La Salus Populis Romani es la imagen Mariana más importante “no pintada por mano humana”. Su perímetro es el fruto de “un plan divino”, según explican los guías de esta Basílica. El ícono bizantino tiene como particularidad la imagen de la Virgen María sosteniendo al Niño Jesús en brazos, y en uno de sus dedos lleva un anillo. Lo que impacta al encontrarse con esta imagen es la mirada de la Virgen además del esplendoroso dorado del marco del ícono.
La historia de su fundación, que se hizo popular a partir del siglo XIII cuenta que un matrimonio de acaudalados patricios romanos suplicaron a la virgen María que intercediera para que tuvieran sus tan anhelados hijos.
La noche del 5 de agosto del año 358, la virgen se les apareció en un sueño y también al papa Liberio y los exhortó a levantar una iglesia en el mismo lugar donde ella habría hecho nevar. Al día siguiente en pleno verano los tres vieron en las laderas del Esquilino, las más altas de las siete colinas romanas, que la nieve había dibujado el perímetro de la futura basílica. En ese mismo lugar, gracias a los bienes que poseía Giovanni, el patricio, empezaron a construir el santuario mariano. Todavía hoy cada 5 de agosto se celebra la milagrosa nevada con una lluvia de pétalos blancos que se dejan caer desde el techo de la basílica.
Santa María la Mayor se erige en la loma denominada Cispio, la más alta de las que conforman la colina Esquilino. En la Roma pagana en esta zona se encontraba el templo de Juno Lucina, la diosa protectora de las parturientas.
Milagro en el Siglo XVI
Durante el siglo XVI, Roma fue azotada por una terrible peste. En medio de esta crisis, el Papa san Pío V decidió llevar en procesión el ícono de la Salus Populi Romani desde la Basílica de Santa María la Mayor hasta la Basílica de San Pedro. Durante esta procesión, se dice que se produjo un milagro en el cielo, visible para todos los presentes. Este evento fue interpretado por el Papa como una señal de que la peste pronto terminaría, lo que efectivamente ocurrió poco tiempo después.
En marzo de 2020, en medio de la pandemia de COVID-19, el papa Francisco hizo una invocación especial a la Salus Populi Romani. El Sumo Pontífice salió del Vaticano y se dirigió a la Basílica de Santa María la Mayor para rezar ante esta imagen y pedir su intercesión. Esta acción se llevó a cabo en un momento de gran angustia mundial, y fue un acto de esperanza y fe en tiempos difíciles.
Las maderas del pesebre de Jesús
En el interior del Altar mayor de la esta basílica papal, se alberga un relicario que custodia las piezas de madera que pertenecieron al pesebre de Jesús . Se trata de cinco varillas de madera del árbol de sicomoro que habrían pertenecido al pesebre donde descansó el niño Jesús y datadas científicamente en el periodo de su nacimiento. La inscripción ad Praesepem ratifica la presencia en la Basílica de los preciados fragmentos de madera ya en la primera mitad del siglo VII, posiblemente a raíz del traslado que realizó el patriarca de Jerusalén, San Sofronio.
Papa Francisco: “Quiero ser enterrado en Santa María Mayor”
En una entrevista, el Papa reveló su decisión de ser enterrado fuera del Vaticano. En diciembre de 2023, el Pontífice expresó públicamente durante un reportaje: “Y como siempre le prometí a la Virgen, ya está preparado el lugar. Quiero ser enterrado en Santa María Mayor”. Francisco explicó a la vaticanista que tiene un vínculo muy grande con esta devoción y dijo que antes de ser Papa “siempre iba ahí el domingo en la mañana que estaba en Roma, me iba un rato allí”. Por costumbre Francisco antes de cada viaje apostólico se acerca a la Basílica para rezar ante el cuadro de la Virgen y al regresar nuevamente va a agradecerle a María.