Por primera vez en 50 años habla uno de los médicos que intubaron a Juan Perón y escucharon sus últimas palabras

Es una de las últimas personas que vio con vida a Juan Domingo Perón y quien trató de reanimarlo en los momentos más dramáticos. El doctor Arturo Cagide integró la guardia médica presidencial y lo escuchó decir “esto se acaba”, antes de morir el 1 de julio de 1974

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Los doctores Carlos Seara y Arturo Cagide (a la derecha) en los jardines de la residencia de Olivos
Los doctores Carlos Seara y Arturo Cagide (a la derecha) en los jardines de la residencia de Olivos

Arturo Cagide nació en Buenos Aires en 1946 y a los 24 años se recibió de médico en la UBA. Luego, ingresó a la residencia de Cardiología del Hospital Italiano, en 1971, lugar donde trabaja hasta estos días. Fue jefe de residentes, jefe del servicio de Cardiología, jefe del Instituto de Medicina Cardiovascular del Hospital Italiano y presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología.

Como un destacado joven médico, fue convocado a fines de 1973 para formar parte de la guardia que cuidó a Perón. Esto ocurrió debido a que, el 21 de noviembre de 1973, el Presidente había sufrido una descompensación cardíaca en su casa de Vicente López, en la calle Gaspar Campos, en la que no había recibido atención inmediata. Por eso, sus médicos de cabecera, Domingo Liotta, Jorge Taiana y Pedro Cossio, ordenaron formar una guardia médica ante eventuales descompensaciones o situaciones de urgencia. “Domingo Liotta, amigo de Perón y secretario de Salud del gobierno peronista, decidió, con los doctores de cabecera del General, formar un grupo de guardia permanente con cardiólogos del Hospital Italiano y tres enfermeras”, cuenta Cagide. Eran siete médicos los que cuidaban las 24 horas la salud del presidente de la Nación. Fue así como pasó a integrar el equipo que asistía a Perón y, si bien era muy joven, era consciente de la enorme tarea que enfrentaba de cara a la historia. “Me sentía en una condición muy particular”, cuenta y aclara que siempre manejó con total discreción su tarea en el cuerpo médico presidencial.

La guardia médica del Presidente

La primera vez que Cagide vio a Perón fue en la Quinta de Olivos. El médico recuerda al Presidente como una persona muy amable, afable y respetuosa. Su médico principal, el doctor Pedro Cossio, era quien daba las indicaciones, mientras los jóvenes cardiólogos solamente estaban para situaciones de urgencia. “Sabíamos que era una persona muy añosa, que además tenía una cardiopatía isquémica y otras enfermedades, y que había tenido un episodio de insuficiencia cardíaca importante”, explica Cagide. “Eso ya lo ubicaba en un nivel de riesgo significativo”, agrega.

El joven médico hacía dupla con la enfermera Norma Bailo en las guardias de 24 horas, para las que ingresaban a las 8 de la mañana y se retiraban a las 8 del día siguiente. Después de terminar su turno en la Unidad Coronaria del Hospital Italiano, Cagide se dirigía a la Casa de Gobierno, donde se quedaba hasta las 12 en un despacho contiguo al presidencial. Luego se dirigían a Olivos, donde almorzaban y trabajaban a las órdenes de sus superiores y, al día siguiente, le pasaban la guardia al grupo de doctores que seguía.

Los médicos estaban atentos ante cualquier situación de gravedad que pudiera ocurrir porque “estábamos preparados para manejar la urgencia”. Pese a las debilidades de salud, el médico confirma que Perón siempre se encontró lúcido y bien físicamente para ejercer la presidencia, con los mejores cuidados. “Teníamos el mejor equipamiento para actuar en una circunstancia complicada”, aclara. Además, en contra de las versiones malintencionadas, Cagide desmiente que el General estuviera mal medicado. “Ni mis colegas ni yo lo vimos. Eso lo desmiento”.

El Dr. Arturo Cagide es un profesional de reconocida trayectoria en el Hospital Italiano y fue presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología
El Dr. Arturo Cagide es un profesional de reconocida trayectoria en el Hospital Italiano y fue presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología

Sus días cerca del General

En medio de su trabajo, el grupo médico solía cruzarse con el círculo más cercano del Presidente como es el caso de Juan Esquer, jefe de la custodia presidencial. Los médicos mantenían una relación de respeto y cordialidad tanto con él como con el resto del grupo íntimo de Perón. “Sabían que estábamos ahí para resolver algunos problemas”. Pese a no fueron demasiados los encuentros que tuvo cara a cara con el General, Cagide recuerda, sobre todo, un almuerzo que compartió con Perón y con el ministro Jorge Taiana. “Me pidieron que lo asistiera porque tenía una pequeña arritmia, una extrasistólica supra ventricular sintomática, pero nada de significación”. Por eso, le realizó un electrocardiograma y “el cuadro espontáneamente cedió”. Luego de revisarlo, el Presidente lo invitó a almorzar en una mesa muy grande en el comedor principal de Olivos.

Con estos gestos, Perón demostraba el buen trato que tenía con todo el personal que trabajaba con él. “Recuerdo que en una oportunidad lo estábamos viendo y me dijo, ‘Tranquilo, doctor, que está todo bien’. Transmitía de esa forma para que nos sintiéramos cómodos”. Siendo joven, Cagide ya podía comprender la enorme adhesión popular que tenía el General. Ese espíritu inquieto y cercano al pueblo, llevó a Perón a querer recorrer las calles de la Ciudad, como un día en el que “salió con el coche, manejando un Fiat y tuvimos que salir todos corriendo, siguiéndolo a él”, recuerda entre risas.

Cagide también rememora un viaje a la quinta de San Vicente, en la provincia de Buenos Aires, en el que Perón recordó a Evita, evocó sus días junto a ella y también comentó circunstancias sobre sus primeras presidencias. “Fuimos en dos helicópteros: en uno de ellos iba el piloto, el edecán militar, el General y yo, y en el otro iba personal de seguridad”.

Los últimos días de Perón

Transcurrieron varios meses en los que Cagide y el resto de los médicos presidenciales cuidaron día y noche al líder peronista. Pero su salud iba decayendo. El 7 de junio de 1974, Perón viajó a Paraguay para agradecer al país hermano el asilo político que le había dado en 1955, tras su derrocamiento. Con todos sus antecedentes, su estado era muy débil y ese viaje no contribuyó a su salud, según afirma Cagide. Cuatro días antes del desenlace final, Perón sufrió un episodio bronquial y el cuadro respiratorio fue evolucionando. “No lo vimos todos los días, estaba bajo atención de sus médicos de cabecera Jorge Cossio y Domingo Liotta, pero en un momento dado presentó un episodio de insuficiencia cardíaca muy severa y eso fue lo que agravó inmediatamente toda la evolución”, describe. El joven médico se mantuvo a su lado los últimos días dado que no realizaron el proceso rotativo de guardias por pedido de sus médicos de cabecera. “Estuve desde que tuvo el primer episodio hasta el desenlace final”.

La tapa de Clarín del martes 2 de julio de 1974 con la muerte de Perón como tema excluyente
La tapa de Clarín del martes 2 de julio de 1974 con la muerte de Perón como tema excluyente

El triste final

El 1° de julio de 1974, la salud del Presidente se deterioró notablemente. “Perón había tenido un cuadro de mucha dificultad respiratoria, mucha disnea, mucha falta de aire”, detalla el doctor. Tal como procedían en situaciones de emergencia, se dirigieron a verlo y le administraron medicación para compensar el cuadro de falla cardíaca, pero continuaba la dificultad respiratoria.

En un momento dado, “tuvo un episodio de desorientación, pérdida de conocimiento” y manifestó que se sentía muy mal. En su momento más crítico, el General llegó a pronunciar unas palabras con las que demostró que era consciente de su final. “Esto se acaba”, alcanzó a decir, tal como declaró en varias entrevistas la enfermera Norma Bailo y como confirma Cagide. Inmediatamente después de eso, le bajó la presión a un nivel crítico, perdió la conciencia y fue necesario intubarlo. “Le coloqué el respirador y comenzamos a asistirlo desde el punto de vista respiratorio. En un momento dado, tuvo un episodio de paro cardíaco y estuvimos asistiéndolo durante aproximadamente 40 minutos”.

La situación que enfrentaban era realmente muy dramática y compleja, pero lograron sacarlo del cuadro. “Luego de estar 40 min en paro cardíaco, se pudo recuperar y, en ese momento, pensé que habíamos podido salir, pero a continuación, 15 minutos después, tuvo un segundo episodio de descompensación y ya la evolución fue irrecuperable”, explica. El grupo médico estuvo entre dos y tres horas tratando de sacar a Perón de ese cuadro.

Tanto Cagide como su compañero, el doctor Carlos Seara, no pararon de trabajar para revertir la situación. Sin embargo, en un momento se miraron y comprendieron que ya no podían hacer más nada. Después de asistirlo durante un cierto tiempo y no recuperar la actividad cardíaca, el joven médico, con la solidez de un profesional con un largo camino recorrido, se dirigió a Isabel y a todos los ministros que se encontraban esperando afuera para informarles el triste final. “Hicimos lo que pudimos, pero no logramos salvar al General”, dijo Cagide.

“Sabíamos que se iba del mundo un líder de una trascendencia política, social y cultural enorme”. Y agrega: “Cuando un médico pierde a un paciente, siempre se siente mal, es como que ha vivido un fracaso”, reconoce Cagide, quien ya había vivido situaciones similares en la Unidad Coronaria del Hospital Italiano.

Por último, el médico aclara que Perón estuvo lúcido en todo momento, incluso en el final de sus días. La noche del 1° de julio, se realizó el velatorio en la residencia de Olivos y, al día siguiente, se trasladó el cuerpo al Congreso para recibir el último adiós por parte de su pueblo. Allí estuvo también la guardia médica presidencial para despedir al Presidente y, además, para la eventualidad de tener que asistir a alguno de los presentes que sufriera una descompensación.

Sin quererlo, pero gracias a su importante formación profesional, hace 50 años Arturo Cagide entró en la historia argentina, por cuidar en su momento más delicado al líder político que cambió la historia contemporánea argentina.

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