Hace 20 años Pablo Cerrutti dormía en una plaza, llegó a vivir allí por diversas circunstancias, pero el hecho de pensar distinto lo salvó.
Hoy es agente de prensa, relacionista público y creativo publicitario.
En su haber representó a más de 300 figuras del espectáculo y del show business, como Cacho Castaña, Beyonce, José Luis Perales, Patricia Sosa, Gerardo Sofovich, Paulina Rubio, Wanda Nara, y en la actualidad, a Valeria Lynch.
Se considera un hombre de suerte. Leyendo diarios y asistiendo a eventos culturales gratuitos encontró la clave de su resiliencia.
Nunca dudó en buscar un trabajo estable y vivir un día por semana en una pensión le sirvió para no caerse del sistema.
En una charla honesta en Realidades, Pablo cuenta cómo eran sus noches durmiendo en una plaza, qué cosas le daban miedo y cómo logró salir de allí: “Cuando tenía hambre me iba a dormir para no padecerla”, recuerda, y que “solo era visible para dar miedo”.
Aprendió a transformar todo lo negativo en positivo.
Confiesa que a él todo le llegó tarde, por eso duerme poco: “Hoy no hay prácticamente ningún sueño que pueda superar mi vida real, por lo tanto no quiero perderme nada”.
Para Cerrutti, la vida se divide entre extras y protagonistas: “Estamos los que hacemos y están los que hablan de lo que hacemos. Yo creo que lo que me salvó en mi vida es el hecho de pensar diferente”.
Conocé la historia de un hombre apurado por vivir.
—¿Quién es Pablo Cerruti?
—Soy agente de prensa, relacionista público y me dedico a generar carreras, a contribuir también a que mejoren las existentes, y soy creativo publicitario, básicamente, también.
— ¿Cuántos años tenés?
— Estoy cerca de los 60, estoy en 58.
— ¿Y cuándo comenzaste siendo relacionista público?
—Hace 20 años por ahí, vivía en una plaza, literalmente. Así que hay un punto de quiebre, un punto de inflexión en mi vida muy importante que me llevó a esta profesión que tengo.
— ¿Cómo llegaste a vivir en una plaza?
— Yo ya había elegido una plaza... Ya era orgulloso y pretencioso porque vivía en una plaza en Barrio Norte, la plaza es la que está el teatro Coliseo, hay un banco semicircular, frente al teatro, ese era el punto que había elegido y llegué a vivir ahí por distintas circunstancias. De chico, de adolescente me refiero, perdí a mis padres, perdí a mi papá de un cáncer de páncreas, que se lo llevó en tres meses y a mi mamá en un accidente automovilístico, y me crie como pude.
Fui atravesando distintas etapas. Tengo segundo año de secundario, no tengo formación académica, pero me ha ido muy bien en la vida, en base a laburo digo, trabajo todos los días para tener suerte, pero también la tuve porque hay mucha gente que trabaja mucho, hace grandes esfuerzos, lo hace dignamente y no consigue un resultado similar.
“Hace 20 años vivía en una plaza, literalmente.”
— ¿Cómo llegaste a vivir en la plaza y cómo se logra salir de allí?
— Atravesé, tal como te había dicho con antelación, lo que tiene que ver con distintos momentos, obviamente uno va perdiendo amigos a medida que uno cae, y además uno también provoca cansancio sobre la gente, que es lógico que ocurra, entonces en un momento dado dije: “Esto no puede ser, no puedo estar molestando más a nadie, tengo que solucionar mi vida desde fondo, tengo que curar el enfermo en lugar de maquillarlo” y me parecía que tenía que tomar las riendas de mi vida, asumir la responsabilidad y enfrentarla como adulto.
Quiero aclarar que nunca me pasó esto de tener la necesidad o sentir que yo tenía algún derecho para pedir, por ejemplo, un plan o cosas por el estilo, nunca jamás, nunca corté una calle, nunca tiré una piedra, nunca reclamé nada, a mí me parecía que tenía que salir adelante por la mía, respeto a todo el mundo, pero esta es mi postura. La cuestión es que cuidaba autos ahí en la plaza, no a la manera que después se hizo que, era como una especie de, entre comillas, apriete o…
—Trapito.
—Sí, como trapito, pero nunca exigí nada, de hecho creo que fue un gran negocio ser amable, porque me pasó que un día estaciona un hombre con un auto espectacular con una estrella adelante, un convertible y entonces le digo: “Qué lindo su coche”, siempre fui igual, nunca tuve envidia, nunca me pasó eso de sentir algo desde ese lado, entonces le digo “se lo cuido”, y el hombre me sacó medio corriendo, le dije mientras se iba: “No se preocupe, no me tiene que dar nada, señor, se lo voy a cuidar igual” y se frenó, se dio vuelta y yo digo: “Uy, esto va a ser un problema”, pero no, metió la mano en el bolsillo y me dijo “Disculpame”, y me dio un dinero, él empezó a venir con asiduidad y empezamos a entablar un diálogo. Con el transcurrir de los días me dice: “Voy a abrir un restaurante en el Soho”, pero antes de llegar a este punto, que es el punto de quiebre total, hasta antes de todo eso yo lo que hacía era esto, mi vida era esta: cuidaba autos y una vez que finalizaba me iba a comer un pancho a un kiosco que está a una cuadra, Galería Rustique concretamente, todavía el kiosco está, por supuesto no está la misma gente pero todavía el kiosco está, y me dejaban sacar un vasito de plástico de la máquina de café, tomar agua de la canilla del baño, comía un pancho por día, que era para lo que me daba, podía comer un poco más pero quería juntar cada dos o tres días un dinero para poder ir a una pensión, porque para mí la pensión no era solamente lo que tiene que ver con la cama, con la seguridad, no pasar frío o no estar a la intemperie por el tema de condiciones climáticas adversas, también me importaba mucho el tema del teléfono de la pensión. La dueña de la pensión obviamente conocía mi situación, y para mí el tema del teléfono era clave, porque salía a buscar trabajo habitualmente. Yo creía que iba a poder conseguir un trabajo formal y poder entrar a un mundo de formalidad, por supuesto cuando me veo así a la distancia yo digo “claro, se me notaba”, yo creía que no, cuando iba a la pensión me duchaba siete y ocho veces por día como si eso fuese compensatorio, de ahí me ha quedado esto de ducharme dos veces diarias y el de tener tantos cuidados en mi vida actual.
Iba al kiosco, comía y caminaba todo por avenida Santa Fe, no del lado de las vidrieras ni de los restaurantes, sino del lado del cordón de la vereda a ver si había una moneda en las paradas de los colectivos, en aquel momento no había SUBE, todo funcionaba distinto, había teléfonos públicos donde a veces quedaba alguna monedita y demás, pero esperaba las doce de la noche del día siguiente para pedir los diarios del día anterior. En esos bares, por supuesto, no me dejaban entrar, pero al otro día leía todos los diarios, de punta a punta, siempre me interesaron todos los temas y aprovechaba también para ir a los espectáculos gratuitos que había, al centro de exposiciones, al Centro Cultural Recoleta, a varias cosas de ese tipo, también iba a ver las funciones gratuitas del Teatro Colón…
— Cuando decís “se me notaba”, ¿te dejaban entrar a esos lugares tranquilamente?
—Cuando pasaba por una pensión y me emprolijaba, y estaba lo mejor posible. Pero la cuestión es que he visto grandes obras allí, del séptimo piso, lo que se llama “Paraíso” que uno acaricia a Soldi, las pinturas de Soldi, pero que de paraíso tiene poco. La cuestión es que iba a ver las funciones gratuitas, iba a exposiciones y a todo cuanto evento cultural yo pudiera absorber.
— No te quedabas en la plaza tirado.
— La plaza, para mí, era para dormir. El banco ese de plaza era para dormir básicamente, y cuidar ahí en la zona, ahí mismo. Después, también, limpié con un balde y detergente, nunca me gustó esto de la gente que se te tira arriba del auto para… yo no quería hacer eso, tirarme arribe del auto con detergente y obligar al otro a que me diera dinero de esa forma. Entonces, lo que hacía era limpiar los vidrios pero en galerías, y de esa manera además fui recuperándome.
Ahora, quiero hacer un insert, algo importante, un día en la pensión, la dueña me dice: “Pablo, te llamaron para una segunda entrevista en Musimundo”, y lo que parece algo tan simple como eso, es una complicación porque tengo que tomarme un colectivo, uno tiene que decidir entre comer y no, pasar calor, llegar transpirado, es un tema; la cuestión es que paso a la segunda entrevista y me atiende una mujer de recursos humanos, había básicamente que tener dos requisitos: secundario completo y ser menor de 30 años, yo tenía 36 años en ese momento y el secundario incompleto, no mentí, dije la verdad, y lo que me pasó fue que me dice: “Te veo calificado para el puesto, pero lamentablemente no logré convencer a la gente de Musimundo con el tema de los requisitos, yo estoy segura de que te va a ir muy bien igual en la vida”. Me fui de ahí llorando, pensando que había perdido la oportunidad de mi vida, pero ahí aprendí que la vida tiene muchas sensaciones térmicas, a veces cuando creemos que estamos ganando estamos perdiendo y viceversa, entonces me pasó que al perder esa enorme oportunidad aparece esto otro del señor del auto que me dice que va a abrir el restaurante en Palermo Soho.
— La opción B, digamos.
— Sí. Me dice “¿querés venir a cuidar autos al restaurante? No vas a ser mi empleado, pero yo te puedo dar un plato de comida, uno al mediodía y uno a la noche y nada más”, yo me sentía Bill Gates. Tenía comida y todo lo que ganaba era para la pensión. La cuestión es que este restaurante trabaja como trabajan los grandes restaurantes con turismo, que siempre hay ómnibus con turistas, eso no es obra de la casualidad, hay una estructura de marketing montada a tal efecto, tiene que ver con marketing gastronómico, un mundo de comisiones. Uno cuando se va de vacaciones está preso de dos personas: del conserje y del taxista. Este restaurante trabajaba con dos cosas: marketing gastronómico y famosos y prensa, y ya del lado de adentro me empecé a relacionar con los famosos y la prensa, entre los que conocí al amigo Tartu, a Tartúfoli, que un día me dice: “Pablo, venite a la mesa con nosotros”. Fui y había ahí otra gente, estaba en ese momento en revista “Pronto” y también trabajaba en “AM” en Telefe, y me dice: “Pablo, acá vienen famosos, hacete fotos con los famosos que yo te publico en la revista” y entonces empecé a salir ahí en revistas.
“Nunca exigí nada, de hecho creo que fue un gran negocio ser amable.”
— Ahí nació Pablo Cerrutti.
— Ahí empecé a salir despacito con algunos famosos. La cuestión es que en paralelo me iba muy bien con la parte de marketing, al punto tal que creció mi negocio…
— ¿Vos dónde dormías en ese momento?
— Ahí ya estaba en la pensión. Pero al año, ya estaba alquilando un departamento.
— Te vuelvo un poco para atrás... Cuando dormías en la plaza ¿te acordás cómo fue esa primera vez?
— Tengo una ventaja, una enorme ventaja: he borrado de mi vida las cosas negativas, por ejemplo: tengo fechas que no recuerdo, creo que debe ser un mecanismo de defensa.
— ¿No te acordás de nada de esas noches? ¿Qué te acordás de la gente?
— Tantas cosas…
— Pablo durmiendo en la plaza, amaneciendo en la plaza, la gente alrededor… ¿qué te daba miedo? ¿qué te angustiaba?
— En ese momento no sentía miedo. Más bien me preocupaba por el otro. A mí me pasaba, por ejemplo, que yo tengo la suerte de no haberme tenido que deconstruir, cuando estaba en situación de calle ahí en la plaza y veía venir una mujer a la madrugada caminando, yo sabía que al toparse conmigo, con contacto visual, se podía asustar. Entonces, lo que hacía era: me incorporaba, me paraba, sin mirarla, cruzaba en sentido opuesto, pegaba la vuelta a la esquina y me quedaba ahí haciendo tiempo para que no sintiera miedo.
— Mucha gente dice que las personas en situación de calle, tal vez mueran en la calle, o no salen de la calle, y vos pudiste salir ¿cómo?
— Sí, claro. Yo creo que lo que me salvó fue la voluntad, que es la misma que tengo para un montón de cosas, para bajar 20 kilos como hice en su momento, porque obviamente tuve un exceso, como me faltó tanto la comida… yo pesaba 69 kilos, no tenía fuerza ni para abrir una puerta, pasaba por abajo, entonces obviamente hubo un desquite en ese sentido y me excedí de peso y después en dos meses bajé 20 kilos. Entonces tengo esa fuerza de voluntad que es para todo, y también el hecho de pensar distinto, yo creo que lo que a mí me ha salvado en la vida es el hecho de pensar diferente, por ejemplo desde chico decidí que el futbol no me tenía que gustar, porque carecía de todo tipo de condición para ese deporte. Me parece que la vida se divide entre extras y protagonistas, estamos los que hacemos y están los que hablan de lo que hacemos. Si ya hubiera elegido la carrera de futbolista hubiera sido manager, vendido publicidad en la cancha o hubiese tenido los derechos de televisación. Pero me parecía que eran más los momentos que uno está triste y amargado que contento y festejando, me parecía que era externalizar mi felicidad en terceros que nada tenía que ver con mi vida real, por lo tanto me iba a estar distrayendo. Esta forma de pensar siempre distinto me ha salvado.
— Cuando estabas en situación de calle o durmiendo en la calle ¿tenías trato con otra gente en situación de calle o te mantenías apartado…?
— Poca, muy poca.
— ¿Por qué?
— Porque no me sentía reflejado. Yo, por ejemplo, hasta el día de hoy nunca probé una cerveza, nunca probé algo con alcohol, no probé un cigarrillo, y veía todo eso que pasaba…
— Y ¿qué veías vos?
— Y nada, era muy duro todo…
— Vos estabas mano a mano con la gente que vive en situación de calle ¿cómo es vivir en esa situación?
— Hay de todo, pero hay una guerra ahí afuera, tremenda, una lucha de pobres contra pobres, que realmente es muy difícil. A uno le puede pasar cualquier cosa por un par de zapatillas que no valen nada, pero en ese momento es como un tesoro, entonces es muy difícil. Además, en aquel momento no era como ahora, hoy hay refugios, es otra cosa, en aquel momento era bastante más complejo, era muy difícil la situación. Pero yo decía que no quería probar nada, no porque me pusiera en ningún peldaño de superioridad, sino porque tuve la enorme fortuna de no tener un segundo de debilidad, que te puede cambiar la vida para siempre, esto me parece realmente importante para remarcarlo.
Yo decía lo único que tengo es a mí mismo, ya demasiado castigado con el envase que vine al mundo, tengo que preservar el contenido, tengo que mantenerme bien, no quiero tapar la realidad, quiero solucionar el tema de fondo de verdad, y eso fue lo que hice.
— Un día me comentaste que a vos todo te llegó tarde.
— Todo me llegó tarde, sí. Por eso digo que tengo 20 años y que estoy en un envase de 60 porque me llegó realmente todo tarde, pero me llegó, es importantísimo, veo la parte positiva de esto, si yo pude salir creo que cualquier persona en mi idéntica situación también puede, porque sin formación académica pude salir adelante con trabajo, dignamente. Fijate qué loco es esto, me han pasado cosas mágicas, porque cuando yo ya estaba trabajando, ya llevaba varios años, 2012, 2013 por ahí, no recuerdo bien la fecha, me suena el teléfono y me llaman de una importante productora y me dicen: “Pablo vamos a hacer un evento que se va a llamar ‘Las elegidas’ en el Teatro Colón”, iban a estar María Marta Serra Lima, María Graña, Lucía Galán, Julia Zenko, Fabiana Cantilo, después vino Elena Roger, he trabajado con 300 figuras, pero en ese momento me dijeron: “Pablo vamos a hacer este evento ¿nos pasás un presupuesto?”, paso un presupuesto, me lo aprueban y entonces decido hacer el evento. Hago el lanzamiento, teníamos ahí las diez figuras, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lanzo la conferencia en donde había 70 medios acreditados y demás, y en un momento dado miro hacia arriba y veo lo que era el paraíso desde donde yo veía a las grandes figuras, y esta vez el protagonista era yo.
La vida tiene esas vueltas, estaba totalmente de la vereda de enfrente. Me ha pasado esto muchas veces eso de estar arriba del escenario, y darme cuenta de que esa vez el protagonista era yo. Estas cosas pueden suceder, suceden, la gente que cree que no hay salida y todo lo demás, pero es verdad que sí, que se puede, es un tema de parar la pelota, ponerse creativos y confiar en que realmente hay salida.
Tengo esta ventaja de no haber sentido ni depresión ni nada por el estilo a pesar de tanta adversidad.
“Me parece que la vida se divide entre extras y protagonistas. Estamos los que hacemos y están los que hablan de lo que hacemos.”
— ¿Qué es lo que sentís que más te faltó?
— Amor. Eso sí que me faltó. Pero también forma parte de la vida y ahora estoy rodeado de amor, en todo sentido, en lo profesional, es fantástico, es un montón extraordinario de mi vida. Además, no estoy haciendo una declaración jurada de bienes, que se entienda, pero compré un semipiso de 140 metros cuadrados el 29 de febrero, francés, precioso, y de hecho me lo está restaurando una de las personas que restauró el Colón, tengo obreros en este momento en eso. Si yo pude hacer eso viniendo de dónde vengo, es un milagro, de verdad que se puede, no se encierren, hablo para los míos, para la gente que atravesó lo mismo que yo. Cuando yo tenía hambre me iba a dormir para no padecerla, para no padecer el hambre, por eso duermo poco, porque hoy en día no hay prácticamente ningún sueño que pueda superar mi vida real, por lo tanto no me quiero perder nada.
— Estás al filo de los 60, no importa la edad. Si yo ahora te regalo una caja con todas las cosas que perdiste en tu vida y podés abrir la caja y recuperar una sola cosa, ¿qué sería?
— Engloba varias, pero la familia. Es así. Esa pérdida es dolorosa, pero obviamente después el tiempo cicatriza, queda la cicatriz pero se va el dolor, ese tan profundo, pero estoy acostumbrado a salir adelante siempre, es así.
— Ahora vamos un poco más a lo frívolo, Pablo Cerrutti. Te manejás con muchas estrellas, celebrities, más de 300, ¿qué es lo más insoportable de los famosos?
Contanos la verdad, lo que no se ve.
— Tengo la fortuna de trabajar con buena gente. A mí me pasaba que al principio por supuesto agarraba todo tipo de trabajos, hoy en día puedo elegir y de hecho lo hago, por eso todas las reuniones que hago incluso con artistas emergentes, con gente que está empezando, lo primero que pido es una reunión presencial, porque me importa esto, y cuando estoy en el medio de saber qué es lo que necesita mi cliente y cuál es la necesidad que yo le puedo cubrir, el subtítulo es “¿puedo trabajar con esta persona? ¿voy a estar cómodo trabajando con esta persona? ¿esta persona se va a sentir a gusto trabajando conmigo?” eso me importa. Esta doble vía.
— ¿Y qué es lo que más te piden?
— Facturar, ¿conocés a alguien que no? Básicamente, cuando me vienen a ver, en términos generales, vienen ya con un sueño, es magnífico esto, el hecho de que te plantean determinado objetivo y vos a través de determinadas acciones de prensa sabés que lo podés lograr, lo podés guiar. Y cuando ese objetivo llega estás haciendo feliz a esa persona, es maravilloso. Por eso digo que pasa que uno recibe amor desde ese lugar también, independientemente del negocio, por supuesto, porque no soy hippie…
— Te veo ahora así impecable, cerrá los ojos y ve al Pablo de hace 20 años en la plaza, una palabra que defina este cambio.
— Soy otro. Con los valores, pero con el paso del tiempo y además uno que cree a veces que se las sabe todas, no… la vida es frágil, cuando te creés que te las sabés todas te pega un bife con la mano abierta y te acomoda las ideas. Por supuesto que a medida que corre el tiempo uno adquiere determinados conocimientos y se equivoca cada vez menos, entonces al hacer esos goles en la vida, también te vas formando, te vas haciendo más fuerte, vas sabiendo lo que querés, formás carácter, sos otra persona.
Yo no hablaba, era mudo, era muy tímido, soy, creo que sigo teniendo en el fondo un dejo de timidez, pero me sobrepongo, eso sí, pero cuando veo el contraste es increíble. No me imaginé nunca que, por empezar, yo no sabía que sabía sobre esta profesión, no me lo imaginé nunca. La vez que Tartu me dijo: “¿Conocés la fiesta de la revista?” y le digo “No tengo ni idea qué tengo que hacer, pero aprendo rápido”, y lo hice y salió tan bien que me dice :”¿No me hacés la del programa?”, y lo hice y salió muy bien, y empecé a relacionarme, hice Wanda Nara, Nazarena Vélez , primero rompimos la tele con ellas, arruinamos los medios, lo digo risueñamente, son dos grandes amigas, pero después empecé a hacer otras cosas; con Marta Sánchez, con quien tengo una relación extraordinaria, con el flamenco mundial, tantísima gente con la que, además, entablamos una relación de amistad.
— Reconfortante conocer tu resiliencia. Si lo tuvieras a Tartu enfrente, ¿qué le dirías?
— Lo quiero mucho. Tartu, además, adquirió los derechos del Martín Fierro de cable en un momento dado junto con Mariano Peluffo y me dieron la responsabilidad de armarlo, armé un Martín Fierro completo, de punta a punta, imaginate lo que es Tartu. Es desigual el amor, yo lo quiero mucho, mucho, mucho, mucho, y no sé si es recíproco, pero yo le voy a estar agradecido siempre. Hay mucha gente a la cual le tengo que agradecer, por supuesto. Pero fue un empujoncito. Y yo ahí descubrí que en ese momento cuando ya me iba muy bien con el marketing del restaurante, porque con eso comía, pero cuando descubrí esto, descubrí que con esto vivía y hay una enorme diferencia, cuando vos descubrís cuál es tu vocación. Este es el sentido de mi vida, esta es mi vocación, así que imaginate lo que tengo para decirle a Tartu.
“Compré un semipiso de 140 metros cuadrados, si yo pude hacer eso viniendo de dónde vengo, es un milagro, de verdad que se puede”.
Mira la entrevista completa:
* Realidades es un programa de entrevistas que intenta visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza y prejuicios, contadas por sus propios protagonistas. Escribimos y contamos tu historia a: realidades@infobae.com