Salió adelante tras sufrir trastornos alimenticios: “La recuperación más grande es hacer el duelo por ese cuerpo ideal que nunca va a llegar”

Vivió su infancia en un country y estudió en un colegio privado. Asegura que se trató de un mundo elitista, que propiciaba la discriminación. “Decían que si ponés una bomba en la villa 31 se solucionan todos los problemas del país”, recuerda con estupor. “Entrar a la UBA me explotó el cerebro”, dice

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Realidades - Chiara Elena Barile

Chiara Elena Barile es psicóloga, creadora del podcast “El closet de la salud mental” y en la actualidad acompaña a sus pacientes a sanar el vínculo con el cuerpo y la comida.

En una charla honesta con Realidades, Chiara habla de la necesidad de duelar al cuerpo ideal y relata sin eufemismos la intimidad de vivir en un country: “No había diversidad de ningún tipo, y la superficialidad está muy a flor de piel, no sos Chiara, no sos tu creatividad, sos tu imagen, sos lo que te ponés, sos lo que te vestís, sos el cuerpo que tenés”.

El recuerdo de su primera dieta, un libro de escuela y sus noches más oscuras saltando la soga sin pisar el suelo.

¿Cómo es vivir entre ricos? ¿Por qué nunca se sintió parte de esa élite? ¿Qué aprendió de ese universo de prejuicios y restricciones? ¿Cómo logró recuperarse?

El lado B de un mundo de grises y sombras.

Conocé la historia de Chiara.

Chiara Barile: "Cuando entré a la UBA me explotó completamente el cerebro."
Chiara Barile: "Cuando entré a la UBA me explotó completamente el cerebro."

— ¿Qué es “El closet de la salud mental”?

— Es un podcast que nace con la intención de poder charlar de lo que todavía no se habla. Hoy en día se habla un montón de salud mental, pero parece que faltan un montón de temas, hay mucho tabú y el podcast busca valorar las historias de cada quien y darle un lugar en este mundo.

— Haciendo honor al nombre de tu podcast, ¿cuál fue tu closet? ¿de qué closet tuviste que salir?

— La paradoja de “El closet de la salud mental” es que yo lo creé con la intención de visibilizar otras historias, y en el proceso me fui dando cuenta de que había algo de mi historia que quería compartir, con lo cual yo también tenía que salir de un closet.

— ¿Y de qué closet saliste y cómo saliste?

— Cuando fui adolescente sufrí de trastornos de conducta alimentaria, de anorexia y de bulimia. Yo trabajo y acompaño a mujeres para que sanen el vínculo con su cuerpo y su relación con la comida, pero nunca había hablado de mi historia, que la atravesé durante la adolescencia y que nunca más la saqué a luz. Y en este proceso de contar otras historias, hablando con mi psicóloga, ella me preguntó “¿y qué pasa con vos?” y yo de pronto me puse a llorar y dije: “Creo que tengo que hablar un poco del tema”, así que para mí fue un proceso re intenso también.

— ¿Cuál es tu historia?

— Bueno, para mí fue re desafiante, de hecho yo grabé el episodio y quedó archivado durante meses, no sabía si compartirlo o no. Un poco mi historia nace en el colegio; yo viví muchos años en un barrio cerrado, un country, un mundo un poco de ricos, iba a un colegio de ricos, a un colegio bilingüe, sin yo sentirme tan parte de eso y un poco como que ahí, en el colegio, empezaron los problemas.

— ¿Por qué no te sentías parte de eso y qué problemas empezaron?

— Yo nunca me sentí parte del colegio porque no tenía la misma clase que mis compañeros del colegio, nosotros, con muchos desafíos, becas, lográbamos sostener esa educación, pero vivía en un entorno de chicos y chicas que venían realmente de otras realidades, de mucha plata, un estilo de vida muy diferente y un poco mi sensación, ahora que lo veo de grande, es que todas aspirábamos ahí a ser flacas. Estaba el mandato que existe en el mundo, en Argentina, pero lo que pasaba ahí era que todas las chicas no teníamos otro ideal en nuestra cabeza que ser flacas y no teníamos otro modelo que copiar. Las que eran flacas querían ser más flacas, las que no eran flacas soñaban con ser flacas y nos pasábamos entre nosotras tips, estrategias o formas de poder ser flacas.

— ¿De qué clase social te considerabas?

— Nosotros éramos clase media, media alta ponele, y vivíamos en un entorno de chicas y chicos que accedían a un montón de ropa, yo no tenía la ropa que tenían ellos o no tenía la posibilidad de hacer las salidas que hacían ellos o los viajes que hacían ellos, y como que había un entorno muy marcado por la delgadez.

Nosotros íbamos todos al colegio bilingüe y después íbamos a bailar con chicos que también eran de otros countries y de otros lugares, y nos movíamos como en pequeñas burbujas, pasábamos de una burbuja a la otra en donde siempre se reproducía como la misma idea, que insisto: está en todo el mundo, pero en el lugar donde yo vivía estaba como mucho más exacerbado. En el barrio salían a caminar las mujeres hiper mega delgadas, que salían a hacer ejercicio y los modelos de las mujeres que aparecían eran todas super flacas, no había diversidad de ningún tipo, ni desde la orientación sexual ni de nada, pero en términos de corporalidades tampoco, la que no era flaca estaba guardada en su casa, no salía, no se mostraba, no se vinculaba de la misma manera.

— ¿Cómo eran tus días? Crecer en un colegio de alta sociedad con esos parámetros y con esa no diversidad…

— Para mí fue todo un proceso muy intenso. Tengo el recuerdo de una vez que me vi en el espejo, tenía como 14 años, y recuerdo que algo empezó a no gustarme, no me acuerdo exactamente qué fue lo que dije pero pensé: “Necesito empezar a hacer dieta” y ahí se abrió un mundo de problemas y de un montón de cuestiones, que tenían que ver con perseguir ese modelo ideal, y el problema que yo tenía ahí dentro era que todas estábamos en la misma, yo empecé a tener conductas re desordenadas en la alimentación, pero que entre todas las empujábamos, salíamos a bailar y nos emborrachábamos hasta vomitar porque el alcohol engordaba, unas lógicas absurdas, o no comíamos antes de tomar…

Yo tengo este recuerdo de decir “algo no me gusta” y decir “empiezo dieta”.

— ¿Y?

— Y empecé un montón de dietas y la primera siempre es como muy restrictiva, es como muy efectiva entre comillas. La primera vez que uno hace dieta, por lo general, adelgaza y el problema es que después eso yo ya no lo podía sostener y ahí empecé a entrar en más problemas.

“Si en el country se roba algo, siempre se culpa a la persona que es visitante, a la persona que trabaja adentro”.

Chiara Barile: "Nos movíamos en círculos, como pequeñas burbujas, pasábamos de una burbuja a la otra, en donde siempre aspirábamos a ser flacas."
Chiara Barile: "Nos movíamos en círculos, como pequeñas burbujas, pasábamos de una burbuja a la otra, en donde siempre aspirábamos a ser flacas."

— Paralelamente a esto ¿tu familia notaba el cambio? ¿cómo es tu familia? ¿tenés antecedentes?

— En mi casa no sé si se notó tanto el cambio en principio, yo tengo una hermana que es muy flaca, como de naturaleza, biológicamente flaca, y cuando yo estaba en mis peores años estaba muy parecida a ella y eso creo que dificultó que mis padres se dieran cuenta. Al mismo tiempo yo venía de una historia de muchas tías, de abuelas, con muchos temas en relación a la comida, en relación a la alimentación, entonces creo que tenía un poco que ver con mi historia personal y con el mundo en el que estaba inmersa.

— ¿Cuál es tu historia personal?

— Bueno, mi abuela era un poco particular. Ella, cuando era chica, nos clasificaba entre las nietas gordas y las nietas flacas, y yo estaba, cuando era más chica, como para lo que ella eran las nietas gordas y te lo hacía saber. Mis papás eran de Córdoba y todos los años viajábamos a Córdoba para Navidad, y para mí era re difícil encontrarme con ella porque siempre me devolvía lo que yo no quería ser, “la nieta gorda”, y me tenía que poner a dieta.

— ¿Cómo te lo hacía saber?

— Me decía a mí directamente “estás más rellenita”, era un ser muy especial, pero hacía regalos en función de las nietas que quería y las que no, y a las que no quería éramos las nietas gordas.

— Por ejemplo, ¿cuál era el regalo para una nieta flaca y para una nieta gorda?

— Y yo me acuerdo que en su momento me había regalado unas medias de hombre y yo me enojé, además yo era nena, eran unas medias de hombre que me quedaban enormes, como que ni siquiera había intentado pegar en nada, y a las nietas flacas no recuerdo qué regalos les hacía pero les hacía otros regalos, mucho más pensados.

— Te vuelvo al colegio, al country, a la vida de ricos, ¿qué cosas, hoy a la distancia, decís “esto no era normal” y vos lo naturalizabas?

— Hay muchas cosas de ese mundo que no eran muy normales, más allá de las delgadez, para mí el hecho de que en un country haya una entrada para los propietarios y una entrada para los visitantes, y que, por lo general, a las personas que trabajan adentro de los country les revisan el bolso, si se roban algo siempre se culpa a la persona que es visitante, a la persona que trabaja adentro. Eso a mí me hacía bastante ruido, por lo general, en las afueras de los countries se instalan villas o barrios en la periferia, que son la mano de obra de las personas que viven dentro y yo, particularmente, por mi mamá, tenía mucho contacto con las personas que estaban afuera. Ella ayudaba a los que vivían afuera del barrio, les daba apoyo escolar y hacían colectas, entonces yo conocía este mundo. Y, por otro lado, pasaba esto: vos veías en el barrio que las mujeres que circulaban eran las mamás que se juntaban entre ellas a caminar, que eran todas super flacas y que se ponían un conjunto super fit y super a tono. Y después, desde ahí hasta el colegio esto: nos compartíamos dietas, nos compartíamos estrategias o típica, la que era más gorda y bajaba de peso la felicitaba todo el mundo.

— ¿Qué fue lo peor que hiciste durante el tiempo de vivir esa realidad? ¿Cuáles fueron tus horas más oscuras?

— Bueno, empezó esta dieta que te comentaba antes, controlaba todo lo que comía.

— ¿Qué comías?

— Ensalada, no comía ningún dulce, no comía carbohidratos, empecé así y después empecé a tener periodos de atracón que se me disparaban porque estaba muerta de hambre, esa es la realidad, de hecho me acuerdo que yo anotaba todo lo que comía y de pronto, cuando en el algún momento se me iba todo de las manos, empezaba a comer más. Paulatinamente empecé a entrar en un ciclo de mucha restricción y después de atracón, mucha restricción y atracón…

— Durante todos esos ciclos de atracones y restricciones, ¿lo compartías o comentabas con alguien?

— Leí un libro que circulaba en el colegio que contaba la historia de una chica que había sufrido anorexia y bulimia, y ese libro fue mi escuela, fue donde aprendí todo.

— ¿Era tu manual?

— Era el manual. Yo empecé con la anorexia, empecé a restringirme y después cuando se me estallaba el atracón empezaba a vomitar, y un poco todo eso lo aprendí en ese libro.

— Hago un paréntesis. Me alerta escuchar eso. ¿Hoy volverías a leer ese libro?

— Es un libro que es complejo. No me interesa hablar de la autora, por eso tampoco me gusta decir el nombre porque me parece que tenía que ver con esa época, había otra información, creo que hoy esperaría que ese libro no pudiera ser publicado, o al menos no de esa forma. Es un libro que no habla nunca de la recuperación, como que todo el proceso es aprender a cómo vomitar o a cómo reproducir ciertas conductas. Yo hoy no se lo recomendaría a mi hija, intentaría que no pudiera circular o que tal vez circulara de otra forma, como con otro lenguaje.

“Cuando entré a la UBA me explotó completamente el cerebro”.

Chiara junto a su hija Renata.
Chiara junto a su hija Renata.

— Hablaste de recuperación. ¿Estás recuperada hoy?

— Hoy sí, pero me llevó muchos años.

— ¿Cuándo te diste cuenta de que estabas enferma?

— Recuerdo una noche muy oscura en mi casa, después de haber vomitado, me acuerdo de estar tirada en el baño super angustiada, como el momento más oscuro de mi vida y decir “hasta acá llegué”. De hecho, en mi escuela pasaba que había muchas compañeras que habían sido internadas por tener trastornos de la conducta alimentaria.

—¿Era normal la internación por esos trastornos?

— Sí, se internaron compañeras de otros grados también.

— ¿Y cómo vivías ese tema tanto vos como tus compañeras? ¿qué hacían?

— Esto, como que había un “qué mal”; pero no había conciencia sobre lo que pasaba en la clase para que eso pudiera ser posible, no es que venían y nos daban una charla, era como un problema de ella, un problema aislado vivido de forma individual.

— Vuelvo a preguntarte, cuando te enterabas que a una compañera tuya la internaban, vos, padeciendo la misma enfermedad, ¿qué sentías?

— A mí me pasó esa noche, recuerdo patente estar en mi casa, estar en el baño de mi casa muy angustiada, y empecé a pensar en eso “no quiero que me internen, no quiero llegar a ese punto” y al mismo tiempo decir “no puedo más”, y esa fue la posibilidad de decir “no quiero que me internen” y al mismo tiempo reconocer que necesitaba ayuda. Lo primero que hice fue ir a vivir con mi mejor amiga en ese momento, que la adoro un montón, me acuerdo que un día de llanto, de decirle “necesito contarte algo”, de llorar, llorar, llorar, llorar, y ella fue la que me ayudó a pedir ayuda psicológica por primera vez. En ese momento había sólo teléfono de línea y ella llamaba a mi casa y decía: “Hola, ¿pediste turno con la psicóloga?”. Y a partir de que ella me insistió varias veces yo pedí un turno con la psicóloga y ahí puedo decirte que fue el primer paso en mi recuperación, pero que me llevó varios años.

— ¿Qué es lo que más cuesta a la hora de comunicar o pedir ayuda?

— A mí lo que me pasó es que fui a la psicóloga primero, mi primera experiencia con la psicóloga no fue muy buena pero tuve otras mucho mejores. Me acuerdo de llorar, llorar y llorar, y no poder hacer más que llorar en las sesiones. Lo que me pasó con esta primera experiencia es que ella enseguida me quiso internar, y lo que yo decía era: “No puedo creer, después de todo lo que sufrí, de haber pedido ayuda para no llegar a estar internada, que lo primero que quiere hacer esta psicóloga es internarme”. Al final un poco mi papá me ayudó, me escuchó, dijo: “No, no te vas a internar, vamos a charlar con la psicóloga”. Esto no quiere decir que esté en contra o a favor de la internación, yo en ese momento no quería eso, y ella me hizo firmar un consentimiento y me derivó a una psiquiatra. Entonces, mi primer tratamiento fue con la psicóloga y luego con la psiquiatra algunos meses, pero tampoco quería la medicación, yo sabía que tenía un problema, pero lo quería trabajar, lo quería resolver, no quería estar medicada, así que ella me acompañó en ese proceso. Insisto: no porque la medicación esté mal sino por cómo yo lo quería vivir o yo quería atravesar ese proceso de sanación, y ahí empecé con ella.

— En proceso de sanción, de rehabilitación ¿qué es lo que más te costó? y ¿cómo la familia recibió la noticia?

— Era difícil, siempre es difícil acompañar a alguien que está sufriendo, yo lo cuento con mucha liviandad ahora porque lo tengo mucho más resuelto. Es muy difícil, es complejo, yo lo que sugiero es que hay que escuchar, hay que acompañar. Mis papás no sé si tenían las herramientas, era otra época, no había la información que hay ahora. Para mis hermanos, también, para ellos era, no sé si una carga, pero era medio un bajón que tu hermana esté sufriendo todo esto. Yo era un quilombo, disparaba para todos lados, además esta falta de comida y de sueño te dispara el mal humor. Ellos no fueron mi red para recuperarme, yo me apoyé mucho en mi terapia y después en amigas.

“Mi abuela era muy particular, nos clasificaba entre las nietas gordas y las nietas flacas”.

Chiara a los 16 años, en plena lucha contra su enfermedad.
Chiara a los 16 años, en plena lucha contra su enfermedad.

— ¿Cuáles fueron tus primeras señales de recuperación?

— Yo tuve varias. Las primeras señales que empecé a ver fue poder alimentarme bien, poder comer las comidas básicas, lo indispensable; después, un poco lo que a mí me sirvió fue alejarme del mundo en el que crecí, después pude volver pero necesité un tiempo de salir de esa burbuja. De hecho, un paso clave en mi proceso de recuperación fue entrar a la universidad, empecé a estudiar en la UBA y cuando entré me explotó completamente el cerebro y pude entender que mucho de lo que yo estaba viviendo no tenía que ver sólo con mi historia sino haber sido parte de ese mundo. Después, volví y me reencontré, y tengo amigas todavía que vivieron ahí o iban a mi colegio, pero necesité un poco verlo desde afuera y conocer la diversidad.

— Escuchándote, creo que en tu caso vivir en un country fue más peligroso que seguro.

— Sí, depende. A veces pasa esto: lo que tiene la vida en el country es que, efectivamente, si en el mundo está este ideal de belleza, en el country se profundiza mucho más porque no tenés otro modelo, a lo que aspirás es a ser flaca pero todo el mundo aspira a ser flaca. Cuando yo estudiaba en la UBA no estaban todas las pibas contando calorías, no están todas las pibas pensando en qué comieron, qué dejaron de comer, no están todas tan preocupadas por el cuerpo, mientras que en el mundo que yo habitaba sí. Y lo que tiene es esto, como que empiezan a circular un montón de conductas que están naturalizadas, ni hablar del vínculo con el alcohol, un montón de nosotras tomábamos hasta vomitar, literal, era como que si ibas a tomar, teníamos que tomar hasta vomitar porque el alcohol engorda y esas cosas las aprendés en ese mundo sin tener contacto con otras realidades que te enseñen algo diferente.

— ¿Qué otras cosas hoy son peligrosas o no tan bellas de vivir en un country?

— No estoy en contra de la vida en el country… pero bueno, primero, aparece la superficialidad, está muy a flor de piel, no sos Chiara, no sos tu creatividad, sos tu imagen, sos lo que te ponés, sos lo que te vestís, sos el cuerpo que tenés y eso es lo más importante.

— Si hoy volvieras a vivir en un country, ¿pensás que puede ser distinta la realidad?

— Y puede que sea una de las problemáticas. Lo que me parece que es grave es que no haya mucha conciencia de cómo crecen los chicos y chicas en ese ambiente. Mis viejos fueron ahí buscando seguridad porque en los alrededores había robos y qué sé yo, pero no hay mucha conciencia de lo que aprendemos en ese mundo, vos te criás en un lugar en donde, para mí, ahora que lo veo, es re loco, había una entrada del dueño y una entrada del visitante, y a la empleada que trabaja en una casa la revisan cuando sale. Era moneda corriente en el colegio escuchar que si te faltaba algo era porque te había robado la empleada, esos son prejuicios que vas adquiriendo.

— ¿Podrías ampliar más sobre los prejuicios?

— Por ejemplo, los countries siempre están como amurallados, entonces siempre está esta idea de que afuera está el peligro, afuera está el ladrón. Me acuerdo que en el colegio decían que había que poner una bomba en la Villa 31 y se resolvían los problemas del país, tremendo.

— ¿Eso se dice en los countries?

— Pero claro. Pensá que todos los días de tu vida te levantás, salís de una muralla, te vas a un colegio que también está amurallado, después te juntás con gente que vive en el mismo lugar y es difícil pensar diferente, y vos salís y te criás con la idea de que afuera está lo peligroso, que adentro está lo seguro, entonces todo lo que pasa afuera de tu country es peligroso y en ese peligro aparecen todos los otros, está el chorro, está el villero, todo lo que es diferente a uno se vuelve peligroso.

— ¿Algo más que te parezca peligroso o te espante?

— No todo me espanta. Hay cosas buenas, mi primera infancia fue muy linda. Cosas que me espantan y que me conflictúen un poco, esto: el valor del dinero, yo me acuerdo que en el colegio de mi hermano se iban de viaje de egresados y mostraban sus tarjetas de crédito, mostraban billetes como el valor de la plata por encima de absolutamente todo, tengo esas imágenes muy claras como algo raro. Después otras cosas, por ejemplo, me acuerdo que incluso hablando de vuelta del cuerpo, si había un chico que de pronto se besaba y chapaba con una chica que no era flaca, ahí lo burlaban a toda la semana refiriéndose a que él se había dado un beso con una chica que no era flaca. Y nosotras, las chicas, teníamos miedo de ser esa gorda. Imaginate que el pibe era el hazmerreir de toda la clase y nosotras teníamos miedo de ser esa gorda, por eso estaba tan instalada la idea entre nosotras de poder ser todas flacas.

Chiara es creadora de: “El closet de la salud mental”, un podcast que nace con la intención de poder charlar de lo que todavía no se habla.
Chiara es creadora de: “El closet de la salud mental”, un podcast que nace con la intención de poder charlar de lo que todavía no se habla.

— ¿Te acordás de las peores horas de tu vida?

— Las noches eran las más difíciles, se me acumulaba toda la angustia, venía de todo el día de haber intentado controlar la comida, contar calorías, llegaba la noche y me agarraba mucha angustia, si de día había comido mucho a la noche compensaba o vomitaba o hacía mucho deporte en mi casa. Esto es tremendo, no lo hagan en sus casas: yo había aprendido a saltar la soga sin hacer ruido.

— ¿Cómo es eso?

— Claro, sin que la soga tocara el piso. Yo saltaba la soga y lograba saltar alto y pasar la soga alta para que no tocara el piso y que no hiciera ruido. Y eso era tremendo, podía estar bastante tiempo.

— ¿Cuánto tiempo?

— Estaba una hora o más saltando a la soga, como una forma de compensar lo que había comido.

— ¿Qué aprendiste de esto? ¿qué mensaje podemos darle a las chicas o chicos que están padeciendo lo que vos padeciste?

— Sí, la recuperación es larga pero es posible, a mí me llevó muchos años también porque yo ya estando recuperada iba a nutricionistas que seguían haciendo foco en consultas restrictivas. Yo me formé en alimentación intuitiva y hay un montón de nutricionistas que trabajan con ese enfoque que está buenísimo, pero hay poca visibilización del tema y tal vez hay alguien que se está recuperando y vos hacés que cuente lo que come, y eso le puede gatillar alguna conducta de desorden alimentario. De hecho, el momento clave para mí fue el embarazo, fue la primera vez en mi vida en donde solté todo tipo de control, la pasé bárbaro, comí todo lo que tenía ganas de comer y cuando pasó el embarazo dije: “No quiero volver a hacer una dieta nunca más en mi vida”. También dije: “No quiero que la comida vuelva ser un problema en mi vida”.

— Le pregunto a la Chiara adulta, ¿qué mensaje te gustaría dejarle a otras Chiara adolescentes o a otras personas que están sufriendo hoy lo que vos padeciste?

— Creo que uno de los grandes problemas en la sociedad, y en el trastorno de la conducta alimentaria obviamente es más fuerte, es que siempre buscamos un ideal que no existe. Es como que perseguimos una zanahoria que cada vez se corre un poco más, como que vos decís “quiero bajar 5 kilos”, bajás esos 5 kilos “y ahora quiero tonificar esto” y tonificás eso, entonces es una zanahoria que es inalcanzable, que te devuelve una insatisfacción constante. Y yo estaba en ese loop, bajaba un poco y quería bajar otro poco; mejoraba esto, quería mejorar lo otro; y creo que el desafío más grande de la recuperación es hacer ese duelo por ese cuerpo ideal que nunca vas a tener. Para mí es como decir: “Bueno, aceptá tu cuerpo como es y dejá de soñar con ese cuerpo que nunca va a llegar, porque está pensado para que siempre le falte algo más”.

“La recuperación es larga pero es posible”.

Chiara Barile: "En el embarazo, fue la primera vez en mi vida en donde solté todo tipo de control, y cuando termino fui mamá dije: “No quiero volver a hacer una dieta nunca más en mi vida”
Chiara Barile: "En el embarazo, fue la primera vez en mi vida en donde solté todo tipo de control, y cuando termino fui mamá dije: “No quiero volver a hacer una dieta nunca más en mi vida”

— ¿ Vos duelaste tu cuerpo?

— Sí, yo creo que todas tenemos que hacer el duelo por el cuerpo ideal. Me parece que el cuerpo ideal se instala en la sociedad o en estos espacios donde yo vivía, pero es un cuerpo ideal que no existe, porque justamente es ideal, es una fantasía a la que todas aspiramos y como siempre aspiramos a eso, siempre estamos haciendo algo nuevo para llegar, pero la realidad es que nunca vamos a llegar, podemos pasar toda la vida girando en esa rueda o hacer el duelo y asumir que ese nunca va a ser tu cuerpo pero poder, a partir de ahí, empezar a aceptar tu cuerpo tal cual es.

— ¿Un mensaje que te gustaría dejar?

— Primero esto: que si hay alguna chica que esté atravesando alguna situación con el cuerpo, con su alimentación, que sepa que hay otra realidad posible, que hay otra realidad de disfrute donde podemos conectar con la comida, donde la comida se vuelve un placer, que no es necesario que todo sea tan complicado en relación a ese tema e incluso que la comida no tiene que ocupar tanto espacio en nuestra mente, y si hay chicas que llegan a estar viviendo en countries: hay más mundo, hay una realidad por fuera que está buena.

— ¿Country o facultad UBA?

— Más UBA, pero pueden ser los dos, country con UBA.

Mirá la entrevista completa:

Realidades - Chiara Elena Barile

* Realidades es un programa de entrevistas que intenta visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza y prejuicios, contadas por sus propios protagonistas. Escribimos y contamos tu historia a: realidades@infobae.com

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