“Yo hago ravioles, ella hace ravioles”. La frase es tal vez una de las más recordadas de la película Esperando la carroza, el clásico del cine argentino que se estrenó en mayo de 1985, que continúa en el recuerdo de los espectadores y además suma adeptos en nuevas generaciones.
La película retrata las miserias de una familia de clase media porteña a partir de lo que creyeron, fue la muerte de Mamá Cora, el entrañable personaje de la abuela que interpretó Antonio Gasalla.
Aquella película fue escrita por Alejandro Doria quien había tomado como base la obra teatral del autor uruguayo Jacobo Langsner, estrenada en Montevideo en 1962.
La obra de teatro volvió a estar en cartel en 1974 en Uruguay, luego se presentó ante el público en Buenos Aires y estuvo en la calle Corrientes durante varias temporadas -con interrupciones- incluso luego del estreno de la película. También- a principios de los 70- se exhibió en televisión, en el ciclo Alta Comedia que se emitía por el viejo Canal 9.
La adaptación al cine tenía varias diferencias con la obra teatral original. La principal era que Mamá Cora-en complicidad con el público- aparece en la película y todos, menos los parientes, saben que está viva. Ella está perdida en el barrio y se queda al cuidado del hijo de una vecina que necesita salir a trabajar. Es por eso que, luego de reconocer un cadáver en la morgue, la familia comienza a velarla.
En la obra de teatro original Mamá Cora era interpretada por una mujer, y solo aparecía al inicio y al final de la puesta. Es decir que en el teatro el espectador estaba en la misma incertidumbre que los familiares de la abuela.
En abril pasado se estrenó en el teatro Broadway una nueva versión de la obra. La primera similitud con la película es que el personaje de Mamá Cora está protagonizado por un hombre. En este caso es Martín Campilongo (Campi) quien compone a la anciana que inmortalizó Gasalla.
En la obra de teatro, la actriz encargada del papel que en el cine interpretó China Zorrilla, dice la primera parte de la frase: “Ella hace ravioles…” y es el público el que la completa. El motivo es que los diálogos creados para la película no pueden usarse en la puesta teatral.
Eso se debe a que los derechos de autor de la obra son diferentes a los de la película, que ahora están en poder de Marco Ferrari, un joven de 22 años- que vive en Bariloche- a quien Alejandro Doria, en su testamento, lo declaró heredero de su producción intelectual. Entre las creaciones heredadas, está, por supuesto, Esperando la Carroza.
Y por ello nació una controversia. Los padres de Marco, Marina Pampín y Gustavo Ferrari, fueron a ver la obra y notaron varios guiños propios de la película, entonces el heredero se presentó -vía mail- ante Argentores, la entidad que gestiona los derechos de autor en el país, y controla que se pague lo que indican las disposiciones.
En el reclamo enviado a Argentores el 18 de abril pasado, al que accedió Infobae, los padre de Marco: “Que en la obra teatral, producida por RGB Entertainment, quien adquiriera los derechos de la obra teatral al heredero del autor Jacobo Langsner se observa claramente el uso del guion de la película. Tal como explica el director y coescritor del guion cinematográfico, Alejandro Doria, en el video que adjuntamos, el gran aporte que Alejandro hace al texto es incluir en el libro cinematográfico escenas donde en complicidad con el público se revela que Mamá Cora está viva mientras todos los personajes de la obra la consideran muerta. Estas escenas no pertenecen al libro original, a su vez esta intención de incluir al público como testigo sitúa al texto en el plano del humor negro donde desde el humor se resuelve una situación que en el guion original se presenta como drama”.
Y agregaron: “Observamos también decisiones autorales que son extraídas claramente de la película, como uso de la música de la película en el ingreso a la sala, el peculiar tono de cada personaje de la película en los parlamentos de todos los actores durante toda la obra, el vestuario, la ya mencionada aparición de Mamá Cora evidenciando estar viva durante la obra, así como la incorporación incluso de escenas que no quedaron en el corte final de la película y hasta la particularidad de que el público concluye las frases más icónicas que se popularizaron con el film cinematográfico”.
En el reclamo por los derechos de autor la familia Ferrari adjuntó un video de la cuenta de Instagram @esperandolacarroza OK en el que Doria explica la diferencia entre la obra y la película respecto de la permanencia de Mamá Cora en escena.
Y además en el escrito dirigido al área legal de Argentores, se sumó una nota publicada en 2010 en el diario La Nueva de Bahía Blanca a raíz de los 25 años del estreno de la película. Allí se hizo una recopilación de varias declaraciones de Doria sobre el filme. Alguna vez había dicho que originalmente pensó en la legendaria actriz Niní Marshall para hacer de Mamá Cora pero finalmente se decidió por Antonio Gasalla. Doria había reconocido que para escribir Esperando la carroza, se había inspirado en algunas comedias grotescas del cine italiano y en películas de los guionistas Manuel Romero y Luis Bayón Herrera. “Un cine desbordante de humor -dijo-, pero que detrás de esa máscara escondía riquísimas observaciones sobre la conducta de los seres humanos. Por caso, el individualismo, la mezquindad, el resentimiento, la envidia y las hipocresías sociales”.
Ante la solicitud de Ferrari, Argentores envió un inspector a ver la obra para determinar si era viable o no el reclamo del joven heredero del reconocido autor y que además fue quien dirigió la película Esperando la carroza.
La historia de la herencia
En 1994 Gustavo Ferrari (ex actor y actual productor) se conoció con Marina Pampín y comenzaron una relación. Ferrari era muy amigo de Doria quien falleció hace casi 15 años.
La pareja recibió una noticia alarmante: MP fue diagnosticada, a los 22 años, con una enfermedad renal crónica que probablemente le impidiera ser madre. La enfermedad avanzó y en 1996 comenzó a tratarse con diálisis hasta que en el año 1999 fue trasplantada. El único donante compatible era su marido así que fue él quien le aportó su riñón para la ablación. El trasplante cambió la perspectiva respecto de la posibilidad de concebir un hijo ya que dos años más tarde los médicos dijeron que el impedimento para quedar embarazada había sido superado.
Doria -cuyo verdadero nombre era Ricardo Guillermo Rosales- acompañó todo el proceso y estuvo al lado de sus amigos.
Dos años más tarde del cambio de diagnóstico médico, MP quedó embarazada. En julio de 2002 nació Marco. Doria consideró -según explican los Ferrari- que ese nacimiento había sido una especie de milagro. Para el autor ese niño fue como su nieto y en consecuencia Marco lo llamó “Abu”.
El 17 de junio de 2009, cuando Marco estaba por cumplir siete años, murió Alejandro Doria. En el cuarto punto de su testamento, firmado el 26 de noviembre de 2008, se lee: “...Lega a Marco Ferrari,...la titularidad de todos los derechos de autoría intelectual y Derechos de autor que derivan de Argentores y o cualquier institución creada o a crearse, y los porcentajes de la totalidad de las películas, sobre las cuales tiene derechos de autor “.
Aquella letra del testamento en el que Doria dejó como heredero a su nieto del corazón, es la que permitió que Marco Ferrari hiciera el reclamo ante Argentores.
La entidad envió un inspector a ver la obra que produce la empresa de Gustavo Yankelevich. El lunes 10 de junio a las 15:53, este cronista le envió un mensaje de WhatsApp al empresario. A las 19:38, ante la falta de respuesta, se reiteró el pedido para consignar la posición de Yankelevich sobre la controversia. Más tarde, a las 20:33, el empresario contestó lo siguiente: “Nuestra productora compró los derechos de la obra de teatro escrita por el señor Jacobo Langsner y es lo que se está representando”.
El veredicto del inspector enviado por Argentores, comunicado a las partes el 21 de mayo pasado, fue claro: tienen que abonarse derechos por la utilización de elementos de la película Esperando la carroza en la pieza teatral que se exhibe en el Broadway.
A partir de la inspección de Argentores se le hizo saber a Ferrari que le deben pagar el 2,5% del precio de cada entrada vendida. La productora de la obra debe enviar ese dinero a Argentores, que luego lo depositará en la cuenta que los autores tienen informada en la institución. Hasta las 16:00 del martes 11 de junio, Ferrari, según le explicó a Infobae, no había recibido dinero.