Llega la noche de San Juan, y con ella las hogueras, las sardinas asadas, la recolección de hierbas milagrosas y la apertura de todo el universo mítico y ritual que envuelve esta noche de solsticio. El Sol es fuente de vida y símbolo de la divinidad. La víspera del 24 de junio representa el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Es el solsticio de verano, cuando el día es más largo y la noche más corta en el hemisferio norte: a partir de esa fecha los días comienzan a disminuir. En nuestro hemisferio es la noche más larga y a partir de esa fecha los días comienza a crecer. Es la única noche en la que reinan las fuerzas secretas de la naturaleza, lo que le da el carácter de noche mágica, donde es posible que sucedan cosas que en fechas normales no podrían suceder, por eso es una noche propicia para las curaciones, la adivinación, los oráculos y otros prodigios.
Los romanos celebraban en estas fechas las fiestas neptunianas, al igual que los griegos que festejaban el solsticio de verano encendiendo hogueras purificadoras. Los celtas tenían la fiesta de Beltaine en mayo, en la que los fuegos adquirían un gran protagonismo. Con el cristianismo, la fiesta pasó a estar dedicada a San Juan. Pero los ritos ígneos continuaron celebrándose debajo de los ojos de la Iglesia y las creencias asociadas al carácter liminal y mágico de esta noche han perdurado hasta nuestros días.
Recordemos que la astrología ha sido un importante impulsor religioso de los pueblos desde el Neolítico. Posiblemente lo fue antes en el contenido de algunas pinturas rupestres en las que se pueden rastrear las primeras representaciones astrológicas. La relación del hombre con los astros se debe en parte a las perturbaciones de ciertos fenómenos astronómicos, así como al uso de los astros como calendario agrícola y ganadero, y como mapa o brújula para orientarse en los viajes. La bóveda celeste fue la herramienta utilizada para definir el calendario que indicaba a estos pueblos antiguos cuándo sembrar, cuándo era época de cosecha, cuándo criar ganado, etc. Así, las hogueras de San Juan conmemoran el solsticio de verano. Esta noche se recolectan diferentes hierbas aromáticas -las hierbas de San Juan- que se dejan en agua toda la noche al aire libre para lavarse con ellas en las primeras horas del día siguiente. En algunos lugares de Galicia estas hierbas de San Xoán, una vez secas, se esparcen en los campos con fines de protección.
En la noche de las hogueras se salta tres veces el fuego para purificarse y obtener salud durante todo el año, se colocan ciertas plantas en las ventanas y puertas para impedir la entrada de espíritus malignos o la acción maligna de brujas y otras entidades oscuras. Si tenemos un árbol frutal que no da frutos, esta es la noche indicada para golpearlo con un palo y de esta forma asegurarnos de que el árbol comienza a producir. Las jóvenes que querían saber cuál sería la profesión de su futuro marido dejaban en el sereno, en la víspera de San Juan, un vaso de agua en el que habían echado una clara y una yema de huevo. A la mañana siguiente, según la forma que tomara el preparado -ya sea la forma de un barco o la de alguna herramienta, por ejemplo- se podía adivinar la profesión de los futuros marido y mujer. Vemos cómo en esta noche mágica, propicia para los hechizos y la adivinación, entran en juego -además de las estrellas- elementos naturales como el agua, el fuego y las plantas. Jesús Rodríguez López, en su obra “Supersticiones de Galicia y preocupaciones vulgares” de 1910, habla de la creencia de que quien se bañara en el mar la noche de San Xoán a las doce y recibiera nueve olas quedaría purificado de sus enfermedades. Pero además, al amanecer propician la fertilidad.
Es la época en la que reina simbólicamente el caos para que la realidad se renueve, como corresponde al solsticio. Al amanecer del día de San Juan, el sol baila en el cielo. Popularmente se dice que baila de alegría por la fiesta del santo. No es el único prodigio que sucede este día. Los moros y mujeres que habitan en las fuentes encantadas y las lavanderas salen de sus escondites y se muestran en la mágica noche de San Juan. Pero quizás lo más mágico y prodigioso de esta noche es que durante unas horas, cuando miramos hipnóticamente el fuego, cuando bailamos junto a él o saltamos sobre sus brasas, volvemos a un tiempo que creíamos desaparecido, el tiempo en que nos hicimos hombres al calor y a la luz del fuego, al pasado en el que viviendo en cuevas comenzamos a construir nuestra cultura bajo el hogar que el fuego nos dio.
La tarde del 23 de junio se prepara el agua de San Juan, que se obtiene recogiendo el rocío -que simboliza la Luna- con la que lavarse las manos y la cara la mañana del 24 de junio. Para obtener esta agua, se debe preparar en un recipiente una mezcla de hierbas y flores recogidas rigurosamente después de la puesta del sol, como la lavanda, la artemisa y la malva, las flores y hojas de menta, el romero y la salvia, a las que se puede añadir agregue pétalos de amapola, rosa o manzanilla, según las flores de la zona. Colocadas en agua, se dejan afuera toda la noche, para que absorban el rocío de la mañana. Según la tradición, el rocío confiere poderes extraordinarios al agua, que protegerá contra enfermedades, desgracias y envidias.
La letra de la canción “Fiesta” que interpreta magistralmente Joan Manuel Serrat, nos relata los hechos de esta noche: “…Y al darles el sol la espalda/revolotean las faldas/bajo un manto de guirnaldas/para que el cielo no vea/en la noche de San Juan/cómo comparten su pan/su mujer y su gabán / gentes de cien mil raleas…/Hoy el noble y el villano /El prohombre y el gusano /bailan y se dan la mano / sin importarles la facha / juntos los encuentra el sol / a la sombra de un farol / empapados en alcohol / magreando a una muchacha…”
Una costumbre muy extendida en Calabria, Italia, consiste en colgar manojos de hierbas aromáticas detrás de las puertas de la cocina para proteger la casa y a sus habitantes. El bouquet propiciatorio se obtiene recogiendo hierbas mixtas -hipérico, artemisia, ruda, menta, romero, perejil, ajo, lavanda- después del atardecer del 23 de junio, dejándolas al aire libre toda la noche.
Muchos rituales están vinculados a la posibilidad de encontrar marido, o saber quién será o cómo será, ya sea rico o pobre. En determinadas zonas, antes de quedarse dormidas, las niñas suelen rezar a San Juan para que les muestre en sueños el rostro de su futura pareja; otros dicen que, si una chica se mira al espejo a medianoche, verá su rostro reflejado junto a ella. Incluso colocar un manojo de hojas de laurel debajo de la almohada te ayuda a soñar con el rostro de tu futuro amor. Siempre ligado a cuestiones del corazón y de compromisos, es el ritual de las muñecas de trapo, rellenas de hierbas aromáticas de la región, que las madres regalan a sus hijas para desearles fertilidad. También existe otra costumbre: si una chica soltera quema un cardo la tarde del 23 y al día siguiente todavía está verde, pronto llegará un hombre a pedirle la mano. También existe el ritual de los tres porotos, que al envolverlos y colocarlos debajo de la almohada darán a la mañana siguiente la medida de lo rico que estará el marido. A medianoche, tomamos tres habas: a la primera le quitamos la piel por completo, a la segunda le quitamos la mitad de la piel y a la tercera la dejamos intacta. Se envuelven los tres porotos como si fueran caramelos con tres papeles iguales, se ponen debajo de la almohada y duerme sobre ellos. Por la mañana, escogiendo uno al azar, si la cáscara está entera significa que encontrarás un marido rico, un marido clase media con media cáscara y uno pobre sin cáscara. Finalmente, una leyenda dice que sólo a medianoche florece un helecho que crece a lo largo de los arroyos: quien consiga recoger esta flor adquirirá la reputación de ser sabio y capaz de leer el pasado y predecir el futuro.
También en toda Galicia, es noche de la preparación de la “Queimada”, bebida alcohólica basada en aguardiente, azúcar y cáscaras de naranja y limón, que se prende fuego hasta que el alcohol se consume, a la que se le atribuyen facultades curativas y se afirma que, tomada tras la pronunciación del conjuro, funciona como protección contra maleficios, además de mantener a los espíritus y demás seres malvados alejados del que la ha bebido. Todo el ritual de preparación está dirigido a alejar a las meigas (brujas) que, según la tradición, acechan a los hombres y mujeres para intentar maldecirles ya sea por diversión, por venganza, por algo que han realizado anteriormente, o por cualquier otro motivo. Tras la cena, en la oscuridad de la noche de san Juan los comensales se reúnen alrededor de la queimada, para animar los corazones y estrechar los lazos de amistad. Uno de ellos se encargará de darle el toque final levantando con un cucharón el líquido en llamas y dejándolo caer poco a poco en el recipiente mientras pronuncia el conjuro, que se debe recitar en voz alta un conjuro para espantar. En la actualidad se utilizan diversas versiones con múltiples pequeñas variantes, pero una de las más comunes sería: “Mouchos, coruxas, sapos e bruxas; demos, trasnos e diaños; espíritos das neboadas veigas, corvos, pintegas e meigas; rabo ergueito de gato negro e todos os feitizos das menciñeiras...”
Por estos lares, en algunos lugares se celebra la noche de San Juan, pero en otros, esta festividad del fuego se pasa a la “noche de san Pedro y san Pablo” con las mismas consideraciones que la de San Juan; aunque con sutiles diferencias. En muchos lugares de la provincia de Buenos Aires, junto al fuego de ponen batatas, las cuales serán repartidas entre los presentes que la deberán comer con una cuchara, en otros en la punta de la fogata se pone un muñeco de trapo, y en otros sitios se queman los muebles viejos sin usar. Acá es la noche más larga. Y en la ciudad de Ushuaia, es la fiesta nacional de “la Noche más larga”, en la cual casi nadie duerme y se baila y se canta, con un frio polar que cala hasta los huesos.