De niño pasó horas en los videojuegos, de grande investigó cómo armar un arcade y ahora los vende

Damián Fresno cumplió el sueño de su infancia y generó un negocio. Publicó su creación en redes y allí comenzó el camino que jamás imaginó: tener un emprendimiento familiar en el que hace lo que le apasiona

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Damián y Carolina muestran el trabajo que realizan (instagram/miniretroarcade)
Damián y Carolina muestran el trabajo que realizan (instagram/miniretroarcade)

“¡Ver las caras de los compradores cuando les entrego su arcade personalizado, lo dice todo!”, asegura Damián Fresno. Hace ocho años quiso cumplirle el sueño a su niño interior que se perdía todas las tardes de playa en un local de videojuegos y comenzó a investigar cómo podría armar uno para tenerlo en su casa.

Hizo uno, se lo mostró a un amigo y fue tanto lo que le gustó que casi le imploró que se lo vendiera. Creó otro y también se le fue de las manos. Aunque su idea original no era dedicarse a la venta de estas máquinas, la vida (y su detallado perfeccionismo) lo llevó para ese lado.

Hace poco más de un mes, abrió un local en Wilde donde —además de mostrar las majestuosas máquinas, que respeta cada detalle de las que coparon Buenos Aires en la década de los ´90— tiene parte de su colección de muñecos originales, consolas de juegos, y su espacio de trabajo porque éste, dice, “es un hobby”. “Espero algún día que este emprendimiento familiar, que realizo con mi esposa, Carolina Corsico, sea el trabajo principal”, aspira.

Las máquinas que diseña y arma Damián, dueño del emprendimiento Mini Retro Arcade (Instagram/miniretroarcade)
Las máquinas que diseña y arma Damián, dueño del emprendimiento Mini Retro Arcade (Instagram/miniretroarcade)

El sueño del pibe

Damián tiene 37 años, y a los 10 comenzó a vivir la pasión de los tragamonedas, de los videojuegos y de los muñecos que recreaban a los dibujos animados. Sus favoritos: las Tortugas Ninjas. “Tengo todos los muñequitos”, cuenta. “Soy un coleccionista, pero diferente porque aunque me gusta disfrutar de mis muñecos, no los tengo para siempre. Algunos los vendo para que otra persona tenga la oportunidad de disfrutarlos”, explica.

Nació en Quilmes, ciudad en la que se crio y tiene el flamante local en Wilde. Su trabajo principal es el servicio técnico y venta de insumos de computación y celulares. “El local tiene forma de letra L, entonces, está dividido: en un sector está todo lo concerniente a la reparación de computadoras y servicio técnico; y en el otro están exhibidas algunas máquina, algunas consolas y los muñecos de colección”, señala. El local, ubicado en Las Flores 1189, lo diseñó con ayuda de Carolina y es el resultado de un sueño de su infancia.

“Me crie mitad en Wilde y otra mitad en Mar de Ajó, porque, como mi papá tenía negocios en la Costa, en el verano y el invierno, las vacaciones las pasábamos allá, donde teníamos una casa y, creo, que de todo el día, 23 horas las pasaba adentro de los videojuegos”, reconoce y ser ríe. Al tiempo que admite: “Ahí estaba día y noche porque aunque yo era chico (tenía unos 10 o 12 años), y mi viejo tenía locales en la peatonal justo en el centro y ahí no más estaban los videojuegos, de vecinos... ¡Y yo me quedaba hasta las 4 de la mañana! ¡Ja, ja! ¡Con 10 años! ¡Jamás dejaría que mis hijos hicieran lo mismo, pero bueno, eran otros tiempo!”.

Damián Fresno colecciona y vende juguetes de los años 90  (instagram/miniretroarcade)
Damián Fresno colecciona y vende juguetes de los años 90 (instagram/miniretroarcade)

A Damián, los comerciantes de toda la zona peatonal de Mar de Ajó lo conocían. “No tenía tardes de playa, no. Yo no salía de adentro de los locales porque, además, salía de uno y me iba al otro, estaban conectados, prácticamente. Así nació mi amor por los videojuegos porque no buscaba uno específico sino que jugaba a todos y me fascinaban las máquinas tragamonedas, esas en las que metías la ficha y ganabas fichas. De los arcades jugué a todos, cientos... Hoy, a todos esos los tengo en las mismas máquinas que yo fabrico, como-entre otros- el Wonder Boy, Street Fighter o Mortal Kombat”, detalla.

Pero, no era un jugador que competía solamente con la máquina. Con 11 años, sin ser invitado, se ofrecía como oponente en el Mortal Kombat. “Cuando había alguien jugando solo, a propósito metía una ficha en la máquina para jugar contra esa persona. ¡Así... sin avisarle! ¡Solamente por el hecho de sacarlo y ganarle! Y como era chico, ni me decían nada...”, recuerda.

La pasión, que vivía durante las vacaciones no podía dejarla salir del todo cuando estaba en Quilmes porque allí no había tantos locales para ir a jugar, pero había uno y estaba casualmente en la misma galería a la que su mamá lo mandaba a hacer las compras.

El local queda Wilde, partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires (instagram/miniretroarcade)
El local queda Wilde, partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires (instagram/miniretroarcade)

Fresno contó que: “Siempre me pedía que fuera a comprarle algo a la galería que quedaba a cuatro cuadras de casa y yo iba a los videojuegos que estaban en el primer piso. Era un lugar bastante grande y uno de los pocos que había en esta zona, porque había más en Capital. Pero estaba ese lugar y me quedaba horas... En esa galería estaban todos los almacenes del barrio porque en esos años, recién se estaba poblando. No me daba cuenta del horario y mi mamá me iba a buscar con una varita, unas ramitas que sacaba de los árboles, o con el cinto. No me pegaba, pero ya ver eso me asustaba y salía corriendo”. Al rememorar esos años no puede menos sonreír porque admite que jamás regresó a su casa con la compra que le había solicitado su madre.

Eso sucedió hasta los 15 años, cuando el lugar de los videojuegos fue ocupado por las salidas a los boliches y cambió los fichines por las primeras citas románticas.

“Cuando tenía esa edad, ya estaba en otra cosa y además las casas de videojuegos comenzaron a cerrar y después pasaron de moda. Para el año 2000 decayó bastante el tema de los arcades, pero creo que fue por un tema generacional y porque en ese momento ya se empezaban a ver las computadoras, las consolas de videojuegos y los que estábamos acostumbrados los arcades empezamos a crecer y a estar de novios, y ya no le damos muchas bolilla. Por suerte, para los nostálgicos, un día volvió a repuntar”, asegura.

Para la época en la había crecido y era un trabajador ferroviario aquella nostalgia llamó a su puerta. “Quienes fuimos niños de videojuegos, nos convertimos en adultos (más irresponsables todavía) y como tenemos nuestro trabajo, podemos solventar las compras de todo lo que amábamos de chicos”, se justifica, bromea y cuenta un secreto: “Hubo clientes que, antes de que les mande la máquina, me pedía que nos les enviara la factura en papel ni nada con el precio, para que la familia no supiera cuánto había pagado por darse ese gusto... Otros vienen al local con la familia y dicen que la compra es para los hijos, ¡pero sabemos que no!”.

Cada una de las máquinas las hace según el pedido de cada uno de sus clientes  (instagram/miniretroarcade)
Cada una de las máquinas las hace según el pedido de cada uno de sus clientes (instagram/miniretroarcade)

Gracias a esa pasión, Damián volvió a acercarse a los videojuegos, pero desde otra perspectiva y comenzó a investigar cómo podría fabricar uno.

“Mi primer paso para esta etapa fue hace unos 10 años, ya en pareja, y fue impensado. No era algo que planeaba hacer y no recuerdo bien, en realidad cómo ni cuándo sucedió. Yo estaba trabajando en el ferrocarril y surgió la idea de la nada. Seguro que me crucé con algún videojuego y me dieron ganas de hacerme uno y empecé a averiguar cómo podría hacerlo... No había regresado este furor por los arcades, lo retro, creo que recién se estaba generando y como no había un lugar dónde ir a jugar un rato pensé: ‘Bueno, me voy a hacer una para mí!’... Como soy técnico de computadoras y de celulares, sé qué hacer con los cables, sé hacer programas y empecé a ver tutoriales (pocos, porque en realidad no había material) en los que enseñaban un poquito, en otro había otro poco de información y así armé todo lo que necesitaba saber y comencé a fabricar mi primer arcade: corté la madera, hice todo a mano prácticamente porque tampoco había gente que se dedicara a hacer específicamente la madera con los agujeros y demás, saqué las medidas de todo, y en un tiempo lo terminé. El día que lo conecté a la televisión y lo pude hacer funcionar, me sentí Steve Jobs, más o menos. ¡Estaba feliz!”.

Ese primer arcade estaba lleno de juegos y en un solo lugar. “A mi esposa le gustó apenas lo vio. En ese momento estaba a full coleccionando juguetes de los ‘90... Sí, tengo todos los genes que te dejan sin plata porque hoy en día todo eso es carísimo. Los cierto es que subí al Facebook una foto de la máquina que me había hecho, no para venderla sino para mostrarla y al mes un amigo me la termina comprando... No era mi idea, pero insistió tanto y me dijo: ¡Dale, vendemela si te podés armar otra!’... y se la vendí”.

En el local hay de todo para los amantes y coleccionistas de juguetes retro (instagram/miniretroarcade)
En el local hay de todo para los amantes y coleccionistas de juguetes retro (instagram/miniretroarcade)

Terminó de hacer la segunda, muy parecida a la anterior, y también se la pidieron. “Así empecé, muy de a poquito, y sin tener noción de que esto podía llegar a ser, ‘un negocio’. Es un emprendimiento familiar, al que le dedico todo mi amor, pero todavía es un hobby”.

Cuando aceptó comenzar a hacer a demanda, Damián abrió la cuenta de Instagram Mini Retro Arcade, que maneja Carolina. Allí muestra todo lo que desarrollan. “Todo es personalizado según lo que el cliente quiere hacer. El ploteo es lo único que no hago, pero sí lo pego yo. Los detalles, cada uno de ellos, los colores, todo, es a pedido del cliente. Carolina me ayuda con cada uno”, agradece. Explica que que armar uno puede demorar hasta 25 días, y que por ahora seguirá siendo un emprendimiento familiar.

El valor, hoy, oscila el millón de pesos. “Los primeros los vendí en $ 30 mil... Ahora, casi todos los elementos están a precio dólar”, admite. Cuenta que cada uno tiene más de 11 mil juegos, y que el tamaño original (de 60 cm x 1.80) es el más solicitado aunque los arma del tamaño que soliciten los clientes.

“Hoy, yo puedo decir que cumplí con trabajar de lo que soñé de chico. Por eso, pido que nunca se olviden de ese niño interno que tenemos dentro, más allá de las responsabilidades y del paso de los años. Ese Damián de los ‘90 todavía está esperando tomarse esos minutos para una ficha más”, concluye.

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