La historia de los barcos abandonados que se convierten en arrecifes del parque subacuático de Mar del Plata

Ya hay cuatro embarcaciones en el agua frente a las costas de la ciudad turística. Funcionan como arrecifes artificiales. Cómo es el proceso para hallar el barco y limpiarlo para evitar la contaminación

Guardar
Las imágenes del mundo submarino en las costas de Mar del Plata

Miles de turistas se meten al mar en Varese o la Bristol. Los niños arman castillos de arena o sus padres juegan al tejo en la orilla. Otros pasean por el puerto o buscan precios de pulloveres en la avenida Juan B. Justo. Todas estas son escenas comunes del verano o los fines de semana largo en Mar del Plata. Los que muy pocos conocen que existe a menos de 30 kilómetros de la costa un parque subacuático de arrecifes artificiales que es usado para la práctica del buceo.

Carlos Brelles es nacido y criado en la Ciudad Feliz y es buzo desde hace más de 20 años. Forma parte del grupo Thalassa que se encarga de formar estos arrecifes artificiales. Para eso hunden barcos en desuso en las profundidades del océano a pocos kilómetros de la costa de Mar del Plata. Todo empezó con el buque Cristo Redentor que fue sumergido en 1981. “En aquella época, no había GPS. Las ubicaciones se confirmaban por triangulación -recuerda Brelles en diálogo con Infobae-. El barco de madera estuvo perdido por dos décadas. Hasta que lo volvimos a encontrar con nuestra Asociación Civil”.

La vida bajo el mar

Eso fue a comienzos de los años 2000. Brelles y otros buzos llegaron hasta una zona en la que todos los relatos contaban que se había hundido el Cristo Rey. Hicieron un barrido del fondo, hasta que el ancla de su lancha semirígida dio con algo. “Lo encontramos medio por casualidad. y ese momento festejamos como si fuera un gol de Messi en el Mundial de Qatar. Igual del barco no quedaba nada estaba todo tapado por vegetación marina”, relata el buzo de Mar del Plata.

Un caballito de mar en
Un caballito de mar en la zona de la escollera norte, en Mar del Plata

Desde ese momento, empezó el trabajo de Thalassa para crear este parque subacuático con otros barcos en desuso. A toda esa zona le pusieron Cristo Rey en honor a esa primera embarcación que dio origen a la idea. “Para bucear es necesario que haya flora y fauna marítima para mirar. Puede ser en arrecifes naturales o en otros creados por el hombre, como es este caso -explica Brelles-. Antes de que exista este lugar, íbamos a dos bancos que se habían formado con la continuación de rocas de lo que son los acantilados de la ciudad”.

Muy cerca del centro del ruido de los turistas y de los teatros de Mar del Plata, también hay vida bajo el mar. En la zona de la escollera norte, ahí donde termina Playa Grande contra las rocas se pueden ver a pocos metros de profundidad estrellas de mar e hipocampos. “Es una buena excursión para personas sin experiencia. Se puede hacer con muy poco conocimiento de buceo y se te abre todo el mundo submarino en pocos segundos”, cuenta Brelles.

Barcos para hundir, se buscan

En 2014, los buzos de Mar del Plata hallaron otro barco que podían hundir. En este caso era una embarcación de casi 100 metros de largo que había quedado varada en el puerto de la ciudad tras la caída de la Unión Soviética. El Kronomether era un enorme pesquero de la era comunista que había sido abandonado a su suerte en América del Sur.

Una cámara ubicada en uno
Una cámara ubicada en uno de los barcos mostró el momento del hundimiento

“Lo remolcamos y lo hundimos cerca del Cristo Rey. Así empezó a formarse el parque subacuático. Trabajamos en vinculación con la carrera de biología marina de la Universidad de Mar del Plata, que buscaban estudiar cómo se formaba la vida en estos ecosistemas”, cuenta Brelles.

“Los arrecifes artificiales ofrecen un sustrato estable donde numerosas especies se fijan resultando un aumento en la riqueza específica del área y un incremento en la productividad biológica. Inicialmente eran sumergidos persiguiendo el asentamiento y posterior cosecha de organismos de interés comercial como algas y moluscos. Sin embargo son también construidos para proteger ciertas zonas o incluso para promover la pesca deportiva”, explica el doctor Gabriel Genzano de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigador del Conicet.

Apenas se hunde el barco lo primero que aparece son los microorganismos, luego la vegetación que atrae a los cangrejos y a los peces. “En este primer caso, llegó el invierno y tardamos unos 8 meses en volver al fondo del mar. En esos momentos ya estaba todo el barco tapado de vegetación - cuenta Brelles-. Entonces, no pudimos definir cuando arranca el proceso. Es tan rico el océano en Mar del Plata que la vida se genera casi al instante”.

Antes de llegar al fondo del mar, el barco pasa por un proceso de limpieza para evitar la contaminación del océano. Se elimina todo rastro de hidrocarburos, cables y asbesto cancerígeno. También se confirma que no tenga deudas y que pueda flotar para llegar hasta el lugar en el que será hundido. “El objetivo es que sólo sea metal y funcione como un arrecife artificial y generar vida”, explica Brelles.

Carlos Brelles en una de
Carlos Brelles en una de sus incursiones en las profundidades del mar

En torno al Kronomether se generó todo un ecosistema marino. Tiene colonias hidroides que tapizan por completo sus restos, a los que se suman hermosas anémonas de mar y corales blandos, característicos de los fondos rocosos aledaños y que encontraron ahora un nuevo sustrato para desarrollarse. Pueden observarse además algunas esponjas, erizos y cangrejos y al menos 4 especies de peces abundantes (turcos, antenitas, meros y papamoscas).

A la mole soviética le siguió un pesquero tradicional de Mar del Plata. El Simbad había cumplido su vida útil y en el 2022, tras pasar por la limpieza, se convirtió en arrecife artificial del parque Cristo Rey. “Este barco tiene dos historias muy lindas. Por un lado, salvó a unos pescadores que habían naufragado cerca de la costa de la ciudad. Además, fue usado para una película de Enrique Carreras de 1979. Los drogadictos, era la historia de unos narcotraficantes que ingresaban las sustancias con la embarcación al puerto”, relata Brelles.

El Simbad, otro de los
El Simbad, otro de los buques que forman parte del parque subacuático Cristo Rey

En este caso trabajaron con un proyecto universitario llamado Bioda. Por eso ubicaron unas placas de aluminio para chequear cuando arranca la vida desde la instalación del arrecife artificial. “Y nos dimos cuenta que es casi al mismo instante que empiezan a aparecer los primeros microorganismos a colonizar el barco”, cuenta el buzo Todos los barcos hundidos tienen rejas, ya que está prohibida el buceo de penetración. “Por las condiciones del mar y de las corrientes es muy riesgoso hacer este tipo de actividad en Mar del Plata”, explica Brelles.

En tanto, durante julio de este año se realizó un nuevo hundimiento en el parque subacuático. Fue el turno del Sirius, otro barco que estaba abandonado en el puerto de Mar del Plata y había terminado su vida útil. La zona del parque Cristo Rey a decenas de metros de profundidad, sólo es apto para buzos profesionales. “No tenemos la calidad de aguas que tiene la Patagonia para la actividad, pero Mar del Plata puede ser un buen destino alternativo para venir a bucear. Muchos no creen la diversidad y riqueza de esta parte del océano”, se entusiasma Brelles.

Así, los gigantes de metal cumplen una nueva función en el mar. Esta vez no a flote. A metros de profundidad se convierten en hogar para la flora y fauna marina. Una variedad de algas, peces y crustáceos los usan para convivir. Los buzos, agradecidos de tener a su alcance el show del océano.

Guardar