¿Se suicidó o la mataron? Es la pregunta recurrente que nunca nadie pudo contestar con absoluta certeza acerca de la muerte de la adolescente de 15 años Natalia Fraticelli, quien padecía un leve retraso madurativo. Aquel 20 de mayo de 2000 amaneció en su casa de Rufino, Santa Fe, con una bolsa de nailon en la cabeza y las manos atadas con un pañuelo. El enigma de lo que pasó continúa hasta hoy...
Quien estuvo más cerca de ella la noche previa al deceso fue su madre, Graciela Dieser, luego detenida y acusada de asesinarla junto a su marido, el por entonces juez penal Carlos Fraticelli, quien luego también fue a parar tras las rejas. Ambos terminaron acusados por el delito de “homicidio calificado agravado por el vínculo”.
Dos días después de la tragedia, su mamá dio testimonio en su propia casa con lujo de detalles ante el oficial principal Rodolfo Gómez: la única vez que habló. Su declaración fue considerada clave y forma parte del expediente judicial. Así fueron las últimas horas de su hija, según ella: “Cerca de las nueve de la noche del viernes Natalia me preguntó si tenía salchichas. Quería comerlas con arroz. Mientras le preparaba la cena se sentó en el mesón a mi lado y me dijo que no se había arrepentido de no haber ido a la reunión de amigas. Terminamos de cenar como a las nueve y cuarto. Me ayudó con la cocina, a lavar los platos y ordenamos todo. Mientras mirábamos VideoMatch me dijo: ‘Vamos a ver Buenos Vecinos’. Tenía la perra a upa cuando le di la medicación. Subimos y preparamos las cosas para bañarnos. Cuando estaban pasando El show del chiste, Natalia se tiró en la cama del hermano -Franco, adoptado-. Yo salí a la terraza a tender los toallones y ahí es donde no me acuerdo si puse llave en la puerta que da a la terraza. Nos tiramos en la cama. Miramos Buenos Vecinos, comimos caramelos; la perra estaba en la cama con nosotras. A las once menos veinte me dijo que tenía sueño y me preguntó si se podía quedar a dormir en la cama de Franco. Se quedó dormida antes de que termine el programa; yo seguí mirando hasta el final. Le dí un beso y apagué el televisor. Fui a mi dormitorio y me puse a rezar el rosario a las once y media. Me quedé dormida y no escuché en qué momento llegó Carlos -Fraticelli-. A las siete menos cuarto él se levantó para ir al baño y se volvió a acostar. Miré la hora en el despertador y me volví a dormir. Cuando me vuelvo a despertar eran las ocho y veinte. Voy a la cocina, busco la medicación de Natalia, la llevo arriba y cuando voy llegando veo que está la puerta plegadiza cerrada, siento como un frío, veo que está la luz prendida en el hall y la ventana que da al balcón tiene la persiana abierta a la altura de un metro. La puerta de la pieza de la Nati estaba abierta y la luz prendida, entonces veo a mi hija que estaba con una bolsa de nailon en la cabeza hasta el mentón, que no le llegaba a cubrir la totalidad del cuello. Entonces empiezo a gritar: ‘¡Carlos, Carlos, mirá lo que le pasó a la Nati...!’. Entre los dos le sacamos la bolsa de la cabeza. Vemos que tenía un pañuelo en su muñeca y Carlos se lo saca, pero fácilmente porque estaba como suelto. Cuando Carlos estaba llamando al médico por teléfono, le grito: ‘Está calentita. Está viva, está viva’. Por eso me abrazo a ella, la tapo hasta los hombros y le acomodo los pies, ya que era costumbre de ella dormir sacando los pies por debajo de la colcha. La abrazo, entonces al tocarla al costado del cuello y acariciándola en la cara es que siento como que estaba calentita”.
Fraticelli había llegado cerca de las dos de la mañana luego de pasar dos turnos en el motel Tú y yo hasta la una y media con Mirta Elguero, profesora de aerobics de la Escuela 6031. Ante el juez Carlos Risso que se hizo cargo de la causa dijo que subió a tomar un medicamento y que no pasó por el dormitorio de su hija para ver cómo estaba ya que no tenía esa costumbre. Bajó a acostarse junto a su esposa y se despertó con sus gritos en el momento en que ella encontró a Natalia a las siete y media de la mañana. Agregó que estaba con una bolsa de nailon en la cabeza: “Mi primera reacción fue llamar al doctor Hugo Costa”, puede leerse en la causa.
El médico llegó exactamente a las 8:45 horas de la mañana y determinó que Natalia no tenía latidos cardíacos ni reflejos: estaba muerta. Vio hematomas en sus muñecas y declaró luego ante el juez que le sorprendió que los padres le consultaran si podía tratarse de un suicidio y si había posibilidades de reanimarla.
Minutos después de las nueve de la mañana arribó el comisario de Rufino Jorge Villalba, quien remarcó que de entrada Fraticelli insistía con que le faltaban dos mil pesos que tenía en su estudio de la planta alta y remarcaba: “Entraron por acá”, señalando la puerta del balcón, como si se tratara de un robo. El policía vio que la cortina apenas estaba levantada medio metro, que no había ningún tipo de huellas y comenzó a desconfiar cuando observó sobre el escritorio expedientes dentro de bolsas similares a las que la adolescente tenía en su cabeza.
Un segundo profesional arribó a la vivienda, el doctor Víctor Pautasso, gran amigo del juez, que lo recibió gritando: “¡Mataron a la Nati, estaba con estas bolsas en la cabeza y las manos atadas. Aparte me faltan dos mil pesos, no tengo dudas de que ésta me la dieron a mí!”, repetía mientras su esposa lloraba desconsolada.
Pautasso llamó de inmediato al forense, Juan Carlos Maggi. También estaban allí los doctores Iván Salov y Ulises Cardoso. Todos coincidieron en que un equipo de máxima especialidad debía realizar la autopsia para determinar con exactitud las causas de la muerte, por eso el cuerpo fue derivado al Instituto Médico Legal de Rosario.
Todo era confusión dentro y fuera de la casa. No se entendía que Fraticelli insistiera con el robo cuando en principio junto a su mujer quisieron saber si su hija pudo haber tomado la decisión de matarse. Para colmo, el cruce y las diferencias entre los especialistas no tardó en llegar. El jefe de Medicina Criminalística de la Unidad Regional II de Rosario, Ulises Cardoso, expresó ante el juez Risso en el expediente judicial: “El cadáver estaba en perfecto estado. Ni siquiera tenía un arañazo. La joven permanecía sobre la cama, parecía dormida. Me llamó la atención que no había signos de violencia, por eso no puedo asegurar ni especular con que a Natalia la estrangularon debido a que no hay marcas de dedos sobre su piel”.
Para aportar aún más incertidumbre, el estudio histopatológico sí mencionó que la chica presentaba tres marcas de dedos en el cuello: “La adolescente murió por estrangulamiento, como lo indicó la autopsia. Y quien la ahorcó le fracturó el hueso hioides, situado a la altura de la laringe. El estrangulamiento duró unos tres minutos”.
La hipótesis del estrangulamiento crecía con el testimonio de los forenses del Cuerpo de Medicina Legal que realizaron la necropsia: “No arroja dudas de que la estrangularon, en el cadáver se encontraron los indicios decisivos”.
El informe de Oscar Sánchez, director del Instituto Médico Legal de Rosario, estableció que “una fuerte ligadura, golpes o causas de ese tipo produjeron manchas conocidas como equimosis en los músculos del cuello”.
Pero prestigiosos profesionales no coincidieron con éstos últimos y señalaron que el hioides se lo habían fracturado durante la autopsia. Finalmente se demostró que fue así y le ocurrió al doctor Luis Pettinari, que tiempo después lo reconoció inmerso en una profunda depresión que le terminó provocando la muerte. Por lo tanto, la adolescente no había sido ahorcada. No obstante, el juez Carlos Risso hizo caso omiso y siguió adelante. Así, el juez de Melincué, Fernando Vidal, terminó condenando a Fraticelli y Dieser como culpables del asesinato de su hija.
La doctora Mabel Carlotta, que analizó las vísceras de Natalia dijo que se encontró la droga Uxen Retard, un antidepresivo que tomaba su abuela contraindicado para personas que sufrían epilepsia como en el caso de la adolescente. Y que podía provocar graves consecuencias físicas y hasta la muerte.
Como la joven solo tomaba Karidium y Lamictal para su enfermedad por una afección neurológica, se empezó a analizar la hipótesis del suicidio o la posibilidad de que algunos de sus padres le hubiesen suministrado varios comprimidos de Uxen Retard.
Todas estas idas y vueltas aportaron más dudas, confusión y escasas certezas. Mientras las sospechas iban y venían, Carlos Fraticelli intentó suicidarse ingiriendo 38 pastillas de Tranquinal, se salvó de milagro y permaneció internado durante varios días. En convalecencia, el juez habría hecho correr la sospecha sobre un kinesiólogo que atendía a su mujer del que nada pudo comprobarse. También aparecieron cartas de amor hacia Natalia escritas por un tal Walter R. que nunca fue hallado. Hasta se puso en duda si Franco, su hermano, no había estado presente en la casa familiar esa noche, cuando fue evidente que se quedó a dormir en la de su abuela paterna, Ana Senger.
Lo que siguió aportó más desacierto y desconcierto, ya que en noviembre de 2000, Fraticelli fue destituido como juez, le quitaron los fueros, y terminó preso en la Alcaidía de Melincué. Dos años más tarde él y su mujer resultaron sentenciados a prisión perpetua por considerarlos “coautores de homicidio doblemente calificado por el vínculo y por alevosía”. Pero en 2006 la Corte Suprema de Justicia de la Nación anuló tal sentencia y ordenó que se dictara un nuevo fallo. Así, en 2009 la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Venado Tuerto revocó la condena y los absolvió.
Ya en libertad, Graciela Dieser se mudó a Rafaela. El 11 de abril de 2012 su hijo Franco la encontró casi sin vida sumergida en la bañera luego de ingerir sedantes. Dejó algunas cartas, una dirigida al juez que le tocara investigar su suicidio donde manifestaba su deseo de reencontrarse con su hija.
El ex juez Fraticelli encontró refugio en un nuevo amor, el de la psicóloga y vecina Norma Tejedor, junto a quien luego escribió el libro Divina justicia, el cielo lo sabía, dedicado a Natalia, y luego se terminó jubilando.
En 2016, la Corte dejó firme el fallo que lo absolvió basado en la falta de certezas para inculparlo y fue crítica con los funcionarios de la justicia en general que desarrollaron la investigación “por exceder los parámetros razonables dilatando el estado de definición”.
Así, la ineficiencia volvió a decir presente y la verdad ausente. Una vez más...