“Cómo llegué hasta aquí” con Claudio Cerini: de agarrar una tijera por primera vez a los 25 años a trabajar con Kate Moss y Naomi Campbell

En 1985, Claudio Cerini fundó su primera peluquería sobre la calle Marcelo Torcuato de Alvear. Cuarenta años después, su apellido se consolida como una marca de referencia con diez locales, una escuela y 700 empleados. La transición del hombre que encontró su oficio de casualidad

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Como Llegue Hasta Aqui - Cerini

La vida de Claudio Cerini se podría dividir en dos: el umbral es a los veinticinco años. Dijo, alguna vez, que a esa edad agarró la guitarra y empezó a cantar, y que de música no sabía nada. Es la metáfora que eligió para confesar que cuando se lanzó, cuando abrió su primera peluquería en Marcelo Torcuato de Alvear 1471, en pleno Barrio Norte, no había agarrado una tijera, no sabía cortar el pelo. Se volvió un autodidacta. Hasta entonces su vida no era la de un peluquero, sino la de un cadete que hizo carrera en la industria farmacéutica. Pero descubrió su don. Pasaron las décadas, las crisis, los gobiernos, pasó una pandemia. Hoy, a sus 63 años, tiene ocho salones de peluquería, dos beauty distribuidos por la Ciudad de Buenos Aires y la zona norte del conurbano, emplea cerca de setecientos empleados, creó una escuela y fundó una marca de referencia.

¿Cómo llegó hasta ahí? De casualidad, dice. “Comienzo porque abro una peluquería con mi hermano, la que hoy sigue siendo mi primera peluquería. Al año mi hermano deja de trabajar y yo tomo la conducción con cinco personas a cargo. Indudablemente con un don que no había descubierto hasta ese entonces, porque una vez que agarré la tijera, que me sentí cómodo y que sentí que podía hacer cosas, tomé en serio la profesión y me fui a estudiar a Londres”.

Fueron veinte días en la escuela del célebre peluquero y empresario inglés, Vidal Sassoon. No la pasó bien. “No tenía el desarrollo económico para poder quedarme de una manera bien. Comía una sola vez al día. Tomaba mucho café en el curso. Me becaron pero no me pude quedar porque tengo una historia de amor muy interesante con mi abuela y no la podía dejar, no me podía quedar a vivir allá, era tiempo completo. Entonces dije ‘me vuelvo’”.

Abrió su primer salón en la calle M.T de Alvear en 1985 y desde el primer momento, se convirtió en una marca registrada en materia de tendencias en color, cortes y peinados (Candela Teicheira)
Abrió su primer salón en la calle M.T de Alvear en 1985 y desde el primer momento, se convirtió en una marca registrada en materia de tendencias en color, cortes y peinados (Candela Teicheira)

Mercedes, a quien cariñosamente llamaba Baba, estaba mal de salud. Había sido la persona responsable de su crianza. Sus padres se separaron y reorganizaron su vida cuando él tenía cuatro años. Se fueron sin él. No lo incluyeron en sus proyectos y quedó a cargo de su abuela, quien procuró que él no sintiera el abandono de sus progenitores. “Mi abuela tenía tanto amor para darme que fue madre, padre, tío, hermano. Nunca me sentí abandonado. Empecé a tener esa sensación de más grande. En el momento que yo tenía la vorágine de hacer, de crecer, de ir para adelante, estaba con mi abuela y era mi devoción como yo fui la de ella. Entonces no sentí ausencias amorosas”, valoró en una entrevista pasada.

Empezó con una peluquería, seducido tal vez por la influencia de su medio hermano, quien al año decide desprenderse del negocio familiar para regresar bajo al ala de su padre, marido de la mamá de Claudio y dueño ya de una peluquería. Cerini es, a mediados de los ochenta, un lugar más para cortarse el pelo en Buenos Aires. Su dueño patentó un axioma: “Siempre dije que convertí a la tijera en una llave. Lo sigo diciendo hoy en los cursos, a mi gente. Esa llave abre las puertas que quieras, la tijera como un elemento que se convierte en llave, y la llave como un instrumento para abrir puertas”.

A los veinticinco años agarró por primera vez una tijera, a los veintisiete se convirtió -razona- en peluquero. Abrazó la profesión y mantuvo su objetivo: tener disciplina y ser el peluquero que quería ser, sin confundirse con las modas, sin copiarle a otros. “Yo venía con cortes bastante en contra de todo lo que era la moda en ese momento. Yo cortaba corto. Lo aprendí en Londres. La mujer argentina usaba pelo largo y rubio. ¿Pero qué pasó? La suerte. Le corté el pelo a Carolina Peleritti: de pelo largo se lo dejo a corto. Ella hace un súper comercial para una marca de jeans que la vio el país entero. Todos se preguntaban “¿quién hizo ese corte?”. Era el único que podía hacerlo porque todos los demás hacían lo que estaba de moda y yo venía de Londres que siempre te pone a contramano de los estándares estéticos comunes o clásicos”, dice antes de firmar una descripción que habla de su personalidad: “Era un Rolling Stone cortando el pelo y aún hoy lo sigo siendo”.

Cerini recibió en su peluquería a celebridades de todos los ámbitos: músicos, actrices, actores, modelos top y personalidades de la moda y el arte (Candela Teicheira)
Cerini recibió en su peluquería a celebridades de todos los ámbitos: músicos, actrices, actores, modelos top y personalidades de la moda y el arte (Candela Teicheira)

Primero Carolina Peleritti, después Deborah del Corral. Hizo otro corte de pelo disruptivo. Ella tenía el pelo largo y rubio. “Me piden un cambio de look -cuenta- y a mí se me ocurrió hacer lo que hacía: pelo corto, mechas con un marmolado que es una técnica de color que aún hoy se usa”. Algunas revistas de moda empezaron a castigaron: “En vez de decir ‘¿qué se hizo?’, decía ‘¿qué le hicieron?’, como buscando al culpable. Yo pensé que no estaba preparado para escuchar eso, pensaba que capaz el mercado no era para mí, pensé que tenía que ir por el lado donde van todos. Pero no, rápidamente esa situación se dio vuelta”. Sucedió que Deborah del Corral empezó la conducción de El Rayo, un programa tan transformador como el look que ella llevaba. “Con toda esa actitud avasallante que tenía, hizo que ese corte de pelo se convirtiera en un icono social. No había mujer que no quisiera tener el corte de pelo de Deborah en los noventa”, estima Cerini.

Después vinieron Eva Herzigová, Naomi Campbell y Kate Moss, en la cúspide de su éxito. Recuerda que fue invitado a participar de un desfile durante dos años consecutivos y lo premiaron para que pudiera elegir a la modelo internacional que le gustaría peinar. Estaba, por ejemplo, Claudia Schiffer. Eligió a Kate Moss. “Yo tenía esa cuestión de la belleza distinta, porque Deborah del Corral tampoco tenía los cánones de belleza de la época: no era rubia, no tenía ojos claros. Iván de Pineda, que fue y sigue siendo un icono de Cerini, no era tampoco el ‘carilindo’. Entonces lo mío venía por otro lado. Mostrar la belleza desde un lugar de la no belleza, o de una belleza distinta, que representaba la rebeldía. Así la elegí y fue súper lindo. Me quedé dos días ahí en el hotel, trabajando con ella, divirtiéndonos”.

La fama que le dieron las modelos contribuyó a su expansión. Pero no se considera esencialmente un cholulo. Lo atestigua su primer local, al que llama “el templo” porque “pasaban cosas, pasaban cosas con gente del arte, con gente de la música, venían Spinetta, Fito, Gustavo Cerati, ahí se filmó Caballos Salvajes, que era disruptiva también por el pelo de Cecilia Dopazo”. “Marcelo T. de Alvear me daba todo. Pasaban las mejores modelos de Argentina, que en ese momento las tenía Pancho Dotto. No tenía nada más para buscar afuera. Pasé dieciocho años disfrutando eso hasta que un momento dije ‘bueno, ¿qué hago? ¿sigo disfrutando esto? ¿espero el declive porque en algún momento va a pasar o crezco?’. A partir de ahí tomé la decisión de abrir locales”. Además del templo, ya tiene a Sucre, Martínez, DOT, Alto Palermo, Patio Bullrich, Alcorta, Nordelta. “Y vaya a saber qué me depara el 2025″, dice, desafiante.

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