Llega el Día de la Niñez: cómo podemos saber si los juguetes que compramos son seguros

Infobae recorrió el Organismo Técnico Evaluador, el “laboratorio de los juguetes” donde se certifica la seguridad de los mismos y para qué edades están recomendados. Allí se evalúan los peligros de incendios, atrapamientos en la tráquea y toxicidad, entre otras cuestiones. El riesgo de comprar en la calle productos ingresados por contrabando y juguetes fabricados en China

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Una pistola de juguete que dispara pequeños proyectiles plásticos. Se evalúa si la fuerza es suficiente para que sea considerada un "juego" o si la supera y puede ocasionar heridas que, en el extremo del rango, lleguen a la pérdida de un ojo (Matias Arbotto)
Una pistola de juguete que dispara pequeños proyectiles plásticos. Se evalúa si la fuerza es suficiente para que sea considerada un "juego" o si la supera y puede ocasionar heridas que, en el extremo del rango, lleguen a la pérdida de un ojo (Matias Arbotto)

Detrás de la fachada de un castillo ubicado en el barrio de Boedo, no se encuentra “el viejo hospital de los juguetes” al que llegaba “el pobre Pinocho malherido”, como dice la canción. Más bien, funciona el laboratorio que impedirá que los juguetes se conviertan en armas o veneno contra los niños. Una vez que se franquea la puerta de La Casa del Juguete Argentino, con sus alminares y torres góticas, la magia se desparrama en miles de cajas y bolsas con juegos, muñecas y autitos que podrían acelerar el pulso de cualquier chico. En el lugar, sin embargo, no hay hadas, princesas, duendes ni ogros. Allí se encuentra la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ), que nuclea a 180 fábricas e importadores. Un rubro en el que trabajan, en forma directa e indirecta, 8 mil personas. Y dentro de ella -como una mamushka- funciona el laboratorio de ensayos de la CAIJ, al mando de Ezequiel Spak, un magister en ingeniería, ingeniero electrónico y naval de 46 años. El responsable que los juguetes lleguen a las manos de hijos, sobrinos y nietos con total seguridad.

Hasta mediados de la década del ‘90, prácticamente no existían normas que regularan a los juguetes. Todo se empezó a normalizar cuando Greenpeace llamó la atención del gobierno (entonces de Carlos Menem) sobre los riesgos que había para los niños. Spak explica que “se comenzó a hablar de reglamentos técnicos, como sucedía en otras partes del mundo. Para llegar a eso escribimos una norma, allá por el año ‘97 o ‘98. Los productos que venían de afuera podían tener una certificación, pero para los que se fabricaban acá se necesitaba un laboratorio. Para fomentar el reglamento técnico, la Cámara tuvo que crear un Organismo Técnico Evaluador de la Conformidad, que es como realmente nos llamamos. Un laboratorio que es un organismo de certificación”.

El ingeniero Ezequiel Spak, a cargo del laboratorio de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (Matias Arbotto)
El ingeniero Ezequiel Spak, a cargo del laboratorio de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (Matias Arbotto)

El laboratorio es autárquico. Es decir: funciona dentro de la CAIJ, pero sus decisiones y su financiamiento son independientes. Explica Spak: “La cámara es de los jugueteros. Entonces, imaginá que si vos fueras juguetero y tuvieras tu propio laboratorio, siempre vas a poner que cumplís las normas. O si los jugueteros nos pagaran el sueldo, podría suceder lo mismo. Entonces tiene que existir un procedimiento, un protocolo de imparcialidad entre ambas estructuras”.

Spak enumera los cuidados que deben tener a la hora de certificar que un juguete está apto, y son los que se ajustan a las normativas NM 300-1/2/3/4/5/6, que derivan de la Resolución 163/2005 de Secretaría Técnica de Comercio, que fueron consensuadas en el Mercosur y cuyas partes son seis. En primer lugar, los ensayos físicos y mecánicos, “donde se evalúan las generalidades de los juguetes, si se rompe o no se rompe en función de los rangos de edad, los abusos que los chicos pueden hacer tirándolos al piso, traccionándolos con uñas y dientes, torciéndolos, agregándoles cosas pesadas encima. También hay ensayos específicos dentro de esa norma del caudal de ruido que hacen, si a los peluches se les salen los ojos o el relleno, si los chicos se pueden ahorcar con las sogas de los juguetes, y la velocidad de los autitos, entre otras cosas”, explica. En segundo término está la inflamabilidad: “Vemos si los peluches o los disfraces se prenden fuego. Por ejemplo, las pelucas que los chicos se ponen en la cabeza para un cumpleaños o para disfrazarse. Requiere una evaluación de seguridad inflamable”. En tercer lugar están los aspectos toxicológicos, que es “la migración de metales pesados hacia el organismo y su toxicidad”, señala. La cuarta y quinta parte se refieren a los juguetes para hacer experimentos, que son “juegos para experiencias químicas tipo El laboratorio de Dexter. Comprobamos que los tubitos sean los correctos, si los líquidos que vienen adentro son aceptados por las normas, porque hay soluciones que son peligrosas, pueden ser inflamables, tóxicas, generar quemaduras o combinarse entre ellas y explotar. Estos juegos deben venir con un librito de uso y condiciones de seguridad”, alerta. Y por último están los juguetes eléctricos, “donde vemos la accesibilidad de los chicos a las pilas, a cuánto se eleva la temperatura, si se ponen en cortocircuito al usar el transformador, que sucede cuando se conectan a 220 y algunas cosas asociadas a los peligros de las explosiones”. Spak añade que también existen dos resoluciones del Ministerio de Salud, que son la 2/2011 y la 583/2008, referidas a la detección de plastificantes en juguetes de PVC.

Ensayo de inflamabilidad en el laboratorio de la Cámara Argentina del Juguete. En este caso, el material no cumplió con los requisitos de velocidad de las llamas

Luego llega la recorrida. En el primer piso se encuentra el sector de química del laboratorio. Allí conviven, por ejemplo, un espectrofotómetro, que trabaja a 5.000° centígrados, y permite conocer si un juguete contiene metales pesados. Lo que detectan es el posible equivalente de material tóxico que puede migrar al torrente sanguíneo cuando un chico, por ejemplo, come un pedacito del juguete, o sus pilas. Al lado, separado por una mampara de vidrio, hay una serie de tubos de ensayo que contienen soluciones ácidas que emulan los jugos gástricos de un niño. Todo allí se efectúa bajo una estricta normativa. “La digestión gástrica se simula con unos baños termostatizados a 37 grados. Se corta un juguete en pedacitos de 5 mm. por 5 mm. y se los lleva a esa solución. Durante dos horas se emula lo que sucede en el estómago del nene y se mide la toxicidad”, explica.

En el segundo piso, por su parte, están las pruebas cinéticas y las de deglución. Spak toma un arma de plástico que dispara pequeños proyectiles, que deberían ser inocuos. Del otro lado hay un blanco. “Acá se evalúa cuánta energía tiene el disparo. Está relacionada con la masa del proyectil, que se calcula con una balanza y la velocidad. Si hay demasiada energía, más de 160 mil mili joules, el disparo le puede sacar un ojo a un chico o lastimarlo”, ilustra.

Ejemplo del comportamiento de una pelotita de ping pong de juguete, no profesional, ante una llama. La indicación es que no deben utilizarse en la fabricación de los juguetes materiales como el celuloide y aquellos que presentan un comportamiento similar frente al fuego.

A pocos centímetros, un autito colorado, de esos que un chico puede manejar, está colocado sobre dos rodillos para medir la velocidad. “Las normas piden que los autos eléctricos no superen los 8km/h de velocidad. Pero la norma no explica cómo hacerlo, entonces tuvimos que diseñar nuestros propios dispositivos”, subraya. Ese motivo -el secreto industrial- explica por qué Spak no autoriza a fotografiar muchos dispositivos. Además, no podría exponer las marcas ni los modelos que se analizan: supondría una deslealtad.

Sobre una mesada hay decenas de pedacitos de juguetes. Y una impresión 3D que simula la tráquea de un niño. “Es un probador de piezas pequeñas. Esto lo uso también para dar clases. Y sirve para demostrar los atrapamientos que pueda haber. Con esto se determina cuáles pueden ser aptos para menores de 3 años y cuáles deben ser prohibidos, cuáles entran en edades de 3 a 6 años, y así sucesivamente”, explica Spak.

Un modelo en 3D de una tráquea de un niño sirve para saber si los objetos pueden ser atrapados y provocar asfixias. A partir de esa evaluación se determina para qué edades se sugiere su uso (Matias Arbotto)
Un modelo en 3D de una tráquea de un niño sirve para saber si los objetos pueden ser atrapados y provocar asfixias. A partir de esa evaluación se determina para qué edades se sugiere su uso (Matias Arbotto)

En definitiva, sostiene, “esto se hace para evitar un poquito que la gente compre en la calle, porque cuando compra en la calle, compra cualquier cosa. No sabés”. Pero dice que, por cuestiones de confidencialidad, no puede mencionar qué porcentaje de juguetes rechazan.

A la charla se suma el Gerente de RRII y Comercio Exterior de la CAIJ, Julián Benítez. El problema, señala, “es todo lo que está en el mercado fuera del circuito del sistema de calidad, lo que no está regulado ni certificado”. Spak lo grafica mejor: “Lo trucho, lo que está escondido debajo del agua. Eso no lo podés saber. Que vos tengas un producto acá que no cumpla, no va a reflejar los truchos que circulan en la venta callejera”.

Según datos de la Dirección General de Aduanas, entre 2022 y 2024 se incautaron 4.722.075 productos con marcas falsificadas de electrónica, juguetes, indumentaria y calzado, anteojos, cosméticos, productos escolares, repuestos e insumos industriales y marroquinería por un valor total de USD 144.499.711,49. De ese universo, el rubro “juguetes” representó el 35% del total (el mayor porcentaje), con 1.710.706 unidades equivalentes a USD 48.733.703,67. En este caso, además, estas mercaderías destinadas al público infantil carecen de cualquier tipo de certificación de seguridad. Los controles, subrayan, se intensifican en las cercanías del Día de la Niñez. Por ejemplo, este mes se secuestró en el Puerto de Buenos Aires un cargamento de 150 mil globos de marcas falsificadas.

Un espectrofotómetro, que se usa para constatar si un juguete contiene metales pesados que podrían intoxicar el organismo de un pequeño (Matias Arbotto)
Un espectrofotómetro, que se usa para constatar si un juguete contiene metales pesados que podrían intoxicar el organismo de un pequeño (Matias Arbotto)

La pregunta, en este tiempo, cae de madura: ¿qué sucedería si mañana se desregulara el mercado del juguete y cualquiera pudiera vender cualquier cosa? Spak es contundente: “Chocan los trenes y vamos viendo… No sé, el Apocalipsis. Esto que hacemos acá está presente en todos los países. Y cuando no se cumplen las normas, en la mayoría de los casos generan accidentes graves, mortales. Chicos deformes con pedazos de plástico pegados en la cara por la inflamabilidad de las pelucas. Quedarán ciegos o les faltara un pedazo de cara. Un adulto se la banca. Un nene no. O los accidentes de piezas pequeñas. Hay más de 24 formas de atrapamiento bucal que nosotros evaluamos con los ensayos. Todas terminan en asfixias y muertes. Una pila que ingiere un niño quema toda la mucosa gástrica, la perfora. Unos imanes, de esos fuertes que hay que separar con dificultad, cuando se pegan entre las capas intestinales generan necrosis y después a los chicos les tienen que cortar un pedazo de intestino”.

-¿Hay alguna estadística sobre esto?

-No, lamentablemente. Cuando llegan este tipo de accidentes a los hospitales no los registran, no hacen esta lectura. Hay un proyecto, ahora, para trabajar entre la CAIJ y la Sociedad Argentina de Pediatría y registrar este tipo de cosas en conjunto, dado que nuestro laboratorio tiene el conocimiento de cómo clasificarlas e identificarlas.

Spak añade algo importante. Y es cómo reconocer que un juguete cumple con los requisitos para ser usado por un niño con tranquilidad. “El juguete debe tener un sello de una S en la caja. Significa que tiene la certificación de seguridad”.

El sello con la "C" y la "S" de Certificación de Seguridad que emana de las evaluaciones del laboratorio de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (Matias Arbotto)
El sello con la "C" y la "S" de Certificación de Seguridad que emana de las evaluaciones del laboratorio de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (Matias Arbotto)

Cuenta Benítez que “nosotros acabamos de inaugurar la marca sectorial, que se llama Juguete Argentino. Esperamos que sea un paraguas de los productos emblemáticos de la Industria Argentina, que pueda reposicionar al juguete nacional en el mercado interno, pero que a la vez sea una estrategia de inserción internacional que permita competir al sector no por precio, porque es muy difícil competir con China en ese sentido, pero sí por innovación y diseño”.

-A propósito de los juguetes que se traen desde China. ¿Son seguros para los chicos?

-No necesariamente. En China tenés todas las modalidades de entrega. Vas a las grandes ferias y te preguntan: ¿los querés con ftalatos o sin ftalatos? Estoy acostumbrado.

-¿Qué son los ftalatos?

-Unos aditivos que le meten al PVC para las partes flexibles del juguete, que están prohibidos. Justamente es uno de los ensayos que se hacen aquí, para ver que los productos no tengan ftalatos. Es una prohibición del Ministerio de Salud para los juguetes y los artículos de puericultura. Entonces en China podés conseguir juguetes a muy bajo precio y calidad que no ofrecen ningún tipo de seguridad y ponen en riesgo la salud de los chicos.

Julián Benítez, el  Gerente de RRII y Comercio Exterior de la CAIJ (Matias Arbotto)
Julián Benítez, el Gerente de RRII y Comercio Exterior de la CAIJ (Matias Arbotto)

En seis días se celebrará el Día de la Niñez. Benítez explica por qué tiene lugar el tercer domingo de agosto: “en Argentina se empezó a festejar a mediados de la década del ‘40, cuando se creó la Cámara y los fabricantes donaban juguetes a los chicos más necesitados. Eso se empezó a hacer todos los años a principios de agosto. Ahí se instauró el Día del Niño, que se consolidó luego de la Declaración de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas a finales de la década del ‘50. Actualmente se festeja el tercer domingo de agosto. Antes era el segundo, pero cuando se comenzaron a celebrar las PASO, tuvimos que correrlo. Para nosotros, el Día del Niño concentra el 60% de las ventas y lo siguen Navidad y Reyes”.

El volumen de ventas anuales de la industria del juguete es de 300 millones de dólares, revela Benítez. Sin embargo, la realidad aprieta: “Los últimos Días del Niño registraron caídas, sobre todo el año pasado, porque la semana anterior hubo una devaluación. Venimos de un año de una caída del 20%, similar a la de la actividad en el primer semestre, así que las expectativas son moderadas. El desempeño no es ajeno a la realidad de las Pymes de todos los sectores. No obstante, en las últimas semanas vimos que nuestros asociados tuvieron pedidos por parte de las jugueterías para las reposiciones que permitieron contrarrestar la caída. De todas formas, se hace necesario que se mantenga, para compensar la caída del año pasado y de estos primeros seis meses. Nosotros sabemos que las familias hacen todos los esfuerzos para regalar un juguete y que sea una fecha especial, pero está claro que el poder adquisitivo está muy comprometido con bienes de primera necesidad”.

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