En una charla honesta en Realidades, Ariana Villarreal cuenta en primera persona cómo el suicidio de su hermano impactó en su vida y en la de su familia. La falta de diálogo y la desinformación en general profundizaron su dolor y la llevaron a padecer una severa depresión.
Luego de cinco años, logró superar la experiencia traumática de lo ocurrido con su hermano y se recibió de Licenciada en Acompañamiento Terapéutico para ayudar a los demás. Se autodefine como “una superviviente hablando de suicidio y salud mental responsablemente” y asegura que lo más difícil en el proceso del duelo fue que nadie, incluyendo a los médicos, le explicaron cómo continuar: “Nadie te dice que vas a sentir culpa, que vas a sentir bronca, negación, solo te dan una pastillita y te mandan a tu casa”.
Sobre los mitos del suicidio, asegura que el más importante a derribar es el “no hablar del tema; no incita al suicidio, todo lo contrario: previene”.
Además, dio cifras escalofriantes: “Cada dos horas y media se suicida una persona en nuestro país, son 3955 personas al año que mueren por suicidio en Argentina”, advierte con preocupación.
Una charla sin eufemismos que describe la necesidad imperiosa de priorizar a la salud mental. Del suicidio sí se habla.
—¿Cómo impactó la muerte de tu hermano en vos y en tú familia?
—La muerte por suicidio es un hecho muy abrupto, es traumático y es inesperado, a partir de eso, todo lo que pasa es muy doloroso porque en nuestra familia no se habló del suicidio de mi hermano. Por ejemplo, vos hacés el duelo de manera interna y vas tratando de procesar todo lo que te va pasando, pero de manera individual, porque el suicidio tiene un componente, primero, de culpa y después el tema social, porque no se habla del tema. Cuánto menos se habla del tema menos vas a contar qué fue lo que te pasó y menos vas a poder hacer un duelo sano con todo lo que eso implica.
—¿Te acordás del día que Mati murió? ¿Cómo fue? ¿Cómo te enteraste?
—Sucede que Mati había tenido un primer intento de suicidio unos seis meses antes y estuvo internado dos meses en una clínica psiquiátrica. Después de ese tiempo, él parecía estar bien; continuó con su tratamiento psicológico y psiquiátrico. Sin embargo, el día de su cumpleaños, yo me levanté y lo saludé por WhatsApp, como se saluda a un hermano cuando cumple años. Lo felicité y le dije un montón de cosas hermosas. Él me respondió: “Gracias, estoy cansado”.
Ese día, Mati estaba yendo a su trabajo, ya que había empezado hacía dos días, y yo también iba camino al mío. Fue un proceso muy rápido, de media hora, veinte minutos, durante los cuales Mati dejó de responderme los mensajes. El último mensaje que nos mandó al grupo con mi hermana fue: “Gracias por ser mis hermanas, las amo”. Supe que algo no estaba bien. En ese lapso de media hora, veinte minutos, me llamaron del hospital Fernández para decirme que mi hermano había tenido un accidente y que tenía que ir para allá.
Yo le decía a la persona del otro lado: “Por favor, decime que mi hermano está vivo”, pero no me podían decir nada. Corrí hacia el hospital, al mismo tiempo que mi papá y mi hermana también lo hicieron, y cuando llegué, nadie tuvo que decirme nada. Mi hermano había muerto por suicidio. No fue necesario que me lo dijeran porque ya había una historia detrás, y al ver a mi papá y a mi hermana en el estado en que estaban, supe lo que había pasado.
— Llegaste al hospital y… ¿cómo te lo comunicaron los médicos? y ¿cómo se sigue después de esa noticia?
— No me dijeron nada. Yo siempre lo cuento: me dieron una pastilla y después me fui a mi casa y empezamos a organizar el velatorio y demás. Nadie me dijo específicamente “esto fue un suicidio, te va a pasar esto, el duelo por suicidio es de esta manera”, me dieron una pastilla y me mandaron a mi casa, eso fue todo.
En el medio del proceso me descompuse, estuve muy mal, mi papá también, fue todo una situación muy confusa, mucho dolor, mucha angustia.
—Y después de eso ¿cómo se sigue?
— En ese momento no se siguió, mi vida se puso en pausa, yo estuve los siguientes dos años muy mal, estuve en una depresión muy profunda, bajé como 15 kilos, no comía, no dormía, si dormía tenía pesadillas todas las noches. Yo me tragaba el dolor porque no había con quién hablarlo, porque al no poder hablar sobre suicidio a nivel social, menos hace 9 años atrás, a quién le decía “¿qué hago con esto que me está pasando?, perdí a mi hermano ¿cómo se sigue con esto?” Nadie me explicó nada, estaba sola. Fui tragando, fui metiendo hacia adentro todo lo que me pasaba.
— ¿Con la familia tampoco se hablaba?
— No, no se habló. Mi papá hizo su duelo de manera individual, mi hermana también, yo el mío, sus amigos, su entorno, pero a nivel colectivo no se habló del tema, “no se habla de eso porque es peligroso”.
— ¿Por qué creés que no se hablaba del tema? y ¿qué sería lo peligroso?
— Es que no es peligroso, es dolor y falta información. Lo que pasa es que a lo largo de nuestra vida, te habrá pasado, a mí me pasó, en el colegio, a mí nadie me enseñó de salud mental, yo no tuve una materia en la que se hablara de salud mental, a mí nadie me explicó cuando éramos chiquitos o adolescentes qué es el suicidio, qué es la ansiedad, qué es la depresión, nadie me explicó nada, entonces si vos no tenés una sociedad a la que le expliques qué es el suicidio, cuáles son los factores de riesgo, la información de la cantidad de suicidios que hay en el país. Si no le explicás a la sociedad que se puede hablar del tema, que no es mala palabra, que no incita al suicidio, todo lo contrario: previene. Si vos no lo hacés, qué hace la sociedad si vos no tenés información, juzga o lo inventa y ahí van surgiendo los mitos, los tabúes y toda la desinformación que hay al respecto.
—Contaste que tu hermano tuvo un primer intento de suicidio, y finalmente murió por uno. Desde tu experiencia, ¿cómo definís al suicidio?
— El suicidio técnicamente es el acto que comete una persona que decide dejar de vivir. Yo le agrego que es decidir dejar de vivir con dolor, porque la persona tiene un dolor adentro, un sufrimiento tan grande, es tan enorme que no podemos dimensionarlo y deciden ponerle fin a su vida para poder arrancárselo del cuerpo. Las personas que a mí me escriben y me hablan me dicen: “Ari, yo no me quiero morir, quiero dejar de sufrir”. Esa frase es recurrente entre las personas que me escriben y que tuvieron pensamientos suicidas.
“El suicidio es multicausal, no hay una única causa, no es un acto impulsivo”.
— ¿Cómo siguió tu vida desde el primer intento de suicidio de Matías?
— Desde el primer intento de suicidio de Mati hasta el suicidio concreto, Mati estuvo internado dos meses y cuando salió yo estaba todo el tiempo pendiente de él, le mandaba un mensaje y si no me contestaba yo ya estaba preocupada. Pero tampoco pude hablar del tema con él, yo sabía que no se podía hablar del tema, entonces era una cuestión que estaba latente pero no se hablaba, entonces intentaba acompañar desde otro lugar.
Hace 9 años atrás estaba esto de que hablar del suicidio incita a hacerlo, entonces yo no sabía que se podía hablar del tema, ahora yo sé que se puede hablar y que hablando prevenís, porque así ayudás a poner en palabras lo que les está pasando, pero eso lo sé ahora, tuvo que morirse mi hermano para poder yo después estudiar, aprender, interiorizarme en el tema y hacer lo que hago para poder entender que sí se puede hablar del tema.
Los profesionales con los que él estuvo en la clínica internado, nunca me vinieron a decir: “Mirá que podés hablar con él de lo que le pasa, acompáñenlo desde este lugar”, entonces, si no te dicen nada ¿qué hacés? Te dedicás a estar, pero desde otro lugar, no lo ayudás de manera puntual con lo que a él le está pasando.
—Tuviste depresión durante dos años, ¿cómo lograste recuperarte y cómo nació la cuenta de Instagram en donde acompañás a muchas personas a transitar el mismo dolor que vos transitaste?
— Bueno, yo estuve estos dos años con depresión, con pesadillas todos los días, no quería comer, no podía acostarme a dormir porque si me dormía era soñar pesadillas todo el tiempo, la culpa me estaba matando, y era muy doloroso por no poder hablar con nadie lo que a mí me estaba pasando, no tener un acompañamiento de algún profesional. Un día que toqué fondo y llorando le pedí a él que por favor me saque de esa situación, no podía seguir de la manera en la que estaba, me estaba destruyendo. Pedí ayuda a un psicólogo y a un psiquiatra, dicho sea de paso: dos meses tardaron en darme el turno para empezar. Cuando empecé con un psiquiatra y con un psicólogo, ahí comencé a procesar el duelo. También empecé a estudiar, primero me recibí de técnica en acompañamiento terapéutico, después hice la licenciatura y me fui especializando en el tema y en el proceso.
Lo que a mí me pasó fue que leí la historia de una mamá que perdió a su hija por suicidio, que se llama Jess, y empezó a escribir de lo que le estaba pasando con respecto a su duelo, como mamá; entonces yo dije: yo quiero hacer lo mismo pero desde mi lugar de hermana, que no es el mismo que el de una mamá, y ahí es dónde tímidamente abrí mi cuenta, porque no sabía cómo empezar a hablar, pero sí sabía que necesitaba hacerlo. Nunca me imaginé que iba a tener la repercusión que tiene y todo lo que está ayudando a que la gente pueda hablar del tema.
— En este proceso de aprendizaje, de estudio, de preparación, ¿qué aprendiste y qué, hoy a la distancia, decís “esto tendría que haber sabido cuando pasó lo de Mati”? ¿Qué es lo que hay que saber y hacer?
— Que se puede hablar del tema, que es necesario, que cuando vos hablás de suicidio generás un espacio seguro para que los demás, que lo están contemplando, puedan poner en palabras su dolor. Si vos no hablás del tema, lo mantenés oculto, generás mitos, estigmas y hay desinformación, y el que está pensando en morirse ¿con quién lo habla? ¿a quién le dice “me está pasando esto” si no hay una sociedad que lo escuche, que no lo juzgue, que no minimice su dolor? Por lo general, está esto de “no, pero si tenés esto, tenés lo otro”, la gente va mucho a fijarse a lo que se tiene y no lo que te está pasando, pero principalmente es eso: que se puede hablar del tema.
— ¿Cuál es el mayor mito?
— El de que hablar de suicidio incita a hacerlo, y es todo lo contrario; antes se creía que si vos hablabas iba a haber una repitencia, iba a haber gente que iba a suicidarse de manera colectiva, pero es todo lo contrario.
— Cuando llegaste al hospital Fernández, por ejemplo, ¿qué te tendrían que haber dicho los médicos? ¿cómo sería el accionar correcto ante una situación así?
— Yo creo que lo primero que hay que hacer es explicarle a la familia qué es un suicidio, que te digan que el suicidio es multicausal, que no hay una única causa, porque si a vos te explican que la persona que se quita la vida tiene un historial atrás, no es porque se peleó con tal, fue y se suicidó, no es un acto impulsivo. Si a vos te explican lo que es el suicidio vas a poder entenderlo desde otro lugar; que te hablen y te digan lo que te va a pasar, que te digan: mirá, vas a sentir culpa, vas a sentir enojo, vas a sentir bronca, te vas a enojar con la persona, te vas a enojar con vos mismo, vas a buscar culpables.
“Cuando vos hablás de suicidio generás un espacio seguro para que los demás, que lo están contemplando, puedan poner en palabras su dolor”.
— ¿Cómo ves hoy a las instituciones médicas, a las prepagas, a los centros médicos, accionar sobre este tema?
— La gente que me escribe me dice que te dan turnos de acá a seis meses. Y si yo voy a una guardia con un infarto a mí me atienden enseguida, pero si yo voy a una guardia y digo que tengo pensamientos suicidas probablemente me den una pastilla y me manden a mi casa. Entonces, eso hay que cambiarlo, tiene que ser una urgencia, no tiene que ser “te doy un turno para psiquiatría de acá a seis meses”. ¿Cómo esperás seis meses cuando estás atravesando una situación así? Yo creo que también están desbordados por todo lo que está pasando, pero falta mucho más ahí por lograr.
— Hablaste de culpa. ¿Cuál fue la mayor culpa que sentiste y cuándo te sacaste la mochila de la culpa?
— Lo que pasa es que la culpa que vos sentís es por vos, por lo que vos creés que no ayudaste lo suficiente a esa persona y también la culpa que te impone o te asigna la sociedad. Desde tu lugar sabés las cosas que viviste, en mi caso con mi hermano, entonces pensás que no lo ayudaste lo suficiente en tal o cual cosa, que podrías haber estado más atento, que podrías haber hecho “x” cosa, y empezás a culparte vos. Ahí entra en juego la culpa social, porque la misma sociedad te hace sentir: ¿dónde estaba la familia? ¿por qué lo dejaron solo si tuvo un intento de suicidio? ¿cómo lo van a dejar solo? ¿y cómo no van a estar 24/7 con esa persona?
— Después de la muerte de Mati, ¿cómo te enfrentaste al trabajo, a la sociedad?
— En el momento, apenas pasó, era mentir, llegué a decir que mi hermano había tenido un accidente para no tener que decir que mi hermano había muerto por suicidio, porque tenía miedo al juzgamiento social, pero después fue un proceso largo, que no fue lineal, donde pedí ayuda, empecé un tratamiento terapéutico, empecé a estudiar, abrí la cuenta y ahí es dónde empecé a sanar un montón de cosas pero, es mi caso en particular, fue un proceso muy largo.
— ¿Qué recibías de la sociedad? ¿Qué se recibe del otro lado?
— En la cuenta, los que a mí me escriben mucho o casi todos los días, son personas que perdieron seres queridos, que me dicen que les pasó exactamente lo mismo que a mí, o que están atravesando intentos de suicidio y lo que se percibe del otro lado es que recién ahora se está hablando de esto, pero que falta aún más para abordar al tema. No se habla colectivamente de suicidios, solamente se toca el tema cuando lamentablemente se suicida una persona famosa. Falta un montón de información al respecto. Y, por lo general, a los que nos pasó somos los que nos involucramos y hacemos esta red de ayuda.
“El suicidio es sufrimiento, todo lo demás son prejuicios.”
— ¿Es verdad esto de que “hasta que no te pase a vos, no te involucrás”?
— Y puede ser. A mí me pasó que si no hubiese pasado lo de Mati, probablemente no lo hubiese hecho, no lo sé.
— Y en esta preparación, en este estudio, ¿qué número hoy nos tendría que alertar o tendríamos que tener en cuenta?
— Es importante saber que, en Argentina, se suicida una persona cada dos horas y media. Son entre 10 y 11 personas por día, es decir, 3955 personas al año mueren por suicidio en Argentina. Este número es de 2022; todavía faltan los datos de 2023.
Una cosa que también nos impacta es que el 80% de los suicidios son varones. Desde los últimos seis años hasta ahora, en América Latina, el 80% de los suicidios son varones. Además, el 50% de los suicidios en nuestro país son de personas entre 15 y 34 años, es decir, personas muy jóvenes.
— ¿A qué atribuís el alto número de varones, conociendo el contexto?
— Porque socialmente hablando el varón no puede mostrarse vulnerable, está mal visto que el varón llore, está mal visto que el varón exprese sus emociones o por lo menos lo estaba hasta hace un tiempo atrás. El varón se traga mucho lo que le pasa y ahí es donde se perjudica, porque si vos sos varón tenés que ser fuerte, tenés que ser el sostén de familia, tenés una responsabilidad muy grande y esa carga que ellos tienen hace que no puedan pedir ayuda, porque si sos varón y pedís ayuda está mal visto.
— ¿En qué momento sentiste que te reconstruías, que volvías a estar entera?
— Creo que fue cuando abrí la cuenta, porque cuando hice la primera publicación y conté quién era y qué era lo que yo hacía, recibí tanto amor y tanto entendimiento que me hizo sentir que no estaba sola en lo que me estaba pasando. El hablar de lo que me había pasado y sentir que había gente que se identificaba con lo que a mí me había pasado, fue cuando dije “entonces esto ayuda”. Es ahí donde empecé a sanar, estaba transformando tanto dolor, tantos años de dolor en ayuda.
— Estar en contacto con gente que está en pleno dolor, calculo implica mucha responsabilidad, ¿cómo hacés?
— Yo lo que trato de hacer es escuchar, orientar, sostener e indicarles que yo no soy la profesional que los puede ayudar, pero los oriento y les pregunto de dónde son, a dónde pueden llamar, trato de decirles que pidan ayuda, que hablen con algún amigo, algún familiar, yo lo que hago es de puente, y los oriento a los números de atención que hay en nuestro país o si ellos tienen Obra Social les indico cómo hacer. Trato de escuchar, contener y orientar.
— ¿Qué es lo más difícil o lo que más te costó afrontar a vos o a tu familia después de la muerte de Mati?
— Y toda la parte judicial es tremenda, no sé si sabés, pero cuando alguien muere por suicidio se abre una causa penal, ¿por qué? Porque tienen que confirmar que haya sido suicidio y no haya sido un accidente o un homicidio, y hay un manoseo de la parte judicial que es tremenda, porque tenés que hacer un montón de trámites y vos no podés disponer del cuerpo de tu ser querido. Por ejemplo, tenés que dejarlo cinco años por las dudas, hasta que la justicia disponga cerrar la causa penal.
— Durante estos cinco años, ¿el cuerpo dónde queda?
—En el cementerio, o sea, si vos instantáneamente, cuando ocurre la muerte, querés cremarlo, o sea la voluntad de la persona no la podés cumplir, porque tenés que cumplir la voluntad judicial, policial o judicial.
“En Argentina, se suicidan entre 10 y 11 personas por día”.
— ¿Además de lo judicial, hay otra cosa que te haya sorprendido?
— Sí, la creencia que hay de que quien se suicida se va al infierno porque su alma queda en pena sin trascender. ¿De dónde sacaste esa información? Si nadie sabe qué hay después de la muerte, ¿por qué decís eso e instalás en la sociedad que el que se suicida se va al infierno o que el que se suicida queda su alma en pena sin trascender? Es muy doloroso, porque vos no querés eso para tu ser querido, vos querés que descanse en paz.
— ¿Cómo ves a la sociedad hoy? ¿Está preparada o le falta información todavía?
— Le cuesta, pero sí está preparada, porque hay cada vez más casos, hay cada vez más personas que están atravesando algún problema de salud mental, entonces saben que se necesita hablar de esto, y también por miedo a que les pase algo a sus seres queridos, entonces se está hablando más del tema. Yo creo que me “amigué” con lo social desde que empecé a hacer lo de la cuenta y me empezó a escribir tanta gente, y también siento que ayudé a cambiar la forma en que algunas personas tenían de ver al suicidio.
— ¿Qué formas tenían de ver al suicidio y que no eran correctas?
— Eso de juzgar a la persona.
— ¿Por ejemplo?
— Se dice y se cree que el que se suicida es un egoísta, es un valiente, es una mala persona o es un cobarde, y eso no es así, el suicidio es sufrimiento, el suicidio es dolor, todo lo demás que uno pueda llegar a decir es juzgar, eso está mal.
— Hace 9 años pasó lo de Mati, ¿cómo está hoy la familia?
— Está mucho mejor, el tema fue depurando de a poco, ahora que yo abrí esta cuenta, al principio ellos no entendían lo que yo quería hacer, ellos me decían “pero estás todo el tiempo hablando del tema”, “ya está”, como si quisieran que terminara el asunto ahí y yo decía “no, a mí hablar me hace bien y encima estoy ayudando a otras personas”, y a medida que la cuenta fue creciendo ellos se dieron cuenta de hacia dónde iba. Hoy en día mi hermana me felicita, me agradece, ella no me sigue porque no puede ver publicaciones sobre Mati, porque no lo puede procesar de la misma manera que yo. Mientras que mi papá, de hace un tiempo hasta acá, sí se involucra, sí escribe cosas, sí le cuenta a la gente aleatoriamente “mi hija está haciendo tal cosa” y él está pudiendo hablar de su dolor, años después, pero lo está pudiendo hacer y eso es maravilloso.
— ¿Qué mensaje te gustaría dejarle a la gente que está pasando o que pasó lo que pasaste vos?
— Para las personas que perdieron un ser querido por suicidio, que sepan que no fue su culpa, que no se machaquen la cabeza pensando, y pensando, y pensando, y pensando y buscando culpables y tratando de encontrar una razón porque la verdad última se la lleva la persona. Vos nunca vas a terminar de saber qué le pasó. Lo que sí sabemos y sí tenemos certeza es que el suicidio es sufrimiento y vaya a saber uno desde cuánto tiempo hace que venía arrastrando ese suicidio y ese dolor, esa angustia que tenía en su cuerpo, como para ponerle fin a su vida.
Mirá la entrevista completa:
En el Centro de Asistencia al Suicida de Buenos Aires atienden a cualquier persona en crisis en las líneas gratuitas #135 desde el celular en Buenos Aires y GBA o al (54-11) 5275-1135 desde todo el país (o 0800 345 1435).
Línea telefónica nacional y gratuita para la orientación y apoyo en la urgencia de salud mental: 0800 999 0091. Atiende las 24hs los 365 días del año, gratis y para todo el país.
Línea de información y orientación sobre salud mental sólo para CABA: Salud Mental BA: 0800 333 1665 las 24hs.
Por último, la cuenta de Instagram para poder comunicarte con Ariana Villareal es @un_puntoycoma.
* Realidades es un programa de entrevistas que intenta visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza y prejuicios, contadas por sus propios protagonistas. Escribimos y contamos tu historia a: realidades@infobae.com