Historias porteñas de desesperación venezolana: crónica del enojo y el miedo frente a una embajada abandonada

La sede diplomática en Buenos Aires permanece cerrada desde la madrugada del lunes y quienes tenían turno no obtienen respuestas. Convencidos de que los resultados anunciados por Nicolás Maduro son fraudulentos, temen por sus familias y amigos

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La sede en la que
La sede en la que unos 2.600 venezolanos votaron este domingo permanece vallada y cerrada desde la madrugada del lunes. Ciudadanos con carteles que denuncian fraude y otros que deben completar trámites se agruparon allí (Foto Jaime Olivos)

A 7.276 kilómetros de Caracas y a más de 48 horas del cierre de los comicios en Venezuela, el impacto de esa elección, de sus resultados denunciados como fraudulentos y de los ciudadanos muertos, heridos o detenidos en las protestas contra ese fraude rebota en la esquina porteña de Luis María Campos y Emilio Ravignani. Hasta el domingo, funcionaba con normalidad allí la embajada del país caribeño, algo que empezó a cambiar en las primeras horas del lunes, cuando el edificio amaneció vallado y los que tenían turno para hacer un trámite recibieron un correo electrónico que les indicaba asistir este martes, y terminó de cambiar con el correr de las horas, cuando Nicolás Maduro decidió cerrar esa representación diplomática en Buenos Aires y expulsar a los embajadores de varios países, incluida la Argentina.

Las persianas bajas, algunos oficiales de la Policía Federal (y sus correspondientes camionetas) y las vallas les confirman a simple vista a quienes van llegando a la cuadra de la sede que nada de lo que tenían previsto resolver allí podrá hacerse. Sobre la avenida, algún auto baja la ventanilla para gritar “¡Cobardes! ¡Golpistas!” a quienes esperan ser recibidos ante un edificio vaciado de sus funciones.

Sobre esa misma avenida, varios autos hacen sonar sus bocinas al mismo ritmo que se celebran los campeonatos de fútbol y vociferan “¡Fuerza, venezolanos!”. Hay una sede burocrática pero también emocional de lo que está pasando en ese país en pleno Palermo, donde la fila para recibir alguna certeza crece con el correr de las horas y no hay nadie del otro lado del mostrador para brindar una respuesta.

Luis viajó desde Santiago de Chile, donde vive desde hace nueve años, porque era imposible conseguir turno en la embajada venezolana del país trasandino. Así que decidió tramitar su pasaporte desde Buenos Aires. Desde la sede que ahora mismo permanece cerrada y no se sabe hasta cuándo, tal como ocurre con la representación diplomática de Chile.

Hay al menos seis muertos
Hay al menos seis muertos en las protestas contra los resultados anunciados por el oficialismo de Nicolás Maduro.

“Destiné algo más de 600 dólares a esto, entre el pasaje para ir y volver de Santiago y la parte del pasaporte que ya había pagado”, explica Luis a Infobae con la carpeta con documentación bajo el brazo. Parado en una fila de la que nadie se va y que, ahora mismo, no conduce a nada, cuenta su historia: “Me fui de Mérida hace nueve años. Sobre todo por la delincuencia y la escasez de alimentos; me instalé en Chile”. Allí trabaja como ingeniero en sistemas.

El lunes, Luis fue uno de los venezolanos que recibió un correo electrónico desde la embajada en Buenos Aires para avisarle que su turno se reprogramaba para el día siguiente, martes. Sin ninguna otra comunicación oficial, asegura: “En lo inmediato, lo que quiero saber es si nos van a atender o no”, y suma: “No sé cómo se va a resolver la situación de nuestro país. Es claro que hubo fraude por parte del chavismo. El 75% de Venezuela exige un cambio y se votó en ese sentido”.

La fila que crece hacia el lado de Plaza Falucho y a la que no para de llegar gente es la excusa que encontraron Luis y Morelva, dos viejos amigos, para reunirse mientras él espera por su trámite. Ella, que tiene 73 años y se fue de su país hace casi una década, le hace compañía y sostiene: “Tengo la esperanza de que en Venezuela se produzcan los cambios necesarios y que este fraude no se instale. Pero para eso los militares que apoyan a Maduro deberán darle la espalda porque solo el pueblo no va a poder”.

“Yo salí de Venezuela por la inseguridad. Mi hija María Fernanda fue víctima de esa inseguridad y nos fuimos. Estuvimos seis meses en Houston pero era imposible tramitar los papeles, íbamos a quedar como ilegales, así que vinimos a la Argentina”, cuenta Morelva, que se dedica a la medicina tradicional china en Luján, donde vive. “Está claro que estamos en medio de una elección fraudulenta. Me da rabia y me da mucho miedo por todo lo que está pasando ahora mismo en nuestro país, donde están nuestras familias y nuestros amigos”. Morelva emigró desde Maracay, donde este lunes se registró la primera muerte de un manifestante en medio de las protestas contra los resultados anunciados por el oficialismo chavista.

El trámite del pasaporte en
El trámite del pasaporte en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires cuesta alrededor de 400 dólares. Muchos ciudadanos quedaron a mitad de camino y sin respuestas. (Foto Jaime Olivos)

Grekt Mendoza tiene 33 años y hace seis que no ve ni a su mamá, ni a su papá, ni a sus tíos, ni a su abuela. Cuando un amigo suyo, físico como él, le dijo que podía alojarlo un tiempo en su casa de Santa Fe no dudó. “A veces no tienes más salida que tomar una decisión drástica. Yo había estudiado física y trabajaba investigando. El salario en ese momento era de 2 dólares, no alcanzaba ni para un maple de huevos. No tenía opción, tenía que irme y empezar de nuevo en otro lado”, cuenta a metros de la valla que custodia la embajada.

Viajó desde Santa Fe durante la madrugada para llegar a su cita en la sede diplomática. Perdió el presentismo en su trabajo, tiempo, unos 45.000 pesos entre la ida y la vuelta en micro y, según el destino que corra su trámite, alrededor de 400 dólares. “Para ir a visitar a mi familia sí o sí tengo que viajar con pasaporte venezolano. No me dejan entrar y salir de mi país con otro. Y ahora mismo no hay manera de hacer el trámite, ni información sobre cómo continuará nuestra situación”, explica Grekt, que llegó a la Argentina un 1º de mayo, empezó a trabajar como mozo y enseguida consiguió empleo en el área de marketing del corralón santafesino en el que todavía trabaja.

“Me vine en 2018, en un momento muy duro del régimen, en el que mataban manifestantes y estudiantes. No tengo dudas de que este domingo hubo fraude ni tengo dudas de que estos gobiernos no se van por la vía electoral. Venezuela necesita mucha ayuda internacional o que se den vuelta los militares que ahora mismo apoyan este régimen chavista”, suma Grekt, y remata: “Esperamos que este gobierno se vaya. Que acepte su derrota y se vayan del país”.

Yeny Villarroel tiene turno para tramitar su pasaporte este viernes en la embajada de las persianas bajas. En un escenario de pura incertidumbre, decidió acercarse este martes a la sede de Luis María Campos y Ravignani. “Vine a ver qué pasaba y efectivamente me encuentro con que no hay nadie. Siento mucha impotencia, mucha rabia y también miedo. Estamos lejos de nuestras familias, de muchos de nuestros amigos, y encontrar que la única vía para tramitar la documentación necesaria está cerrada me hace sentir sola”, describe.

"¡El robo del siglo! Venezuela
"¡El robo del siglo! Venezuela quiere paz", asegura uno de los manifestantes. Tras varias horas de desconcierto, se pegó un cartel en el vallado que sólo informa que la sede estará cerrada "hasta nuevo aviso". (Foto Jaime Olivos)

Se fue de Venezuela en 2019, ya como licenciada en Recursos Humanos. “Me fui porque era imposible tener una oportunidad siendo joven. Además de un escenario dramático de inseguridad y escasez de bienes básicos”, cuenta. Villarroel no está sola en esa decisión. Según la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes, unos 7,7 millones de venezolanos dejaron su país desde 2014. En una fila estéril, Yeny da un ejemplo concreto de las carencias en su país: “Hay maestras a las que no les alcanza para tomar el transporte para ir de lunes a viernes a dar clase, entonces hay menos clases para los niños”.

“La gente está cansada de este régimen que lleva veinticinco años. Los venezolanos en mi país pasan por muchas necesidades y es por eso que quieren sacar a este gobierno. Se sabe que esta victoria que anuncian no la obtuvieron a través de los votos. No va a ser fácil, pero es necesario que el gobierno cambie, no podemos seguir en manos de Maduro y del chavismo”, remata Yeny. Sobre la avenida, la grieta: la mayoría de los que gritan, alientan. Otros insultan. Los venezolanos, en fila, esperan. Que haya un embajador. Que levanten las persianas. Un cambio en el gobierno. Que las protestas no sean un baño de sangre. Y que llegue el día de reencontrarse con los suyos. Más temprano que tarde.

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