Los argentinos que retratan ciudades africanas en guerra: del fanatismo por Messi al encuentro con gorilas

Pedro Fernández Quiroga y Francisco Galeazzi estuvieron en contacto con víctimas de la violencia sexual, sobrevivientes de genocidios y personas afectadas por el cambio climático. Buscan entender el impacto social y ambiental en una sociedad atravesada por conflictos bélicos prolongados

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Algunos momentos del trabajo de Francisco Galeazzi mientras recorre África con Pedro Fernández Quiroga

Es complejo elegir cuál de todas las historias que conocimos nos han impactado más porque hay conceptos como la paz, la reconciliación, la guerra y el hambre que son muy intangibles para una parte del mundo; y demasiado tangibles para otra”, dice desde Nigeria el comunicador social y documentalista Pedro Fernández Quiroga, que desde enero de este año recorre junto a su colega, Francisco Galeazzi, el continente al que llegó por primera vez en 2017, para conocer y difundir las impactantes historias de sus habitantes.

Las resume: “Hablamos con Albert Rutikanga, sobreviviente tutsi del genocidio de Ruanda, que hoy lidera una ONG para evitar ese tipo de tragedias y trabaja directamente con quienes mataron a su familia. En el Congo, hablamos con mujeres víctimas de violencia sexual en la guerra, que nos contaron cómo superan sus traumas; y también con activistas que buscan cambiar la realidad de su ciudad. En Sierra Leona, durante mi primer viaje al continente, entrevistamos a un hombre que había sido soldado de niño y a un ex líder rebelde que lo había secuestrado y hoy conviven en paz. Pero si tengo que elegir me quedo con la historia de Ibrahim, un chico de no más de 8 años al que conocí en Madina, al norte de Sierra Leona. Allí, si Messi juega, entre todas y todos, reúnen monedas, compran nafta y prenden un generador que le da vida a los ‘cines’ del pueblo, un televisor de 21 pulgadas y una serie de banquetas que sirven como butacas para alrededor de 80 personas”.

Allí, tuvo el encuentro que aún le anuda la garganta: “En medio del cine abarrotado, encontré un pequeñísimo hueco al extremo del último banco y al lado de Ibrahim, que mientras me decía que Messi lo iba a volver a hacer feliz, me ofrecía la mitad de seis maníes que tenía en su mano. Me rehusé, incómodo. Le dije que los comiera él, pero se negó... Le pregunté si había comido durante el día y dijo que no, que esa era su comida, pero que no sabía comer sin compartir. Me quedé sin palabras”.

En pleno trabajo: Pedro, con la camiseta argentina, y Francisco documentan momentos de la vida de los habitantes de África (Zelmira Zavalia)
En pleno trabajo: Pedro, con la camiseta argentina, y Francisco documentan momentos de la vida de los habitantes de África (Zelmira Zavalia)

Esas son algunas de las impactantes historias que Pedro y Francisco relatan sobre este viaje, para el cual decidieron hacer coproduccion con Awake (el estudio creativo de Francisco) implica 7 microdocumentales abocados a temas de impacto social y ambiental. Antes, en 2022, Pedro fue parte de otra producción que intentó entender el por qué de la guerra civil tan violenta y cómo convive un país después de un conflicto prolongado. El trabajo final fue distribuido en festivales internacionales.

Francisco, que filmó todo lo que Pedro escribió en el guion y que quedó bajo la dirección de ambos, cuenta que está allí por dos razones: “Las ganas de mostrar África desde un lado positivo, que inspire a más gente a conectar con el continente porque siento que es un continente mal contado, con un enfoque orientado a lo malo, lo triste y al conflicto. Y, segundo, como un proyecto personal de mostrar la realidad del cambio climático en las poblaciones más vulnerables, de emprender un proyecto de largo plazo sobre la relación entre las personas y el planeta, para contar historias y entender que debemos cuidar de los más vulnerados si queremos salvar el planeta”.

África mía

Que es el tercer continente más extenso, tras Asia y América, que está situado entre los océanos Atlántico, al oeste, e Índico, al este, que el mar Mediterráneo lo separa al norte del continente europeo y que el punto en el que los dos continentes se hallan más cercanos es el estrecho de Gibraltar de 14.4 km de ancho es lo primero que destaca el buscador de Google sobre África, habitado por 1.216 millones de personas, según el censo de 2016.

Pero poco se sabe de este lado del mapa sobre la actualidad de esos habitantes, qué piensan y sienten, qué les preocupan a quienes desde que nacieron no conocen la paz o no pudieron acceder al derecho a la salud.

Una de las mujeres trabajadoras de los campos fotografiada por Francisco (Francisco Galeazzi)
Una de las mujeres trabajadoras de los campos fotografiada por Francisco (Francisco Galeazzi)

El primer lugar que conocieron fue la República Democrática del Congo. “Primero estuvimos en Kinshasa, su capital, y luego en Goma, capital de la región de Kivu del Norte, que es la zona de una guerra que lleva más de 30 años. RD Congo es un país paradójico: cuenta con los recursos naturales más buscados, el coltán y el cobalto, y es uno de los más pobres. En tanto, el Río Congo, con su caudal podría convidarle electricidad a todo África, pero solo el 15 % de su población tiene acceso a la energía”, cuenta las paradojas que descubrió.

En Kinshasa, lo que más lo impresionó a priori fue experimentar la vida en una urbe inmensa que intenta sobrevivir con un estado ausente. “Ni en su capital (con 12 millones de habitantes) ni en el país (con alrededor de 100 millones habitantes) existe salud pública para un pueblo en el que la mayoría de sus ciudadanos vive con 2.15 dólares al día. Dentro de ese contexto hay personas, realmente héroes, que buscan devolverle algunos derechos a la gente”, cuenta Pedro, cofundador de La Fuerza Invisible, una organización sin fines de lucro que busca visibilizar y desestigmatizar a poblaciones marginadas a través de documentales, esta vez República Democrática del Congo, Ruanda y Kenia.

En ese contexto dice que conoció a personas que son “realmente héroes” porque “buscan devolverle algunos derechos a la gente”. “Estuvimos en un hospital de salud mental (montado por Sor Ángela, una monja) y es el único al que pueden acceder aquellos que no son de una muy reducida clase alta. Ese hospital comenzó como un proyecto de salud mental y se especializa en eso, pero tienen que cubrir todas las necesidades en términos de salud. Imaginate una sala médica a la accede la mayoría de la segunda ciudad más grande de África con enfermedades que van desde la depresión (muy recurrente en un país en guerra) hasta la malaria, hiv, y la fiebre tifoidea”.

La primera experiencia de Pedro en África fue en 2017 junto a su amigo y colega Taio Gardey (lafuerzainvisible)
La primera experiencia de Pedro en África fue en 2017 junto a su amigo y colega Taio Gardey (lafuerzainvisible)

Allí conocieron la historia de John, un enfermero congoleño, que todos los días sale con una ambulancia para atender a quienes habitan los barrios más marginales de Kinshasa, una ciudad que recibe a medio millón de personas al año que escapan de las zonas de conflicto y muchos terminan durmiendo en las calles. “La vocación de John es admirable y, por suerte, pudimos documentarla”, agrega.

Antes de unirse a Pedro en este proyecto, Francisco Galeazzi, fundador de Awake, un estudio creativo que cuenta las historias que cambian el mundo. El artista remarca que antes estuvo en otros países del continente, “pero, sin dudas, la República Democrática del Congo fue el más complejo a la hora de producir y contar historias”.

Para Galeazzi, el gran desafío fue trabajar con los locales y hacerse entender “cuando las lenguas no son las mismas ni los tiempos tampoco”, aunque el inglés fue la lengua que prima. “Construir las relaciones a pesar de algunos obstáculos no es fácil, pero es lo más lindo y apasionante; conectar con la gente del país y poder trabajar en conjunto. Nuestra misión de mostrar una mirada inspiradora y positiva de África es algo de lo que los más jóvenes de todos los países tienen ganas de ser parte. Nuestro compromiso también es con ellos”.

Sobre ese punto también se refiere Pedro, que está a cargo del guion de cada micro documental: “Cuando llegás a un lugar nuevo comenzás a establecer vínculos con las personas para contarle de tus proyectos, referenciás a quiénes pueden permitirte el acceso a los temas que te interesan y a partir de ahí se inicia la búsqueda de historias”.

Pedro y Francisco chequeando algunas de las tomas para los documentales (Zelmira Zavalia)
Pedro y Francisco chequeando algunas de las tomas para los documentales (Zelmira Zavalia)

El inicio de esta aventura surgió en 2017, cuando Pedro —que actualmente está en Nigeria continuando con un proyecto personal de reportajes que luego conformarán un libro— trabajó enmarcado en la organización sin fines de lucro que cofundó, La Fuerza Invisible, con el objetivo de visibilizar y desestigmatizar a comunidades marginadas a través de documentales y contenidos audiovisuales. Ese año, realizó el primero contando la historia de Tocaña, una comunidad afroboliviana que vivió en situación de esclavitud hasta 1952. Tiempo después se unió Francisco, que ahora está en Tanzania realizando un proyecto personal fotográfico que incluirá Namibia y Botswana. El periplo del comunicador social continuará por Ghana, Costa de Marfil, Gambia y ambos se reencontrarán en Senegal para seguir con los microdocumentales.

“Aborda el pasado de sometimiento, la lucha por los derechos, la integración social actual y los sueños futuros de los afrobolivianos. El segundo documental, que actualmente está distribuido en festivales internacionales, es sobre Sierra Leona y la historia de reconciliación posguerra civil. El famoso conflicto de los diamantes de sangre”, señala. Esa etapa la trabajó junto a su amigo y socio Taio Gardey, que actualmente está radicado en Sierra Leona y trabaja en una ONG del rubro agropecuario.

Para él, la clave sigue siendo contar la África que nadie más cuenta: “Nosotros buscamos poner el foco en los valores extraordinarios que tienen los países o comunidades que están envueltos en situaciones complejas. Si hay guerras, hay que explicar las razones por las cuales suceden que, en general, no tienen como responsables principales a los africanos y sino que productos del neocolonialismo que persiste. Pero también hay infinidad de historias que prueban el ingenio, la fortaleza, la resiliencia y el talento de los africanos para superar obstáculos inimaginables. Son, en fin, pueblos extremadamente dignos que siguen luchando a pesar de que gran parte del mundo mire para otro lado”, asevera.

 Pedro Fernández Quiroga disfruta de los abrazos de los niños y niñas africanos (lafuerzainvisible)
Pedro Fernández Quiroga disfruta de los abrazos de los niños y niñas africanos (lafuerzainvisible)

Esas historias arrancan bien temprano: en la mayoría de los lugares, los pobladores inician el día entre las 5 y 6 de la mañana. “Comés únicamente lo necesario y al estar mucho tiempo fuera hay que cuidarse, sobre todo, de los mosquitos por la malaria. En cuanto el alojamiento, dependiendo del tipo de ciudad, dormís en un guest house, casa de locales, alquilás en Airbnb u otra opción son las casas de ONGs o congregaciones religiosas que, por lo general, tienen cuartos disponibles”, señala el documentalista.

Conmovido, revive unos de las experiencias más fuertes: “En Goma el impacto tiene que ver con vivir en una ciudad en guerra y visitar los campos de desplazados. La ciudad es realmente es un paraíso: hay montañas, lagos, volcanes y bosques. Es la zona más fértil de las reservas de coltán (que se usa para la producción de iphones, tablets y distintos productos electrónicos que luego se desarrollan muy lejos del Congo). Todos sus habitantes están atravesados por un conflicto que parece interminable: en las calles se ven soldados del ejército nacional, soldados de Monusco (la misión de las Naciones Unidas en el país) y milicias locales que tienen armas”.

Estas fuerzas luchan contra el M23, el grupo armado más fuerte de los más de 120 que hay en el país y que tiene base a 15 kilómetros de Goma. “El M23 está compuesto por congoleños y ruandeses, y es apoyado por el gobierno de Ruanda (máximo exportador de coltán del mundo sin contar con reservas) que cuenta, a su vez, con financiación de Gran Bretaña y Estados Unidos, fundamentalmente. Lo que te cuentan en las calles es que a nadie le interesa frenar la guerra realmente, ni a la comunidad internacional ni al gobierno del Congo, y plagar de fuerzas armadas la ciudad es un pantomima para prolongar un conflicto en el que todas las partes hacen negocios”.

Esto trae consecuencias atroces para sus poblaciones. “Las últimas cifras de la Organización Internacional para las Migraciones arrojan que hay alrededor de 7 millones de desplazados dentro del Congo, de los cuales 3 millones están en Kivu del Norte, y gran parte se aglutinan en los casi 76 kilómetros cuadrados de superficie de Goma. Sus calles están bordeadas por campos de desplazados, carpas incompletas y frágiles, y a todas les falta algo para parecer un hogar. Viven sin ningún tipo de necesidad básica satisfecha, vulnerados en términos de salud y de higiene, expuestos a las fuertes lluvias (que en una porción del año son constantes), y a la violencia de las distintas fuerzas armadas”.

"A través de esa actividad encuentran una posibilidad económica rentable, lo que les permite proyectar a futuro y también mitigar el impacto medioambiental que se produce a través de la deforestación que es una de las tantas consecuencias de la guerra” (Francisco Galeazzi)
"A través de esa actividad encuentran una posibilidad económica rentable, lo que les permite proyectar a futuro y también mitigar el impacto medioambiental que se produce a través de la deforestación que es una de las tantas consecuencias de la guerra” (Francisco Galeazzi)

En ese triste contexto, el deporte es importante para ayudarlos a sobrevivir. “Es vital para el empoderamiento de los más jóvenes, sobre todo, dentro de los campos de desplazados. También es clave la vida de los apicultores, que continúan trabajando más allá de que lo hacen en campos amenazados a diario por el conflicto bélico. A través de esa actividad encuentran una posibilidad económica rentable, mucho más que la agricultura tradicional, lo que les permite proyectar a futuro y también mitigar el impacto medioambiental que se produce a través de la deforestación que es una de las tantas consecuencias de la guerra”.

La situación de los gorilas y el impacto ambiental

Además de atender las cuestiones sociales llegaron a Kahuzi Biega, uno de los espacios más biodiversos del mundo que alberga una de las últimas poblaciones de gorilas de las planicies orientales (graueri).

Allí conviven 250 de estos animales en una altitud de entre 2.100 a 2.400 msnm. Están afectados por la deforestación y degradación forestal: al menos el 27 % de los bosques tropicales intactos de la Cuenca del Congo que existían hasta 2020 desaparecerán para 2050, según los estudios sobre impacto ambiental en la zona.

Este fenómeno se agrava por una guerra de 30 años que no encuentra salida. Hay más de 120 grupos armados saqueando la materia prima y, como consecuencia, destruyendo el medio ambiente.

En Kahuzi Biega, uno de los espacios más biodiversos del mundo que alberga una de las últimas poblaciones de gorilas de las planicies orientales (graueri) (Francisco Galeazzi)
En Kahuzi Biega, uno de los espacios más biodiversos del mundo que alberga una de las últimas poblaciones de gorilas de las planicies orientales (graueri) (Francisco Galeazzi)

Recordando su experiencia detrás de la lente de su cámara, Francisco cuenta: “Fue una locura poder llegar para ver a los gorilas de las llanuras y llegar a uno de los parques menos visitados por el turismo debido a la situación del país”.

Esa experiencia para él fue única: “El viaje y la transformación de la ciudad en una selva que parece impenetrable, la convivencia entre las comunidades, el parque nacional y los gorilas... Nuestra caminata para encontrarnos con los gorilas fue por una calle donde pasaban personas caminando o en moto, y hasta camiones. Y, de pronto direccionamos para el lado de la selva y a unos 50 o 100 metros para adentro ya vimos al gorila de lomo plateado y a su familia”, revive.

Ya en medio de la selva y con los gorilas cerca la experiencia fue más que asombrosa: “¡Algunos hasta nos miraban! Te sentís diminuto ante la naturaleza. Al final somos parecidos a ellos, en maneras de actuar y vincularnos con los otros y, sobre todo, en que somos tan solo una parte más de este universo. Esa conexión que podés tener con los animales y el planeta en su totalidad es inexplicable”.

Convencido de que está en nuestras manos actuar a favor de esa y las demás especies animales, opina: “El paso uno para preservar es trabajar con las comunidades locales y hacer proyectos de coexistencia entre humanos y animales. El Kahuzi lo hace involucrando a las personas de las comunidades locales como los Batwa en sus equipos, pero también es un parque que necesite de los ingresos del turismo para sostener sus programas entonces hay una dicotomía: declarar un parque nacional que a la vez incluya proyectos que sean sustentables en el tiempo y que conviva también con la situación del país. Al final la gente del mundo tiene miedo de ir a los parques del Congo por todo lo se dice sobre el país y, como nosotros estábamos con nuestras cámaras y equipos desarrollando nuestros contenidos, nos pedían por favor que difundiéramos lo maravilloso del parque para acercárselos a la gente de Argentina y el resto del mundo, y que así vean que al final es un sitio que puede visitarse y se disfruta mucho. Están muy abiertos a recibir al turismo para que puedan conocer en detalle todo lo que sucede allí”.

Otra de las trabajadoras que fotografió Francisco Galeazzi
Otra de las trabajadoras que fotografió Francisco Galeazzi

Los documentales

Los comunicadores muestran el recorrido y avances de sus trabajos en las cuentas de Instagram @francisco.galeazzi, @lafuerzainvisible y @pecofq. La primera de las cinco temáticas son el arte como escape de guerra: un niño de la calle del Congo, a través del teatro y la poesía busca sortear el orden establecido. Su nombre es Lumiere, que significa Luz.

La segunda se refiere a dos personas buscan devolverle el derecho a la salud a un pueblo desprovisto de oportunidades; la tercera, cuenta la historia de padre e hija trabajan en apicultura dentro de un paraíso de valles y bosques. Esa actividad es para ello el sustento económico, y la posibilidad de salvar a la región del desastre medioambiental que exacerba la guerra.

La cuarta se refiere a la salud mental en situaciones de conflicto. La última, a las sandalias hechas de bananos: siete de cada diez ruandeses son agricultores y dependen de factores climáticos para subsistir. A través de la creatividad y el diseño, un joven local encuentra en los bananos una manera de diversificar la economía, empoderar a las mujeres, brindarle oportunidad a los más jóvenes y cuidar el medioambiente.

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