Cuando tenía solo veintisiete años, Juan Domingo Perón lo eligió para que fuese el secretario General del Partido Justicialista y para que intentara llevar a buen puerto una nave acosada por intensas tempestades. Juan Manuel Abal Medina enfrentó así la desembozada, y en parte también oculta, intención de la dictadura del general Alejandro Lanusse de evitar que Perón regresara al país y, luego, de impedir que llegara a la presidencia; apuntaló la decisión de Perón de nombrar como su delegado personal en el país a Héctor J. Cámpora, que luego sería candidato a/y presidente de la Nación; vigiló metro a metro los dos retornos de Perón al país, el primero en noviembre de 1972 y el definitivo, en junio de 1973, marcado para siempre por la matanza de Ezeiza.
También intentó, acaso con suerte diversa, conciliar los postulados de izquierda de una juventud montada en los afanes del peronismo, a la que avaló el propio Perón, y amalgamar aquel aceite caldeado con el agua igual de hirviente del poder sindical, al que Perón juzgó siempre como la columna vertebral de su movimiento.
Perón armó con él una relación intensa, de inusual franqueza y honda confianza mutua. Un oasis en medio de la violencia de aquellos años que también había salpicado a Abal Medina: su hermano Fernando había sido uno de los fundadores de la guerrilla peronista Montoneros y fue señalado luego como uno de los secuestradores y el ejecutor del general Pedro Eugenio Aramburu, en junio de 1970. La relación Perón-Abal Medina atravesó los tumultuosos cuarenta y nueve días del gobierno de Cámpora, el machacar constante de la guerrilla -la peronista y la trotskista del ERP-, que tanto enfurecía a Perón; los intensos momentos de esperanza y decepción que acompañaron la vida social de los argentinos en aquellos años, hasta que el 12 de octubre de 1973 Perón asumió su tercera presidencia y saludó a una multitud desde el balcón de la Casa Rosada, detrás de un vidrio blindado y con su uniforme de teniente general: un instante en el que Abal Medina pensó que su tarea había sido cumplida. Había quedado un poco apartado de sus funciones luego del asesinato de José Rucci a manos de Montoneros en septiembre de ese año. Durante el interinato de Raúl Lastiri, se barajó la posibilidad de su nombramiento como ministro del Interior de Perón, pero el líder justicialista lo relevó de ese compromiso porque desde esa función hubiese tenido a cargo a la Policía Federal, encargada de investigar y perseguir a quienes habían sido compañeros de militancia de su hermano Fernando, quien murió en un enfrentamiento con agentes de la Bonaerense el 7 de septiembre de 1970.
Juan Manuel Abal Medina fue testigo también del deterioro de la salud de Perón, que era consciente de que su vida se apagaba y que lo haría con mayor rapidez si asumía la presidencia. El 1 de julio de 1974, hace hoy medio siglo, cerca de la una y cuarto de la tarde, le avisaron que su líder había muerto. Hasta ese instante llega el libro de memorias que, con sutil recato elude la persecución que desató sobre él primero la Triple A y luego la última dictadura, sus seis años de asilo en la Embajada de México, su posterior exilio en ese país y el saqueo de sus archivos personales.
Abal Medina, de 79 años, tituló sus memorias con una sugerencia que es también un mandato: “Conocer a Perón” (reeditado por estos días por Editorial Planeta con un nuevo anexo documental). En esta charla con Infobae, que duró una hora, Abal Medina evoca aquellos años decisivos y la figura del último Perón, a quien llama con perceptible emoción “mi amigo”.
A continuación, la entrevista
-¿Cómo se enteró de la muerte del General Perón?
-La tarde anterior (30 de junio) me avisó el doctor (Jorge) Taiana que si bien había tenido cierta mejoría, el proceso en el que ya estaba en ese momento era irreversible y que era una cuestión de horas, difícilmente días. Esa mañana, entre las once y las once y media, me llamó Juan Esquer, con quien yo tenía una relación muy cercana, y me dijo que el General estaba mal, que seguía todo igual… y que era cuestión nuevamente de horas. Y Juan fue el que me llamó a la una para decirme que había muerto.
-¿Qué sintió en ese momento?
-Yo había quedado conmocionadísimo el día anterior. Pensando en el General, la verdad. Luego la cabeza se fue hacia otras cosas, no sabía qué iba a pasar con la Argentina. Yo le tenía mucho cariño personal al General, al margen de lo político. Y habíamos hecho -en un plazo muy breve- una amistad personal muy fuerte. Creo que, y al margen de la figura política, no he tenido una amistad tan fuerte como la que generé con el General. Él sabía siempre lo que yo iba a decir. Siempre. Yo algunas veces sabía lo que él iba a decir. Solo a veces. Se había dado una compenetración que iba en el marco de un cariño creciente y había visto realmente la actitud, prácticamente heroica del General, desde el momento en que decidió el regreso. Porque era claro que no estaba él en estado físico para lo que se venía encima. Entonces ese entregar su último aliento, cuando podía haberse quedado quieto en su casa de España… sin duda se hubiera prolongado mucho su vida.
-¿Y qué le pasó al amigo con la muerte del amigo?
-Sentí un enorme vacío, un enorme vacío. Y... (realiza una larga pausa)...no fui a Olivos, Esquer me había dicho como cosa de él que fuera. Le dije, ‘si lo pide la señora voy’ (por Isabel Perón), pero como no lo pidió, preferí no ir. Yo preferí tomarme un tiempito antes de ver al General muerto. Necesitaba prepararme yo también. Puede sonar cobarde, pero fue la verdad. Fue así.
-¿Recuerda si ese día le contó algo a su familia?
-Seguramente sí. Pero no lo recuerdo. En cambio recuerdo que el día anterior a la muerte había estado caminando por ahí, rezando, rezando por el General.
-En su libro “Conocer a Perón”, usted dice que vio por última vez a Perón el 21 de junio (de 1974). ¿Ahí se imaginaba que podía ser la última vez que lo veía o no pensaba en eso en ese momento?
-La verdad que en esa ocasión y en otras previas ya lo veía muy desmejorado. Se levantaba un poquito y sobre todo cuando tenía que hacer algo, se empeñaba y lo hacía.
-¿Sabía el General que le quedaba poca vida?
-Sí. Él creía que tal vez le quedaran un par de meses. Por eso se había empeñado en algunas cosas que no quería dejar sin hacer. Una muy importante era que quería terminar con el tema del Modelo Argentino y la idea de la reforma de la Constitución, todo eso iba junto, era un paquete. Y además quería dejar integrada a la juventud en el Movimiento. Después eso iba a ser un tema, no, Pero era peor lo que veía como quedaba. Se sobreponía e intentaba. Y luego también influyeron en su estado de salud algunas cosas personales como el viaje a Paraguay, que tenía que ver con sus agradecimientos más profundos, con sus sentimientos más profundos. Además yo creo que la concentración del 12 de junio la provoca el General.
-El día del discurso a la mañana y la convocatoria a la Plaza por la tarde, su última aparición pública. Su despedida.
-La situación sí se había complicado un poco con un sector empresario importante, sobre todo porque boicoteaban algunos aspectos del Pacto Social. Y sobre eso quería hacer una exhortación fuerte, pero la forma de hacerla creo que a propósito para que hubiera movilización. El General no quiso quedarse con la plaza del 1 de mayo como su última plaza (NdR: se refiere al día que Perón confrontó públicamente con Montoneros). Ahí quedó claro que el General pensó que no le quedaba mucha vida.
-¿Usted concuerda con la calificación que hizo el General de “imberbes y estúpidos” en aquella plaza?
-Eso tiene un contenido más profundo de lo que se dice habitualmente. Primero no fue la mitad de la Plaza la que cantó de modo ofensivo contra la señora Isabel. Lo grave fue llamar carnaval a lo que se estaba haciendo, era algo tremendamente profundo, porque eso es lo que había hecho el peronismo. Cantaban “no queremos carnaval” y lo que ellos llamaron carnaval en ese momento es lo que había sido el peronismo. La fiesta del 1 de mayo no era una jornada de protesta. El peronismo es otra cosa. Era una fiesta la del 1 de mayo e incluía en un lugar destacado la elección de la Reina del Trabajo, que en el primer peronismo era coronada por la señora Evita.
-¿Usted piensa que hicieron eso como provocación o por desconocimiento?
-Era algo de una fundamental ignorancia. Y la participación muy fuerte de sectores que venían de la izquierda en esas formaciones juveniles, con otra tradición del 1 de mayo. Desconocían el peronismo. Y le insultaron a su gente con eso. Insultaban al pueblo peronista. Insultaban al pueblo.
-En su libro habla de una negociación encabezada por Duilio Brunello para encauzar la relación con la Juventud Peronista, ¿era posible que se encaminara?
-Yo no participé, pero me informaban. Había un sector, según más o menos supe, que quería que se integrara a la juventud y se le diera participación. La idea era reorganizar las ramas con elecciones (NdR: las ramas del peronismo eran cuatro. Política, Sindical, Femenina y Juventud). Sí había un sector de alguna importancia, creo que Roberto Perdía estaba claramente en eso. Era mejor que sucediera eso, antes que no sucediera nada. Era una posibilidad, aunque era difícil todo eso porque ya se había producido realmente una diferencia ideológica fuerte.
-¿Cuándo piensa usted que se jorobó todo pese a la gran esperanza que representó el regreso de Perón? ¿Qué lo arruinó todo?
-Todo lo jodieron los gorilas. Todo ese tiempo en el que implantaron la ilegalidad más absoluta en la Argentina. O sea, impedir que el proceso continuara (NdR: se refiere al golpe de Estado que derrocó a Perón). El peronismo, del 45 al 55, culmina un proceso previo. También en algunos aspectos ha sido una Argentina moderna y eso es cortado. Y la demora en que el General pudiera reconducir eso permite que florezcan estas cosas. El general pensaba una cosa, una democracia justicialista, pero sí competida y demás. Hegemonizada, lógicamente. Y el peronismo de las mayorías populares era tan marcado, era una cosa que, los que tienen algunos años más lo saben, ¿no? Hoy por hoy han quedado tan desdibujadas algunas cosas del peronismo por los diversos intentos de hacer peronismo con otra cosa, digamos...
-¿Se refiere al kirchnerismo?
-Creo que lo hicieron de buena fe, creo que Carlos Menem también de buena fe, creyó que hacía lo que se podía y lo que la situación daba. Pero el olvido que hoy se ve, la gente joven no tiene la menor idea de lo que es el peronismo. Este es el drama, porque yo sigo creyendo que es el peronismo el que puede sacar a la Argentina y que va a sacar a la Argentina. Pero para eso hay que hacer peronismo y hay que hablar, hay que hacer de vuelta la tarea doctrinaria. Hay que conocer a Perón. Por eso el libro.
-Usted cuenta que uno de los últimos proyectos de Perón era la escuela de Conducción Política para que los cuadros estén preparados. ¿Había ya problemas con esto en esa época? ¿No se lo leía poco a Perón?
-Se lo leía poco. Yo antes de conocerlo personalmente al General, ya le enviaba informes, eso sí, a instancias de Antonio Cafiero y de José Rucci, yo daba charlas y cursos en sindicatos. Y era notable el nivel de de preguntas que surgían de los delegados que eran jóvenes. Los delegados de fábricas eran gente de entre 25 y 35, 40 años. Pero la otra juventud, la juventud que viene de las universidades, como decía el General, y lo cito literalmente: “Esa es la misma que antes nos tiraba piedras”. El General estaba enojado con ese sector de la juventud. No cabe duda que estaba enojado, pero lo menos que podía estar era un poco enojado.
-¿Estaba enojado antes del asesinato de Rucci?
-Sí, sí. Ya estaba enojado antes. Pero creía que la situación era reencausable
-Pero, en cuanto a esos años del regreso de Perón y el proceso posterior, entre el 72 y la muerte del General, ¿cuándo cree usted que se jorobó todo?
-Es un proceso. No hay un hecho puntual. A mi juicio las cosas comienzan a complicarse con la confluencia de las FAR (NdR: Fuerzas Armadas Revolucionarias) con Montoneros y en paralelo con este Montoneros nuevo que tiene un papel absolutamente central, casi excluyente en la conducción de la juventud. Antes no había sido así. Esta es una parte del proceso.
-¿Cuál fue la otra?
-El otro aspecto, desgraciado, son los equívocos respecto de la presidencia de Cámpora. Complican y permiten que sectores que se habían sentido desplazados -algunos han sido bastante duramente desplazados como el paladinismo (NdR: corriente ligada a Jorge Daniel Paladino, ex delegado de Perón en la Argentina)-, aprovechen para operar en ese tema. Y entonces el proceso se va complicando.
-¿A qué le llama usted equívocos respecto del gobierno de Cámpora?
-El equívoco central era que el doctor Cámpora fue candidato para ser brevemente presidente, para posibilitar una limpieza del proceso para que fuera el General.
-Usted relata que habla con Cámpora y el primer día le dice que va a renunciar. Pero después habla con otras personas que parecen estar en otra sintonía.
-Ahí hay dos personas que, al margen de sus condiciones personales y de lo importante que fueron en algunos otros aspectos del proceso, que son Mario Cámpora (sobrino de Héctor Cámpora y secretario general de su presidencia) y el ‘Bebe’ Righi (ministro del Interior de Cámpora) que no eran muy peronistas que se diga.
-Righi incluso hablaba mal de Perón.
-Tenían muchas reservas. Y ellos vieron que el General estaba más complicado de salud que lo que había parecido y pensaron que el proceso iba a seguir con Cámpora en la presidencia. Esto era un absurdo. Cámpora no iba a mover un papel sin consultar al General.
- Y usted piensa que Cámpora se dejó llevar un poco por esa gente que estaba alrededor porque Perón había sido explícito…
-No, porque está el otro proceso también. Y que es poco conocido lo fuerte que fue el último intento por evitar que el peronismo volviera. Y dentro de eso estaba de parte de la dictadura evitar de cualquier manera que Perón fuera presidente. Esto incluye varias cosas. Hay un decreto, hablado primero con la Junta, pero sacado por Lanusse prohibiendo el regreso de Perón a la Argentina nuevamente. Esto es en febrero (de 1973). Y hay una reunión -que esto es lo más delicado- de Lanusse con los mandos, en la que se compromete a que en ningún caso Perón iba a ser presidente. Entonces esto en muchos tiene el efecto de pensar “conservemos lo que tenemos hasta cambiar”. Cuando yo se lo digo a Cámpora por primera vez, volviendo de Madrid, le digo “Doctor, anunciémoslo en el acto de Independiente”. Y Cámpora me dijo que temía que si anunciaba su renuncia suspendieran las elecciones (NdR: Abal Medina quería que Cámpora anunciara en el acto de cierre de la campaña electoral de marzo de 1973 que en caso de ser electo iba a renunciar de inmediato para luego llamar a elecciones y permitir que Perón pueda presentarse sin los condicionamientos que había impuesto Lanusse).
-En su libro cuenta sobre ese miedo de Cámpora.
-Yo no puedo estar absolutamente seguro, pero yo creo que las elecciones eran imposibles de suspender. Yo tenía contactos militares de mis amigos nacionalistas, pero también de altos mandos del lanussismo. Con algunos de ellos tenía una intermediación confiable para ambos. A mí (Alcides) López Aufranc (Jefe del Estado Mayor del Ejército con Lanusse) me asegura que no se puede interrumpir y que no se va a interrumpir el proceso (electoral). Yo se lo digo a Cámpora. Y él me dice que eso me lo decían para que yo lo escuchara. López Aufranc también se lo dice a (Marcelo) Sánchez Sorondo.
-¿Perón le dijo a Cámpora que renuncie?
-El General no decía las cosas así. Más tarde, cuando Cámpora renuncia, el General cuenta como fue el diálogo que tuvieron en Paraguay. En esa oportunidad (diciembre de 1972), Cámpora le dijo que aceptaba la candidatura a presidente a solo efecto de limpiar el proceso (NdR: para que Perón pueda volver definitivamente al país y ser presidente, ya que por una cláusula impuesta por Lanusse no se había podido candidatear). Eso lo vuelve a decir el General.
-¿O sea que Cámpora se entusiasmó con su presidencia o lo entusiasmaron?
-No, no, eran temores. Aunque un poco sí lo entusiasmaron. La idea que había llevado a los milicos gorilas a demorar todo lo posible el proceso, que era la idea de que Perón está mal, que Perón se muere, prende un poco en algún sector del movimiento. Porque el General en febrero tiene una recaída seria. Y después que yo creo que ahí también hay algunos malos entendidos, cuyos detalles no conozco ni tampoco me interesó meterme en ellos, en los que indudablemente la señora Isabel tuvo un papel importante en la salida de Paladino y en la llegada de Cámpora a ser delegado. Tanto es así que también -cosa poco conocida- que Cámpora llega aquí de delegado con la señora Isabel, que se queda nada menos que cuatro meses respaldándolo. Porque el paladinismo era fuerte, era muy fuerte. Tanto es así que algunos quedan dentro de la estructura en posiciones importantes. Y, de alguna manera, vaya a saber cuál. Yo esto no lo sé. Quizás de alguna manera, López Rega, que tenía indudable influencia sobre la señora Isabel, sintió como que estaba siendo desplazado. Que Cámpora no lo tomaba en cuenta tanto como debería, según él pensaba. Pienso que ahí hubo también algo de eso.
-¿Y cómo juega la Tendencia en todo esto y su acercamiento a Cámpora?
-Luego está toda esa campaña en la cual se produce un efecto que es el siguiente: por un lado, la que genera la gran movilización es la juventud. Esa gran movilización tiene un efecto muy positivo, porque genera esa gran movilización, pero al mismo tiempo, provoca el retraimiento en los actos de otros sectores, ya que cuando participa el sindicalismo, hay quilombo. Pero esto va generando un Cámpora, lo van a haciendo crecer, lo cual estaba bien, sin duda. Y entonces, contrariamente a lo que habíamos quedado, porque se nos había ocurrido a nosotros o a Cámpora y a mí, si no porque el General nos había indicado. Yo no hacía absolutamente nada que no fuera indicación del General. Bueno, salvo que tuviera que decidir algo sobre la marcha. Pero siempre en la línea de lo que me había indicado. La línea de la campaña era que Cámpora y Solano Lima se tenían que mostrar tranquilos, moderados. Y la línea dura frente al gobierno y a los militares, la cumplía yo, más Galimba (por Rodolfo Galimberti) más otra gente. A Galimba se le va la mano rápidamente, entonces queda fuera de juego porque tiene pedidos de captura. Galimba era un gran agitador. En la movilización del regreso y demás, Galimba es clave.
-¿Perón lo quería a Galimberti?
-A Galimba el General lo quería mucho. Yo soy testigo directo de que lo quería y además recibí indicaciones de cuidarlo todo el tiempo. Me lo dijo hasta el último día. A Galimba ya lo habían sacado del Consejo Superior y el General me pedía que no lo suelte. Que “no se lo integren”.
-¿Perón le preguntaba a usted si Galimberti estaba integrado en Montoneros?
-Sí, al final parece que estaba integrado. Pero para Galimba estar integrado, no era como para otros. Podría integrarse y desintegrarse. Era un tipo con condiciones naturales. Era un personaje notable.
-¿Era un buen peronista?.
-Se había hecho peronista y se había hecho sinceramente peronista. Era sinceramente peronista.
-De manera que, según usted, aquella propaganda oficial que decía que Perón regresaba para hacer una prenda de paz, una especie de embajador itinerante de buena voluntad en la Argentina hacia el mundo, no existió. Perón siempre quiso volver para ser presidente.
-El General quería volver. Y estaba consciente de que volviendo acortaba su vida. Y siendo presidente más, pero no veía otra. O sea, volver implicaba dos cosas, inevitablemente, que era la devolución del grado (militar) y la Presidencia. Y en el fondo el General las quería, como es lógico. Lo habían echado y él quería volver exactamente como se había ido. Por eso yo el día que salió al balcón por primera vez como presidente y con su uniforme y demás, ahí le dejo unas líneas, por escrito, que se las pone Lastiri en la mano.
-¿Lastiri era un hombre de López Rega?
-Se inventan cosas de todo tipo. Lastiri era amigo nuestro. Aún siendo presidente, caía ahí por Callao, por donde yo vivía.
-Hasta ahora no nombró a la Triple A en todo este proceso político, ¿qué nos puede decir al respecto?
-La verdad, es un tema del que prefiero no hablar. Primero y principal, porque no lo he tocado en el libro para nada. Y la verdad, ignoro mucho sobre ese tema y alguna vez que creí saber algo después no era como yo pensé. Entonces yo me he quedado con muchas incógnitas respecto de eso. Que el General no tuvo absolutamente nada que ver, eso es obvio, pero hasta decirlo me da pena. Estas cosas contradicen al General, quien le daba un enorme valor a la vida humana. El General era un enorme humanista. La historia argentina no ha dado alguien en el ámbito político del nivel intelectual y de humanismo como el General. Lo del Congreso de Filosofía, no es broma, “La Comunidad Organizada” es una gran creación filosófica, centralmente, la primera parte de ella es el discurso en el Congreso de Mendoza, en 1949. El General jamás hubiera recurrido a situaciones como la de la Triple A. Más claro que endurecer las leyes (NdR: se refiere a una reforma del Código Penal impulsada por Perón en enero de 1974 tras el ataque del ERP al cuartel de Azul) y discutirle a los diputados (pone estos dos ejemplos para dar cuenta de cómo actuaba Perón).
-¿Y eso que les dice Perón a los diputados en esa reunión de “si nosotros no tenemos en cuenta a la ley, en una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza, lo voy a buscar a usted y lo mato”?
-El General era un gran amenazador. “Por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de ellos” (NdR: frase dicha por Perón en un discurso de 1955) y nunca, nunca cayeron los cinco de ellos. Ni uno, ni uno. Imagínense, antes de los bombardeos del 55 en la Plaza hubo bombas en el 53 en la Plaza de Mayo. Eso es terrible.
-A partir de esa situación podemos hablar de la decepción de Perón con Balbín…
-Hubo varias. Perón se decepciona con Balbín porque se niega a manifestarse en contra de la cláusula proscriptiva del 25 de agosto. También supimos entonces que había algunas cosas propuestas por los militares en contra del peronismo -como el tercer senador- que provenían del radicalismo.
-Además se creó un ballotage complicado.
-Todo hecho para que pierda el peronismo. Por un lado se creaba aquello de las llamadas leyes institucionales y por el otro operaban en los partidos para evitar que ganara el peronismo. Pero lo armaran como lo armaran no les daba, no les daba.
-¿Eso es lo que se explica en el agregado de la nueva edición del libro “Conocer a Perón”?
-Sí. En las actas militares que publicamos, queda claro que hicieron todo, hicieron todo. La candidez con la cual los militares hablaban de que creían que iban a un gobierno de transición, no a un gobierno normal, porque “no podemos dejar que sea gobierno el que tiene la mayoría”.
-¿Qué otra cosa revelan las actas de la junta de gobierno de Lanusse?
-Lo que como abogado me divierte más es el acta de una reunión de la Junta de Comandantes con la Corte Suprema, en la que Ortiz Basualdo, presidente de la Corte Suprema, dice que la Constitución vigente jurídicamente, obviamente sería la de 1949. Y eso generó el horror de los militares.
-Pero después, en el 73, Perón propone el “yo con Balbín voy a cualquier lado” que también se corta
-No. El General insiste en la política de ampliación. Tengan en cuenta que en aquel entonces, los sectores muy antiperonistas del radicalismo habían quedado en el sector de Alfonsín. Que era muy importante. Tuvo algo así como el 35% de los votos en la interna radical. Pero los otros, incluso desde 1970, habíamos, digo habíamos porque yo ya antes de estar integrado el peronismo había participado en el Círculo del Plata. Desarrollamos un programa económico de gobierno y comenzado a elaborar uno de política exterior con amplias coincidencias entre el peronismo y el radicalismo, expresadas en aquel momento centralmente por Gómez Morales y Antonio Cafiero por el peronismo y Leopoldo Suárez y otros, como Facundo Suárez, en los temas energéticos, por el radicalismo. El General aspiraba a que se consolidara una política de unión nacional y veía cómo eje de esa de esa política la relación de él con Balbín, que era la relación peronismo- radicalismo. En el sentido de que veía a los dos como expresión de sectores socialmente importantes de un país y sectores nacionales frente al capitalismo internacional, etcétera. Y esto está contado en el libro. Aquello tiene su comienzo antes de la caída del gobierno del doctor Illia.
-¿Usted cree en la versión que da Firmenich sobre el secuestro y asesinato del general Aramburu en la revista “La Causa Peronista”?
-No la leí entonces. No la leí completa. La he leído parcialmente hace poco. Norma (NdR: Arrostito, miembro de Montoneros y ex pareja de Fernando Abal Medina) me buscó, porque no nos veíamos asiduamente, y me dijo que tuvo que participar de una cosa en la que había manejado muy poco y me recomendó que no viera nada porque no me iba a hacer bien. Y me aconsejó que no llegue ningún ejemplar a la casa de mis padres. Y yo la verdad, de alguna manera le hice caso. A esta altura de la vida uno puede decir cosas que de más joven no serían apropiadas. Yo no tengo miedo físico. Por más que estuve metido en medio de situaciones muy pesadas. Pero sí tengo tengo miedos y me cuido para no dañarme psicológicamente. Entonces cuando Norma me dijo que no la leyera, yo le hice caso, yo no quería tener ese disgusto. A mí lo afectivo me afecta mucho. Ese tema lo he eludido. Sé que hay todo tipo de discusiones sobre quintos o sextos o séptimos hombres. Pero no sé, no sé.
-¿Qué le dijo su hermano en el encuentro posterior al asesinato de Aramburu?
-Yo sé lo que Fernando me dijo cuando nos vimos, que es lo que cuento en el libro, fue muy breve. Alguna cosita más hubo, pero de afecto y vinculada con pequeñas bromas sobre otro hermano. Y nada más. Y luego lo que hablé con el General. La respuesta a la pregunta anterior es que no sé.
-¿Que lo llevó a Perón a confiar tanto en usted? ¿Qué cree sobre esto?
-He visto al General confiar mucho en diversa gente. No creo que sea un tema muy exclusivo mío.
-Sí, pero a los otros no los hizo Secretario General del Movimiento.
-Creo que por el tema de la información que yo le daba desde mucho antes de conocerlo, un año antes. Fueron algunos datos, algunas informaciones muy importantes. Por ejemplo, el tema Cornicelli (NdR: Francisco, coronel enviado por Lanusse para dialogar con Perón), nada menos lo supo por mí. Además fue importante el hecho de que yo cumpliera linealmente lo que él me indicaba. ¿Por qué? Y centralmente lo cumplía porque yo no era de ningún sector del Movimiento. Trabajaba para el General. Punto. Tanto es así que, a pesar de la insistencia de Cámpora de que “cuidara a la señora”, yo jamás buscaba el trato con la señora Isabel, la trataba con todo respeto, porque era la esposa de mi amigo y jefe, pero punto.
-Cámpora le decía a usted que conocía cómo funcionaba “La Corte”, en referencia al entorno de Perón -Isabel y López Rega-, pero “La Corte” lo terminó echando a Cámpora.
-Qué notable que las dos personas que yo vi no haciéndole caso a “La Corte”, además de mí, fueran Galimberti y Rucci. Justamente los dos que el General quería como hijos. Yo creo, sin embargo, que en la llegada de Galimberti a la delegación tuvo bastante que ver “La Corte”, pero eso forma parte de cómo “La Corte” habría jugado a voltear a Paladino.
-¿En qué momento deja usted de ser secretario de Movimiento? ¿Y por qué razones o circunstancias?
-Formalmente dejo de serlo en julio del del 73, pero en la práctica ya no lo era. A ver, en Ezeiza (NdR: Retorno definitivo de Perón, 20 de junio de 1973) ya no lo era, por decirlo de alguna manera.
-¿Por qué?
-Porque había quedado sin poder. Yo tenía centralmente a cargo el tema de la organización del Movimiento que era muy importante. El General consideraba que había que poner el instrumento político en condiciones. Pero fuera de eso, centralmente era para realmente evitar el enfrentamiento sindicalismo-juventud, por llamarlo de alguna manera. Con eso suspendido, yo pierdo totalmente poder. Y además se lo digo al General: “yo me quiero ir”. Yo le había dicho al General que aceptaba la Secretaría General aunque me parecía un absurdo cuando el General me decía que fuera Secretario General de un movimiento que yo integraba hacía muy poco tiempo. Pero bueno, el General me insistió y yo acepté. Le pedí al General que luego de su regreso me relevara del cargo.
-¿Fue por eso que rechazó la oferta de cargos que le hicieron?
-Cámpora me dice que yo tendría que ser primer candidato a diputado para ser el líder del bloque en el Congreso. Le dije que no. Para empezar yo no era afiliado, obviamente podría haber sido candidato sin estar afiliado al partido, pero no tenía mayor lógica.
-¿Qué quería hacer en ese momento?
-Yo quería cumplir la tarea. Y la tarea completa era poner al General en la presidencia y lo del grado, que parece una tontera dicho así, pero no, no lo era. Era quizás lo más difícil que le devolvieran el grado.
-Se cumplió todo. Perón presidente y Teniente General.
-Entonces dejo de ser Secretario General cuando pierdo las tareas.
-¿Con anuencia de Perón?
-Bueno, el General en un determinado momento, creo que lo cuento en el libro, me dice vamos a tener que enfrentarlos (NdR: fue después del asesinato de Rucci a mano de Montoneros, donde militaban los compañeros de su hermano Fernando) y agrega “no lo voy a poner a usted en una situación violenta personal”.
-Por aquella época lo detuvieron a Firmenich
-Claro, unos meses después de eso, ya con pleno enfrentamiento y demás, Firmenich es detenido. Y lo liberan. Ese asunto lo manejó directamente el General. Es decir que, como digo en mi libro, el General siguió intentando pacificar hasta el final. Porque el General quería tratar de evitar lo que se vino encima.
-¿Cómo analizaba Perón el enfrentamiento?
-Desde el principio lo hablé con el General. Al margen de lo ideológico y de todo lo demás, el gran equívoco era, para el General, que ellos pensaban que podían hacer la guerra con estas Fuerzas Armadas.
-Esta es una de las diferencias que marca Perón con el proceso revolucionario cubano.
-El General lo explica en términos futbolísticos, porque le gustaba mucho el fútbol y hablaba de fútbol. “Acá no hay partido”, decía el General sobre aquella propuesta de la juventud. No hay posibilidad de que exista eso, decía.
-¿Usted sabe que citan al General diciendo que el gobierno de Cámpora era de putos (sic) y marxistas... usted compartió con Cámpora los años de asilo en la embajada de México, cómo fueron esos años? (NdR: la frase se la dijo Perón al periodista Armando Puente, según cita Juan Bautista Yofre en varios de sus libros)
-Bien. Cenábamos, cenábamos o nos veíamos prácticamente todas las noches, cada uno dormía en su habitación. Estaba el doctor Cámpora y su hijo Héctor, con quien nos seguimos viendo hasta su muerte hace unos pocos años y surgió una amistad muy, muy cercana. Un gran tipo. Ultra peronista. Lo de homosexuales, no veo ahí a nadie. Se dijo en alguna ocasión de un hijo de Cámpora. Cámpora tenía dos hijos, Héctor y Carlos, que murió muy joven, murió mucho antes que Héctor. Nunca toqué el tema con el General, obviamente.
-¿Perón era capaz de expresarse en esos términos?
-No era frecuente, no era frecuente para nada. No. Era muy cuidadoso habitualmente en el lenguaje .Alguna vez se le podía escapar algún insulto. El General es un hombre que ha leído mucho. El General fue un gran solitario. Desde muy joven fue un gran solitario. Y leía, leía, leía y conocía la Argentina y conocía el mundo. Y el General tenía un nivel intelectual que a los intelectuales que tenían trato con él los apantallaba de una manera que quedaban asombrados.
-Nos dijo que al General a veces se le escapaba alguna que otra cosa, ¿lo escuchó putear alguna vez?
-Sí. De repente, cuando tenía pantalones claros, inevitablemente se los manchaba. Y ahí sí. Se pegaba en el lugar de la mancha y decía: “La puta madre”.
-¿Y con Isabel volvió a hablar después de aquella época?
- No. No tuve un trato estrecho con la señora Isabel. Mi relación fue con el General. No participé obviamente en ningún tipo de esos movimientos para sacar a la señora y poner a (Italo Argentino) Luder o lo que fuere.
- ¿Es explicable la decisión de Perón de poner a Isabel como candidata a vicepresidenta?
- Se hizo inevitable, porque no había a quien poner sin que el Movimiento se rompiera.