“¿Siempre solita?”, le preguntó a una participante de su programa Roberto Galán en su estudio. “¿No tiene un perro? ¿Un gato? ¿Ni un canario?” Y ella le respondió con absoluta sinceridad: “No tengo nada, ni un perro que me ladre, Sr. Galán”. La soledad era un tema que le preocupaba al pionero indiscutido del mundo de las citas en la televisión, cuyo programa Yo me quiero casar, ¿y Ud?, creado en los años 70s se lo comparó con la aplicación de citas que llegó décadas más tarde, el Tinder.
Cualquier argentino que haya visto sus programas hasta fines de los 90s recuerda ese programa porque fue único, innovador. No había nada igual en su tiempo. No era ningún formato traído de afuera. Eran ideas locales, en este caso de un hombre que se vanagloriaba de tener carpetas llenas de nuevas ideas y alentaba a asumir riesgos a la televisión que amaba y defendía de aquellos que la llamaban “caja boba”. Para él había sido un gran invento y lo supo aprovechar como nadie teniendo en cuenta sus altos picos de rating.
Netflix acaba de compartir avances de la adaptación argentina de la serie Love is blind Argentina (El amor es ciego), un reality experimental conducido por Darío Barassi y Wanda Nara, en el que 32 solteros y solteras se conocerán a través de cabinas sin tener contacto visual durante 10 días y solo escucharán su voz. “Quienes encuentren a la persona con la que quieran pasar el resto de sus vidas le propondrán matrimonio”, anticipa Nara en un trailer. “Solo si tendrán un sí como respuesta podrán verse por primera vez”, remata Barassi. Luego, la pareja conformada viajará para probar la química de su relación para más tarde explorar la relación en la vida cotidiana, con familia y amigos.
Este experimento social que busca comprobar si el amor puede superar la apariencia física tampoco es algo nuevo en la Argentina, evidentemente, un país con tradición en las citas a ciegas televisivas. En 2001, Mariano Cohn y Gastón Duprat, los creadores de El Encargado, Nada y Bellas Artes, inspirados en Yo me quiero casar, ¿y Ud?, tuvieron un exitoso programa llamado Cupido, emitido por la señal Much Music en el que dos participantes se hacían preguntas para ver si se gustaban, sin poder verse y recibían llamados de amigos por teléfono que les recomendaban si avanzar con esa persona o no. El eslogan del programa era: “En contra de las apariencias y a favor del corazón”. Si había coincidencia entre los participantes la voz que anunciaba era un audio de Galán con su célebre frase “Se ha formado una pareja”.
La idea de Roberto Galán
El primer programa de ¿Yo me quiero casar ¿y Ud? se emitió el 15 de noviembre de 1971, en TeleOnce, con 52 puntos de rating, un numerazo. Fue tres años después de su primer éxito, Si lo sabe cante, un divertido concurso cuyo ganador se llevaba de regalo una jaula con un canario. Pero Yo me quiero casar fue un programa aún más convocante para la audiencia. Llegó a tener picos de 65 puntos de rating, algo muy difícil de conseguir aún en la época en que reinaba la televisión. Imbatible.
Roberto Galán llegó a tener la genial idea de convertirse en celestino mientras miraba un aviso de clasificados en un diario donde un hombre buscaba pareja, que era la forma que la gente lo hacía al menos hasta fines de los años 90s. “Caballero de 40 años, honesto y trabajador, busca mujer cariñosa, sensible. Fines serios”, solían decir los avisos.
El atractivo del programa de Galán que reunían a tres hombres y tres mujeres enfrentados en un living residía no solo en el fin, que era la formación de parejas, sino en las entrevistas que hacía el conductor para presentar a cada uno de los participantes y los temas que se abordaban: celos, infidelidad, desamor, rencor y más. Galán preguntaba de todo, sin titubear, por qué no habían abandonado la soltería o las razones del fin de un matrimonio. Las penas, engaños, miserias, maltratos eran narrados por los participantes en primera persona. Y si esquivaban el asunto, con una respuesta del estilo “me separé porque no éramos compatibles”, Galán les decía, “esa respuesta déjela para los famosos”, y volvía a la carga. Los apuraba con el reloj.
Podría decirse que Roberto Galán fue un pionero del talk show, un género que llegó más tarde a la tv, que por primera vez, el protagonismo lo pasaba a tener la gente común contando sus vidas, sin pelos en la lengua. Algo que más tarde derivó en el reality show. Yo me quiero casar, ¿Y Ud.? ocupó horarios de la tarde, la franja horaria de las novelas, porque tenía todos los mismos condimentos. Y Galán le hablaba a las mujeres del otro lado de la pantalla. A las “señoras” o “amigas”.
El programa iniciaba con la cortina musical de la canción Nuestra Luna Gris: “Nací para ti, aquí me tienes, qué te hace feliz, dime qué quieres, te esperé en soledad tanto tiempo, que me estás dando la vida si sientes tú, lo que yo siento”. La voz de Patricia Juan musicalizaba las imágenes de romanticismo de un pareja que caminaba a orillas del mar, besándose y abrazándose en una puesta de sol.
Luego la pantalla enfocaba un living alfombrado, con sillones, donde todos los invitados iban formalmente vestidos. Roberto Galán usaba traje y todos los hombres debían ir vestidos del mismo modo. Las mujeres también se presentaban bien vestidas, y eran maquilladas y peinadas en el estudio. En palabras del conductor, “ellos muy bien trajeados y ellas con todas sus galas”.
Para enamorarse en lo de Galán no había edad. Podían armar grupos de gente joven, o de personas mayores de 70. Lo más curioso, para esos tiempos, es que cuando los presentaban a los participantes, no se mencionaba la edad. Solo su nombre, el signo del Zodíaco y de dónde eran. Quienes querían participar debían escribir una carta o llamar a la producción del programa que estaba en Scalabrini Ortiz 3568 PB “A”, con su código postal.
“Para la gente que participa en el programa soy como un pariente que les dice: vení que te voy a presentar una chica o un señor muy simpático para sacarte de tu soltería y de tu tristeza. La única diferencia es que allí hay tres cámaras y que una multitud ve cómo hacen el planteo de sus soledades”, contó alguna vez en una entrevista.
Diálogos retro
Las conversaciones eran frontales. Al grano. Y siempre respetuosas desde el vamos. El título del programa no tutea. Galán decía detestar lo chabacano y vulgar. Para romper el hielo y dar a conocer a una de sus participantes, el celestino que no se sabe cuántos matrimonios formó, le preguntó: ¿Usted es discutidora? Y ella, le respondió con unas palabras que hoy serían imposibles de escuchar. Y menos como una virtud: " No, no, soy bastante sumisa, tranquila”. El programa abre una ventana a otra época y lo hace más interesante aún para volver a verlo, hoy en día. Las conversaciones dan cuenta de los roles femeninos y masculinos definidos en esos tiempos.
Una pregunta clásica de Galán era qué los había llevado a participar del programa. Siempre destacaban la seriedad del programa, antes de hablar. Una mujer le respondió con sinceridad: “Yo quiero casarme, encontrar un hombre bueno, quererlo mucho, cuidarlo, bañarlo (se ríe). De todo señor, soy muy cuidadosa con el hombre”. Y Galán le sigue la corriente: “¿Bañarlo, afeitarlo ¿todo? ¿Con la esponjita? “Todo, con la esponjita”, afirmó ella. Galán tenían la habilidad de manejar diferentes atmósferas en el programa. Pasaban de la risa al llanto. Nunca se le escapaba ninguna palabra que dijera un participante que le diera más tela para cortar.
Amor por el dinero
Lo material estaba presente en sus diálogos. En broma y no tanto Galán decía que “también hay amor por el dinero”. Si veía una mujer bien vestida, reparaba en sus “ropas finas” y preguntaba por su situación económica. Afirmaba: “Ud. está muy bien”. A los hombres los abordaba directamente ¿Ud. tiene casa? Un italiano viudo, de Wilde, le respondió que sí. Galán continúa leyendo la información dada por la producción del programa: “Tiene dos jubilaciones, la argentina y la italiana”. No conforme, Galán hiló más fino y preguntó: ¿grande o chica la casa?
El conductor podía preguntarle a un hombre si había sido dominado por su ex. O poner al descubierto a las mujeres celosas. Provocaba a alguna diciéndole “Ud. debe ser una mujer gastadora”. El conductor decía lo que pensaba y hablaba sin filtro. Cuando una mujer que se quejó a lo largo de todo el programa el dinero que había gastado pagando cuentas de su ex pareja, un divorciado con hijos, Galán le retrucó: ¿No sería que usted lo complacía pagándole las invitaciones para que no se le fuera?
Mientras intentaba con astucia sacar información del pasado de los participantes, la pantalla enfocaba las reacciones de los participantes del sexo opuesto. Adivinar quién elegiría a quién mantenía atados a millones de televidentes hasta el final del programa.
Hacia el living del amor
Luego de hablar de las historias en particular de cada uno y crear tópicos de conversación de forma improvisada, los participantes debían escribir en una tarjeta el nombre de la persona que les había gustado. Galán se retiraba a una mesa. Miraba las tarjetas y anunciaba la famosa frase que quedó inmortalizada entre los argentinos: “Se ha formado una pareja” y sonaban las trompetas.
Luego invitaba a “los novios” a pasar al “living del amor”. Unos sillones donde los alentaba a sentarse “apretaditos” para empezar a “sentir el torrente sanguíneo” y les contaba irían a cenar, mencionando el restaurante en cuestión. El programa finalizaba con besos. “Dele un beso. Otro más”.
Algunas personas descreían de lo que pasaba en el estudio. En algunas emisiones batieron récords y llegaron a formarse cuatro parejas. Pero las personas que trabajaron con Roberto Galán siempre defendieron que todo lo que ocurría en el estudio era verdad, que no había nada armado. Que la gente se inscribía y que lo que hacía el conductor era ofrecer un servicio a la comunidad.
Sacarse la lotería
En otra entrevista Roberto Galán habló de sobre su mayor éxito: “Lo mío no es empujar a un hombre y una mujer a una iglesia y al registro civil. Fundamentalmente el programa propende a formar parejas, y las parejas las forman quienes, quienes tienen necesidades de formar una pareja (...) Esto pasa por el ánimo, por el alma, por el espíritu y lo que se sufre cuando el hombre y la mujer están solos. He visto hombres grandes, muy maduros, pasar a un estado eufórico y apretar de la mano a la mujer que había conocido en el living del amor como si hubiera sacado el premio mayor de la lotería”.
Roberto Ernesto Galán nació el 21 de febrero de 1917 en Buenos Aires y murió el 9 de noviembre de 2000, a los 83 años tras enfermarse de un cáncer de próstata. Su vida privada fue fascinante. Fue locutor de radio, uno de los fundadores de la Sociedad Argentina de Locutores. Fue cantante de tangos en París. Se le atribuyeron muchos romances, incluso internacionales, nada menos que con Rita Hayworth. Vendió películas argentinas, actividad que le permitió llevar una vida de bon vivant. Tuvo una discoteca en Río de Janeiro. También se trató en los medios de la época de su amistad con Juan Domingo Perón y que él habría sido el responsable de la presentación de Isabelita.
En un programa, entrevistado por Lucho Avilés, dio a conocer que había sido vendedor ambulante y había provisto de “calzoncillos a los indios venezolanos”. Se los vendió porque sabía que andaban sin ropa interior.
En entrevistas, Galán también se refirió a su infancia. Que había sido criado por tus tías y su amada abuela holandesa, de la que había heredado su obsesión por el orden y la limpieza. Su madre murió cuando él tenía cuatro años y a su padre lo conoció a los 15, mientras jugaba al fútbol con sus amigos en el barrio de Belgrano. “Soy tu padre”. “Mucho gusto”, le respondió él. A pesar no haber tenido a sus padres, hablaba maravillas de su infancia y de haber crecido con el amor de esas mujeres.
La cantante de tangos Inés Miguens, 27 años menor, fue su única esposa, y le dio una hija llamada Florencia. Pero también hubo otras mujeres antes y después en su vida. Se cree que tuvo cinco parejas.
El locutor y conductor dejó en la historia de la televisión argentina uno de los programas más vistos cuando transmitió el casamiento en una iglesia de nueve parejas que se conocieron en el programa. Organizaba muchos de esos grandes eventos con las parejas que llegaban al altar. Todas esas fiestas las pagaba el canal y era un evento mediático.
La periodista de espectáculos Susana Fontana cubrió uno de esos eventos transmitidos por el canal 9 de Alejandro Romay: “Es el logro de Roberto, es algo increíble, esto de buscar la gente que se quiera, que se conozca, que forme una familia”. “¿Vos viste la emoción de esos novios, de la familia, que estuvieron acá?”.
Otra emisión, que alcanzó los 65 puntos fue cuando unió en matrimonio a dos personas de talla baja, por el que el creador del programa fue cuestionado. “Me mataron”, expresó en una oportunidad.
Galán podía hacer preguntas incorrectas para nuestros tiempos, pero fue un adelantado en formatos televisivos. En recopilaciones pueden verse escenas de amor entre personas mayores. “Hay que besarse más”, fue una, entre tantas de sus frases, que quedó sellada en el recuerdo de los argentinos.