Desde Jerusalén - Apenas recibieron la triste noticia del fallecimiento de Ilan Cohen, toda su familia viajó desde la Argentina hacia Israel para participar del funeral. Se trata del joven argentino que murió combatiendo en la Franja de Gaza la semana pasada. Sus padres, David y Adriana, y sus hermanos Meir y Esther participaron del entierro en el cementerio militar de Jerusalén Har Hertzl, donde fueron acompañados por unas 20 mil personas.
Tras la ceremonia, los Cohen realizaron la ceremonia de la shiva en un hotel del centro de esa ciudad israelí. Este rito es una parte importante del proceso de duelo en la cultura judía. El objetivo es proporcionarle a la familia un tiempo y espacio dedicado para el luto y la reflexión.
El recuerdo del hijo
David y Adriana accedieron a mantener un breve diálogo con Infobae en medio de los saludos de argentinos que residen en Israel y compañeros soldados de Ilan que se presentaron con el mismo uniforme y armas que portó el joven de 20 años durante su participación en los operativos militares en la Franja de Gaza.
Adriana cuenta que Ilan decidió venir a vivir a Israel a los 16 años. “Lo hizo por convicción. Traté de persuadirlo, pero el era muy firme en su idea de seguir sus estudios religiosos en Jerusalén”, cuenta la mujer, judía ortodoxa, con la voz quebrada.
David, en tanto, recuerda una frase que le dijo Ilan en el momento de tomar la decisión de dejar la Argentina. “´No me llores, yo voy a estar bien´. En ese momento, yo sentí que tenía que dejarlo ir, que era lo que él más deseaba en la vida”, recuerda el papá del joven y tampoco logra contener las lágrimas.
Cohen era un “soldado solitario”. Se llama así a los jóvenes que deciden pelear por Israel y no tienen familia local. Por ese motivo, una multitud calculada en unas 20 mil personas se convocó para despedirlo en Jerusalén.
Luego del primer viaje a Israel, Ilan regresó a Buenos Aires para terminar sus estudios secundarios y participar del casamiento de su hermano Meir. “’Vuelvo, pero sólo si tengo pasaje de ida y vuelta´, me dijo Ilan. Tal era su convicción de que su destino estaba en Medio Oriente, en Israel”, cuenta Adriana.
En el transcurso de la shiva, los Cohen reciben centenares de muestras de afectos y su vida en Argentina se les presenta a cada instante. Un hombre se le acerca a Adriana y en perfecto castellano le confiesa que habían sido compañeros en la escuela primaria pública del barrio de Villa Crespo. “Hola Adriana te vengo a traer el saludo de todos los compañeros, que tenemos un grupo de Whatsapp”, dice el hombre y al instante empieza a enumerar apellidos de hoy hombres y mujeres, ya adultos, que también quisieron estar cerca de la familia en “este momento tan doloroso”.
Ilan y el deseo de vivir en Israel
David, por su parte, deja que Adriana siga contando la historia de Ilan. “Yo viajaba mucho por mi trabajo y era ella la que más estaba con los chicos”, dice, quizás, sintiendo algo de culpa por el tiempo que no pudo compartir con su hijo. “Era un pibe muy bueno y un religioso convencido -relata la madre, mientras sus ojos se vuelven a llenar de lágrimas y hace una breve pausa para respirar-. A veces, todavía no caigo de que murió y no lo voy a ver más. Cómo si fuera la historia de otra persona e Ilan va a llamarme o mandarme un mensaje”.
David asiente sentado al lado de Adriana y le toma su mano. “En estos días, tras el entierro, muchas veces pienso que no es justo lo que pasó. Ilan tenía toda una vida por delante. Se fue demasiado pronto. Encima la forma en qué murió es también injusta, aunque sé que esas cosas en la guerra suceden”, relata el padre. El hombre se refiere a una investigación en curso sobre las circunstancias de la muerte de Ilan. Los primeros relatos cuentan que él y cuatro de sus compañeros del Batallón 202 de las Fuerzas de Defensa de Israel, donde prestaba servicios como paracaidista, fueron abatidos por “fuego amigo” desde un tanque que incursionó en Gaza.
Adriana recuerda el momento en que su hijo decidió entrar al servicio militar israelí, apenas unos meses antes del ataque terrorista de Hamas el 7 de octubre pasado. “Me dijo ´Israel me dio un lugar para vivir en el que soy feliz, cómo no voy a dar un año de mi vida por esta tierra´. Así con ese nivel de convicción y firmeza hablaba mi hijo de su breve pero intensa vida en esta tierra que había elegido como la suya para vivir”.
En el momento que Ilan finalizaba su instrucción de 8 meses ocurrió el ataque de Hamas al sur de Israel. Por eso, la ceremonia en el que le colocan la boina roja se realizó ya en pleno terreno de guerra, luego del ingreso del ejército a la Franja de Gaza.
Turismo cero
Los efectos de la guerra se empiezan a sentir en la sociedad israelí. La mayoría de las personas que se pueden ver en Jerusalén o Tel Aviv tienen algún amigo, conocido o familiar que participa de la operación militar. A esto se agrega la incertidumbre que generan los 134 rehenes qué aún están en poder de Hamas en algún lugar de la Franja de Gaza.
Yoel Schwartz es argentino y profesor de historia que hace más de 30 años que vive en Israel. “El 7 de octubre todavía está presente en nuestra sociedad. No es parte del pasado. Lo revivimos cada día con nuestros jóvenes que están en Gaza en combate o en el norte. También con los rehenes y hasta con los desplazados. Por ejemplo, las personas que aún no han podido volver a vivir a sus kibutz en el sur o los miles que fueron evacuados en la zona en la que Hezbollah es una amenaza. Allí, muchos productores rurales dejaron sus trabajos diarios, como por ejemplo la producción avícola que era muy importante en esa zona”, afirma Schwartz en diálogo con Infobae. En ese sentido, hoy la sociedad se focaliza en la guerra. Según datos oficiales el 80% de la población hace al menos algún voluntariado para prestar algún tipo de ayuda a los soldados.
Otra de las industrias que sufrió una paralización casi total es el turismo. Este cronista pudo recorrer la ciudad vieja de Jerusalén casi en solitario. Allí, en esas calles milenarias que es símbolo histórico de las tres religiones monoteístas más grandes del mundo (musulmanes, cristianos y judíos) casi no se ven visitantes y muchos de los negocios están cerrados porque ya no tienen a quien vender sus recuerdos.
Mauricio Leiner es un guía turístico argentino que vive en Israel hace 21 años. “Cobramos un seguro de desempleo porque desde el 7 de octubre se paralizó el trabajo en forma total. Hoy podés visitar el santo sepulcro sin hacer filas. Lo que antes te podía llevar unas cuatro horas, hoy lo hacés en una hora con la visita a la tumba y el lugar donde crucificaron a Jesús hace más de dos mil años”, describe Leiner. Al Muro de los Lamentos también se llega de forma fácil sin las multitudes que solían verse antes del ataque terrorista.
Del otro lado de la frontera en Cisjordania, ocurre algo similar. Infobae pudo cruzar a la ciudad de Belén, cercana a Jerusalén. Allí la falta de turistas es también total. En la Basílica de la Natividad está el sitio que la tradición recuerda como el lugar del nacimiento de Jesús. A sus alrededores se ve toda la estructura de un sitio turístico clásico, como los espacios para estacionamientos de los micros de los tours y la calle con los negocios para comprar recuerdos. Todo eso está cerrado. Mihael es un joven palestino de 23 años que aún resiste con su local. “La guerra nos arruinó, por eso estamos en contra”, explica el vendedor en un inglés fluido, mientras comparte un café con Infobae.
Así, el impacto de la guerra empieza a tener caras que sufren las consecuencias en jóvenes a las que su vidas cambió para siempre el ataque terrorista de Hamas del pasado 7 de octubre. David y Adriana se toman de la mano y se emocionan al hablar de su hijo muerto en Gaza. Aún en el dolor reiteran esa frase que el joven les dijo cuando les comunicó la decisión de vivir en Israel, que allí se sentía muy feliz y pleno. “No me lloren, yo voy a estar bien”.