La víctima no puede revelar su nombre. Tiene miedo. Es que desde el 17 de mayo, cuando junto a otros 34 soldados del Ejército de Córdoba sufrió quemaduras después de que le arrojaran cal viva en un ritual de iniciación, recibió amenazas por parte de otros miembros de alto rango. En diálogo con Infobae, contó detalladamente cómo fue aquel episodio y por qué decidió retirarse de la Fuerza.
Estos tipos de bautismos están prohibidos desde julio de 2022. Sin embargo, la práctica se seguía haciendo: después de que concluían la formación, en teoría, les arrojaban harina. “Cuando hicimos el primer salto, hubo un bautismo. Ahí sí nos tiraron harina, y después de ese festejo nos estuvieron contando que estaba prohibido. Ellos ya saben. Yo en ese momento no lo sabía”, contó el joven.
Tras el reciente hecho, los 35 soldados de Córdoba sufrieron graves consecuencias: quemaduras en el esófago, en los pulmones, el estómago, los ojos y en las vías respiratorias. Así lo indicó el abogado de los denunciantes, Jerónimo Argañaraz, en conversación con este medio, y de la misma forma figura en el expediente en el que el fiscal federal Carlos María Casas Nóblega imputó a tres miembros del Ejército por abuso de autoridad y lesiones leves.
“Fue incómodo vivir con en esa situación”, inició su relato sobre aquel día el denunciante que prefiere resguardar su identidad. Y narró: “Nos hicieron formar uno al lado del otro. Éramos cinco grupos y comenzaron a tirar la sidra con harina del primero al último. Yo estaba en un grupo del medio. Ese día había un poco de viento, entonces cuando comenzaron tirando la supuesta harina, justo vino para nosotros y ya notaba que el polvo era diferente. Es que claro, no era harina, era como más espeso”.
Continuó: “Y cuando llegó el momento de mi grupo, ahí fue la peor parte, porque cuando me entró en la boca, con la saliva, mi cuerpo reaccionó rápido. Tenía cal en la cara y me empezó a quemar todo: los ojos, la nariz y adentro de la boca, donde se me hizo una ampolla, incluso hasta en la lengua”.
“Después, un instructor se dio cuenta porque lo probó y notó que la reacción era diferente. Avisó a un superior de él, le dijo que no era harina, que era cal. Inmediatamente, nos hicieron formar de nuevo para subirnos al camión. Estaban todos alborotados y nerviosos, no sabían qué hacer. Nos hicieron lavarnos la cara con agua, enjuagarnos la boca. Pero eso fue peor para nosotros, porque la cal reacciona con agua. Nos llevaron a Sanidad y ahí también nos hicieron lavar la cara y enjuagarnos, y nos sacaron con un poco de algodón, pero no tenían material para atendernos en ese momento”, siguió la historia.
El día después, comenzaron las amenazas. Sobre esto, la víctima recordó: “En el grupo de WhatsApp, nos habló el jefe del curso, que era un teniente. Nos dijo que teníamos que ir a declarar todos ahí mismo en el regimiento. Esto duró desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche. Allí, el mayor Paván -imputado por abuso de autoridad y lesiones leves- nos tomó la declaración con otro oficial. Contamos todo y después nos entregó dos fotocopias de lo declarado. Una copia se la quedaron ellos y otra era para nosotros. Pero había cosas que no puso. Nos dijo ‘digan todo lo que pasó' y al final no lo puso”.
El lunes, o sea dos días después del ritual de iniciación, volvieron al regimiento. “Formamos todo normalmente y ahí fue donde nos paraban y nos daban una advertencia de que afuera no querían escuchar a nadie hablando de lo que había sucedido ahí, sobre el tema del bautismo. Nada de eso, y mucho menos adentro del regimiento. Dijo que si lo escuchaba él, se iba a encargar de cagarnos a trompadas”, relató.
Ante estos amedrentamientos, los miembros del Ejército, jóvenes de entre 18 y 25 años, no respondían. “Nos quedábamos callados”, indicó la víctima, y aseguró que tenían miedo. “Él siempre andaba caminando por todo el regimiento. Nosotros no podemos hablar porque quizás aparece justo en ese momento”, confió a este medio.
Y subrayó: “Después me hicieron otro chequeo más. Nos llevaron al Hospital Militar de nuevo, pero no tuvo sentido. Nos tenían que revisar los ojos. Nos hicieron pasar a todos juntos al consultorio del doctor, pero se puso a charlar del curso, de lo que había pasado, y en ningún momento nos revisó el ojo. Nos dijo que estaba todo bien”.
A medida que transcurrían los días, los jóvenes seguían asistiendo al regimiento pero no tenían mucho para hacer. “Sabían que no estábamos físicamente bien para correr ni para hacer ningún trabajo porque todavía seguíamos mal. No nos ponían a hacer guardias ni nada”, dijo al respecto. Y agregó, sobre el total hermetismo que se había construido tras el bautismo: “Era todo un silencio, nadie hablaba de ese tema”.
Para el joven entrevistado por Infobae, este episodio fue la gota que rebalsó el vaso y decidió retirarse del Ejército. Sin embargo, su temor a las represalias persiste. “A mis compañeros les dicen que no hablen de lo sucedido y no den nombres de nadie. A mí me dicen que me cuide y que no dé mi nombre”, confesó.
Además del miedo, también continúan sus secuelas. “Después de darme la baja, me puse a hacer actividades físicas por cuenta propia y al correr siento que me canso más rápido. Me dijeron que puede ser por las quemaduras internas. Por eso en breve voy a asistir al hospital para ver cómo estoy realmente”, cerró.