No recuerda cómo nació ese amor por la danza, pero sabe que su historia es propia de una película de Disney o alguna productora cinematográfica que cuente sobre un niño que mirando por la ventana de su cuarto soñaba despierto: Leonel Galeppi López se imaginaba dando piruetas en una de las salas de la Ópera de París, la antigua y prestigiosa institución de Francia. Habrá sido, quizás, la varita mágica de algún hada la que quiso que León (como le gusta ser llamado) lo hiciera realidad.
Ahora, con 12 años y un par de hojas de currículum escritas, el niño oriundo de Quilmes, le cuenta a Infobae: “No recuerdo exactamente cuándo me empezaron a dar ganas de bailar, pero mis papás me contaron que desde muy chiquito ya miraba videos de ballet. Lo que recuerdo es que vi muchas veces una película animada llamada Ballerina, que empezaba a bailar a los seis”. Gracias a las aventuras de Félicie —la niña huérfana de la película de Pixar que menciona y que deja todo de lado y escapa en busca de su sueño: llegar a la Ciudad Luz y danzar, simplemente danzar—, que él descubrió su inspiración y su propio camino.
“En casa nadie miraba videos de danza clásica, no sabemos cómo, pero los descubrió y le gustó. No para de mirarlo. Los observa, estudia al detalle. Cuando se despierta antes que nosotros, su mamá y yo, nos damos cuenta porque escuchamos música clásica”, confía orgulloso Leonel, su papá, que cuenta los detalles del viaje que realizó hace un año la familia completa (son cuatro) para acompañarlo a París durante el tiempo que duró el curso de verano, en Europa.
Allí llegó gracias al trabajo que el niño comenzó con apenas 6 años en el estudio de Ariadna y Teresa Costantini, sus maestras de baile y exalumnas del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón.
Como un cuento
Leonel y Linda, papá y mamá de León, se conocieron estudiando música. Él estudió dirección orquestal, es psicólogo y fotógrafo; ella, estudió profesorado de música. “Somos músicos aunque no nos dedicamos a eso, y somos cero danza. Por eso no sabemos cómo nació su pasión. Pero él sólo buscaba en el celu videos de ballet y de ejercicios para estirar las piernas; ya de muy, pero muy chiquito tenía mucha elongación y, como te contó, se volvió loco cuando vi una película Ballerina que justo es en la Ópera de París. No tengo idea de cuántas veces la miró, unas quince, creo, pero evidentemente eso lo ayudó a darse cuenta de lo que le gustaba”, cuenta el padre.
En ese “durante”, le enseñaron a jugar el ajedrez, a tocar el piano y demás, pero él quería bailar. “Es hiper disciplinado, una cualidad que va muy bien para la danza. Lo anotamos en una escuela de danza y cuando terminó el segundo año una de las profesoras me dijo que quería que aplicara para entrar en la Ópera de París, para hacer aunque sea ese curso de verano. Lo empezó a preparar cuando acababa de cumplir 8 años... Empezó a tomar clases de francés tres veces por semana y a prepararse de lleno para entrar a los 11 años”, resume.
Cuando faltaba poco para que los videos de León fueran enviados a la Ópera, la familia aún no tomaba real dimensión de lo que sucedía. “Particularmente parecía como un delirio todo porque nosotros no teníamos referencia de qué tan bueno era porque estudia en una escuela chiquita de Quilmes y no hay otros varones, entonces no sabíamos a dónde estaba parado hasta que fuimos a París. Ahí lo vimos de verdad. Imaginé que habría monstruos imposibles de alcanzar, pero nada que ver... Vimos chicos muy buenos, pero Leo está recontra en la altura de ellos y de cualquier otro”, dice orgulloso.
De hecho, esa experiencia hizo que el niño se llenara de confianza. “Creo que estando ahí se dio cuenta de que está al nivel de los demás y nosotros queremos que él cumpla sus sueños, así que hacemos todo lo posible para acompañarlo. Estamos, básicamente todo el año juntando plata para poder llevarlo a París”, admite.
En abril del año pasado, 2023, la familia se León se entera de la buena nueva: el niño, de entonces 11 años, había aplicado para sumarse al curso de verano que ofrece la Ópera de París. Un tiempo antes, su maestra de danza mandó videos en los que mostraba sus aptitudes y fue observado por los profesores franceses, junto a otros mil. De ellos, unos 200 aplicaron al curso. León entre ellos.
“La noche previa a volar a París terminé de armar la valija y el bolso de danza; me fijé que no me faltara nada para rendir el examen del lunes 6 de mayo porque, en realidad, éste viaje fue para rendir el examen para ingresar al curso de un año que brinda la escuela de la Ópera de París”, cuenta el niño que acaba de volver de rendir un examen y que en unas semanas regresará a esa ciudad para tomar el segundo curso de verano.
El momento supremo para él y su familia fue saber el resultado: “Cuando rendí el examen me sentí muy tranquilo y no me puse nervioso, y cuando me dieron los resultados me puse feliz. La noticia me la dio mi hermanita, Amy”, recuerda el bailarín que admite quiénes son sus favoritos de la danza.
La posibilidad de hacerlo realidad
Lo que ocurrió hace dos semanas fue el momento que puede ser clave en la carrera de León. “Rindió un examen para convertirse en alumno de la Ópera. Ese examen fue mucho más exigente porque es para convertirse en alumno regular de la escuela. Ya había aplicado para hacer el curso de verano, pero ahora ser alumnos fijo de la escuela en la que cada año ingresan ocho varones, al menos ese es el cupo actual. Lo rindió hace unos quince días y entró”, detalla el padre y cuenta que para cumplir con beca, debería ingresar a partir de septiembre de este año.
“Como familia tenemos que ver cómo hacer para que pueda implementarlo este año porque nosotros no tenemos ninguna estructura armada para mudarnos por un año a Paris y para ir solo es muy chico”, admite y dice que el 25 de junio su hijo volverá a Francia a tomar su segundo curso de verano.
Entusiasmado por lo que pueda llegar a pasar, la promesa del ballet nacional confía: “El sueño máximo que me gustaría cumplir con la danza es entrar a una compañía tan importante como es la Ópera de París y bailar”. El primer gran paso fue haber sido becado por esa institución donde compartió experiencias con estudiantes de otras ciudades del mundo.
Esperando que en antes de volver a la escuela que lo tendrá algún día como alumno, León suspira y admite: “Admiro a varios bailarines. Me gusta mucho Marianela Núñez, Julio Bocca, Hugo Marchand, Mijaíl Barýshnikov... Hay muchos que me gustan”.
Seguramente, en algunas décadas, otro niño que sueñe con bailar lo nombre a Leonel cuando le pregunten a quien admira.