Nunca se supo si abandonó sus estudios secundarios, cursados en un colegio capitalino. Lo cierto es que ese entrerriano de trato agradable y gentil, formador de infinidad de camadas de estudiantes, se las ingeniaba todos los veranos para conseguir del gobierno los 1500 pesos para su Plan de Expediciones Arqueológicas, que tenían como destino yacimientos arqueológicos del norte. Se llamaba Juan Bautista Ambrosetti, considerado como un pionero de la arqueología en nuestro país y desde 1960 también como “padre de la ciencia folklórica argentina”.
Había nacido el 22 de agosto de 1865 en Gualeguay, Entre Ríos, Naturalista, arqueólogo y coleccionista, fue un estudioso de la cultura calchaquí, antigua población del noroeste argentino.
En 1871 su familia se trasladó a Buenos Aires, donde cursó sus estudios primarios y secundarios. No fue a la universidad aunque se formó con los grandes como el científico autodidacta italiano Florentino Ameghino, famoso naturalista, antropólogo, geólogo y paleontólogo, y el médico y naturalista Eduardo Holmberg, que sería su suegro.
Tenía 19 años cuando emprendió su primera expedición a la zona del Chaco santafesino. A su regreso volcó su experiencia en la obra Viaje de un maturrango, que firmó con el seudónimo Tomás Bathata.
En 1886 fue designado director de la Sección Zoología del Museo de Paraná que estaba a cargo de Pedro Scalabrini, institución que dejaría de funcionar pocos años después. Posteriormente participó en diferentes instituciones científicas: fue naturalista viajero del Museo de La Plata en 1892, director del Museo Etnográfico y Arqueológico del Instituto Geográfico Argentino en 1896 y encargado de la Sección de Arqueología del Museo Nacional de Buenos Aires en 1903, actual Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”. Ese mismo año se incorporó como profesor suplente a la cátedra de Arqueología Americana de la Facultad de Filosofía y Letras, a cargo de Samuel Lafone Quevedo. Cobraba 100 pesos de sueldo.
Fue el impulsor de la creación del Museo Etnográfico, dependiente de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y su primer director, entre 1904 y 1917. La primera sede del museo funcionó en el subsuelo del rectorado, en Viamonte 440. Diez años después de su fallecimiento, se trasladó a Moreno 350, donde funcionaba la Facultad de Derecho. Actualmente, continúa allí.
En 1910, la UBA le concedió el título de Doctor honoris causa y representó al país en diversos congresos internacionales.
En 1905, con su cátedra de Arqueología Americana orientada al estudio de la cultura calchaquí, de la que se transformó un verdadero especialista y referente, Ambrosetti organizó en 1905 un Plan Sistemático de Expediciones Arqueológicas a la región Noroeste. Tenía como finalidad el traslado de estudiantes a la zona para entrenarlos en la práctica arqueológica y, además, reunir colecciones para el museo. Desde su creación dichos viajes se realizaban durante enero.
El primer viaje fue a Pampa Grande, en Salta, y estudió tierras que pertenecían a Indalecio Gómez. En esos viajes solía acompañarlo su cuñado, Eduardo Holmberg, quien hizo excepcionales dibujos que se conservan en el Museo Etnográfico de la UBA.
Coleccionista de antigüedades coloniales -su casa era un verdadero museo- en sus expediciones era secundado por su discípulo Salvador Lorenzo Debenedetti, quien merece una reseña aparte.
Debenedetti era un estudiante de 18 años de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, hijo de inmigrantes italianos que vivía en Avellaneda, por entonces Barracas al Sud. Por imposición familiar había comenzado a estudiar Derecho, pero cuando conoció la obra de Ambrosetti, decidió que eso era lo suyo e ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras para dedicarse a esa especialidad. Fue él quien propuso en 1908, en su calidad de presidente del centro de estudiantes, que el 21 de septiembre, día de la llegada de los restos de Sarmiento al país, quedase establecido como el Día del Estudiante.
Fanático del fútbol, fue el primero en descubrir, en excavaciones realizadas en Santa María, en la provincia de Catamarca, vestigios que comprobaban la convivencia entre poblaciones indígenas y el hombre blanco.
El Pucará de Tilcara
Ambrosetti realizó hallazgos increíbles, como las ruinas del Pucará de Tilcara, un sorprendente poblado prehispánico de fines del siglo XI, enclavado en la quebrada de Humahuaca, sobre un cerro de 80 metros sobre la margen izquierda del Río Grande.
Se transformó en un precursor del estudio de la cultura calchaquí y sus estudios abarcaban la naturaleza, el indígena, los materiales que usaba y los relatos orales, lo que convertía a sus trabajos en muy descriptivos.
Del Pucará recogió innumerables objetos de esa cultura durante tres veranos, en los que junto a Debenedetti, extrajeron unas tres mil piezas arqueológicas. En 1911 se propuso restaurar esas ruinas. La provincia de Jujuy donó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA las tierras del Pucará con la condición de que crease un museo arqueológico, que se inauguró en 1968.
Se casó con Helena Holmberg, hija del naturalista, y tuvo dos hijos. Uno de ellos, un varón, falleció a los 18 años al pincharse con una aguja en una práctica en el Hospital de Clínicas.
Le sacó provecho a su vinculación con la sociedad porteña, donde era conocido su padre Tomás, vicepresidente del Banco Italiano y del Río de la Plata. Parientes y amigos fueron donantes de piezas, cuadros, esculturas, mobiliario y dinero que fue destinado a la compra de colecciones para el Museo Etnográfico, que hoy lleva su nombre. Durante los años que estuvo al frente del museo, donó su colección de objetos pertenecientes a pueblos indígenas de diferentes regiones de la Argentina, que había ido reuniendo durante sus viajes a Misiones, Corrientes y el Noroeste. Mucho de ese acervo está en el Museo de Luján y en diversas instituciones.
Es un referente en el estudio del folklore argentino, con un enfoque científico. Su primer trabajo en este sentido fue Materiales para el estudio del Folclore Misionero, de 1893, que estableció un punto de partida en el estudio etnomusicológico. En 1960 en el Primer Congreso Internacional de Folklore, celebrado en Buenos Aires, presidido por el salteño Augusto Cortázar, del que participaron treinta países, se le confirió el título de “Padre de la Ciencia Folclórica Argentina”. En homenaje a su nacimiento, en el país es el Día del Folklore.
Aquejado por una afección pulmonar, Ambrosetti murió en Buenos Aires el 28 de mayo de 1917. Dejó discípulos que continuaron su camino y una obra que dejó huella en la historia arqueológica y paleontológica argentina.
Fuentes: Andrea Pegoraro, directora del Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti; Centro Universitario Tilcara;