El mausoleo de Perón en San Vicente: Evita en todos lados, el fantasma de Isabel y el misterio de las manos robadas

El cuerpo del líder justicialista estuvo en la Quinta de Olivos y en Chacarita hasta llegar, en medio de un tiroteo, a la quinta en la que convivió con su histórica compañera. La pregunta por la profanación de su tumba recorre cada visita guiada

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Perón le compró el predio de San Vicente a Domingo Mercante, gobernador bonaerense, en 1946. Construyó un chalet como epicentro del lugar de descanso para él y Eva (Nicolás Stulberg)
Perón le compró el predio de San Vicente a Domingo Mercante, gobernador bonaerense, en 1946. Construyó un chalet como epicentro del lugar de descanso para él y Eva (Nicolás Stulberg)

“Mi único heredero es el pueblo”, dice, con letras bien grandes y grabado en mármol, el mausoleo de Juan Domingo Perón, instalado desde 2006 en la Quinta de San Vicente. Se trata de ese predio de diecinueve hectáreas en el que, tal vez, el General pasó sus días más felices junto a Eva, cuyos restos tienen un espacio reservado al lado de la cripta del tres veces Presidente, aunque por ahora la familia Duarte se niegue a concretar el traslado desde el Cementerio de la Recoleta.

“Mi único heredero es el pueblo”, se lee en el mausoleo, construido a la sombra del árbol más alto de este predio que ahora es un museo. La inscripción se roba la atención de todos los participantes de la visita guiada a apenas unos metros de la entrada principal de la quinta. Fue allí -y después adentro del mismísimo predio- donde, hace casi dieciocho años, algunas facciones de Camioneros y de la UOCRA se enfrentaron, a tiros, a botellazos, a piedrazos y a golpes, para dirimir quiénes tenían más herencia popular en sangre.

El traslado de Perón a San Vicente

Fue el 17 de octubre de 2006, cuando, en pleno Día de la Lealtad, los restos del General fueron trasladados desde el Cementerio de la Chacarita hasta esta quinta, su presunto lugar de descanso eterno. Y fue caótico, como una especie de secuela de aquel aterrizaje fatídico de Perón en Ezeiza en 1973, cuando se produjo su vuelta definitiva tras el destierro.

Pero ahora estamos en el mausoleo y lo de la Bersa 9 milímetros de Emilio “Madonna” Quiroz, entonces chofer y custodio de Pablo Moyano, apuntándole a Juan Pablo “Pata” Medina y sus hombres de la construcción es cosa del pasado. Ahora, en este espacio custodiado las 24 horas por la Policía de la Provincia de Buenos Aires, los visitantes que están a punto de terminar su visita leen en voz alta las palabras estampadas en el bronce que cubre la cripta de Perón y la reservada para Eva: “Humildad”, “Amor”, “Solidaridad”, “Pueblo”, “Generosidad”, son algunas. “Son todas palabras centrales de La Doctrina Peronista”, le explica a su público Lucas, el guía del Museo 17 de Octubre - Quinta de San Vicente que narra la visita con detalle, entusiasmo y pericia.

17 de octubre de 2006: Emilio "Madonna" Quiroz, chofer y custodio de Pablo Moyano, dispara a integrantes de UOCRA en las inmediaciones de San Vicente, en medio del traslado de los restos de Perón
17 de octubre de 2006: Emilio "Madonna" Quiroz, chofer y custodio de Pablo Moyano, dispara a integrantes de UOCRA en las inmediaciones de San Vicente, en medio del traslado de los restos de Perón

Cuando la visita está a punto de terminar, en el clímax de este recorrido de algo más de una hora por las hectáreas habilitadas de esta quinta a la que le creció un bosque, Lucas escucha la pregunta que sabe que en algún momento de todas las visitas va a llegar: “¿Y las manos? ¿Qué pasó con las manos?”. Se la hacen a un costado y en voz baja, como si se esperara una respuesta parecida a una revelación o como si se supiera que todo lo que rodea a esa pregunta es misterio.

El misterio de las manos de Perón

La respuesta “en on” es: “Lamentablemente hoy el general está descansando sin sus manos”. Lo que sucede entonces es que algunos visitantes debaten cuál de todas las teorías sobre la profanación de la bóveda de Juan Domingo Perón en la Chacarita es la más viable, otros -algunos de los más jóvenes- se enteran de que al cadáver del General le faltan las manos desde 1987. La caminata hasta el museo, donde termina la visita guiada y empieza la posibilidad de que cada uno recorra por las suyas ese sitio que da cuenta de los años peronistas en la Argentina, se vuelve una conversación volcánica entre desconocidos que buscan la verdad y la quinta pata al gato, todo al mismo tiempo.

De la profanación a la bóveda familiar de Perón, que llegó a Chacarita cuando el dictador Jorge Rafael Videla lo hizo trasladar allí desde la cripta de la Quinta de Olivos, se dijo (casi) de todo. Que la logia masónica italiana P2 le cobró al General el incumplimiento de un pacto por el cual esa agrupación había facilitado la vuelta definitiva de Perón a la Argentina, además de haber facilitado antes la recuperación del cadáver de Eva. Que algunos grupos de las Fuerzas Armadas intentaban desestabilizar el reinstaurado orden democrático, tras el histórico Juicio a las Juntas y apenas después del alzamiento “carapintada” de Semana Santa. Que Perón tenía un anillo con el número de una cuenta bancaria millonaria (en dólares) en una de sus manos. Que las huellas digitales eran la vía de acceso a esa cuenta, en Suiza.

En 1987, el cadáver de Perón fue mutilado. Los responsables aún no fueron descubiertos
En 1987, el cadáver de Perón fue mutilado. Los responsables aún no fueron descubiertos

La investigación de la profanación, ocurrida hace casi cuatro décadas, también estuvo envuelta en misterios y tragedias. El primer juez que la investigó murió en un extraño accidente automovilístico junto a su esposa. El jefe de la comisaría en la que se radicó la primera denuncia sobrevivió al balazo en la cabeza que recibió durante un robo en su casa. El entonces jefe de la Policía Federal murió en su despacho, de un presunto ataque de asma, tres meses después de empezar a investigar el ataque a la bóveda del cementerio.

María del Carmen Melo, una mujer que llevaba flores periódicamente a la tumba de Perón, fue golpeada hasta morir cuando se supo que tenía datos para aportar a la investigación. Y Paulino Lavagno, portero de la Chacarita, tuvo un paro cardíaco que le provocó la muerte tras una fuerte golpiza.

En San Vicente, frente al mausoleo rodeado de los escudos de todas las provincias argentinas y de placas de bronce ofrendadas por sindicalistas, funcionarios, dirigentes justicialistas y empresarios, la pregunta por las manos del General es número puesto. Se hace en voz baja y se espera la respuesta con la esperanza de que en ese preciso instante termine el misterio.

No será la única pregunta del recorrido. Hay quienes quieren saber por qué hay, hecho con venecitas cerca de la cripta de Perón, un retrato de Néstor Kirchner. Y preguntan con enojo: “¿Qué tiene que ver este con Perón? Una cosa fue el peronismo y otra, el kirchnerismo”, lanzan, y algunos visitantes se ofenden con el ofendido. Hay quienes quieren saber si los muebles de la casa principal son originales, de la época de Perón y Evita. Y hay quienes quieren saber por qué se dice tan poco sobre Isabel. Para todo hay una respuesta en este recorrido que, cuando termine, verá pasar a los del contingente siguiente, un grupo de más de cincuenta personas ávidas de nutrirse de las historias que esperan en San Vicente.

La habitación de Eva y Perón en San Vicente. La casa fue saqueada tras el derrocamiento de Perón en 1955 (Nicolás Stulberg)
La habitación de Eva y Perón en San Vicente. La casa fue saqueada tras el derrocamiento de Perón en 1955 (Nicolás Stulberg)

“Tenemos, estimativamente, entre 5.000 y 7.000 visitantes por mes. Casi 80.000 al año. Vienen de todas las generaciones, desde los más grandes, que vivieron los años de Perón y Evita, hasta los más jóvenes, que recién empiezan a empaparse de la historia. Vienen docentes, gremios, agrupaciones políticas, militantes sociales, y también un público que no se identifica con el peronismo pero que quiere conocer esta parte de nuestra historia”, le explica a Infobae Cristian Scollo, director desde hace más de cuatro años del Museo 17 de Octubre - Quinta de San Vicente, que depende del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires.

Un recorrido por la quinta museo

Lo primero que se lee en este predio, apenas empieza la visita, es “A partir de aquí comienza La Pampa”. Perón había estado en ese territorio -que durante su primer mandato se llamó por un tiempo Provincia Eva Perón- a sus siete años: lo recordaba con alegría, con nostalgia y con el deseo de sentirse así, rodeado de ese verde de llanura. Fue por eso que en 1946 le compró el predio de 19 hectáreas a Domingo Mercante, gobernador bonaerense, y fue por eso que pasó allí cada fin de semana que pudo, aunque en ese entonces el viaje desde la residencia presidencial, por aquellos años en Recoleta, demorase más de dos horas.

La quinta tiene una casa principal -un chalet estilo californiano con un sistema de ventilación que, ochenta años después, todavía es moderno- y en esa casa principal pueden verse desde un biombo chino que Mao le regaló a Perón hasta la sala de esgrima en la que el General entrenaba en una de las disciplinas que habían sido parte de su formación marcial y que no dejaron de ser parte de su vida civil. De las paredes cuelgan las fotos de Perón, Eva y sus caniches, y las de ellos dos en la puerta del chalet, y un ejemplar de la Constitución Justicialista.

Una parte del proyecto escultórico "Monumento al Descamisado". Las piezas se recuperaron tras su mutilación (Nicolás Stulberg)
Una parte del proyecto escultórico "Monumento al Descamisado". Las piezas se recuperaron tras su mutilación (Nicolás Stulberg)

En una casa que parece más grande al recorrerla por dentro que al mirarla por fuera, se exhibe el diploma de la Justicia Electoral que confirma la Presidencia de Perón de 1973, y un escritorio, un cenicero y una máquina de escribir que Perón usaba para trabajar, así como una banda presidencial y algunos de sus trajes originales, militares y civiles.

En las fotos, Eva se peina frente al espejo o luce vestidos de gala en alguna gira europea -junto al dictador Francisco Franco, por ejemplo-, o se abraza a Perón en el acto de su renunciamiento histórico. A Perón se lo ve subido a su caballo favorito, Manchas, arriba de una moto, o subido al balcón en el que se convirtió en el político más gravitante del siglo XX argentino.

Un objeto resume como ninguno la historia de esa quinta: es una fuente hecha artesanalmente por ceramistas para ofrendársela a Eva. En el museo sólo hay una parte de ese objeto: la que sobrevivió. Fue deliberadamente rota en los saqueos que destruyeron casi todo el mobiliario de ese chalet tras el derrocamiento de Perón en 1955, en manos de la autoproclamada Revolución Libertadora.

Una de todas las fotos de Eva que se ven en el chalet de San Vicente (Nicolás Stulberg)
Una de todas las fotos de Eva que se ven en el chalet de San Vicente (Nicolás Stulberg)

“Los muebles que ven acá son casi todos traídos de Gaspar Campos, la casa de Vicente López en la que vivió Perón tras volver a la Argentina en 1973. Los militares arrasaron con lo que había acá tras el golpe del 55″, les explica Lucas a los visitantes. El escudo de la Virgen de la Merced, protectora de los militares, está intacto en la entrada del chalet.

La fuente -y los muebles, que fueron de Perón pero no fueron de Eva- no es el único rastro del quiebre de la historia que supuso el golpe de 1955. Afuera del chalet, cerca de la entrada, la segunda parada de la visita guiada es frente a algunas de las piezas esculturales que formarían parte del titánico Monumento al Descamisado que Eva había previsto, con figuras de hasta 137 metros de alto talladas en mármol de Carrara. Les falta la cabeza a dos de las tres figuras que se ven en San Vicente: al Perón que abraza a un obrero y a la Eva que sostiene un ejemplar de La razón de mi vida.

“Las esculturas fueron mutiladas por la autoproclamada Revolución Libertadora, en realidad, la Fusiladora. Algunas fueron rescatadas desde el Riachuelo, a donde fueron tiradas. El Monumento al Descamisado fue una idea que trajo Eva de su viaje a Europa en 1947″, explica Lucas, y remata: “Esto que vemos es una evidencia del odio al peronismo en aquellos años”.

En esta quinta en la que alguna vez hubo caballos pero también llamas y chanchos aún puede verse el aljibe, una de las posibles fuentes para obtener agua. Aunque el tanque principal es el torreón que Perón mandó a construir bien cerca del chalet principal. Ahí montó su sala de radiotransmisión y ahí grababa los mensajes que emitía oficialmente como Presidente. Desde ahí, también, miraba el bosque que crecía en las hectáreas que le había comprado a Mercante: hay laureles, algarrobos, eucaliptos, un cedro azul traído de Marruecos y ejemplares de alcanfor. La leyenda cuenta que el alcanfor era el preferido del General para sentarse a su sombra a tomar un mate cocido: el aroma del árbol repelía a los insectos, lo que lo convertía en un refugio tranquilo.

El mausoleo de Perón está custodiado las 24 horas por la Policía de la Provincia. Hay visitas guiadas los sábados, domingos y feriados (Nicolás Stulberg)
El mausoleo de Perón está custodiado las 24 horas por la Policía de la Provincia. Hay visitas guiadas los sábados, domingos y feriados (Nicolás Stulberg)

Hay que adentrarse en ese bosque para encontrar los tres vagones del Tren Presidencial, una formación recubierta en madera de petiribi que fue encontrada abandonada en talleres del ferrocarril Belgrano Norte y que podía viajar desde Retiro a Tucumán, especialmente equipada para quien estuviera a cargo del Poder Ejecutivo. El primer presidente en usarlo fue Victorino de la Plaza, el último, Raúl Alfonsín. Los herrajes de bronce con el escudo nacional, la amplia bañadera que se ve por la ventanilla desde el andén y el coche comedor dan cuenta de que esos no son vagones para pasajeros corrientes.

El detalle peronista está detrás de todo: Eva mandó a construirle un balcón al último vagón para que, desde allí, ella y Perón pudieran saludar a medida que se adentraban en las distintas provincias. Repartían medicamentos y juguetes nada menos que desde un balcón, el escenario al que se había asomado Perón para ver nacer el peronismo.

“¿Y de Isabel por qué no hay fotos?”, pregunta una de las visitantes. El director del museo responde a esa misma pregunta, hecha por Infobae: “Isabel es muy importante para la Quinta. Ella se ocupó mucho de su restauración con lo que había en Gaspar Campos, y tuvo que cumplir prisión domiciliaria cuando la dictadura la arrestó tras derrocarla. Hay una placa que la recuerda. Pero el guión del museo es del 45 al 55: en esos años se vivieron los días más felices de esta quinta, los de Perón y Evita, y también puede verse la destrucción por el odio al peronismo y a sus líderes”, cuenta Scollo.

"Mi único heredero es el pueblo", la inscripción en el mausoleo de Perón (Nicolás Stulberg)
"Mi único heredero es el pueblo", la inscripción en el mausoleo de Perón (Nicolás Stulberg)

En diálogo con este medio, los guías cuentan que, entre los visitantes, las chicas más jóvenes preguntan sobre todo por Eva, y que van tanto familias con hijos chiquitos como adultos mayores. “Algunos esperan encontrar una casa más lujosa y se sorprenden cuando ven que, para el lugar de poder que tenían, venían a una quinta austera. No sólo vienen peronistas, y eso se nota en el libro de visitas. Algunos critican algo del peronismo, de Perón, de Eva, y otros responden ‘gorila alert”, cuenta una guía.

El libro de visitas está dentro del museo, en este predio que fue declarado Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Cultural de la Provincia. La grieta se palpa en algunas de sus páginas, a menos de doscientos metros del mausoleo en el que descansa el cadáver mutilado de Perón y en el que los más militantes esperan que descanse el cadáver ultrajado y recuperado de Eva. En esta quinta donde la herencia se dirimió a tiros y piedrazos, y en donde, en las jornadas de sol, nunca falta alguien para señalar que así son los verdaderos días peronistas.

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