En una charla honesta en Realidades, la comunicadora social cuenta cómo la enfermedad de su madre impactó profundamente su vida: “A mis 13 años, mi madre tuvo cáncer, una palabra que nunca había oído nombrar. Pasar por una enfermedad como esa a una edad tan temprana te hace pensar diferente”, recuerda conmovida.
Habló sobre sus inicios en el mundo de las ONG y sus primeros pasos en los medios. Además, Paula recordó cómo su primer especial sobre COAS fue nominado a un Martín Fierro, hecho que consolidó su decisión de dedicarse para siempre a mostrar la realidad social.
Le preocupa la situación de los niños en Argentina, especialmente en regiones como el Chaco Salteño: “Que en nuestro país se siga diciendo que se puede llegar a cubrir el alimento para 400 millones de personas debería darnos vergüenza”, asegura.
Sobre la importancia de las noticias solidarias en los medios, asegura que no sintió destrato, pero sí poca prioridad y recuerda una anécdota que lo confirma.
Para Paula, la solidaridad es mucho más que una ayuda económica; es un hábito. “Es el don que tenemos, la obligación de donar”.
— ¿Quién es Paula Torres?
— Soy una persona absolutamente común que me dedico hace muchísimos años, más de 25 años, a comunicar noticias solidarias, esas noticias que no salen en otros lugares, y darles un espacio especial y destacado.
— ¿Qué es la solidaridad?
— La solidaridad es eso de ponerte en el lugar del otro, también se mezcla un poquito con la empatía, pero la solidaridad es eso de ponerte en acción a partir de lo que necesita el otro, y la otra persona es la receptora de esa solidaridad. Puede ser que la asociamos siempre con el recurso económico, con la plata que obviamente se necesita, pero ser solidario es mucho más que eso: es poder dar un consejo, poder escuchar, poder decirle “te dono mi tiempo”. El valor del tiempo no está calculado ni contemplado en la solidaridad, está esa asociación directa con la plata y el recurso económico que es una parte, pero después es una actitud en la vida, es un hábito, es un entrenamiento, como hay personas que se entrenan en el deporte, que se entrenan en el arte, el ser solidario empieza a ser un hábito en tu vida una vez que lo descubrís y es un camino de ida sin retorno; una vez que lo tomás no hay vuelta atrás.
—Ser solidario ¿se nace o se hace?
— Se hace. Se hace solidario. Podés tener la inquietud y esa semillita solidaria, pero una vez que empezás a descubrir realidades diferentes en las que te podés involucrar, te despierta la solidaridad.
—Paula, ¿cuándo nació en vos la solidaridad? ¿Cuándo dijiste “esto me interpela”?
— Cuando mamá se enfermó yo tenía 13 años en ese momento, hace muchos años atrás. No se hablaba del diagnóstico de cáncer, ella empieza su enfermedad con un cáncer de pecho y a partir de acompañarla a ella en el proceso de la enfermedad, me cambió la forma de pensar, de sentir, de vivir, dije “acá hay otro camino por andar”. Si bien en ese momento era chica, mi mamá tuvo 10 años de sobrevida y en esos 10 años no estuvo tirada en una cama, pero siempre como con la sentencia de que podía estar poco tiempo y que podía yo acompañarla, así que se ve que eso a mí me marcó y me dejó una huella muy grande, que ante su partida yo ya había cambiado mi manera de vivir.
— ¿A qué edad y cómo te enteraste de que mamá tenía cáncer?
— Tenía 13 años y mirando una vidriera con mi papá, me dijo que quería tomar algo y hablar conmigo, y ahí fue cuando me dijo que mamá iba a tener una operación muy grave, porque en ese momento, no se hablaba, no se verbalizaba la palabra “cáncer”; te estoy hablando de hace treinta y pico de años atrás, pero felizmente eso cambió cien por ciento.
— ¿Y cómo se vivió, o cómo se vive, tener una mamá con fecha de vencimiento?
— Eso es fuerte. Sabés que tenés un tiempo con ella y decís: ¿qué quiero hacer en este tiempo? Cuando me lo dijeron a los 13 años, me faltaba terminar todo el colegio. Ella siempre tuvo etapas muy buenas de sobrevida y acompañándome, pero siendo una madre distinta. Me hacía responsable de cosas que en otras amigas yo veía diferente, por ejemplo, me hacía firmar mis propias notificaciones del colegio, porque decía “esa es tu responsabilidad, hacelo vos, es un tema tuyo”. Y más tarde me fui dando cuenta de que ella me estaba preparando.
Llegó el final del colegio, elegí estudiar Derecho y ella, en mi cuarto año, cuando se le vuelve a manifestar otro episodio de tumor en la cabeza, un médico me dijo: ”Son seis meses de vida”. Entonces, me dije: “¿Qué hago yo acá, frente a un libro en vez de disfrutarla a ella o estar más con ella?”. Y me di de baja, dije que después iba a retomar, a ella le dije que necesitaba un tiempo porque no hablaba con ella el tema de su enfermedad.
“La solidaridad es una actitud en la vida. Una vez que la descubrís, es un camino de ida sin retorno.”
— Durante todo ese tiempo ¿nunca se habló de la palabra “cáncer”?
— No, la primera vez sí que había sido un cáncer de mama, pero ya la segunda vuelta no, había algo en la cabeza, pero había que ver si era un tumor benigno o no, porque era el miedo a decir: cuánto más va a resistir psicológicamente otra vez lo mismo, y se tapó, se tapó.
— ¿Y cómo se manejaba las familia y el entorno? Y dijiste que tenías una mamá distinta, ¿en qué hechos vos veías que tu mamá era diferente?
— En todo. Aparecía una fiesta y decía “ay, mamá, tengo una fiesta ¿qué me pongo? ¿qué hago con el pelo?” y mamá aparecía con mucha firmeza y te abría el placard del ropero y te decía “¿no te parece que tenés como para elegir y poder decidir? Y lo que importa no es lo que te vas a poner, es cómo lo vas a pasar, si te vas a divertir, enfocalo por otro lado”, pero me daba ese mensaje tan formal, y vos ibas a la casa de una amiga y la mamá estaba super involucrada, que le compraba las cosas, que probate este aro, que te llevo a la peluquería, era una cosa como “hacete cargo”.
— ¿Qué recuerdos tenés de mamá, Paula?
— Tengo un recuerdo de mamá con mucho carácter, firme, mucha dulzura y mucha ternura. Ella decía como que estábamos de paso, y eso también me quedó a mí, vos pensás que vas a estar acá en el planeta Tierra de por vida y a mí me impresiona un poco cuando las personas proyectan tanto, hacen tantos planes a largo plazo. Planificar está bueno, pero no tanto, hay que vivir más en el aquí y ahora, hoy que se habla tanto de esto, en el aquí y ahora, la zona de confort, parecen frases hechas pero es estar más en el presente con un proyecto a futuro, pero no de acá a la eternidad porque estamos de paso y dejar una linda huella. A mí eso me impresionó de ella. Hay una frase de la Madre Teresa de Calcuta que dice: “Que nadie se aleje de vos sin sentirse mejor y ser un poco más feliz”.
— Dijiste que un médico un día vino y te dijo “a tu mamá le quedan seis meses de vida”. ¿Cómo es afrontar esa situación? y ¿cómo nació la solidaridad en Paula en acciones?
— Cuando este médico oncólogo que no fue el neurocirujano, el doctor Jorge Salvat que la opera, sino el oncólogo, me miró y me dijo exactamente: “A tu mamá le quedan seis meses de vida”. Yo no me acuerdo cómo salí de ese lugar, no lo podía creer, yo no había ido a preguntar cuánto tiempo tenía de vida, yo quería saber cómo era el proceso de acompañamiento a una persona que estaba con cáncer, porque en ese momento no se hablaba de nada. Antes de salir del consultorio le dije: “Usted no tiene la última palabra, ¿cómo va a decir eso?”.
—¿Y cómo fue continuar el día con esa información?
— Me fui a la casa de la madre de mi mejor amiga, Cristina Salvatori. Cuando me vio la cara al entrar, justo estaba hablando por teléfono y cortó, y yo ahí me largué a llorar y ella me dijo: “Así no podés volver a tu casa. Yo mañana te llevo al Padre Mario Pantaleo, hay que llevarle una foto de tu mamá. Nos vamos a las seis de la mañana, pero hoy no volvés a tu casa”, y ella misma la llamó a mamá y le dijo: “Hoy Paula se queda conmigo, sabés que la quiero como a una hija”. A la mañana siguiente nos fuimos a verlo al Padre Mario Pantaleo, una historia fuertísima para mí. Nos encerramos en un cuartito, ella, el Padre Mario y yo, y él vino con un péndulo, yo tenía una foto de mamá, que estaba al lado de su hermana muy parecida, y él me dijo: “Es ella, tiene un tumor en la cabeza”, no estaba el diagnostico final todavía, dijo que iban a tener que operarla, que todos algún día íbamos a partir, pero lo más fuerte fue que me garantizó que no iba a sufrir y me pidió que la lleve. Yo pensaba: “A ella no la puedo traer acá, porque se va a dar cuenta”, porque era el padre que estaba asociado a toda la sanación, pero yo iba todas las semanas con la foto, y mamá murió sin sufrir.
“En algunos medios, era la noticia solidaria, el pronóstico del tiempo y la despedida; te quedabas siempre afuera”.
— Cuando volviste a tu casa ese día, ¿cómo fue ver a mamá?
— Con esa información y mis otras dos hermanas, que no sabían nada todavía, hasta no tener el resultado final de la parte médica, el día que les iban a dar el resultado me dijeron: “¿Querés venir?” “No, yo me quedo con mamá”. Cuando entraron a casa, me dijeron: “Queremos hablar con vos”. “No necesito hablar nada”, respondí, ya había hablado con el Padre Mario Pantaleo y ya lo sabía. Entonces, verla a mamá fue entrar en una relación distinta, no te digo la mamá de mi mamá, pero la voy a disfrutar, lo que hubiese que hacer la iba a disfrutar.
Yo ya no iba a la facultad. A mamá le pareció una locura que yo no fuera más, entonces le dije que estaba mal por un exnovio. Pero yo quería estar con ella, y estuve. Fueron meses, fue como vivir en una película, como que se terminaba la vida, y sentía que la tenía que aprovechar, le preguntaba todo: si había sido feliz, si se había enamorado, qué pasó cuando se enteró de que estaba embarazada. Le pregunté todo, no me quedó nada pendiente, fue lo único que me dejó la enfermedad de mamá: el no quedarme sin respuestas. Lo sé todo.
— En este contexto con una mamá enferma de cáncer, ¿cómo se vive y qué, vos hoy a la distancia habiéndolo vivido, te gustaría que la gente sepa que es lo que hay que hacer y lo que no?
— La época cambió y hoy a casi nadie se le oculta cuando hay un diagnóstico, el diagnóstico está y se vive, y siempre digo: ponerte a disposición de la otra persona, porque lo que vos creés que es ayudarla, por ahí no lo estás haciendo. Hay que preguntarle: “¿Qué te gustaría hacer? ¿querés que te acompañe en esto? ¿tenés algo pensado?”. Y siempre digo, y esto me marcó a mí para la vida solidaria, que uno en el ánimo de querer ayudar hace cosas que a lo mejor no hacen falta…
— ¿Por ejemplo?
— Por ejemplo; Fundación Alfarcito en los cerros de Salta. La gente dona ropa de fiesta y zapatos con tacos. No sirve en ese contexto porque es un contexto de cerro, un ámbito rural, entonces digo: ponerte a disposición de lo que el otro necesita, “¿qué necesitás y en qué te puedo ayudar?”.
“Me enojan las personas que tienen capacidad de decisión y no deciden.”
— ¿Qué sentías que necesitaba tu mamá en ese momento?
— Necesitaba tranquilidad, respetarle sus tiempos, que si quería acostarse a dormir no es “vamos, vamos, salgamos un rato”. Básicamente, ponerte en segundo plano y ser respetuosa de eso.
— Mirándolo ahora, ¿sentís que te sirvió que el médico te dé ese diagnóstico o hubieras preferido no saberlo y enterarte como tus hermanas?
— Me sirvió, me sirvió, fue un baldazo, fue como que el mundo se termina, que se te viene este techo encima, porque yo tenía 22 años y ¿cómo eso se va a terminar? Alguien que te diga algo tan crudo y al día siguiente de tratar de procesar, yo no trataba de pensar todo el tiempo en las fechas pero veía que los meses pasaban y que los plazos se cumplían.
— Muere tu mami, ¿y?
— Muere mamá y yo ya miraba los libros de la facultad, había que volver, pero yo no era la misma persona, no me interesaba más la carrera de Derecho que estaba cursando, entonces, dije “quiero ayudar”, pero no sabía cómo. Entonces, el que había sido médico clínico de mamá, en ese momento, me dijo que en el hospital se necesitaban calefactores para los pacientes con HIV, que de eso tampoco se hablaba, era cuando no existía toda la medicación que existe. Ahí lo ayudé solidariamente y después el doctor Jorge Salbat, famoso neurocirujano, fue el que me presentó al doctor Pedro Simón Zini que era ya el señor de la televisión, ya se había retirado de Telefe, y tenía una señal de cable educativa, y me llevó a trabajar con él…
— ¿Cómo surgió ese encuentro?
— Ya Jorge sabía que yo tenía un espíritu con ganas de ayudar y cómo canalizar esa ayuda, y él me dijo “¿qué te gustaría hacer?” y le contesté: “Ayudar desde algún lugar, ayudar”, y me dijo: “Bueno, se puede ayudar también a través de la comunicación y de la pantalla que tenemos, de la señal. ¿Conocés a COAS?”. Y ahí me enteré de que COAS era la Cooperadora de Acción Social, una ONG con una trayectoria y transparencia que este año cerró las puertas, después de más de 40 años. Era un grupo de señoras y mujeres que ayudaban a los hospitales, pero lo único que se veía era estas señoras en las revistas de moda, vestidas, producidas para la gala, para recaudar fondos.
— Cuando te preguntó si las conocías, ¿cuál fue tu respuesta?
— Sí, las veo en las revistas cuando voy a la peluquería, entonces me dijo “no, no las estás conociendo, la vamos a llamar a la presidente de COAS y le vamos a decir que vos las vas a acompañar durante un año a todos los hospitales”, sorpresa, a todos los hospitales. Y durante un año pasamos por todos los hospitales, la semana del cáncer, etc., y era como que llegaban unos ángeles a esos hospitales. Cómo las recibían los médicos, los directores médicos… y yo iba con la cámara, tenía libertad de cámara, lo que significaba que me decían: “Mañana hay que estar a tal hora” y estábamos, y después material, material, material, y dije: “Tengo mucho material de COAS ¿qué hago?”.
— A todo esto ¿vos habías hecho alguna entrevista alguna vez?
— No, no había hecho entrevistas, pero esto era como que todavía era fuera de cámara, ponías el micrófono. Hasta que me pidieron hacer un especial, con guion, locutor, musicalizador, todo. Y ahí me aboqué con todo un equipo de buenas voluntades, y nos nominan a un Martin Fierro, hasta me pareció hasta que era fácil, no lo ganamos pero dije “yo por acá quiero ir” y quiero mostrar realidades sociales y realidades humanitarias que nunca se ven, sólo se ve la foto a veces de chiquitos que tienen necesidad alimenticia, pero hay un submundo de realidad social.
“En el Chaco salteño hay chicos que comen una vez a la semana”.
— Hoy con tu experiencia, ¿qué prioridad sentís que tiene la solidaridad en la comunicación?
— En la comunicación avanzó muchísimo porque ya, no sólo más allá del respeto por todos los grandes medios, están las redes sociales, aparecen personas que pueden llegar a ser amplificadoras de mensajes también. Hoy es mucho más natural que en esa época, y la generación joven en algo se involucra, o en el medio ambiente o en la niñez. Yo veo una generación muy proactiva, te prestan atención, pero mi generación “ay, no, llegó la noticia solidaria, con un corazón rosa de bondad”; no, es acción pura.
— ¿Te sentiste alguna vez la figurita rosa?
— Sí, sí. “Ahí viene la noticia solidaria”. Vos acordate que en algunos medios era la noticia solidaria, el pronóstico del tiempo y la despedida, entonces te quedabas siempre afuera, muchas veces, no siempre, pero el 80% o el 70% te quedabas afuera.
— ¿Alguna vez te quedaste afuera?
— No, no sentí destrato, pero entendí cómo funcionaba el sistema y tengo un caso concreto.
— ¿Qué caso?
— Un caso concreto de una nota que era impresionante, que estaba en los medios gráficos, que ya había salido, había conseguido el testimonio, tenía todo. Al medio día había salido como apertura en el noticiero... había sido título... y en el momento en el que estaba ahí en el noticiero, Susana Giménez estaba con algún problema afectivo y me dijeron “buen día”, me saludaron y nos fuimos al móvil a la casa de Susana. Y los últimos tres, cuatro minutos, que corresponderían a esa nota, salió Jazmín, el perrito, con la cuidadora y todo el recorrido de Jazmín, y después dijeron: “Hasta mañana Paula”. Entonces, si hablaba un presidente, lo entendía; si pasaba una noticia de actualidad, lo entendía; pero si estaba antes Jazmín, me di cuenta de que iba a tener que tener paciencia para poder contar las noticias.
— Y hoy la prioridad social en la Argentina ¿cuál es?
— Y para mí siempre fue la niñez, porque somos nosotros, los adultos, los responsables de la vida de los chicos, de proteger sus derechos, garantizarles las condiciones de vida, de alimentación, de salud. Somos nosotros los adultos los responsables de ello y que en nuestro país se siga diciendo que la producción alimenticia puede llegar a cubrir alimento para 400 millones de personas, nos tendría que dar vergüenza decir eso, porque no podemos llegar a alimentar a los 46, 47, 48 millones, quisiera tener el dato exacto de los que somos, pero no podemos decir eso.
— ¿Por qué creés que los adultos no reaccionan ante esto?
— Porque siempre está adjudicándose a que le corresponde a un gobierno o al otro gobierno, y vos como ser humano, como persona ¿dónde te ponés? Hay un momento en la vida que tenemos que estar en la cancha, y cuando somos más grandes no tenemos que ir a la tribuna, es el momento de estar en la cancha y si cada uno se hace cargo de, teóricamente, la vida de un niño, dejemos de buscar culpables y señalar, involúcrate, hace algo. Si una familia dice “yo me voy a ocupar del alimento de tal niño”, como una acción, y a veces decimos que no es sólo lo económico, sino que soy la madrina, en el grupo de trabajo, hay mil maneras de ayudar, pero siempre estamos levantando a quién le correspondería hacerse cargo, todos.
“Acompañar a mi mamá con su diagnóstico de cáncer, me cambió la forma de vivir.”
— ¿Qué es lo más urgente de Argentina hoy?
— Yo de temas políticos desconozco, el tema es solucionar la alimentación de los chicos, el otro día me llegó la información de una organización y súper chequeado en el Chaco Salteño hay chicos que comen una vez a la semana, después está el mate cocido, el té, las galletitas.
— ¿Una vez a la semana?
— Una vez a la semana y ves las fotos y no tenés capacidad ni de ver, ni de escuchar. Te conmueve hasta lo más íntimo. ¿Y ellos qué tienen? No tienen ninguna culpa, somos nosotros los que tenemos que reaccionar, somos nosotros los que nos tenemos que hacer cargo.
“Que en nuestro país se siga diciendo que se puede llegar a cubrir el alimento para 400 millones de personas debería darnos vergüenza”<b>.</b>
— ¿Qué es lo que más te duele de esta realidad?
— En lo personal, ver que es un país maravilloso, con un potencial humano de talento y capacidad, buscado por el mundo. No pensar que a las próximas generaciones no les estamos brindando el desarrollo cognitivo e intelectual que merecen tener por la falta de alimentación misma me duele. Esto lo aprendimos con el doctor Abel Albino: los dos primeros años de vida, los primeros mil días, son fundamentales en la vida de cualquier niño. No garantizarles eso porque estamos de brazos cruzados me quita el sueño.
— ¿Cómo fue tu vida al margen de la solidaridad? ¿y qué pensás que diría mamá hoy viendo a esta Paula tan solidaria?
— Mirá no formé mi propia familia, no soy madre, no tengo hijos, tengo sobrinos, ahora tengo sobrinos nietos y ellos creo que me perciben tal cual soy y que siempre estoy un poquito más en el afuera que en mi propia familia, porque en mi propia familia digo “bueno, están todos bien, llega Navidad y todos tiene regalos”, entonces les empiezo a pedir a mis sobrinos más grandes “¿y si regalamos a tal chico?”. A ellos siempre les gusta participar de mi actividad y sí creo que me pude organizar en este camino de visitar, de conocer, estuve en todas, desde temas de adicción, ir a la cárcel todos los años, salir de las Unidades Penales y ver lo que es el valor de la libertad, pasé por tantos escenarios que no me imaginé que existía mi vida, que si hubiese tenido una familia propia con hijos no me hubiese podido dedicar decididamente, porque sería una irresponsabilidad, entonces la misión de cada uno es importantísima y dentro de cada uno, la misión que tiene, la puede compartir, porque el ser solidario no es el ir a hacer algo que te cueste sacrificio, eso es un concepto antiguo: “Ay, no, anda al comedor a cocinar” ¿y si no es tu habilidad cocinar y no es tu talento por qué tenés que ir a hacer algo que a vos te cueste tanto? Por eso ahí sale la frase que a mí me marca, me identifica, que es “doná tu don, doná tu don en la vida”, si un peluquero sabe cortar el pelo, que vaya a cortar el pelo, si sos abogado poné al servicio tu estudio, un rato, un tiempo lo tenemos todos.
— ¿Qué es lo que más la enoja a Paula Torres?
— La injusticia, me enoja la injusticia. Me enoja la información desinformada, me enoja cuando por decir algo lo decís sin fundamento, sin investigación, sin dónde sostenerte, me enoja. Me enoja la inercia. Me enojan las personas que tienen capacidad de decisión y no deciden.
— Si pudieras agradecerle a alguien, ¿a quién le agradecerías hoy?
— Hay muchos maestros y maestras que no podría dejar fuera de la lista, pero más allá de los que estamos en la tierra, yo le agradezco a Dios. Profundamente le agradezco a Dios porque siento que siempre me sostuvo, que nunca me soltó y que tuve vivencias de su presencia que son personales, íntimas, como que decía el otro día: “¿Cómo definís enamorarte? ¿qué es el amor?”; bueno, la vivencia y la experiencia de Dios como que siempre está presente, yo la siento.
— ¿Cuándo descubriste esa presencia de Dios en tu vida?
— Bueno, descubrí a Dios cuando yo le pedía por mamá, que se salvara, que quería tenerla y un día me di cuenta de que no avanzaba nada, así que fui y le pedí que se la llevara y esa noche, me acuerdo dónde: en la capilla del sanatorio, recé y lloré y le pedí, y ese día partió y sentí como paz, como si me acompañaran en el dolor, pero es un tema de fe y de experiencia, no porque yo sea la que conoce mejor el Evangelio, la que puedo dar una clase y ser catequista, no, es la vivencia de que hay alguien superior que te contiene y que está.
— ¿Te gustaría dejarles un mensaje a las familias donde hay un miembro que esté transitando cáncer?
— Sí, el mensaje es: primero, compartir lo que te está pasando en la vida. Hoy existen asociaciones y grupos que están con los brazos abiertos para darte una mano en cualquier situación adversa. Buscar ayuda es fundamental. Hay momentos en que cuesta mucho la aceptación, ya sea de una situación, una enfermedad o un diagnóstico. Recibir la noticia de que una persona murió repentinamente sin pasar por una enfermedad también requiere un proceso de aceptación. Si no podés con eso sola, buscá ayuda, ya sea profesional o espiritual. Levantá la mano antes de que te gane una enfermedad como la depresión. Así como hay alguien que te ayuda, vos podés ayudar, compartir ese don y tener presente que en la vida todos necesitamos oportunidades.
“Doná tu don, doná tu don en la vida”. Un rato, un tiempo, lo tenemos todos.”
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