Infierno en el monte Dos Hermanas: así fue una de las batallas finales de Malvinas y la carta de un soldado a su hijo

Juan Nazer recordó el ataque inglés sobre Dos Hermanas, en el que resultó gravemente herido, y la muerte de su amigo el teniente Martella, en las últimas horas de la guerra

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El teniente Luis Carlos Martella tenía 24 años, casado con un hijo de un año (Comisión de familiares de caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur)
El teniente Luis Carlos Martella tenía 24 años, casado con un hijo de un año (Comisión de familiares de caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur)

Fueron días de verdadero infierno en los que la artillería inglesa terrestre como naval batía las posiciones argentinas sobre Monte Kent, sumados a los enfrentamientos nocturnos con patrullas enemigas que buscaban por donde infiltrarse. Faltaban pocos días para el final de la guerra de Malvinas. Al atardecer del viernes 11 de junio de 1982 los argentinos del regimiento de infantería 4 notaron que sería distinto a otros.

Ese día frío, con niebla, hubo un intensísimo fuego de artillería, tal vez más violento que el de días anteriores. Y de pronto, un extraño silencio.

El regimiento de infantería 4, con asiento en la ciudad correntina de Monte Caseros, había llegado a las islas el 27 de abril en aviones de Aerolíneas Argentinas, a los que se les había quitado los asientos. Esa noche quedaron cerca del aeropuerto. Una sección permaneció como seguridad en la casa del gobernador, otra sección con dos morteros fue enviada al norte de Puerto Argentino y el resto fue enviado a Monte Kent.

El teniente Martella estaba a cargo de una sección y de dos morteros en Monte Dos Hermanas
El teniente Martella estaba a cargo de una sección y de dos morteros en Monte Dos Hermanas

El 1 de junio volvieron a juntar a todo el regimiento y lo distribuyeron en los montes Harriet y Dos Hermanas, una elevación de 327 metros al oeste de Puerto Argentino.

Esa misma noche el subteniente Juan Nazer fue enviado al Dos Hermanas, que era defendido por la compañía C y por una sección de la compañía A. Unos 180 hombres estaban distribuidos en posiciones defensivas, en lo que ellos creían era la retaguardia.

Nazer es un correntino, de abuelos sirio libaneses. Su familia se ganaba la vida como arroceros. El nació en La Cruz, sobre la costa del río Uruguay, cerca de Yapeyú.

Infierno en Dos Hermanas

Durante el día soportaron bombardeos de la artillería y de la aviación y veían claramente a los helicópteros británicos transportando cañones. De noche se sucedieron pequeños enfrentamientos con patrullas que pretendían estudiar el terreno pero que, apenas los argentinos abrían fuego, retrocedían.

Una de las posiciones del Regimiento de Infantería 4 en las islas (Vázquez - Rubén Cucchiara)
Una de las posiciones del Regimiento de Infantería 4 en las islas (Vázquez - Rubén Cucchiara)

El 11 de junio por la noche, luego de esa extraña calma, los británicos atacaron por donde menos se los esperaba. Usaron maniobras envolventes sobre los montes Harriet y Dos Hermanas.

De pronto, los argentinos se vieron sobrepasados y quedaron aislados, ya que los ingleses avanzaron por las posiciones de la reserva argentina. En poco tiempo, no sólo el regimiento 4, sino el 6, el 7 y el Batallón de Infantería de Marina 5 quedaron en la primera línea de combate.

Hasta la una de la mañana del 12 sostuvieron la posición, con todas las dificultades del caso. No se veía al enemigo, solo el ruido de los proyectiles que impactaban en las rocas o el silbido cuando pasaba muy cerca de la cabeza. Los visores nocturnos eran escasos, había uno por sección y las comunicaciones eran con teléfonos de campaña que estaban conectados con cables.

Además, los argentinos tuvieron los primeros heridos, por eso había que resguardar y proteger al médico que los atendía. “Todo era muy difícil. Los soldados se mantuvieron firmes y a nosotros no nos quedó otra que sumar con el ejemplo personal”, explicó Nazer.

Juan Nazer recuperándose de sus heridas en la pierna derecha
Juan Nazer recuperándose de sus heridas en la pierna derecha

La muerte de Martella

Cuando fueron sobrepasados, se ordenó un repliegue ya que la artillería argentina bombardearía esas posiciones.

Armar el repliegue no fue tarea sencilla, porque había combatientes desplegados en un amplio terreno. Nazer, con dos soldados, fue el que comunicó la orden y así se dirigió a la posición del teniente Luis Carlos Martella, que aún estaba con sus dos morteros.

En 1982 Martella era teniente y en la guerra fue jefe de la sección Apoyo de la Compañía C. Estaba casado con Marta Inés Lucena, su novia de siempre, tenía un hijo que cumplía un año, Santiago y su esposa estaba por tener al segundo, que sería una nena, María Constanza.

Hincha de Independiente, aunque no era de ir a la cancha, sí asistía con su esposa a los partidos de polo, y ambos simpatizaban por el equipo de Coronel Suárez. Lo que sí era un gran lector, y hacía unos años había comenzado a volcar en un cuaderno forrado de azul frases y pensamientos. Tenía 24 años.

Cuando Nazer, Martella y los dos soldados comienzan a descender del monte, la artillería argentina comenzó a disparar.

Como los británicos continuaban avanzando, buscaron cubrirse. Nazer se tiró detrás de una piedra y Martella encima suyo. Los dos soldados, Morales y Torres, se protegieron más atrás.

Juan Nazer continuó en el Ejército, del que se retiró en 1993
Juan Nazer continuó en el Ejército, del que se retiró en 1993

Cuando pasó una fuerte explosión, decidieron levantarse para continuar y fue ahí cuando a Martella lo alcanzó una ráfaga de ametralladora disparada desde solo unos metros. “Me dieron, siga usted, lleve a la tropa” fueron, según relató Nazer a Infobae, las últimas palabras. Los proyectiles le habían impactado en el pecho.

Nazer les arrojó una granada y siguió combatiendo junto a los dos soldados, hasta que una granada inglesa le estalló debajo de su pierna derecha.

Prisionero de los ingleses

Según Nazer, fue la pierna misma que amortiguó la explosión, porque sino lo hubiera matado. Puso su mano sobre las heridas y no sentía nada. Vio cómo la sangre le salía a borbotones y se desmayó. Los británicos lo dieron por muerto.

Cuando volvió en sí, escuchó hablar en inglés. Alguien lo interrogó sobre la posición de los cañones Socma, algo que desconocía. Un miembro de la Cruz Roja le dijo en español que no se preocupase, que lo curarían. Sus dos soldados habían permanecido junto a él.

Le hicieron las primeras curaciones y le suministraron suero. Lo llevaron en helicóptero al Monte Kent y de ahí a San Carlos, donde lo alimentaron y lo operaron.

Al día siguiente un suboficial británico le preguntó que si se sentía en condiciones lo llevarían al buque Uganda. Allí pudo higienizarse y afeitarse. Un cura se acercó con la remera que Nazer llevaba puesta. Le mostró la espalda. Tenía tres cortes producto de disparos que le habían pasado rozando. Él nunca lo había notado.

El 17 de junio lo pasaron al buque Bahía Paraíso y de ahí al continente y a Campo de Mayo.

Se lamentaba por Martella, con quien había compartido dos años en el Colegio Militar. De sus días en Malvinas, Nazer recuerda que siempre pensaba en su familia y que iba a ser papá por segunda vez, y que no sabía si sería varón o nena. Él esperaba otro varón. Era la situación que se repetía en muchos. Nazer era un subteniente que cuando fue a la guerra estaba en su luna de miel.

Dos años después se encontró con un médico correntino, quien le había tomado fotografías de su pierna ensangrentada. El profesional daba clases en la facultad y las usaba para mostrar cómo se curan heridas de guerra. De esta forma Nazer las conserva.

Aseguró que no le quedaron secuelas, que puede caminar bien y que, si bien ningún militar quiere la guerra porque son los que más la conocen, intenta sacar todo lo positivo para poder transmitir su experiencia.

Santiago Martella en la tumba de su papá en el cementerio de Darwin (Santiago Martella)
Santiago Martella en la tumba de su papá en el cementerio de Darwin (Santiago Martella)

En 1993 se retiró del ejército y actualmente vive a unos treinta kilómetros de Posadas, donde tiene una cabaña en la que cría corderos.

Santiago, el hijo de Martella, se convirtió en periodista y desde chico su recuerdo es el de su mamá, haciendo al mismo tiempo de papá, y contándole quién había sido su padre. Su hermana, que hoy es abogada, nació seis días después de la muerte de su padre en Malvinas.

“Papá está con vos”

Santiago viajó a las islas en tres oportunidades. La primera en 1991 cuando se iniciaron los vuelos; luego en diciembre de 1999 cuando LAN comenzó a volar y en diciembre del 2009 con la Fundación Rugby sin Fronteras. Fueron una treintena de deportistas a jugar a las islas para tratar de dar el puntapié inicial de una nueva relación. Recuerda que fueron muchos los permisos que debieron sacar y que, a pesar de la hostilidad de los kelpers, algunos habitantes provenientes de otros lugares, se acercaron.

De Puerto Argentino fueron caminando al lugar donde había combatido su padre y confesó a Infobae haber entendido muchas cosas.

Cuando el 16 de mayo cumplía su primer año, el padre le mandó una carta desde las islas:

“Querido hijo:

Es esta la primera carta que papá te escribe. Mamá, que es tan buena, te la leerá cuando la recibas y la guardará para que la puedas leer tú mismo cuando aprendas a hacerlo dentro de algún tiempo.

Hoy cumples un año de vida. Has crecido dentro del cariño que con mamá y el resto de la familia te hemos prodigado; los días han pasado y has dejado de ser un bebé de meses para convertirte ya en un hombre, con un largo año de vida.

La carta que le mandó al hijo el día que cumplía un año
La carta que le mandó al hijo el día que cumplía un año

Con el tiempo, te enterarás de que aún antes de esta fecha, te convertiste en el hombre de la casa, cuando papá fue a cumplir su deber: Defender el suelo de la Patria.

Esta Patria que te vio nacer y que todo nos da, nos exige de vez en cuando algún sacrificio, hoy le exigió a papá que no pudiera estar presente el día de tu cumpleaños, pero sólo físicamente, pues permanentemente papá está con vos.

Quiero que sepas todo lo que tu padre, hijo mío, desea para vos cuando crezcas, y que no es más que seas un hombre de bien, sólo el sacrificio y el trabajo duro y constante rinden sus frutos. En la vida, el hombre debe tener una gran meta que guíe sus pasos, esa meta no debe ser otra que el servicio a Dios, a través del amor a la Patria y a la Familia. Nunca debes sentirte dueño absoluto de nada, pues todo te lo da Dios y cuando Dios te lo pida, se lo deberás entregar”.

No quiero extenderme más, sólo quiero decirte que seas bueno y comprensivo con mamá, que aunque a veces te reta, lo hace por tu bien; además cuida de tus hermanos más pequeños que verán en ti a su ejemplo y alguien a quien recurrir cuando necesiten algo.

Hijo mío, ten fe en Dios. El sabe por qué hace las cosas, da todo tu esfuerzo a la Patria para engrandecerla cada día más y bríndate por entero a tu familia. Cuando tengas la tuya, sabrás qué es lo que hoy papá te dice.

¡Feliz cumpleaños, Santiago!”

El joven papá con su primogénito, cuando nadie imaginaba una guerra en el Atlántico Sur
El joven papá con su primogénito, cuando nadie imaginaba una guerra en el Atlántico Sur

Los restos de Martella habían sido enterrados en Dos Hermanas y dos años después llevados al cementerio de Darwin. El regimiento 4 tuvo 22 muertos y 121 heridos.

Los hombres del 4 mantienen, desde el mismo año de la guerra, una tradición: se reúnen en Monte Caseros el primer sábado de junio. Soldados, suboficiales y oficiales participan de una formación y luego de un locro. Su principal objetivo es inculcar esta costumbre a los hijos porque saben que en algún momento ya no estarán.

Es su hija quien conserva ese cuaderno de tapa azul, cuya última anotación es “sólo es cobarde aquel que permite que el miedo lo domine”.

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