En 2017, una cosechadora pasó por encima de una madriguera. El conductor de la máquina, un ingeniero agrónomo, no la había visto, pero sintió que pisó algo. Al bajar y mirar, notó que había pasado sobre un pozo en medio de los pastizales donde había dos cachorros de puma de un mes que estaban muy asustados y uno de ellos malherido. Era Estanislao Monte, claro que en ese momento no tenía nombre.
“El hombre junto a su pareja esperaron en la camioneta a que apareciera la mamá puma. Hicieron guardia hasta que la vieron llegar, pero, para sorpresa de ellos, se llevó sólo al que estaba sano y no volvió por el animal lastimado. Entonces, lo fueron a buscar porque admitieron que debido a las heridas, el cachorro estaba comenzando a padecer alguna infección y quisieron darle los primeros auxilios. Luego nos llamaron para saber qué hacer y, finalmente, lo trajeron”, resume Kai Pacha, directora de la reserva Pumakawa, que fundó su padre, a unos 200 kilómetros de donde ocurrió el accidente.
Ese día de junio, la vida del puma y la de la mujer cambió para siempre: él no hubiera podido sobrevivir en la naturaleza; ella, comenzó a saber cómo era asumir la responsabilidad de cuidar a un animal de esa especie respetando su instintos. “Él no es mi mascota. Que viva conmigo no es para fomentar el mascotismo de pumas sino todo lo contrario: a esta especie se la caza, se los mutila y se los usa de trofeo”, aclara la mujer que además defiende la vida salvaje.
La historia
Julio Leurino y María Florencia Bertola, su esposa, fueron los que encontraron al felino herido y llamaron a Kai. Hasta ese momento, solamente supieron que las heridas eran las extremidades.
“Las dos patas traseras estaban como trituradas; y a una pata delantera le faltaba un pedazo. Y tenía un tajo grande debajo de su mandíbula”, recuerda sobre cómo estaba el puma al que en pocos días nombró Estanislao Monte. “Creemos que este cachorro es una metáfora del monte arrasado por una cosechadora que le pasa por encima y nos hace repensar la relación de poder destructivo que tenemos como habitantes del planeta, con su flora y su fauna nativas”, describe su historia la página de la reserva cuando hacen una reseña sobre el puma que afronta a diario grandes desafíos ya que padece de una ceguera total e irreversible, la cual no le hubiera permitido sobrevivir en la naturaleza.
Debido a las alteraciones que notaron en el cachorro, comenzaron a hacerle estudios. “Creíamos que era algo neurológico y con un oftalmólogo se confirmó que tenía ceguera total e irreversible. A partir de ahí se empezó a hacer un trabajo con él de confianza, de sonidos y de rutinas, para que pudiera desarrollar su bienestar. Hoy tiene 7 años y recorre un espacio, que es muy grande. También sabe sus horarios para comer”, cuenta orgullosa por los logros del animal.
“No puede vivir en un recinto con otro pumas ni por la ceguera ni por las convulsiones”, advierte y cuenta que su vivienda está adentro de la reserva.
“Nuestra rutina es también estar mucho tiempo juntos. Yo vivo y también trabajo en la reserva, donde tengo una oficina a la que él también tiene acceso. Tenemos un conocimiento uno del otro muy importante, pero cuando lo ves, por cómo se mueve, no parece un animal ciego, por la confianza que tiene aunque a veces se da golpes o choca”, asegura y consternada reflexiona: “Si no hubiera sido rescatado, hubiera muerto. Es un sobreviviente”.
Respecto del accidente, dice que la madre no hubiera podido curar sus heridas. “Sobrevivió a los golpes y no sólo tuvo que adaptarse a la vida sin ver sino a todo un sistema de la especie humana. Por esto es que siempre destaco de esta historia es que no es mi mascota sino que uno de los 23 pumas que viven dentro de la Reserva; yo hago con él un trabajo de mucha adaptación mía hacia él para que él pueda tener todo lo máximo que le podamos darles para que tenga una vida confortable”, aclara.
En ese sentido, subraya que “el mascotismo de pumas es ilegal y peligroso”. “No se domestica, nunca termina de sobrepasar su propio instinto, que se activa con pequeñas cosas y se desencadena un comportamiento de herir, de cazar a una presa; ya sea jugar con la persona que lo crió, por ejemplo. Es muy arriesgado y, lamentablemente en Argentina, hubo quienes lo quisieron tener de mascota y luego de la madurez sexual, entre los 8 y 9 meses, lo liberan en cualquier lugar y eso es súper perjudicial”, amplía el concepto y cuenta que ella, pese a lograr controlar algunas reacciones de Estanislao, “por tener cierta cierta práctica”, ellos tienen garras y colmillos que aunque muchas veces en el mascotismo se los amputa, “nunca pueden terminar con el instinto ni la fuerza”.
La reserva
Pumakawa es la segunda etapa de “El Edén Flora y Fauna”, una reserva fundada en 1991 por el padre de Kai, que fue cazador, pero arrepentido de lo que había hecho creó un espacio de conservación donde albergó a centenas de animales. Está ubicada en Villa Rumipal, provincia de Córdoba. Los incendios forestales del 2009 devastaron el lugar que, luego, se transformó con una impronta más sustentable y con nuevos objetivos.
“El proyecto resurge desde las cenizas como Pumakawa y continúa con el objetivo de conservación ambiental desde hace 30 años”, destaca la página web sobre el lugar donde actualmente viven 23 pumas rescatados de diferentes lugares. Seis de ellos, por ejemplo, provienen de un criadero de La Pampa que los vendía a los cotos de caza.
“Allí, se los cazaba de una forma muy cruel en la que llaman ‘cacería enlatada’. Hemos rescatado esos pumas y están acá. Los llamamos ‘embajadores de un cambio de paradigma’, porque por medio de contar sus historias buscamos que deje de existir ese tipo de cacería. Buscamos que se prohíba. Otros provienen del mascotismo, otros de alguna trampa que les han puesto porque los ganaderos los cazan porque les come el ganado. Hace 200 años que los ganaderos matan a los Pumas y no solucionaron el tema porque la raíz es que a estos animales les falta sus presas naturales”, cuenta.
Como modo de contrarrestarlo, Kai y su equipo le proponen a los ganaderos nuevas prácticas no letales para ahuyentar a los pumas y proteger a los demás animales. Una de esas técnicas innovadoras es la colocación de luces intermitentes en la periferia de sus campos. Algunos lo aceptaron y están implementando. “El 30 de agosto es el Día del Puma y el 31 haremos un evento, con comida, cerveza artesanal y show, donde mostraremos las técnicas que estamos llevando adelante para la convivencia entre el puma y productores”, avisa.
En la reserva también viven monos, gatos montés, zorros y otras especies como aves, pecarí tajacu, coipo, guanacos, llamas, tortugas, loros, entre otras. Todos estos animales llegaron con distintas lesiones que les impide vivir en la naturaleza.
Kai, además lucha por acabar con “los trofeos de caza” y creó una petición en la plataforma change.org para que la ayuden a detenerla.
“¿Sabías que en Argentina está permitida la importación de Trofeos de Caza? ‘Trofeos’ se llama las partes del cuerpo de animales, como colmillos, cabezas o pieles que se obtienen con la practica perversa de la llamada ‘caza deportiva’, a modo de premios. ¿Premios de qué? El país se encuentra en un ranking del terror: figura entre los principales importadores de ‘trofeos de fauna silvestre’ del mundo, siendo el puma una de las especies más codiciadas (datos extraídos de la Convención CITES, 2015-2017). La caza por trofeos es la práctica controversial de matar a un animal por competencia o placer, con el objetivo de adquirir una parte de su cuerpo (Colmillos, cabeza, cuernos, pieles) para utilizarlos como objetos de “muestra” o “decoración”. Sin dudas, es una práctica muy distinta a la caza de subsistencia y la caza de control animales para obtener su carne con fines de alimentación y conservación”, explica e invita a firmarla (https://www.change.org/p/argentina-no-a-los-trofeos-de-sangre).