Esteban Buch, por entonces un joven periodista de 26 años en la agencia de Bariloche del diario Río Negro, aún conserva el viejo cassette que contiene una grabación de 41 minutos con una sorprendente confesión en los tres minutos finales, grabados sin que ese respetado vecino alemán de Bariloche reparase que el grabador seguía encendido.
Fue el 12 de septiembre de 1989 y la entrevista tuvo lugar en la biblioteca de la Deutsche Schulle Bariloche-Instituto Primo Capraro, la escuela de la Asociación Cultural Germano Argentina de la cual fue su presidente muchos años. Erich Priebke era un prominente vecino de San Carlos de Bariloche, y también atendía Viena Delicatessen, una fiambrería de especialidades alemanas.
El libro “El Pintor de la Suiza Argentina. Historia de un libro sobre los nazis en Bariloche” (Bajo La Luna, 2024) tuvo una primera edición hace treinta años y ahora se reeditó por una razón que, para su autor, es fundamental: contiene la primera denuncia pública de la presencia en nuestro país de Erich Priebke, el capitán de las temibles SS y miembro de la Gestapo, sindicado como uno de los responsables de la matanza de las Fosas Ardeatinas. Ocurrida el 24 de marzo de 1944, cuando los alemanes que ocupaban Roma asesinaron a 335 civiles en represalia a un atentado partisano en vía Rasella que había terminado con la vida de 33 soldados alemanes. La ira que este ataque despertó en Hitler hizo que ordenase que por cada alemán muerto, debían ejecutarse a 10 italianos.
La publicación del libro en 1991 había sido posible gracias a la colaboración de amigos de Buch, los que recolectaron contribuciones de un centenar de vecinos de Bariloche que pretendían que la presencia de nazis en la ciudad fuera denunciada y discutida públicamente.
Esa edición fue la fuente principal de información que le permitió al periodista Sam Donaldson, de la cadena de televisión estadounidense ABC, encarar a un desprevenido Priebke el 5 de abril de 1994, cuando este estaba por subirse a su auto, en el centro de la ciudad donde vivía hacía más de cuarenta años.
El programa en que se reveló la faceta hasta ese momento desconocida de Priebke durante la segunda guerra mundial desencadenó un publicitado y largo proceso judicial primero en nuestro país y luego en Italia, donde fue extraditado y condenado a perpetua en 1998. Estuvo en arresto domiciliario hasta su muerte, en 2013, cuando el ex oficial nazi contaba con 100 años de edad.
Masacre y fuga
Priebke nació el 29 de julio de 1913 en Hennigsdorf, ingresó a los 20 en el partido nazi, en 1933, y pasó a formar parte de la Gestapo en 1936 con el grado de Kriminal Komissar. Casado en 1938 con Alice Stoll, fue enviado a Roma en 1941 como oficial de enlace.
Cuando la guerra terminó, fue encerrado en un campo de prisioneros en la ciudad de Rimini, de donde escapó en 1946. Con identidad falsa y pasaporte de la Cruz Roja suministrado por El Vaticano, llegó a Buenos Aires en 1948. Gracias a una amnistía del gobierno peronista para quienes hubieran entrado al país con identidades falsas, recuperó su nombre en 1950.
Antes de radicarse en la ciudad patagónica, elegida por muchos inmigrantes alemanes, trabajó como mozo en una de las cervecerías de la cadena Münich, y ya radicado en en el sur estuvo en los hoteles Catedral y el Bellavista, donde llegó a ser encargado. Allí fue reconocido por dos turistas como criminal de guerra, pero nada ocurrió.
Para fines de la década de los setenta, Priebke se destacó por el impulso que le dio al modesto colegio alemán que funcionaba en la ciudad, motorizando la educación bilingüe. En sus aulas no se hablaba del Holocausto y sus alumnos no concurrieron a ver la proyección de La lista de Schindler. A Priebke se lo veía habitualmente en ceremonias oficiales y actos escolares, donde entregaba los diplomas de egresados.
Cuando fue arrestado, muchos vecinos protestaron, alegando que don Erico llevaba “medio siglo de trabajo y honradez en nuestra comunidad” y hasta se presentó un petitorio de 300 firmas reclamando un perdón cristiano para él.
Según Priebke, Buch revela en su libro el odio hacia los alemanes y asegura que sacó cosas fuera de contexto.
Los tres minutos
En esa entrevista, dijo ser un oficial de la Wehrmacht, que en su juventud, como todos los jóvenes de entonces, se sintió atraído por el nazismo y por la prédica de Adolf Hitler, aunque admitió al final de la guerra que “todo fue un fracaso total” y que había empezado a tomar conciencia de la matanza de judíos sobre el epílogo del conflicto bélico.
En el mismo sentido, afirmó que era falsa la afirmación de que Bariloche era “un lugar de nazis”. Negó que la escuela alemana fuera nazi.
A continuación, los tres minutos finales, tal cual como fueron transcriptos por el autor:
“Nosotros teníamos un caso en Roma, pero nada con judíos, y …los comunistas había… o sea… una bomba, una bomba grande, y murieron enseguida treinta y dos, treinta y tres soldados, entonces había un acto de represalia, pero completamente legal en los anales de la guerra, pero entre otras cosas no… habían pedido a la gente que hizo el atentado de presentarse y naturalmente no se han presentado comunistas, y después de la guerra eran los héroes, ellos, con la culpa de que se morían trescientos tantos italianos, no, porque se fusilaba por cada soldado uno a diez. Hay una famosa película, Masacre en Roma, sobre esto. Pero todo el comando fue absuelto sobre esta cosa porque era un…
¿Usted fue juzgado por ese asunto?
No, yo no, no, no. El comandante nuestro (Herbert Kappler) estaba en esto, pero estaba completamente legal.
Dirigiéndose a dos alumnas, les pregunta: Chicas, ¿ustedes tienen una llave para entrar acá? La respuesta es inaudible. ¿No? Y acá no hay nadie… ¿Esto lo van a dejar? Pónganlo en la mesa.
Hasta luego.
Chau, hasta luego.
Reacciones
Buch enumera el cimbronazo que provocó su libro en la ciudad patagónica: alumnos y padres del colegio alemán intentaron organizar una marcha callejera, de la que desistieron “por contraproducente”; mientras el cónsul honorario alemán criticó a los periodistas, el de Italia, amigo de Priebke, se compadeció de su suerte y debió renunciar, y se acusó a las autoridades de la Asociación Germano Argentina que pretendían desconocer el oscuro pasado de su presidente. Es que, en realidad, siempre según Buch, todos sabían de su pasado en la SS y en la Gestapo. El Concejo Municipal aprobaría una declaración de repudio al nazismo y la solidaridad con las víctimas, aunque algunos concejales votaron en contra porque también había que solidarizarse con los soldados alemanes muertos en el atentado de vía Rasella. Y el cónsul alemán aludió a “factores externos a nuestra ciudad” los que pretendían sembrar la discordia y destruir una convivencia armónica.
Buch afirma que el caso Priebke “fue un golpe para el narcisismo de Bariloche, que siempre había vivido de la mezcla de su belleza natural patagónica con su estética urbana europea”, y que para los medios y en el imaginario colectivo no era más que “una cueva de nazis”.
La publicación del libro en 1991 enojó a Priebke y pensó en hacerle un juicio a su autor -”el primer mentiroso” lo mencionó así en sus memorias- del que desistiría porque, según él, habría que haberles pagado a abogados. Se sospechó que la realidad era que el alemán sabía que lo que el libro contaba era cierto.
Buch
Esteban Buch, que creció en Bariloche, es escritor y musicólogo, profesor en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, ciudad en la que reside desde 1991. Su papá Tomás –un alemán que escapó de la Alemania nazi- fue un reconocido científico e investigador en físico-química en el Centro Atómico Bariloche, directivo de Invap y autor de libros sobre tecnología y sociedad.
El motivo que llevó a Buch, que tiene familiares muertos en el Holocausto, a escribir el libro fue el de terminar con el pacto de silencio en torno a la presencia de nazis en Argentina.
En la edición de 1991 Buch analiza la vida y obra de Toon Maes, un artista belga que llegó a nuestro país a comienzos de la década de 1950, escapando de un oscuro pasado durante la Segunda Guerra. Ahora, en la primera parte de esta segunda edición, el autor reflexiona sobre su investigación y dialoga con el autor que era entonces.
Una primicia secreta
Para Buch, la primera edición encierra “una primicia secreta”, porque, si bien fue el primero que logró que Priebke confesara, trabajos posteriores sobre el mismo tema no le hacen honor. El documental Nazi Hunters presentó al libro como “una fuente pintoresca y misteriosa” pero no lo menciona al autor; tampoco el libro fue tomado en cuenta ni en el proceso judicial al nazi ni en los primeros estudios históricos sobre el caso, mientras que el periodista Uki Goñi –conocido por sus investigaciones sobre los nazis que se refugiaron en Argentina- solo se refiere a él como “un libro de gran éxito”. Buch remarca la omisión de la cadena ABC quienes se atribuyeron el éxito de haber encontrado a Priebke, así como la premura con la que el Centro Wiesenthal de Los Angeles y el propio Simón Wiesenthal reivindicaron el hallazgo.
El autor remarcó que “hoy me alegra simplemente haber hecho mi parte para que un nazi muera preso por sus crímenes. Y me alegra especialmente haberla hecho con una obra literaria. Es un pequeño testimonio del poder de la escritura para cambiar algo en el mundo real”.