Tuvo un accidente que casi le cuesta una pierna, volvió a caminar y clasificó al mundial de Crossfit

A Giuliana Flores la chocó una camioneta mientras iba en su moto. Contra todos los pronósticos, se recuperó y reinició los entrenamientos en esa disciplina. Se convirtió en la primera argentina en lograr ese reconocimiento

Giuliana Flores es la única argentina clasificada en su categoría para el mundial de Crossfit

En 2018, Giuliana Flores tuvo un accidente mientras conducía su moto: fue atropellada por una camioneta y sufrió una fractura expuesta de tibia y peroné. Contra todos los pronósticos, se recuperó y demostrándose a sí misma de qué estaba hecha, volvió a entrenar en Crossfit, una disciplina en la que venía preparándose antes de padecer el accidente.

Sin proponérselo, se convirtió en la única argentina en llegar a la instancia clasificatoria en la categoría “crossfit adaptado” y en la única mujer a nivel mundial en clasificar para esa competencia en dos oportunidades.

Conmovida, en diálogo con Infobae recuerda el día en que los médicos le dijeron que debido a la infección que se le había producido en una pierna existía la posibilidad de perderla. Asimismo, rememora el momento en el cual encontraron la manera de salvar la extremidad, aunque le advirtieron que no podría volver a caminar con normalidad y que, prácticamente, se olvidara de poder volver a entrar a un gimnasio. Pero, fue contra todos esos pronósticos y, a pura garra y corazón, llegó a la cima del Crossfit en Argentina.

Giuliana en pleno entrenamiento

La historia 

La tarde del 21 de noviembre 2018, Giuliana salía en su moto para hacer un recorrido más que conocido: dejar a su hijo en el colegio y seguir camino a su trabajo. Ese día, su madre iba a llevar al niño y al sobrino de la atleta en colectivo porque debía atender unos asuntos personales. Pero para que la mujer mayor no tuviera inconvenientes, le avisó que se encargaría del viaje de su niño. Pero, antes de poner el motor en marcha, su sobrino, le pidió permiso para sumarse al viaje. No era lejos, y en plena primavera, las calles de Mar del Plata, suelen ser tranquilas. Así que, luego de ponerle el casco y pedirle que se sujetasen bien, emprendió la marcha lenta.

Sin embargo, una camioneta (que también iba lento) dobló en una esquina e impactó en el medio del rodado, sobre el lado izquierdo de la mujer. A los niños no les pasó nada, pero Giuliana sufrió consecuencias: su pierna quedó atrapada entre las chapas duras del vehículo y la moto.

“El señor que manejaba no me vio porque algo le tapaba la visión, por eso iba lento; pero el impacto fue suficiente para fracturarme la pierna y mi pie quedó atrapado. Recibí ayuda enseguida, de mucha gente. Me trasladaron al hospital regional”, inicia el recuerdo del día en que su vida comenzó a cambiar.

Así entrena Giuliana Flores

Tuvo una fractura expuesta de tibia y peroné, y quebradura de cadera. “Prácticamente, mi pierna quedó desarmada y mi pie era como un flan... ¡No podía controlarlo! En el Hospital Regional me pusieron tutores en la pierna y después me derivaron a la Clínica de Fracturas, porque como sucedió cuando estaba camino a mi trabajo, quedé por ART. Ahí supe que también tenía la cadera quebrada”.

Ese mismo día, comenzó en su vida la etapa de entradas y salidas al quirófano, donde le limpiaban la zona herida. “Tenía mucha infección. La primera semana me llevaban día por medio porque, aunque me limpiaban y sacaban todo lo que estaba infectado, el foco infeccioso seguía ahí. Y los médicos me explicaban que cada vez sacaban más y más, pero no pasaba nada bueno... La pierna ya estaba en riesgo”, revive las consecuencias que tuvo el contacto con el metal de los vehículos, con el asfalto y la suciedad habitual de una calle, que le ocasionaron la infección que lo complicó todo.

Le dijeron a mi familia que a causa de la infección que no se detenía, tendrían que amputarme una pierna para salvarme. Yo no lo supe sino hasta el día siguiente. Esa noticia me generó algo muy raro porque pese a todo no sentí miedo: como el médico decía que ‘quizás habría que...’, eso fue motivo para que yo creyera que no lo harían... Era una posibilidad, pero no la única opción”, cuenta lo que incidió en ella el uso del verbo en potencial por parte del especialista.

Volver a caminar le llevó un año. Le dijeron que no podría volver a entrenar

Nunca perdió las esperanzas. “Creo que tuve suerte con el médico cardiovascular, que fue quien puso la última ficha en el intento por salvar mi pierna con un tratamiento en la cámara hiperbárica, donde lograron cortar esa tremenda infección, dar con la medicación adecuada y empezar con las cirugías. La primera fue en la cadera, donde me pusieron dos tornillos y una placa de titanio; la segunda, un injerto de piel. En la reconstrucción de mi pierna, me colocaron tres tutores externos”, detalla.

Con la pierna a salvo, le restaba un largo tiempo para recuperarse y pese que no estaba claro cuánto sería, ella sabía que lo afrontaría y muy bien. “Costó bastante. Me manejaba en silla de ruedas, pero poco a poco comencé a pisar; luego a caminar... Y cuando puede empezar a moverme un poco más, despacito empecé a tomar clases de Zumba”. La única secuela que quedó es el uso de una plantilla con un taco de tres centímetros que la ayuda a pisar bien.

“Los tutores me lo sacaron al año siguiente, el 30 de enero de 2019. Luego, me colocaron una valva ortopédica, que hizo de yeso”, cuenta. Hasta el 9 de agosto de ese año, le practicaron biopsias, controles de todo tipo y más tarde, la trasladaron a la ciudad de Buenos Aires para realizarle una artrodesis de tobillo o fijación de la articulación.

“No imaginé que iba a poder competir en el mundial de Crossfit", confía

“Perdí la masa muscular de todo el gemelo, pero mi discapacidad sería hoy el tobillo fijo y esa plantilla que van dentro de las zapatillas. Pero, fue un año tremendo: doce meses sin poder caminar, cuando pude pisar, empecé con las muletas, pero ya andaba por todos lados. Al año y medio, más o menos, ya estaba de vuelta moviéndome en casa. Hacía Zumba y otras actividades tranquilas, como para ir apoyando la pierna, ganar fuerza y confianza. Después, de a poquito, empecé agarrando bidones agua para meter peso; hasta que volví al gimnasio. Ahí fue arrancar prácticamente de cero”, dice consternada.

Fueron tantas las ganas de entrenar que sintió que estaba dando más que antes. “No imaginé que iba a llegar a tener un nivel para competir a nivel de un mundial de Crossfit. Esta vez clasifiqué como tercera en el mundo, en la tabla general”, dice, Giuliana, que espera poder avanzar con los trámites para viajar a la competencia, que se realizará en Estados Unidos.

“Para mi es una locura pensar que soy la tercera en todo el mundo... Entreno, doy clases en el mismo gimnasio (soy profe de CrossFit) y también soy mamá. Mi hijo, hoy tiene 10 años y le encanta que entrene. Es más, si me ve mucho en casa me pregunta: ‘Mami, ¿hoy no entrenás?’. ¡Es un sol! Cuando yo estaba en recuperación, me vendaba, me curaba, me ayudaba en todo lo que él podía. Estaba siempre al lado mío. Lo bueno es que, pese a todo, nunca me vio tirada en la cama, ni me vio deprimida. Yo no quería que él me viera mal porque estaba muy acostumbrado a verme bien. Siempre íbamos a jugar a la plaza, a cualquier lado. Estaba todo el tiempo activa, entonces traté de mantenerlo activo a él. ¡Con muletas y todo, pero íbamos a la plaza!”, revive emocionada.

El pequeño está orgulloso de su madre y no titubea en decírselo. “Siempre dice que tiene una mamá fuerte y que cuando sea grande va a entrenar conmigo. Nada me da más orgullo”, finaliza.