Dejaron la ciudad y los mandatos, se mudaron a un paraíso natural y hoy son referentes del temazcal

Ricardo y Rosario son pareja hace más de dos décadas, y juntos iniciaron un camino de espiritualidad. Se convirtieron en maestros de yoga, reiki, meditación, masajes, disciplinas orientales, y finalmente se capacitaron en la experiencia de baños de vapor con fines curativos. En diálogo con Infobae, rememoran el momento en que dejaron atrás sus profesiones y empezaron otra vez desde cero en Yacanto

Uno de los sectores del paraíso natural que crearon, donde se realizan diferentes actividades, entre ellas los baños de temazcal (Fotos: Facebook "Campoalegre Yacanto")

Ricardo Delfino y Rosario Silva son pareja hace 24 años, y suelen decir que la suya no es solo una historia de amor, sino una “historia de conciencia”. Juntos apostaron al crecimiento personal y se animaron a hacer cambios que antes no habían podido afrontar. Ella trabajó mucho tiempo como maestra jardinera, y él en una empresa metalúrgica, pero más adelante se formaron como masajistas. Cuando la rutina de la ciudad Buenos Aires les pareció insostenible, se mudaron a Villa Yacanto, departamento de Calamuchita, provincia de Córdoba. Empezaron de cero en un terreno de paja brava, construyeron su casa, y se esforzaron para que cada acción estuviese alineada con el respeto por la naturaleza. El lugar se transformó en un paraíso, con 23 nogales, variedades de árboles frutales que ellos mismos plantaron, y una pileta de agua de lluvia. Así surgió su “campo alegre” -el nombre de su emprendimiento-, donde hoy reciben huéspedes y brindan diferentes actividades relacionadas a la espiritualidad, entre las que se destacan los baños de temazcal.

Días atrás se viralizó una entrevista que brindaron al canal de YouTube @SueñosdeRuta, y recibieron muchos mensajes donde los felicitaron por ser fuente de inspiración y grandes motivadores del cambio. “Soy técnico mecánico, pero cuando estudiaba el industrial, empecé a darme cuenta de que no era lo que me gustaba a mí, sino a mi papá, y lo seguí por mandato”, le cuenta Ricardo a Infobae, mientras toma unos mates. Se acuerda de que le encantaba el atletismo, pero cuando lo decía, todos lo miraban como si fuese “un loco”. “Ahora tengo 72 años, pero cuando era adolescente no era tan común salir a correr a la calle, estaba hasta mal visto, y desde mis 18 yo ya sentía que no encajaba con el sistema, y vivía enfermo con un montón de problemas psicosomáticos”, comenta. “Hice todo como supuestamente había que hacer, estudiar, trabajar, casarme y tener hijos”, agrega.

“Llegar a mis 18 años me costó un montón, no pasaban más los días, los meses, y yo ya quería poder ir a bailar, aprender a manejar, tener el registro, la vida de un adulto, y después de que alcancé la mayoría de edad hasta ahora, fue como un pestañeo. Es como decía mi suegro: ‘Mientras vas y vienes, te entretienes’”, reflexiona. Recién a los 48 conoció a Rosario, que estaba por cumplir 40. “Nos podríamos haber encontrado muchísimo antes, porque íbamos a la misma escuela de disciplinas orientales, pero no fue en nuestra juventud, sino ya en nuestra madurez que empezamos como pareja”, revelan. Cada uno ya había formado su familia previamente y había procesado su separación. Ambos estaban enfocados en sentirse mejor a nivel personal.

Ricardo y Rosario están juntos hace 24 años, hace 14 se mudaron y apostaron a un profundo cambio de vida

“Creo que dimos tantas vueltas para encontrarnos porque era potente lo que íbamos a hacer juntos, íbamos a ser maestros el uno para el otro, y potenciadores de nuestros sueños”, expresa ella. Estudiaron para ser profesores de yoga, luego se recibieron de masajistas, y también, se capacitaron en Tai Chi y meditación. “Pudimos abrir nuestro espacio, una escuela especializada en disciplinas orientales, y funcionaba muy bien”, relatan.

Destinaban muchas horas al trabajo, el ritmo se volvía cada vez más vertiginoso, y sentían que se estaban alejando de su esencia, de los propósitos que perseguían cuando se conocieron. “El lugar nos quedaba chico, y sabíamos que necesitábamos dar un salto, animarnos al cambio”, rememoran. Lo postergaron varias veces, hasta que se preguntaron cuándo iba a ser “su tiempo”, en el que pudieran hacer lo que realmente querían. “Vivíamos en San Miguel, Provincia de Buenos Aires, a 20 kilómetros del CEAMSE, y cuando venía el viento del Este no se podía casi respirar; no soportábamos los sonidos, los olores, no podíamos ver la Luna, las estrellas, y comenzamos la búsqueda de un espacio diferente”, explican.

De la ciudad a las sierras

Luego de una década de vivir a full en la ciudad, estaban listos para dar el paso hacia sus sueños. Ya habían visitado varias localidades cordobesas antes, pero un día fueron un camino diferente y conocieron Yacanto. “Córdoba tiene un camino agreste, áspero, con subidas y bajadas que invitan a romper los miedos, a aprender de la naturaleza, a trabajar la adaptación, la tolerancia, y la paciencia”, describen. “Es gracioso porque nos quedamos donde dijimos que nunca íbamos a venir, porque ni siquiera estaba en nuestras opciones; la oportunidad nos encontró a nosotros, y nos encantó este campo, por más que era pura paja brava, y había que trabajar mucho”, agregan.

Desde que llegaron sintieron que el lugar era ideal para restaurar el cuerpo y tonificar el alma

Hablaron con el dueño sobre la posibilidad de pagarle en cuotas, y llegaron a un acuerdo, pero cuando volvieron a Buenos Aires hicieron bien las cuentas y no les alcanzaba ni siquiera para el primer pago. Ricardo charló con un amigo del tema, y resultó ser el socio ideal, porque vio el potencial del terreno, y fue quien puso un pequeño capital inicial. “Fue pura magia, conseguir este lugar, que era el indicado, sin que hubiéramos puesto dinero inicialmente, y después fue tal el entusiasmo que éramos como los niños, como cuando quieren un helado y te dicen todo el tiempo ‘quiero un helado, quiero un helado’, y no los sacás de ahí, de ese pensamiento. Nosotros, teníamos en mente ‘quiero el terreno, quiero el terreno’, y si había que hacer dos millones de masajes y trabajar miles de horas, estábamos dispuestos, y así fue como lo logramos”, manifiestan.

En menos de un año, ya tenían su casa construida, habían creado diferentes sectores, como un invernadero, una huerta, senderos de flores, y solucionaron muchos inconvenientes que surgieron sobre la marcha, como el abastecimiento de agua y la calefacción, con ventanales por donde ingresa el sol durante todo el día. “Trabajamos muy duro, cortamos pasto, pintamos, todo a cuatro manos entre los dos, elegimos dónde plantar los frutales con la ayuda de un péndulo, una herramienta en la que creemos para identificar si es el mejor lugar para cada planta, y nos acostábamos agotados, pero con una sonrisa”, recuerda Rosario. Además las tres hectáreas están rodeadas de bosques de pinos y flora autóctona, como espinillos, talas, molles y aguaribay, junto a algunos arroyos y vertientes que forman parte de los senderos.

Los paisajes que se pueden disfrutar durante las caminatas en Yacanto, departamento de Calamuchita en Córdoba

Cuando florecen las rosas y madreselvas, los enormes macizos de lavandas y romeros, los aromas y el paisaje se vuelven una postal, que más de una vez se corona con algún inesperado arcoíris. Los avistajes de todo tipo de aves, junto a las liebres y zorros en diferentes horas del día, generan esa experiencia en contacto con la naturaleza que tanto buscaban. “Por eso ahora decimos que no solo es nuestro campo alegre, sino también nuestro corazón alegre”, dicen con convicción. Y aclaran que antes de mudarse muchos los cuestionaron, y pocos creyeron que sería algo duradero, sobre todo por la distancia con sus afectos en Buenos Aires.

“Fue algo que nos planteamos y charlamos con nuestros hijos, sobre las esperas que habíamos hecho hasta ese momento: primero porque uno es bebé, después que ya sos un niño, luego un adolescente, más adelante porque sos papá y te dedicás a los chicos hasta que crezcan, después porque tus propios padres se ponen grandes y te necesitan; entonces volvimos a la pregunta: ‘¿Cuándo es mi tiempo?’, y supieron entender que para emprender esta meta teníamos que estar fuertes, tener un cuerpo sano para hacer pozos, encontrarse con piedras y hacer mucho esfuerzo para remontar el lugar. Si lo hubiese hecho después quizá ya no tenía la misma fuerza física ni emocional”, reflexiona Ricardo. Tenía 59 cuando se instalaron en Córdoba, y no tiene dudas de que fue en el momento preciso.

Otro de los sectores que crearon con sus propias manos en las cercanías a la casa que construyeron

Para Rosario también fue un cambio transformador, y le gusta decir que viven en una “casa fábrica”, porque allí también prepara productos naturales, de su propia huerta e invernadero, con hierbas medicinales, y el espacio es muy versátil para todo lo que se proponen. “Soy una persona muy voluntariosa, con mucho empuje, pero también muy caprichosa, con muchas costumbres de la ciudad, que acá se me fueron curando, pude ir soltando cargas y apostar a esa expansión personal”, reflexiona.

Abrir la tranquera

Cuatro años después de mudarse recibieron por primera vez visitantes. Para ese momento ya habían puesto varios carteles distribuidos en los diferentes sectores de relajación, tallados en madera. “Respetemos lo invisible”, “Que tu camino sea un jardín”, “Recuerda quien eres”, “Otra vida es posible”, “La naturaleza nos cuida y nos protege”, “Descúbrete, ten intimidad”; son algunos de los mensajes que se leen, algunos se mimetizan con la vegetación y otros tienen más protagonismo en la entrada a cada ambiente. Todo el recorrido que hicieron se complementó cuando sumaron a sus conocimientos sobre temazcal, un baño de vapor con fines rituales y curativos, considerado por quienes la practican como una ceremonia de liberación de toxinas del cuerpo y del campo emocional.

Con total honestidad y transparencia, Ricardo cuenta que su primera experiencia fue muy poco agradable, y hoy se propone que otros no pasen por lo mismo. “No quise saber más nada por mucho tiempo, me pareció muy brusca la manera, hasta que me recomendaron otro muchacho que realizaba temazcales de una forma mucho más tranquila, con la dulzura y la contención como principales ejes”, relata. Así redescubrió la vivencia y Rosario lo acompañó en la iniciativa de capacitarse. “Viajamos a México a tomar clases con un maestro de la cultura mexicana, en una época donde todos nos criticaban por irnos en medio de que el dólar se estaba disparando, pero el conocimiento es muy importante, hay que tener estudio del mundo interior, de la neurociencia, saber como trabaja el cerebro, y la única manera es invertir en uno”, sostienen.

Uno de los carteles que destaca en su campo alegre, justo en el ingreso al lugar donde se realiza el temazcal
Las visitas se hicieron cada vez más frecuentes, bajo diferentes modalidades, y hoy se dedican de lleno a su emprendimiento

Le dedicaron cinco años de formación, y adaptaron algunas cuestiones. “Nosotros vivimos en Argentina, no en México, la cultura es distinta y eso hay que tenerlo en cuenta, por eso hemos hecho incluso temazcal seco, algo que como tal no existía, pero lo implementamos porque mucha gente le tiene miedo a entrar a un lugar que es húmedo, oscuro, y caliente. Es lo más normal, si toda nuestra educación está basada en el miedo”, remarca. “Lo primero que se trabaja es el miedo a estar a oscuras, donde no sabes quién es quién, y todos respiran y huelen lo mismo, esa agua medicina que preparamos acá mismo; es un tecito con lavanda, romero, menta, rosas, que se hace vapor, mientras aceptamos esos naufragios emocionales que transpiramos”, agrega.

Les habían dicho que hasta no hacer 52 encuentros no se podían considerar “temazcaleros”, una cifra que ya superaron ampliamente. “Hasta el 55 los contamos, ahora ya perdimos la cuenta, porque lo hacemos todo el año, solo que tratamos de esquivar el invierno”, aclaran. Reciben grupos de hasta 20 personas, y a través de sus redes sociales -en Facebook “Campoalegre Yacanto”- es posible comunicarse para consultar fechas, actividades y las diferentes modalidades. “Hay personas que todavía no lo vivieron nunca, y si vienen por primera vez nos proponemos acompañar y respetar; yo aunque ya no sea maestra jardinera, me sigo especializado en los niños interiores de cada uno, y busco llevar a las personas por una ladera suave, tranquila y amorosa”, cuenta Rosario.

Ricardo en medio del jardín florecido, que se convierte en sede de charlas, talleres y momentos de conexión con la naturaleza

El impulso de querer hacer conocido lo desconocido es uno de sus motores internos, y lo que los movilizó a ser fieles a su sentir. “Soy como un salmón, que siempre estoy nadando contra la corriente, y lo considero un indicador de que estoy vivo, que no acepto vivir en un rebaño porque no me identifico, y ya no quiero gastar energía en disfrazarme de lo que no soy; hoy me presento sin todos los títulos, y simplemente soy Ricardo, o a lo sumo, ‘el abuelo’”, dice con humor, mientras piensa en sus nietos. Rosario también es abuela, y viaja seguido a Buenos Aires a visitar al menor de la familia, un bebé de cuatro meses.

La vida que soñaban

Durante el verano ofrecen vacaciones holísticas, personas que además de ir a disfrutar de la estadía se ofrecen a trabajar en conjunto y brindar talleres, también hay retiros para profundizar problemas emocionales o físicos, y también formatos de convivencias para intercambiar experiencias. “Hay familias que vienen simplemente a pasar unos días en una cabaña, a relajarse, lo vivencian como si fuese un spa natural, y está perfecto, porque la idea es que cada persona elija lo que haga sentir bien; a veces o soy solamente el jardinero, que saludo y comparto, pero desde el respeto, otras soy el maestro, y nos adaptamos a lo que los visitantes elijan”, indica Ricardo.

Por supuesto, la condición intransigente es el respeto por la naturaleza. “Somos cuidadores del agua, del fuego, de la tierra, y eso hay que tenerlo muy en claro porque como sociedad estamos muy acostumbrados al servilismo, el famoso dicho ‘porque pago puedo hacer lo que quiero’, y eso no es así”, expresan. Esa filosofía de vida les dio muchos resultados que los han sorprendido, y la consideran una protección espiritual. “Nos pasaron cosas increíbles, como estar rodeados de fuego por los incendios en Córdoba y que nuestro campo sea lo único verde en medio de todo lo negro; todo el mundo tiene problemas con el agua y nosotros desde que invertimos en un pozo nunca paró, siempre tuvo agua, a su vez los techos nos dan agua porque juntamos agua con cisternas, y gracias a eso la pileta de natación se carga permanentemente con el agua de lluvia del techo de la casa”, detallan.

El lugar donde realizan los baños de vapor, en el terreno de tres hectáreas que está rodeado de bosques
Junto a uno de los grupos que asistió a la experiencia de temazcal (Fotos: Facebook "Campoalegre Yacanto")

“Si hay un problema, nosotros seguimos sin problemas”, dice Rosario con una sonrisa. Hay tesoros de la rutina diaria que no cambian por nada, como la mirada a los ojos, las charlas con los vecinos, donde no se habla de problemas políticos, ni de la economía ni los aumentos. “Se vive de otra manera, acá los gastos son ínfimos, y con algo tan barato, tan simple, y tan efectivo como el abrazo de pecho, y no el abrazo de hombros, sino un abrazo realmente de pecho, se logra una conexión muy hermosa, y por eso la gente después nos dice que no quiere irse”, cuentan. En honor a ese concepto que se mantiene en el tiempo pusieron un cartel en la entrada del terreno que dice: “Cierre la tranquera, se escapa la magia”.

De a poco, se ganaron la confianza absoluta de los viajeros que pasaron por allí, y su don de gente, su amabilidad y servicio desde el corazón los posicionaron como referentes. Hace poco participaron de un video para el canal de YouTube “Sueños de Ruta”, y se sorprendieron por las felicitaciones que recibieron. “Este era el lugar correcto para nosotros, y queremos dar un mensaje de esperanza, de que se puede salir del cuadrado, de la mente previsible, y hacerse amigos de la energía de lo impredecible, que es una creación constante a cada momento”, asegura Rosario. “Nosotros elegimos el campo, bien agreste, bien difícil, y aún así, en la ubicación más adversa, con las sequías, hemos hecho la magia, porque otra vida es posible, el cambio existe, y gracias a que nos arriesgamos encontramos lo que soñábamos, una vida simple, bella, y satisfactoria”, concluye la pareja.

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