciendo, entonces creo que le genera una sensación de culpa infinitamente mayor que a un paraguayo que quizás dice “no la estoy haciendo tan mal”, porque con eso es feliz mandándole plata a su mamá para que se cure sus enfermedades en Paraguay, porque el sistema de salud es decadente. Es feliz comprándole un asado a todos los amigos que no necesariamente vienen del ámbito delictual un fin de semana, para ellos quizás la felicidad pasa por lugares diferentes que los que pasa para vos, que los que pasa para mí. Quizás para un argentino del ámbito de lo que yo defiendo también, la felicidad pasa por comprarse buena ropa u ostentar, si se quiere. Las dos nacionalidades que defiendo son poco ostentosos, poco ostentosas, al paraguayo por ejemplo le gusta mucho el oro y lo vas a ver luciendo una cadena de oro, pero no es una persona que quiere lookear, como dicen ellos, unas zapatillas de marca o un tapado, no.

“Para el cliente argentino, el hecho de que te ponga plata es sinónimo de que la causa la manejan ellos”

Macarena Curia: “Yo siento que la villa es como mi casa, pero si vos no sos de ahí, llamás poderosamente la atención.”
Macarena Curia: “Yo siento que la villa es como mi casa, pero si vos no sos de ahí, llamás poderosamente la atención.”

—¿Qué cosas aprendió de estas dos nacionalidades a lo largo de los años?

— Un montón. Aprendí que esto de la vocación de oficio era algo que yo traía, porque yo no sé si hoy podría trabajar con gente de otro estrato social. Aprendí de culturas, desde cuando se muere alguien que no tiene nada que ver a un velorio de los que nosotros consuetudinariamente hacemos por ejemplo: un velorio de alguien peruano es con una banda de música que era la que más le gustaba, lo levantan del cajón, le dan de tomar lo que más le gustaba tomar; el paraguayo… gente bailando alrededor, ellos lo despiden con alegría, comen alrededor del féretro, nosotros es todo una cultura del velo negro. El paraguayo es más como nosotros pero los cementerios son como muy festivos, si se quiere, porque le dan estructuras, hacen como casitas con el color que más le gustaba a la persona que falleció y van y comen la comida arriba de la tumba que más le gustaba comer, practican un rezo, que es el famoso rezo de nueve días. Incluso yo me la paso haciendo autorizaciones para salir del país de “tengo el rezo de mi mamá”, o sea de cultura he aprendido de todo, pero sobre todo más que aprender me ha vuelto a reafirmar lo que yo siento a nivel personal de trabajar con gente que quizás viene de un pasado humilde igual que el mío.

— ¿Cómo fue su pasado humilde?

— Yo me crie en un pueblo que se llama Pérez Millán, que es partido de Ramallo, hoy tiene 6000 habitantes, imaginate lo chiquitito que era. Tengo un hermano varón más chico que yo, nunca nos faltó nada pero corríamos la coneja, como quién dice. Acá me bajé en el Chevallier, en Retiro, mirando para la derecha y diciendo “¿qué es eso?”, claro, yo veía todo colorido porque la villa estaba pintada, no tenía ni idea lo que era, resultó siendo mi segunda casa al día de hoy. Me bajé con $ 50 del Chevallier y acá pasé las tres que a nadie le gusta pasar: frío, calor y hambre, con lo cual entrar a una cárcel a mí no me parece… o sea no me impacta, a pesar de que dicen esto de que el ser humano es un bicho de costumbre, no me impacta en el sentido de que sí las pasé, o sea me tocó dormir una noche en una plaza, con lo cual ahí ya te estoy diciendo que nada fue casualidad en mí de que defienda y elija a la gente que yo elijo y que los defienda así de ponerme la diez, de decir: “mientras yo lo defienda no lo vas a tocar, mientras yo lo defienda no le vas a pegar, mientras yo lo defienda ‘paragua de mierda’ no, ahí en la lista de traslado vos tenés el nombre y el apellido, llamalo por el nombre”, y si se quiere, para ser más molesta todavía se lo digo en guaraní que el idioma me lo aprendí.

“Muchos te chicanean con esto de ‘porque los penalistas ganan mucha plata’. Yo me vine del interior, no me recibí con un título y un cheque”

Macarena Curia junto al primer cliente narco que defendió en la Villa 31.
Macarena Curia junto al primer cliente narco que defendió en la Villa 31.

— ¿Se acuerda de ese día que durmió en la plaza?

— Sí, me acuerdo. Dormí en la plaza en la calle que se llama Pasco, era la del Spinetto Shopping, no sé si existe aún pero es zona de Congreso y no tenía plata para pagar una pensión que estaba en el área como del Garrahan, eso es zona Constitución. Tenía un bolso gris con rojo, me acuerdo, y esa era una zona, en aquella época, de mucha oferta sexual de travestis y demás. Yo estaba haciendo el CBC, lo que yo lloré, y ahí aprendí la distancia que había entre haber nacido en un pueblo y venirse a acá, porque entré a una panadería y pedí por favor si no me podían tener el bolso, porque tenía miedo de que me lo robaran y no sé quién sería la señora que atendía la panadería, porque serían como las 8 de la noche, me pidió y me retuvo el documento para cuidarme el bolso, y yo dije “bueno, Macarena acá, bienvenida” y esa noche me tocó ahí. Después, dormí ahí, “dormí” me quedé con el bolso en un banco mientras veía travestis y autos que pasaban, y como a las siete de la mañana llamé a una compañera, que por supuesto me acuerdo el nombre de ella, del CBC y le dije “che Gaby ¿estás en tu casa? ¿puedo ir?” y me dijo “sí, vení”, hasta que me conseguí otra pensión en el Abasto y ahí fui. El tema es que yo tenía 17 años, soy de las que cumplen en junio, entonces me vine menor de edad acá, no podía tener un trabajo porque me pedían que fuera mayor de 18, pero después todo valió la pena, pero no es casualidad que elija defender a estas personas, creo, todos somos producto de una historia ¿no? o al menos así dice mi psicóloga.

— ¿Qué piensa su hijo del trabajo de mamá?

—Pensá que él desde la panza mamó esto, sabe palabras desde la jerga hasta jurídicas, de las que quieras con 12 años, pero deseo que se pueda sentir orgulloso de lo que la madre hace porque el día de mañana también le van a preguntar “ah ¿tu vieja es la que defiende chorros?”, porque esto es como muy común, o sea que sepa que es un trabajo para el que yo me preparé, que no es que me tocó un hada madrina y chau, ya te estoy contando lo que me tocó pasar, y lo que me tocó pasar después, cuando me metí en el ámbito penal que es un ámbito de hombres, de varones.

— ¿Qué fue lo más difícil de estar en este ámbito de hombres?

— El tema es que yo creo que uno ya nace como con un plus. Yo tengo mi carácter y mi forma de envalentonar las cosas… y esto va para los dos ámbitos, va para el ámbito de todo lo jurídico y el ámbito callejero, si no hay respeto se derrumbó todo lo judicial y se derrumbó todo para el delincuente, o sea si yo no tengo respeto en la relación defensa / defendido, se viene todo a pique. En la calle, en lo que hago, en los juzgados es lo mismo, si no hay respeto no hay nada.

— Para terminar la entrevista, ¿un deseo o un sueño por cumplir?

— Un deseo es seguir viendo crecer a mi hijo sano y la felicidad que me genera día a día, y seguir haciendo lo que amo, eso ya no es un deseo, eso ya es más una bendición.

— La última, ¿cómo viene el tema de la profesión de los penalistas? ¿hay plata?

— Yo te voy a contestar lo que contesto siempre, porque me dicen lo siguiente, la chicana de siempre “tus manos están manchadas con sangre porque a vos te pagan desde la delincuencia”; “a ver -digo yo- ¿vos trabajás gratis? O sea la Constitución dice que todo trabajo se presume oneroso, el mío también, y yo cobro por eso”.

Mirá la entrevista completa:

Realidades - Macarena Curia, la "abogada villera"

* Realidades es un programa de entrevistas que intenta visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza y prejuicios, contadas por sus propios protagonistas. Escribimos y contamos tu historia a: realidades@infobae.com

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