Desde Kiryat Shmoná - Sergio Helman es argentino y hace 40 años vive en un kibutz en el norte de Israel. Allí muy cerca desde donde el Hezbollah bombardea todos los días con sus misiles y cohetes antitanques esas zonas. Luego de la invasión de Hamas del pasado 7 de octubre, este sector del país fue evacuado en forma masiva. Unas 70.000 personas se movieron hacia el centro para evitar los ataques de los terroristas chiitas desde el otro lado de las Alturas del Golam en El Líbano.
El hummus de la resistencia
Sergio es un chef con amplia trayectoria en Israel, pero desde hace 10 años decidió especializarse sólo en hummus, un producto que comparten a los dos lados de las fronteras de Medio Oriente. Eso no es todo, el local de Helman, llamado Blue Blus, es el único que se mantiene abierto en las afueras de la ciudad de Kiriat Shmoná, la capital de la Galilea Israelí. “Decidí quedarme como una forma de dar mi aporte a la guerra. Al principio le daba de comer a los soldados que estaban apostados cerca de mi local -explica el cocinero, con el clásico tono argentino pese a llevar 4 décadas en Israel-. En estos momentos se me hace muy difícil la soledad. Encima mis hijas menores se movieron con su mamá hacia otro lugar más seguro. La madre no aguantaba las sirenas y el temor constante”.
Helman cuenta con naturalidad que el día anterior explotó un cohete frente a su local. Infobae recorrió la zona y se acercó a unos pocos kilometros de la frontera junto a un ex soldado israelí que ahora forma parte de la reserva y de las brigadas de respuesta rápida de su zona. Guidi Arari habla un castellano con un fuerte acento gutural israelí. Desde un montículo alto preservado, explica la situación de los Altos del Golam. “No podemos subir al monte porque nos ven desde El Líbano y nos tiran un cohete -cuenta sin inmutarse-. Aquí estamos muy cerca y la sirena suena casi al mismo tiempo de la explosión”.
Desde esa zona se puede ver, por un lado Siria y del otro lado El Líbano, en el medio un pedazo de tierra que le pertenece a Israel. Allí, varios pueblos fronterizos mezclan las tres nacionalidades. “La mayoría fueron evacuados de los dos lados. Del lado israelí hay mucho miedo de que pase algo parecido al ataque de Hamas del pasado 7 de octubre. Está la sensación de que en algún momento puede haber incursiones. Igualmente, estamos preparados y alertas”, relata Arari.
Guidi acompaña a Infobae hasta el local de Sergio. Se conocen, se abrazan y en sus caras se ve que la guerra los une y ya les curtió la piel. Pueden hablar de explosiones de cohetes o esquirlas de misiles que caen desde el cielo con una sonrisa.
La soledad de la guerra
Sergio habla casi todo el tiempo de corrido. Será que le pesa la soledad de su vida todas las tardes cuando cierra el local y se va a su casa. “Aprovecho para leer libros espirituales cercanos a la Kabbalah y a la noche siempre me como mi bife a la plancha con papas fritas”, cuenta y le ofrece a Infobae el hummus tan famoso.
En el local hay una bandera Argentina y otra de Israel colgadas de la pared, junto a la entrada. “Está más complicado conseguir las materias primas ahora, pero no me voy a ir de acá. Este es mi lugar”, insiste Sergio.
A Blue Bus lo rodea un pueblo fantasma con un local de comidas rápida, otro restaurante de shawarma y varios locales más cerrados. En algunos, hasta quedaron afuera las sillas y las mesas que se usaban sobre la vereda durante los veranos. De fondo, también cerrada, una estación de servicio con un auto estacionado lleno de polvo. Este lugar antes del 7 de octubre era muy visitado como una especie de patio de comidas al aire libre con estacionamiento y vista a uno de los ríos que desembocan en el Jordán.
Antes de comer, Sergio propone un brindis con una bebida tradicional israelí. Helman sirve Arak, un trago anisado, y todos brindan por “el fin de la guerra” y chocan sus vasos con buen ánimo. De pronto, llega un joven con la remera del Real Madrid a comprar comida. Apenas ve abierto el local saluda con ánimo a Sergio y le dice unas palabras en hebreo antes de un breve abrazo. “Se puso contento de encontrarme y se emocionó”, explica Helman mientras le sirve el plato para llevar.
El dilema de los hijos
A veces le cae la ficha que la guerra llegó a la zona para quedarse por mucho tiempo. “Pienso que va a pasar con mis hijos. No van a poder volver. ¿Qué va a pasar con la escuela?”, explica y la voz un poco se le quiebra por el futuro que se le avecina.
Sin embargo, Sergio está lleno de proyectos para el futuro. “Mi idea es que el hummus se convierta en un superalimento. Que no sea visto sólo como comida árabe. Que sea adoptado por todos en Argentina. Yo puedo enseñar como hacerlo bien cremoso y la forma correcta de comerlo que es tibio con pan pita, pero también con cebolla que queda muy bueno”, explica Helman.
Por el cierre de los negocios, el Gobierno Israelí les paga una parte de lo perdido relacionado con la facturación del año anterior. “Yo podría cerrar y ganar la misma plata, pero esto es lo que se hacer y lo que soy yo. No puedo renunciar a eso”, cuenta Sergio.
Primero fueron los soldados que ahora ya no se ven tanto en la zona. Luego los pocos vecino que como Sergio decidieron quedarse en la zona. “De las 400 personas del kibutz, quedan unas 5 en su mayoría ancianos que ya no quieren moverse -dice Helman-. Siento que mi misión está aquí con mi hummus”.
El local de Blue Bus tiene en el fondo un patio y allí una tradicional parrilla argentina. Los sábados, después del shabbat, Sergio y un amigo de los que todavía les queda en la zona comparten la tradición de fuego y la charla. “Igual siempre estamos pendientes de las alarmas”, cuenta.
Guidi saluda en castellano, pero antes de irse tiene un breve diálogo con Infobae. “El deseo de que se termine la guerra es muy bueno, pero lo veo difícil. Todos los países que nos rodean quieren la desaparición del Estado de Israel. Nos vamos a defender”, sostiene. En tanto, Sergio lo mira desde un costado mientras chequea el estado de su cocina. “Mi hummus siempre va a estar acá para todos”.