Luego de haberse convertido en una de las referentes por la lucha en defensa de los derechos humanos, Nora Cortiñas, una de las cofundadoras de Madres de Plaza de Mayo, falleció a los 94 años luego de que se complicara su recuperación de una intervención quirúrgica. La muerte fue confirmada por los familiares cerca de las 18:15 horas, pero sus restos serán velados este viernes 31 de mayo en la Casa de la Memoria y la Vida “Mansión Seré”, sitio que supo funcionar como un ex centro clandestino de detención durante la última dictadura cívico militar de 1976.
Los restos de Cortiñas serán velados en la Casa de la Memoria y la Vida “Mansión Seré”, ubicada en Santa María de Oro y Blas Parera, Castelar, localidad perteneciente al partido de Morón, lugar en el que residió la activista durante gran parte de su vida. Según confirmó la Municipalidad de Morón, el último adiós comenzará a las 9 de la mañana y finalizará a las 19 horas.
El predio elegido para realizar el sepelio cuenta con un pasado íntimamente relacionado con la lucha de Nora, debido a que entre 1977 y 1978 el complejo fue utilizado como centro clandestino de detención, en donde eran alojados los secuestrados en la zona oeste bonaerense. La propiedad estuvo en manos de la Fuerza Aérea Argentina hasta abril de ese año, y del mecanismo de tortura que aplicaron en el lugar se conocieron relatos como el del ex arquero de Almagro Claudio Tamburrini, quien logró escaparse y exiliarse a Suecia.
A pesar de esto, la confirmación de la muerte de la Madre de Plaza de Mayo conmocionó a los seguidores de su lucha, quienes realizaron una ronda espontánea alrededor de la Pirámide de la Plaza de Mayo en honor al reclamo pacífico que inició la organización a mediados de 1977 por la desaparición de sus hijos y familiares. “Nora de la Plaza, el pueblo te abraza”, cantaban y aplaudían los presentes.
Su última aparición pública fue a principios de mayo en la Feria Internacional del Libro, donde acudió a un homenaje a la periodista María Seoane, pero el pasado 17 de mayo había sido ingresada al Hospital de Morón para que se le practicara la extracción de una hernia. Sin embargo, otras patologías que sufría complicaron su recuperación y tuvo que ser derivada a la unidad de terapia intensiva, área en la que permaneció hasta el día de su partida.
La vida de Nora Morales de Cortiñas cambió para siempre el 15 de abril de 1977. Ese día, su hijo Carlos Gustavo Cortiñas, militante montonero, fue detenido y desaparecido en Castelar, provincia de Buenos Aires. Era un estudiante universitario de Administración de Empresas en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Morón, tenía 24 años, estaba casado y era padre de un hijo pequeño.
Hasta entonces, Nora era una mujer tradicional. Nació el 22 de marzo de 1930 en la ciudad de Buenos Aires. Hija de padres catalanes, tuvo cuatro hermanos. En su casa le decían “Beba”. Su infancia transcurrió con placidez. Se puede decir que era feliz.
Se casó muy joven, a los 19 años, con Carlos Cortiñas, que trabajaba en el Ministerio de Economía, y tuvo dos hijos: Carlos en 1952 y Marcelo en 1955. Su esposo quería que se hiciera cargo del hogar, así que trabajaba en su casa como profesora de alta costura.
A su hijo lo secuestraron en la estación de trenes de Castelar, cuando iba rumbo a su trabajo en la AFIP. El operativo comenzó en la casa de Nora, donde se encontraba su nuera, a la que no se llevaron. Carlos Gustavo se había acercado a la militancia por seguir la prédica del cura Carlos Múgica en la Villa 31.
Quince días después, las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a juntarse. Mientras tanto, Nora visitaba comisarías, el Ministerio del Interior y hasta Iglesias buscando que alguien le dijera dónde habían detenido a su hijo. Llegó a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, que era el organismo más reconocido en ese momento, a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, al Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), donde estaba Adolfo Pérez Esquivel.
Un cuñado le avisó que un grupo de madres se reunía para marchar en Plaza de Mayo. Y allí fue. En su casa, la situación era insostenible. “Me amenazaban, me decían que me iban a meter presa, me trataron mal. Además, como soy extrovertida, cada vez que iba a la comisaría me trataban de cabecilla, y la amenaza era muy fuerte. Después llamaban a mi casa, me amenazaban, me pintaron todo el barrio con el nombre ‘madre terrorista’, todo el nombre completo”.
Como cofundadora de Madres de Plaza de Mayo y de la Asociación Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora, dos organizaciones emblemáticas en la defensa de los derechos humanos en Argentina, su lucha pasó a ser por su hijo, para ser por todos los desaparecidos. “Perder un hijo es siempre una tragedia, pero hay que elaborarlo para no quedar prendida en ese laberinto y poder ayudar a quienes están en la misma situación. La soledad nunca es buena receta si se quiere saber la verdad”, sostenía.
Una vez que dejó su plácida vida de ama de casa por la tragedia personal, Nora se transformó en un huracán. Al mismo tiempo que se empeñaba en su militancia, se recibió de Psicóloga Social y fue titular de la cátedra libre Poder Económico y Derechos Humanos en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. También fue titular de la materia curricular y optativa Poder Económico y Derechos Humanos para la carrera de Contador Público en la misma facultad. Su dedicación a la educación y a la transmisión de la memoria histórica la llevó a dictar cursos en universidades, colegios secundarios, centros de estudios y asociaciones de profesionales, así como en organizaciones civiles, sindicales y vecinales.
Nora Cortiñas participó de numerosos congresos, seminarios y debates sobre derechos humanos, y su activismo la ha llevado a ser parte de la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de las Naciones Unidas (NU). Su contribución ha sido reconocida con el título de Doctora Honoris Causa por la Universidad Libre de Bruselas en el año 2000 y por la Universidad de Salta en 2003. Además, es integrante de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM).
A lo largo de los años, nunca claudicó en su lucha. “Los treinta mil desaparecidos van a descansar en paz si la lucha continúa, si sabemos toda la verdad de lo que pasó, si hay justicia con condena perpetua y efectiva para los genocidas en cárceles comunes, si no olvidamos. No pudieron cortar todas las flores, la verdad empieza a emerger desde la tierra”, afirmaba con convicción.
A medida que transcurrió el tiempo, “Norita”, como la llamaban, se sumó a otras batallas del campo popular. En 2018, bajo la lluvia y en silla de ruedas, se acercó al Congreso para acompañar la lucha de miles de mujeres por el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). En su cabeza llevaba el pañuelo blanco que la acompañó desde 1980. Y en el brazo, un pañuelo verde. En esa ocasión señaló que no todas las Madres estaban de acuerdo con el aborto, y dijo que lo hacía a título personal.
En muchas oportunidades se diferenció del accionar de su par Hebe de Bonafini. Por ejemplo, cuando se hizo un asado con funcionarios e integrantes de HIJOS en la ESMA: “En Auschwitz pasaron 70 años y no se hacen estas cosas. ¿Qué les pasa a los jóvenes que tienen la oportunidad de reivindicar a sus padres desaparecidos? A mí me tiene indignada esta situación”.
Y más allá de su acercamiento al kirchnerismo, no obvió la crítica cuando le pareció correcta. En ese sentido, se opuso a un proyecto de ley del kirchnerismo para declarar como símbolo nacional al pañuelo blanco de las Madres y Abuelas. “No queremos que se estatice o institucionalice nuestro pañuelo”, expresó. “No queremos que después lo maneje cualquier gobierno, cualquier político; para ver si lo llevan el 24 de marzo, como el 9 de julio llevaban las banderitas, o si se lleva como la escarapela en una fecha patria y se la pone cualquiera. Porque hasta los traidores a la patria se ponen la escarapela”, sentenció.
También tuvo discrepancias con Alberto Fernández, luego que el entonces presidente, durante un acto en Campo de Mayo en febrero de 2020, señalara: “Quiero darles la bienvenida a los nuevos jefes y manifestar mi alegría por el hecho de que hoy todos los oficiales y suboficiales son hombres de la democracia, egresaron de sus escuelas en democracia y esto amerita que de una vez por todas demos vuelta la página y celebremos”. Cortiñas no lo toleró y apuntó con munición gruesa: “Yo lamento y rechazo totalmente todas las expresiones del Presidente. No tenía ninguna necesidad de expresarse así, por obligación, por eso pienso que es un negacionista y lo lamento mucho. Según él, tenemos que dar vuelta la hoja y dar por muertos para siempre a nuestros detenidos/desaparecidos, cuando costó más de 40 años la lucha. Yo creo que como nunca el señor Presidente participó en ninguna actividad en defensa de los derechos humanos, desde luego será un buen abogado laboralista, pero nunca lo hemos visto ni hemos compartido ninguna actividad en defensa de los derechos humanos”. Finalmente, hubo una reconciliación.
El 24 de marzo de este año marchó en silla de ruedas e hizo un fuerte reclamo contra el gobierno de Javier Milei a través de una carta que publicó la revista La Garganta Poderosa: “Quiero decirle a Javier Milei que cuando aprenda a respetar a las Madres y las Abuelas va a dejar de hacer macanas como las viene haciendo… No hay que aceptar el mal como algo normal. Si nos gobiernan así, es un gran error. Entonces, nosotros tenemos que revertir eso que nos quieren hacer. No merecemos ese odio”.