Lea Zajac de Novera siempre soñó con ser profesora de historia. Lo que no sabía es que ella misma se iba a convertir en historia viva. La mujer, de 97 años, estuvo en Auschwitz y fue llevada por los nazis en la Marcha de la Muerte durante 4 meses cuando los alemanes se replegaron por el avance del Ejército Rojo. Lea fue homenajeada en la Legislatura porteña en un acto organizado por el diputado Jorge Reta de la Libertad Avanza. Del evento, también participaron Ramiro Marra, jefe del bloque de la Libertad Avanza, y Marcelo Mindlin, presidente del Museo del Holocausto de la Ciudad de Buenos Aires.
Vivir para contar
Con algo de dificultad al caminar, Zajac se sienta en un sillón en el escenario del Salón Dorado de la Legislatura y cuenta su historia. Porque ese es su objetivo principal en la vida. “Soy una de las últimas sobrevivientes que fueron testigos del horror. Veo toda esta gente que me vino a escuchar y me tengo que pellizcar y decir que no estoy soñando”, arranca la mujer de cuerpo diminuto.
Lea dice que es difícil contar lo que pasó. Esta frase la va a repetir a lo largo de su discurso. Sin embargo, Lea recuerda y cuenta. “Vuelve a mi mente las miradas de las mujeres que iban en fila a la cámara de gas. Vi también a mi mamá con mi hermano en brazos en esa fila - relata Zajac, mientras se aferra fuerte al micrófono-. Esas miradas de esas personas que iban en silencio se convirtieron en gritos. Fueron millones que murieron de esa manera. Siempre me preguntó por qué pasó esto. Y nunca pude obtener respuesta”.
Esas miradas de esas personas acompañaron a Lea toda su vida. La chica llegó a Buenos Aires en 1947. Entró por Uruguay. En el holocausto perdió a 80 miembros de su familia. Todos asesinados por el nazismo en campos de concentración y exterminio. Zajac era una niña feliz que había terminado la primaria en su pueblo polaco y se aprestaba a empezar el secundario. Lea recuerda la fecha exacta en que su vida y la de millones de judíos cambió para siempre. “Era el 1 de septiembre de 1939 y estaba por empezar la escuela secundaria. Había hecho un examen de ingreso brillante. Ese día cayeron las primeras bombas nazis en nuestro pueblo. todo el mundo corría y se escondía”, cuenta.
Lea continúa con su clase de historia. “Por el pacto entre Hitler y Stalin, en Polonia se vivieron dos años relativamente tranquilos. Yo pude seguir estudiando y ahí empecé a soñar con mi futuro. Todo cambió cuando los nazis decidieron invadir la Unión Soviética”, explica Zajac. Los nazis llegaron a su pueblo en muy pocas semanas. Allí comienza el calvario más duro para toda la familia. El primer cruce con los soldados alemanes ya presagiaba lo peor. Los invasores reunieron en la plaza del pueblo a todos los personas más notables (abogados, médicos, rabinos). En menos de un minutos los acribillaron a todos frente a los ojos de Lea que huyó despavorida junto a su familia.
“A las mujeres y los niños nos mandaron en camiones. Y a los hombres caminando. Muchos de ellos no llegaron. Nos llevaron a un ghetto. Allí pasamos mucho hambre y frío. Los alemanes nos daban un cuarto de pan por cada hombre que trabajaba. Eso nada más. Yo me pude anotar en un trabajo administrativo y me daban otro cuarto de pan. Así sobrevivimos”, relata la mujer ante un auditorio que la escucha en silencio.
Si hay algo que Lea recuerda todo el tiempo y cuenta, pese a que diga que para ella es difícil contar, es el hambre que pasó. “Eso es lo peor que pasé, la desesperación por no tener para comer es algo único y que me hacía sufrir mucho”, explica.
Sobrevivir a Auschwitz
Lea estuvo cuatro años en Auschwitz hacía los trabajos forzados. Llevó a su cuerpo hasta los límites de la dignidad humana. “Pudimos sobrevivir porque aún en el contexto del campo de exterminio nazi, con todo el horror que eso significa, no perdimos la humanidad”, explica. Sajac viajó con su familia en los vagones esos cargados y con poco aire rumbo al lager. “Cuando bajamos, los pocos que quedamos vivos fuimos separados. Por un lado los hombres que no los volvimos a ver. Por el otro ancianas y mujeres con niños en brazo, como mi mamá con mi hermano, que iban directo a la cámara de gas. En ese momento, mi mamá me mira y me dice que corra. Yo lo hice sin mirar atrás y creo que por eso me salvé, porque me paré al lado de mi tía y fui llevada a los trabajos forzados”, cuenta Lea.
Entonces Lea recuerda el primer día en Auschwitz. “Me cortaron el pelo y me tatuaron el número en el brazo”, relata. Durante esos 4 años en el horror, Lea tiene personas que varias veces le salvaron la vida para evitar la fila de la cámara de gas. “Había una doctora que siempre me ayudaba con una pierna que yo tenía en muy mal estado. Y muchas veces me escondía para evitar que los nazis se den cuenta de mi problema y me maten porque no servía más para trabajar”, recuerda Zajac.
Tras la derrota alemana en Stalingrado, empieza el repliegue nazi de Europa Oriental. Allí empiezan a tener que abandonar los campos de exterminio como Auschwitz que estaba en territorio polaco. “Los alemanes nos evacúan del campo en una caminata durante la peor etapa del invierno. Eso se llamó la Marcha de la Muerte -recuerda Zajac-. Caminamos durante 4 meses con la nieve que muchas veces nos llegaba hasta la rodilla. Yo, además, seguía con mi problema en una de mis piernas que me dificultaba el andar”.
Lea también sobrevivió a ese calvario y una madrugada de abril de 1945 los nazis abandonaron el convoy. Ya eran libres. La Segunda Guerra Mundial estaba por llegar su fin. “Tardé un mes en volver a Polonia. En una etapa posterior al fin de la guerra que muy pocas personas lo tienen en cuenta. Todo el continente pasaba mucho hambre y problemas económicos. Al llegar a mi pueblo, me di cuenta que no había quedado ningún hombre. Todos habían muerto en el frente o en los campos de exterminio”, explica la mujer.
En la Legislatura, Marra resalta que “Lea es un símbolo de la recuperación posible de una persona que le tocó vivir la peor etapa de la historia de la humanidad. Tampoco hay que olvidar que todavía hay personas secuestradas por Hamas desde el pasado 7 de octubre”. Mindlin sostiene que Zajac es “memoria y educación. Es un testimonio importante para los más jóvenes. Ver como Lea disfruta la vida es la mejor venganza contra el odio nazi”. En tanto, Reta dice que “el mejor antídoto contra los totalitarismos es una democracia sólida. Los derechos humanos tienen que ser de todas las personas sin ideología”.
Lea recibe las placas y el diploma de la Legislatura y un ramo de flores blancas que simbolizan la paz. Cierra el acto una joven que canta la canción Honrar la vida de Eladia Blázquez. “Merecer la vida no es callar y consentir. Tantas injusticias repetidas”, se escucha en una de las estrofas. Y Lea asiente, aplaude y junta sus manos. “Eso de durar y transcurrir. No nos da derecho a presumir. Porque no es lo mismo que vivir...¡Honrar la vida!”, termina la canción. Y Lea llora y muchos de los presentes en la Legislatura porteña también.