El mes que viene, más precisamente el 30 de junio, el argentino Adolfo Roitman dejará de custodiar una de las reliquias más preciadas de la antigüedad: los Rollos del Mar Muerto. Cuando se retire a los 67 años, porque llegó el tiempo de la jubilación, habrán sido 30 años de ir todos los días al Santuario del Libro del Museo de Israel, en Jerusalén, donde tiene su oficina. El futuro, ahora, se abrirá para que cuente todo lo que aprendió en estas tres décadas.
Este mes pasó por Buenos Aires, convocado por el flamante Instituto Universitario Arbabanel (que depende del Seminario Rabínico Latinoamericano, donde se formó Roitman) para dar una serie de charlas; estuvo en la Feria del Libro, la Universidad del Salvador, la UCA, la UBA, la Universidad de Hurlingham y la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. La última vez que había estado en Argentina fue justo antes del cierre de fronteras por la pandemia. Fue un viaje personal, junto a dos de sus tres hijos, para visitar a su hermano, que vive en Quilmes y a otros parientes y amigos. También aprovechó para que su familia conociera las Cataratas del Iguazú y Bariloche, donde permaneció un mes. Se fue a principios de marzo: “pegué en el palo”, dice con el ADN de su porteñidad intacto. Esta vez, el viaje “fue más profesional”, concede.
Roitman nació en Buenos Aires. Más precisamente en el barrio de La Paternal. Desde chico le gustaron la historia y el mundo antiguo. “Sentía una gran fascinación por Oriente, por Egipto, por las grandes civilizaciones como los aztecas o los mayas, por ejemplo. En casa estaba la Enciclopedia Salvat. Y concluí que quería estudiar arqueología”.
Cuando terminó el colegio secundario, se anotó en la carrera de Antropología en la UBA, que incluía arqueología. Era 1975. “Había tres especialidades: arqueología, etnografía y folclore. Y el último año había que especializarse en una. A medida que avanzaba me di cuenta que la arqueología que yo tenía en mi cabeza no era lo que vería en la carrera. Hay una cultura material muy básica. Hay algo en el norte, en los confines del imperio inca. Pero Argentina no es México, Guatemala, Irak o Israel en ese sentido. Sentía algo de decepción,y al mismo tiempo descubrí un nuevo mundo cuando empecé con etnografía, los pueblos y religiones primitivas. Y como en paralelo yo tenía una educación judía, eso me podía ayudar a entender ese mundo”.
“Cuando estaba en la mitad de mi carrera, llevaron profesores de aquí a la Universidad de Tel Aviv. Allí descubrí que la Universidad Hebrea de Jerusalén tenía la carrera de Ciencias de la Religión y dije: ‘cuando termine en Buenos Aires, voy a venir a estudiar acá’”. Y así fue: finalizó su carrera con una tesis sobre los indios Toba en julio de 1980, y en octubre ya se había instalado en Jerusalén. Allí se enteró que el cargo de curador de los Rollos del Mar Muerto en la Universidad del Libro de Jerusalén estaba vacante. No pensó en presentarse hasta que un profesor, juez de su tesis doctoral, lo instó a hacerlo en repetidas ocasiones. “Me había recibido en el 85 de mis estudios rabínicos, que terminé en Israel. Y en el 86 fue mi ordenación como rabino. Luego inicié el doctorado, e hice mi tesis sobre libro de los apócrifos judíos, específicamente sobre la estructura y significado del libro de Judith. Es decir, el tema de los Rollos del Mar Muerto no formaba parte de mi especialidad académica y tampoco había continuado la línea de la arqueología, me dedicaba mucho más al tema del pensamiento y la religión del antiguo Israel”
Sin embargo, cedió al razonamiento de su profesor: “No tenía nada que perder, me dijo”. El jefe de arqueología del Museo de Israel lo recibió. “Era un gran numismático, experto mundial en monedas judías. Le expliqué lo mismo que te comenté. En ese momento, yo trabajaba como asesor en el Departamento de Educación Judía para la diáspora de la Organización Sionista Mundial en América Latina y estaba por viajar a la Argentina. Me llamaron para pedirme que les enviara un fax con una propuesta: qué es lo primero que haría en caso de asumir. Lo hice. Y en septiembre me convocaron para decirme que me habían elegido. Asumí en noviembre del 94. Y hasta hoy en día, y hasta que me retire en junio de este año, ahí estaré”.
--¿Cuál fue esa propuesta?
--Un mes antes de asumir mi cargo, me llamaron de Washington D.C. del journal arqueológico más importante del mundo. Me preguntaron qué pretendía hacer. Les dije ‘todavía ni entré a mi oficina’. Como buenos periodistas, que son ansiosos, me respondieron, queremos publicarlo en el próximo número. Y entonces definí mi proyecto con una frase: “Quiero bajar los Rollos del Olimpo a la Tierra”. Realmente, mi trayectoria se puede definir así también. Mi estrategia fueron las exhibiciones que hice en el exterior, los proyectos educativos, las publicaciones académicas. Y siempre intentando hallar esa veta que sirviera de puente entre la ciencia pura y el público en general. La divulgación. Mucha gente comenzó a descubrir el tema. Incluso el último número de National Geographic en inglés, que todavía no está en español, es sobre los Rollos del Mar Muerto. Después de tantos años, tienen la misma fascinación.
Hoy, que pasó dos tercios de su vida en Israel, recuerda siempre la educación judía que recibió en la Argentina. “Emigré alrededor de los 22 años. Significa que mis raíces, mis gustos, mi identidad y mi educación la recibí aquí, tanto en lo general como en lo judío, y con eso llegué. Pruebas del caso es que el hebreo yo nunca lo estudié en Israel. El hebreo mío es de Argentina: siempre sorprendió muchísimo que alguien pudiera hablar hebreo así viniendo de la diáspora. Y después, digamos, me seguí formando profesionalmente en Israel hasta llegar a uno de los puestos claves en la cultura judía israelí a nivel mundial. Me parece que tiene mucho significado en lo personal, que cuando estoy terminando esa etapa profesional de 30 años, estar aquí en Argentina”.
Roitman viajó a nuestro país con una novedad, el libro Pesher Habacuc, editado en México. “Es una idea mía, soy el editor de la serie y escribí el artículo preliminar. Nació con esa premisa. Invité al profesor Noah Mizrahi, un Qumranólogo, por las cuevas de Qumran, donde hallaron los rollos. El profesor entendió perfectamente mi premisa, que es acercar uno de los mayores tesoros espirituales que tiene no sólo el pueblo judío, a la humanidad. Este documento, llamado ‘habacuc’, es un documento único. Nosotros tenemos una copia de la época romana.
--¿Qué significa “Pesher Habacuc”?
--Pesher es un género literario desconocido en Occidente, algo así como un comentario Este es un libro del siglo 1 de nuestra era, en hebreo, que se halló entre los primeros rollos del Mar Muerto. Habacuc es un profeta de los llamados menores, que vivió hace 2600 años, antes de la destrucción del primer templo por los Babilonios. Es una obra de carácter sectario, porque nació dentro de la comunidad del Mar Muerto, donde ellos comunican sus insights, sus intuiciones religiosas.
Con el tiempo, Roitman espera que éste sea el primer volumen de una colección que abarque a los ocho manuscritos del Mar Muerto que tiene el Museo en su poder. Existen unos mil, pero aclara, “estos ocho son los más completos y mejor preservados”. Previamente sólo hubo libros dirigidos a un público erudito, pero “nunca nadie se preocupó en publicar un libro orientado a la gente normal”, como se encarga de remarcar Roitman. “Tenemos que introducir al público a un mundo totalmente esotérico y desconocido, pero hacerles la vida fácil, no complicarlos. Y eso forma parte de mi ideología como curador”, completa.
La aparición de los Rollos del Mar Muerto tuvo mucho de cinematográfico. “La realidad superó a la imaginación. Parece una historia de Indiana Jones, donde encontramos arqueólogos, beduinos, búsqueda de tesoros, contrabando de antigüedades. Y la verdad es que hablamos de un tesoro de valor incalculable para la historia de la humanidad. Son casi 25 mil fragmentos de casi mil manuscritos hallados, más la arqueología de Qumran, más los artefactos usados, más un cementerio.
--¿Habrá más?
--Bueno, yo soy un curador, no un profeta. Pero no es imposible que suceda. En marzo del 2021, la Autoridad de Antigüedades de Israel anunció que en una cueva excavada en la década del ‘60, que ya había sido expoliada por los beduinos en los ‘50, encontraron restos de fragmentos de un manuscrito bíblico en griego de las secciones de los Libros Bíblicos de los profetas menores Nahum y Zacarías. Es decir, probablemente haya otras cuevas con materiales que nunca fueron hallados hasta ahora.
--¿Qué información transmiten los Rollos?
--El primer rótulo que se debe poner es el de literatura religiosa. No se encontraron archivos de contratos de compra y venta, sino material sobre cuestiones espirituales. Y en una enorme variedad de géneros literarios, como la sabiduría sapiencial, material astronómico, mágico, litúrgico, escatológico (es decir, sobre el final de los tiempos). Pero lo que transformó a estos documentos en famosos a nivel mundial es que un cuarto de ellos son los manuscritos físicos de la Biblia hebrea más antiguos del mundo. Hoy vivimos en una era digital, donde todo es virtualidad. Las personas han perdido contacto con lo real. Pero la realidad tiene su magia. Uno no se satisface sólo con ver a los jugadores por televisión, aunque sea en un televisor de 100 pulgadas. Uno quiere estar en la cancha y verlos con sus ojos.
--¿Qué es lo más significativo que dicen los textos?
--Es difícil responderlo en una frase. Con lo espectacular de este descubrimiento, los rollos son un capítulo, por cierto muy célebre, de una historia todavía más grande, que es el judaísmo intertestamentario, el que se extiende desde la Biblia Hebrea hasta el Nuevo Testamento, un período de la historia de Israel que comprende cerca de 700 años, desde el siglo VI antes de nuestra era hasta el siglo II de nuestra era. La importancia radica en que esta época es como la matriz de dos de los tres fundamentos de Occidente: el judaísmo histórico y el cristianismo. El otro es la cultura grecorromana. Hay historiadores que se interesan en la hoja del árbol, otros en el bosque. Bueno, yo soy de los del bosque, me interesan los marcos macroestructurales: ¿qué pasó con la civilización de esos años? Es una época que sirve de puente entre el mundo bíblico y la civilización rabínica. Los judíos modernos somos herederos de ese judaísmo rabínico, que nace en la época de los rollos. Así se van conectando las cosas.
--¿Hablan de Jesús en algún momento?
--Cuando los Rollos del Mar Muerto fueron hallados, allá por los años 50, se esperaba que quizás echaran luz sobre figuras como Juan el Bautista, Jesús y Pablo. Pero no. Los manuscritos llegan hasta casi la mitad del siglo primero antes de nuestra era, y ellos son personajes del siglo primero de nuestra era. Pero se transformaron en documentos clave para el estudio del cristianismo. ¿Y por qué lo harían? Porque si echan luz al judaísmo de esos años y Juan el Bautista. Jesús y Pablo también son judíos, quiere decir que, indirectamente, estos documentos nos permiten, por primera vez en la historia, recontextualizar los orígenes judíos del cristianismo.
--¿Quiénes escribieron los Rollos?
--Bueno, es una de las tantas preguntas del millón. Por lo general, la literatura científica los ve como asociados a un grupo conocido como los esenios. Pero no hay muchas fuentes históricas sobre ellos. Sólo tres. Y una es una cita de un texto tardío. No sabemos de dónde provenían, pero inferimos que en algún momento a finales del siglo tercero y comienzos del segundo antes de nuestra era ya estaban en la tierra de Israel. Es un grupo de piadosos, que van a estar en polémicas con otros grupos, algo propio de los judíos: siempre están en polémicas (sonríe). Y este grupo, al que llamamos la Comunidad del Mar Muerto, sería como el ala radical de este movimiento. Con ideas muy extremas en lo ritual, en lo teológico. Y que viven la mitad de la nada, en el desierto de Judea. Imaginaban que el final de los tiempos iba a comenzar en esa región. Incluso promovían que Dios iba a traer el final de los tiempos gracias a lo que ellos hicieran. Eran una comunidad pequeña de hombres, que probablemente no vivían solamente en Qumran, sino en toda la cuenca del Mar Muerto. Pero no están en el desierto porque los persiguen. El concepto de desierto está asociado a los orígenes del pueblo de Israel.
--¿Cómo están escritos?
--La enorme mayoría está sobre cuero de animal o en pergamino. Y una minoría, como un 20%, en papiro. Y no son textos literarios, pero hay escritos en cerámica llamados ostracas. La enorme mayoría, también, están escritos en hebrero, aunque usando distintas grafías. Tenemos una minoría en arameo. Y una cantidad aún menor en griego. Hay que tener en cuenta que en esa época, el griego y el arameo eran las lenguas más habladas en la región. No el hebreo. Así que estamos aquí frente a hombres que lo que querían preservar no era solamente la sabiduría, el pensamiento de Israel, sino también su lengua. Porque esos hombres de la comunidad del Mar Muerto se veían a sí mismos como el verdadero Israel, los que preservaban la sabiduría acumulada a través de los siglos. Y la tinta que usaban estaba hecha a partir de agua, aceite y carbón. Es interesante: tenemos un documento en el que la tinta tiene partículas de cobre, y eso lo hace excepcional. Porque hizo que hoy el documento esté muy dañado. Ellos no sabían que una tinta como esa, cuando entra en contacto con la luz, genera un proceso de descomposición química en el manuscrito. Donde antes había texto, ya no hay nada. Es el llamado Apócrifo del Génesis, y ya en la antigüedad había empezado a descomponerse, lo ocultaron en la cueva y al sacarlo, los investigadores no sabían qué sucedería. Por eso son claves las primeras fotografías del documento.
--¿Cómo conservan estos tesoros?
--Tenemos un complejo donde está El Santuario del Libro. Es un edificio de fama mundial. La cúpula blanca. Lo hicieron un arquitecto americano, Armand Bartos, y su asociado en New York era Freddy Kessler. A los manuscritos originales los ponemos en vitrinas en un ambiente totalmente climatizado, con un sistema de computadoras y de bombas que trajimos de los Estados Unidos. Es muy costoso mantenerlo. Y tenemos un búnker donde están guardado los rollos que no están en exhibición. Claro, el 7 de octubre del año pasado, tres horas después de comenzada la guerra en Israel, los rollos, por protocolo de seguridad, ya no estaban en exhibición. El museo reabrió, pero los rollos siguen todos en la bóveda. El Museo de Israel está en el centro neurálgico del país. Literalmente frente al Parlamento israelí, la Biblioteca Nacional, los ministerios, a la Suprema Corte de Justicia. Todo el poder de Israel. Y si atacan, uno de los misiles puede caer ahí.
--Desde 1994, cuando ingresó al Santuario del Libro, hasta hoy, la tecnología avanzó muchísimo. ¿Usan Inteligencia Artificial?
--A una de las presentaciones que yo he dado la llamé “Los Rollos del Mar Muerto, pasado, presente y futuro”. Y cuando hablé de futuro no lo hice en carácter de profeta, sino de la tecnología que ya se está usando, pero de hecho es de ciencia ficción. Usé como ejemplos la inteligencia artificial, el uso del ADN, el uso de imágenes multiespectrales, una nueva tecnología fotográfica cuyo arco de onda visual permite recuperar algo que ni el ojo humano ni la fotografía infrarroja ven. Con esa tecnología empiezan a aparecer letras en un texto que parecía vacío. Literalmente es magia. Entonces no solamente hay que hablar de documentos físicos que uno va a descubrir. Sino material que se puede descubrir pero está oculto.
--Recién hablamos del 7 de octubre de 2023. ¿Cómo lo afectó en lo personal?
--Como ser humano, colapsado por una situación trágica. Para mi, de un lado u otro, son todos muertos. Lo trágico de la guerra es que por lo general mueren inocentes. Nunca antes el estado de Israel estuvo en una guerra tan extensa en el tiempo. Yo trabajo en Jerusalén, pero vivo en Herzliya, al norte de Tel Aviv. Hemos sentido las sirenas. Hemos bajado al refugio en nuestra casa. Pero Israel tiene la mejor defensa antiaérea del mundo. Se vio claramente con el ataque de Irán. Pero no fue solo gracias a Israel, sino también al blindaje que brindaron los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Jordania, incluso Arabia Saudita. Es decir, no estamos solos. Pero sin duda ha afectado. No tenemos turismo. Yo trabajo con uno de los grandes atractivos, a los manuscritos los llamamos “La Monalisa del estado de Israel”, y no están exhibidos desde el 7 de octubre. Y no tenemos idea cuándo volverán. Además, toda la maquinaria económica está orientada a financiar los gastos de guerra. Leía en las noticias que el déficit del presupuesto nacional estará entre el 8 y el 9%. Significa que vamos a pagar la ayuda por generaciones, porque el dinero que recibe Israel hay que devolverlo.
--¿Y cuál será su futuro después de ser el curador de los Rollos del Mar Muerto?
--Como te dije, formalmente yo dejaré mi cargo, pero lo que me interesa es lo iniciado, que es ese ideal de bajar los rollos del Mar Muerto del Olimpo a la gente. Quiero seguir en ese camino. Pero además, yo no sólo hablo de los rollos, sino sobre toda una época bastante desconocida en América Latina que es el judaísmo intertestamentario. Prueba de ello es que no hay ningún instituto o facultad que lo enseñe. Para mi sería un privilegio traer algo de mi expertise y servir de puente. Cuando emigré a Israel llevé mi trasfondo latinoamericano. Y ahora al revés. Yo no soy un gringo, soy hijo de esta tierra, pero tengo el conocimiento que adquirí en Israel para crear nuevas generaciones de estudiosos, gente interesada en estos temas. La posibilidad de trabajar con entidades que tienen distintos compromisos religiosos, como hice en esta visita. Unos son judíos, otros son mormones, otros son católicos. Otros, como es el caso de la USAL, tienen un trasfondo jesuita. Pero nos podemos sentar todos alrededor de una mesa y trabajar.
--Entonces la idea es regresar a la Argentina.
--No digo volver, pero si que mis viajes no sean cada cuatro años. Venir cierto período de tiempo, como haré desde enero a junio del año que viene en una universidad de México. Un modelo así, donde pueda estar un semestre aquí, un trimestre allá. Igual, no me tienen que convencer demasiado para venir a Buenos Aires, me gusta. Así que seguiré haciendo lo mismo que ahora: viajar, enseñar y escribir… pero no voy a tener más reuniones administrativas. Fueron muchos años, llegó el momento de recuperar mi libertad.