La primera reunión de gabinete de Isabel después de la muerte de Perón, la presencia de Balbín y la trampa de López Rega

A pesar de haber recibido consejos para alejar a quien era ministro de Bienestar Social, la presidenta lo mantuvo a su lado, le dio más poder y eso produjo la renuncia de varios ministros que habían integrado el gobierno del General

Una multitud acompañó la cureña que portó los restos de Juan Domingo Perón

El 31 de enero de 1974 la Agencia Central de Inteligencia (CIA) trazó una perspectiva sobre la actualidad argentina para los altos niveles del cuartel de Langley, el Departamento de Estado, el subjefe Estado Mayor de la Inteligencia y el Departamento de Ejército en la que sostenía que: “La Argentina le pide al envejecido Perón lo que ningún líder ha logrado en 40 años: hacer que el país alcance su potencial. Los argentinos saben que su país, con su riqueza en recursos naturales y humanos, debe estar en auge industrial y que su vasta tierra fértil debe ser una importante fuente de alimentos para el mundo. En cambio, las crisis políticas recurrentes y la mala gestión económica han frenado su desarrollo, aunque incluso estos fracasos no han alterado sustancialmente el estilo de vida cómodo disponible para la mayoría de sus ciudadanos”. Esta y otras especulaciones se cayeron cinco meses más tarde, a las 13.15 horas del 1° de julio de 1974 con el fallecimiento del presidente constitucional. Ahora era el turno de la vicepresidenta María Estela “Isabel” Martínez de Perón. Tras largas horas de homenajes, discursos y ceremonias los restos de Perón fueron trasladados a la residencia presidencial de Olivos.

Pasados esos días de gran luto a nivel nacional, el 4 de julio el edecán militar teniente coronel Alfredo Díaz se presentó a secundar a Isabel. Ella tenía en cuenta que Perón lo había apreciado mucho, incluso ella le había pedido que estuviera durante el velorio custodiando su ataúd. “Qué debo hacer”, le preguntó la Presidenta y Díaz fue muy sincero, y según me relató, le contestó: “Dos cosas, primero desde lo moral, no debe seguir viviendo aquí López Rega; en segundo lugar usted desde el punto de vista constitucional no puede tener un secretario privado que sea al mismo tiempo ministro de Bienestar Social y que aparece como Primer Ministro convocando a una reunión del gabinete ampliado. Esta fue la famosa cumbre del 5 de julio, a la que asistí. En ella habló primero durante treinta minutos fue el ministro de Trabajo Ricardo Otero quien defendió la honorabilidad de López Rega y propuso que permaneciera en ambos cargos (secretario privado y en Bienestar Social).”

María Estela Martínez de Perón, conocida como Isabel, quedó a cargo de la presidencia bajo en influjo de José López Rega

La dirigencia política fue a Olivos a saludar a la viuda de Perón y la crónica de Clarín del 2 de julio, con todo lo sucedido el día anterior, se extendía en relatos, declaraciones, solicitadas y noticias provenientes del exterior que ocuparían toda la edición. Al día siguiente, llegaron a Olivos los presidentes de Paraguay y Bolivia, generales Alfredo Stroessner y Hugo Banzer Suárez. Luego se hizo presidente el uruguayo Juan María Bordaberry.

También arribaron numerosas delegaciones extranjeras, mientras en el Congreso de la Nación el pueblo hacía una larga cola para despedir a su líder. Era difícil calcular la multitud que esperaba entrar a la capilla ardiente bajo una fina llovizna. Se instalaron carpas para atender desmayos y repartir comida, asimismo en los alrededores de la Plaza de los Dos Congresos se pusieron baños. En todas las fotos oficiales de la presidenta con emisarios del exterior aparecía José López Rega. En otro lugar, se disponía la lista de oradores para el último homenaje a Perón antes de darle sepultura. El FREJULI pretendió que hablara Arturo Frondizi, en nombre de los partidos políticos. Sin embargo, Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados y el ministro del Interior Benito Llambí inclinaron la balanza a favor del radical Ricardo Balbín.

El 4 de julio se realizó la despedida oficial en el recinto de la Cámara de Diputados de la Nación. En la ceremonia hubo doce oradores. De todos los discursos el más recordado fue el del jefe radical, que no leyó como los anteriores, sino que lo improvisó, en algunos momentos con sus pulgares en el filo de los bolsillos: “Este viejo adversario despide a un amigo, y ahora, frente a los compromisos que tienen que contraerse para el futuro, porque quería el futuro, porque vino a morir para el futuro, yo le digo, Señora Presidente de la República: los partidos políticos argentinos estarán a su lado en nombre de su esposo muerto para servir a la permanencia de las instituciones argentinas, que usted simboliza en esta hora”.

"Este viejo adversario despide a un amigo", el discurso de Ricardo Balbín en el Congreso

Tras las referencia que María Estela Martínez de Perón le había transmitido a Ricardo Balbín, cuando éste le fue a dar el pésame el 1º de julio, sobre que su marido le había aconsejado consultar sus decisiones con el jefe radical, estar permanentemente en contacto con él, Balbín no se sorprendió cuando fue invitado a Olivos a entrevistarse con la presidenta de la Nación, a las 13 horas del viernes 5 de julio. Además ya para ese entonces el invitado conocía los trascendidos que hablaban de que Perón, en su lecho de enfermo, había imaginado en traspasarle el Poder Ejecutivo de la Nación, aunque no se sabía cómo porque Balbín no estaba contemplado en la Ley de Acefalía.

Cuando Balbín llegó a la residencia presidencial, acompañado de Enrique Vanoli, al ingresar al chalet se encontró con José Ber Gelbard. Al rato fueron llegando los miembros del gabinete nacional, los titulares de ambas cámaras del Parlamento, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, los tres comandantes generales de las FFAA, los secretarios generales de la CGT y las 62 Organizaciones y el Secretario General de la Presidencia. Estaba claro, entonces, que no iba a ser una reunión privada dada la asistencia multitudinaria. Para ese entonces los allí reunidos habían leído los matutinos que desplegaron una amplia cobertura sobre las ceremonias finales de las exequias del líder justicialista. Por ejemplo, Clarín había titulado su edición del 5 de julio con un “conmovedor marco tuvo el sepelio de Perón”, cuyos restos descansaban en la Capilla de la Quinta Presidencial hasta tanto se encontrara su destino final.

La cumbre se dispuso en el gran comedor de estilo inglés del chalet presidencial de ese entonces. Luego de los saludos de estilo a cada uno de los presentes, la presidenta de la Nación tomó la palabra. Agradeció la asistencia de todos y en especial a Balbín por el discurso que había pronunciado en los funerales de su marido, y que habían tenido amplia repercusión nacional.

Isabel planteó un tema que muchos hablaban en privado, sobre la inconveniencia de que José López Rega continuara viviendo en la residencia presidencial, no estando ya Perón. Elogió la capacidad de trabajo y lealtad de López Rega, a “quien Perón consideraba como un hijo”. Preguntó a los presentes qué opinaban. Ésta es la versión de Heriberto Kahn en su libro Doy Fe y que fue tomada por Joseph A. Page en Perón, una biografía. Sin embargo, la cuestión era otra: se estaba dilucidando cuál sería el papel de López Rega a partir del fallecimiento de Perón. Se dilucidaba el perfil del nuevo gobierno.

Con la muerte de Perón, la influencia de José López Rega sobre Isabel se incrementó de forma notable. Tenía resistencias fuera y dentro del peronismo

El primero en hablar fue el titular de Trabajo, Ricardo Otero, quien se deshizo en ponderaciones hacia su colega de Bienestar Social. La exposición de Otero, observó más tarde Benito Llambí: “Me reveló a las claras que el asunto estaba debidamente preparado”. En términos parecidos a Otero se expresó Juan Alberto Vignes.

Ricardo Balbín le explicó a Isabel la conveniencia de preservar la imagen presidencial de manera “inmaculada” y aconsejó evitar la influencia hegemónica del ministro de Bienestar Social. Teniendo en cuenta el inicio de una nueva etapa del gobierno, había que “quitar del camino” a aquellos factores que pudieran parecer irritativos: “Si usted considera necesario el asesoramiento político del señor López Rega puede seguir contando con él desde las funciones que desempeña como ministro de Bienestar Social”. Este final fue clave porque Balbín, dentro de los límites de la prudencia, estaba acotando la geografía de López Rega dentro del Poder Ejecutivo Nacional. Ultima Clave, del 11 de julio, dijo que también señaló “fallas en el aparato de informaciones”, en abierta crítica al Secretario Abras. “A su esposo se le hacía una propaganda que no necesitaba, que le hacía daño a él y al país. Usted tampoco la necesitará, señora”. Benito Llambí recordó que Balbín afirmó que no entendía su presencia en la reunión “en tanto se iban a considerar asuntos de gobierno y de carácter reservado. Su tono de voz revelaba a la vez extrañeza y molestia”.

Isabel Perón junto al dirigente radical Ricardo Balbín.

Jorge Taiana en su libro El último Perón sostiene que recordó a los presentes que con la muerte de Perón había llegado el fin de la “verticalidad” y le recordó a López Rega –sentado a su izquierda—la obligación de los ministros de limitarse al área fijada por la Ley de Ministerios. Taiana advirtió que sólo los ministros Llambí y Robledo coincidieron con sus palabras. Los demás “mostraron tibieza o franco apoyo a López Rega”, observó. Benito Llambí fue el más explícito, al relatar que lo que se estaba tratando era la posibilidad de que López Rega se convirtiera en Primer Ministro (figura que no existía en la Constitución Nacional) a ser “ministro-enlace” con la Presidenta de la Nación. Eso significaba que todos los asuntos, antes del llegar al despacho de Isabel, debían pasar por sus manos. En términos parecidos se expresó el senador José Antonio Allende al criticar la figura de ministro-enlace o Primer Ministro. Todos los restantes participantes ponderaron a López Rega, otros no dijeron nada, o “tiraron la pelota afuera”, como relató una fuente a Heriberto Kahn.

José López Rega detrás de Juan Perón e Isabel. El "brujo" aumentó su poder luego del 1 de julio de 1974

María Estela Martínez de Perón cerrando la reunión con la frase “lo que fue bueno para Perón, será bueno para mí; así como lo que fue malo para Perón, será malo para mí”, mantuvo a José López Rega dentro de Olivos y un año más tarde fue sacado por la escolta del Regimiento de Granaderos a Caballo. En el ínterin, a los pocos días renunciaron Taiana y Lima. Luego partirían Benito Llambí y Robledo. José Antonio Allende dejó de ser vicepresidente provisional del Senado, y poco más tarde José López Rega, como secretario privado de la Presidenta, sería designado “coordinador” del gabinete conservando su cargo de Ministro de Bienestar Social.

Cuando terminó la reunión, Balbín –que ya estaba molesto—le habría dicho a Taiana que esperaba que fuese la primera y la última reunión de esa naturaleza: “La expectativa creada le hace muy mal al país”. Al subirse al automóvil que lo llevaría de vuelta a la Capital Federal, Balbín le comentó a Enrique Vanoli: “Esto ha sido una trampa”. Al día siguiente, sábado 6 de julio, La Razón informaba en tapa que Dolores Eyerbe sería la secretaria privada de la presidente, con lo que cesaba en ese puesto López Rega, y que el Ministro “abandonaría en breve la residencia presidencial de Olivos”. Nada de eso sucedió.

Algunos dirán que ese cónclave estuvo finamente preparado para ratificar a López Rega. Otros aseguran que ese día Isabel “estaba dispuesta” a relevar a López Rega si se hubiera expedido una opinión mayoritaria en ese sentido. Muchos concuerdan con Kahn que ese 5 de julio de 1974 se podía haber reencauzado el proceso institucional, pero es entrar en juego de hipótesis que la Argentina de esos días parecía no soportar. En los momentos que se discutían los futuros cauces del gabinete de Isabel, nuevamente, la inteligencia estadounidense estimaba: “Las apelaciones al deber patriótico y la memoria de su esposo la mantendrán en el puesto en el futuro inmediato. José López Rega, secretario privado y hombre de confianza de Perón , también le aconsejará que retenga la presidencia. Es ambicioso, y sin Perón intentará controlar a María Estela. Es temido y detestado casi universalmente por los líderes políticos y militares, quienes probablemente ya están maniobrando para su derrocamiento y exilio. Con la mano dura, la confusión dentro de los niveles más altos del gobierno crecerá a medida que líderes como López Rega y el ministro de Economía, José Ber Gelbard , compitan por posiciones de poder. "

Un fragmento de la carta que Edgardo Sajón le envió a Alejandro Agustín Lanusse

“Perón ha muerto demasiado pronto” escribió el periodista español Emilio Romero en Madrid, mientras aquí se desataba la guerra por su sucesión en medio de los crímenes de Montoneros y los grupos de ultraderecha. A los catorce días de fallecer Perón, fue asesinado Arturo Mor Roig, ex Ministro del Interior del presidente Alejandro Lanusse. El expresidente de facto se encontraba de visita en México y recibía una carta, con fecha 6 de julio, de su amigo y ex Secretario de Prensa Edgardo Sajón, que le decía: “Nada puedo decirle aún sobre el futuro inmediato. Es, objetivamente, un cuadro de incertidumbre, sin que la palabra tenga connotaciones de optimismo o pesimismo”.

Horas más tarde de aquella cumbre del 5 de julio en la residencia presidencial de Olivos, Balbín, entrevistado por La Razón dio una respuesta que expresaba un deseo de muchos, pero que no se escuchó: “Pareciera que estamos en un país sin suerte. Todos son episodios que implican imponderables imprevistos. Yo le temo a la descomposición, por eso lucho por esta estabilidad. Es la hora de todos. Idiomáticamente tal vez no sea muy ortodoxo, pero todos debemos ‘empujar’ un poquito”.

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