En la nórdica ciudad costera de Bodø, en el extremo de Noruega, lugar estratégico de los grandes criaderos de salmón, el chubutense Ricardo Clarke (68) es noticia en un diario local, el Avisa Nordland porque su tienda de ropa masculina, Clarke’s duplicó las ventas desde su mudanza a un centro comercial de esa ciudad, el Shopping City Nord. Según el Textil Forum de Noruega, en 2022 “Clarke’s ocupó el puesto 14 como la tienda textil independiente más rentable de Noruega con un margen operativo del 19,2 %. En Noruega hay un total de casi 2.000 tiendas textiles independientes”, especifica el medio que llevó al comerciante a la portada, vestido con un moderno saco a cuadros azules acompañado de su joven socio Ådne Olaussen Torsvik (30). En la entrevista le preguntan al argentino cuál es el “secreto para que le vaya tan bien en una industria textil tan competitiva y con tiendas independientes que no aguantan la competencia y deben cerrar”. Y el empresario se remonta a su historia, su lugar de nacimiento para darles una respuesta: «Yo aprendí una filosofía muy importante cuando trabajaba en los negocios familiares en la ciudad de Trelew en Argentina y fue mi madre quien me dijo: ‘Enfócate siempre en el cliente, no pienses en la competencia’”, respondió en el artículo.
Clarke, que dejó la Argentina en su juventud, y no tuvo estudios universitarios y debe alguna materia del secundario, atribuye buena parte de sus logros al lugar y las personas con las que creció.”Yo nací en Puerto Madryn, en 1955, en ese entonces una ciudad muy pequeña, hoy quizás la más bonita de todas de la Costa Atlántica, en la Patagonia Argentina. Cuando tenía dos años y medio, mis padres se fueron a vivir a la ciudad de Trelew, donde crecí y me hice hombre. Yo le estoy tremendamente agradecido a mi ciudad, a Puerto Madryn, a todo el valle y a todo Chubut porque siempre digo que mi formación, la base de la persona que soy hoy, me la dio mi querido Chubut y la Argentina también”, sostiene.
Ricardo empezó a viajar antes de los 20 gracias a los ingresos por su trabajo en el bazar que tenía con su hermano. Recuerda que sus padres los habían apoyado económicamente para emprender y que les iba muy bien. Mientras sus amigos invertían en propiedades, él lo hacía en viajes. Primero fue a Brasil, después a Estados Unidos y empezó a escaparse de los inviernos patagónicos para broncearse en las playas de Palma de Mallorca, donde se le hizo costumbre. “Después de repetir muchos años, me hice de muchos amigos españoles. El verano de 1985 sucedió algo que cambió los planes de mi vida. Fue un romance de verano con una noruega, hoy mi mujer, con quienes estamos juntos desde hace 37 años”, explica.
Ese verano Merete y Ricardo coincidieron en sus vacaciones en la paradisíaca isla Balear. Como ella estudiaba en París, fue a visitarla cuatro días antes de regresar a la Argentina. En esos años el amor tenía que ser paciente, la única forma que tenían de comunicarse era por correspondencia, cartas escritas con puño y letra que tardaban en llegar. Se enviaron unas pocas cartas y se reencontraron al año siguiente en España, donde decidieron empezar una vida juntos. Ambos viajaron a sus casas y comunicaron la noticia a sus familias. Teniendo tantos amigos, para él fue simple encontrar trabajo en España, ingresó a Estée Lauder, empresa de cosmética y perfumería internacional. Ella regresó de Noruega con un trabajo en una empresa de turismo con sede en Palma de Mallorca. Así comenzó su nueva vida lejos de casa.
Pasados los treinta, el chubutense se encontró lejos de la Argentina y sus afectos, por amor. “Llegué a Noruega, un país totalmente distinto, de cultura diferente, de climas diferente. Le puse mucha fuerza, mucho empeño, porque yo dejé a mi familia, dejé mi tierra, dejé mis amigos de toda la vida, dejé un negocio funcionando con el que siempre nos iba muy bien. Y de repente, aparecí en Noruega en invierno, con frío pero con mucha fuerza”, cuenta el hombre que no hablaba una palabra de noruego y se comunicaba en inglés. “Ya era un hombre y me busqué la vida”, afirma.
Recién llegado al país escandinavo, tenía varios trabajos en simultáneo: en una empresa de limpieza, en un hotel, primero como lavacopas y después como camarero. Y más tarde, dejó el trabajo de limpieza por un empleo en una tienda elegante de ropa masculina. “Cambiaba las horas de trabajo por ropa. Siempre me gustó estar bien vestido. Mi debilidad es la ropa y el deporte. Un buen día empecé a trabajar de camarero en el restaurante más importante de la ciudad, muy informal, que era una pizzería que tenía el hotel”, recuerda.
Esos años en el hotel integrante de una famosa cadena pudo crecer, asistir a capacitaciones aunque el idioma noruego lo aprendió en la calle, de conversar con la gente. “Yo no tengo ningún tipo de educación. Cuando vivía en Trelew no terminé el secundario, pero siempre tuve ansiedad de aprender y los ojos bien abiertos. Viajé mucho. Terminé siendo en 2005 el director del departamento de comidas y bebidas del hotel”, agrega. Sin embargo, a pesar del logro, Merete le recordó que a los 19 trabajaba por su cuenta y que era una buena idea volver a intentarlo. Que su vecino odontólogo estaba dejando su local y que hablara con él. Escuchó a su esposa y habló con Ralph y le dijo “es para vos. Ponete algo, Ricardo, que no sea un restaurante”. Y decidió abrir una tienda de ropa.
Adaptado e integrado
El comerciante dice que se puede estar adaptado a un país, pero no siempre integrado. Y cree que su proceso de integración fue rápido y no porque estuviese casado con una noruega, sino por algo natural en él. El restaurante le dio posibilidades de organizar eventos a beneficio, como una Carrera de Niños para Niños, que le permitió recaudar, entre 1995 y 2005, uno 70 mil euros, que fueron entregando a organizaciones sociales. También donaron 10 mil euros a un proyecto de la Cruz Roja Internacional para dar sopa a chicos pobres rusos.
No es la primera vez que Clarke es noticia en los medios de comunicación en la remota metrópolis del norte de Noruega, como es promocionada Bodø, capital de la provincia de Norland. Además de las apariciones por los logros al frente de su negocio, se lo menciona por sus acciones solidarias y por sus funciones como Juez Lego, que tiene autoridad para resolver sin ser abogado y sin formación jurídica, quien junto al Juez letrado dicta resoluciones o sentencias. “Hace 20 años fui elegido juez Lego, que es un honor. Yo estoy sentado en el juzgado de la provincia. Esto es un honor. Una honra, porque solamente los ciudadanos de bien, de conducta intachable son elegidos. El Concejo Deliberante envía a la policía el nombre de los ciudadanos, independientemente de la actividad. La policía aprueba o no y los manda al Poder Judicial y éste lo aprueba o no y lo manda de vuelta al Concejo Deliberante”, precisa.
Además de esa actividad, en octubre de 2023 fue seleccionado como Concejal en Bodø, ciudad que este año fue elegida Capital Cultural de Europa. “Fueron tres ciudades que se habían postulado y la elección fue de nuestra ciudad. Así que estamos en un año con muchos acontecimientos culturales y deportivos y mucha afluencia de público. Esta semana tuvimos una congregación de 5000 jóvenes llegado de toda Europa que hacen gimnasia. Estamos muy contentos. Hemos tenido un verano fantástico y se han llevado una impresión muy linda de mi ciudad”, explica el socio de Clarke’s sobre esta ciudad famosa por exportar todo el salmón de criaderos, que se encuentran allí.
Este año la propia Reina Sonja promocionó la ciudad, simulando ser una esquiadora de competición. “Para nosotros aquí en Noruega nos pareció muy normal que nuestra Reina Sonja se preste a este tipo de promoción para su país. La familia real noruega es totalmente diferente al resto de Europa. Son sencillos, austeros y cercanos a su gente. El Rey Olav, padre del actual Rey Harald, usaba tranvías para moverse por Oslo cuando era una ciudad más pequeña a la actual”, cuenta.
Si hoy es una persona feliz se lo atribuye a su familia. “No tengo palabras para explicarlo. Yo creo que estos sentimientos se fortalecen cuando vivís tan lejos de tu tierra natal”, dice el hombre que tuvo dos hijos con Merete: a Ferdinand (26) y a Alannah (30) que lo convirtió en abuelo de Theodor de 3 años y de Oliver de 9 meses.
Dice que no extraña la Argentina pero le gustaría tener una varita mágica para varias cosas: “aparecer de repente en «mi» Chubut para hacer una caminata con “mis amigos del alma” y filosofar sobre nuestras vidas. Sentarme a la mesa del café “para arreglar el mundo” y por supuesto, el infaltable asadito en casa de mi hermano Edgard”, concluye.