Ya no da más. El frío le congela las manos. Como puede, Oscar Rodríguez, se acomoda sobre un cartón y se tapa con la manta gris que un vecino de Lomas de Zamora le acercó para ayudarlo a lidiar con las inclemencias del frío polar que por estos días azotan medio país, y que ya se cobró cuatro vidas en la Ciudad de Buenos Aires.
Le es inevitable, cada vez que intenta dormir, recordar el viaje en micro que hace dos meses lo sacó de Formosa y dejó en la Terminal de Retiro: estaba lleno de ilusiones, sueños y muchos nervios solo por pensar cómo sería la vida en Buenos Aires, cerca de la gran ciudad de las oportunidades porque pese a la crisis, siempre estaría mejor que en su desalada provincia.
¿Por qué se fue de su pueblo?, le preguntan y a veces se cuestiona... Porque la falta de trabajo lo tenía agobiado, cansado. Hacía unos días había muerto su mamá y ya nada lo retenía en El Espinillo, el pueblo en el que nació y se crio, a metros de la frontera con Paraguay a más de 200 kilómetros de la capital provincial.
En esos días, la esperanza no era parte de sus pensamientos, aunque no dejaba pasar una noche sin rezar ni acudir a los designios divinos que lograran el milagro: un trabajo, que además de asegurarle el plato de comida lo ayudara a pasar el momento más duro de su vida.
Como respuesta a esas plegarias, una publicación en Facebook parecía ser lo que estaba esperando: por fin le ofrecían un trabajo seguro, pero debía mudarse a Buenos Aires. Tomó lo poco que tenía, sus ahorros y subió al micro. Al llegar, la realidad: lo habían engañado.
Historia de un engaño
Desde hace varias noche, Oscar no duerme. El frío y el temor de que le saquen lo poco que le queda lo tiene alerta. No descansa y la panza le hace ruido por el hambre. “Las noches son frías, feas. Paso mucho frío, no estoy acostumbrado a dormir así”, cuenta y revive los momentos previos al que creyó que sería el viaje soñado.
Cuando comenzó a buscar empleo, por medio de las redes, pensó haber encontrado la oportunidad de su vida mientras atravesaba el duelo por la muerte de su madre. “Mi mamá falleció hace dos meses. En Formosa no hay trabajo, solo hay hambre, pobreza y mucha necesidad. Por eso me fui”, le cuenta a Infobae.
Entre la tristeza propia del duelo y sus deseos de progresar, comenzó a buscar trabajo fuera de su pueblo y de la provincia. Con 27 años, Bili, como le dicen sus seres queridos, tenía todo por delante. Es un joven amiguero, bondadoso, sin un gramo de maldad y, lamentablemente, en una sociedad donde aún se disfruta de engañar, fue muy confiado.
“Vi un aviso por Facebook para trabajar en una empresa, acá en Lomas. Me contacté con un hombre, el que ofrecía el empleo, pero fue todo mentira. Cuando llegué acá, el que supuestamente me iba a dar trabajo, no me contestó más, me bloqueó de todos lados y ahí no supe qué hacer. Me di cuenta de que me había engañado... Vine con lo justo y no supe qué hacer. Estaba solo, no conocía a nadie...”, revive el momento en que cayó en la más cruda realidad.
Esos castillos en el aire fueron soplados por un viento rabioso que no perdonó su ilusión. Ahora, subsiste como puede en la esquina de Loria e Yrigoyen, en Lomas de Zamora.
Desde hace varios días, ya no sabe cuántos, no tiene un techo. Su vida ahora es la intemperie en unas de las semanas más frías del año y con unas pocas pertenencias. “Tengo esto nomás”, dice y lo muestra. Lo que se ve es la manta gris enrollada y atada a las manijas de un bolso mediano, una mochila y una bolsa de residuo atada con un nudo. Sus demás pertenencias, como toda la ropa, se las robaron y ya no sabe a quién reclamarle. No tiene abrigo.
“No me acuerdo cómo se llamaba el hombre que me engañó porque después de darme cuenta de que todo era una mentira, quise ver los mensajes que le mandé para ver su nombre, pero me apareció como usuario restringido... Yo lo contacté desde mi casa en Formosa y junté toda la plata que tenía y me vine a Buenos Aires... Él sabía que estaba viniendo, pero cuando llegue me bloqueó de todos lados”, dice con comprensible bronca.
Lamentando su presente impensado, cuenta: “Hasta dónde me alcanzó la plata dormí bajo techo, pero ya no me quedó nada; no tengo más remedio que estar como estoy hoy, en esta esquina. A veces los vecinos me traen comida o algo para tomar; a veces me prestan el baño para bañarme, pero hay mucha desconfianza”.
En el robo, también se llevaron su documentación. “Por suerte una señora me ayudó para hacer mi DNI, que ya está en trámite y me dieron el comprobante”, dice mientras revisa cada tanto su celular para ver si le ingresó alguna ayuda porque quiere comprar algo para comer y acomodarse para volver a pasar otra larga y gélida noche.
Cómo ayudarlo
Oscar trabajó toda su vida en el campo y conoce todo lo que forma el oficio rural. Por eso se ofrece para hacer labores en ese rubro y “lo que sea”.
“Vine tan ilusionado y hoy me encuentro en esta situación tan dolorosa. Me da mucha vergüenza porque nunca pedí nada, y si la gente hoy no me ayuda con un sanguche o una gaseosa no tengo nada para comer. Si no me dan mantas no tengo con qué taparme en este frío. Una habitación barata, por noche, sale $ 15.700. Yo quiero trabajar”, afirma.
Seguro de su capacidad detalla todo lo que sabe hacer y que espera poder ser ayudado. “Yo sé hacer de todo, en el campo aprendí muchos oficios: puedo desde cuidar caballos hasta ser ayudante de cocina. Todo lo que sea trabajo de campo lo sé hacer. Además, puedo hacer trabajos como pintor, mantenimiento, seguridad, sereno o lo que sea, pero necesito un trabajo de verdad. Lo único que quiero es dejar de dormir sobre un cartón, quiero salir de la calle. Así no se puede vivir. ¡En la calle hace mucho frío!”, finaliza.