La fotógrafa que creció entre Pasolini y Visconti, es consuegra de Carolina de Mónaco y viaja a la Antártida para defenderla

Paola Marzotto expone su obra en el rompehielos Almirante Irízar, en el que viajó al Continente Blanco. Asegura: “Ya no alcanza con aportar un granito de arena. Para preservar la naturaleza hay que hacer cambios mucho más grandes”

Paola Marzotto convivió tres semanas con la tripulación del rompehielos de la Armada. Foto: Adrián Escandar

Hay que subir por una rampa metálica primero y por una escalera convencional después. Los que están familiarizados con este hábitat dan una indicación que, acá, en Retiro, no mueve la aguja, pero que conviene tener presente para el verdadero uso de esta bestia metálica a la que todos sus habitantes definen como “un mundo en sí mismo”: hay que caminar por donde el piso tiene un recubrimiento rugoso y no por sus zonas lisas.

Sobre la cubierta del ARA Almirante Irízar, el rompehielos de la Armada Argentina, lo que en pleno centro porteño parece un detalle puede ser la diferencia entre estar a salvo o resbalarse y caer a las aguas antárticas. Nada menos.

Por las escaleras indicadas se llega al espacio de la cubierta preparado para que descienda un helicóptero y también a un hangar cubierto en el que, por las titánicas dimensiones del rompehielos, justamente un helicóptero luce del tamaño de un Fiat 600. Es en el hangar que este miércoles va a inaugurarse la muestra fotográfica ARA Almirante Irízar - Misión a la Antártida, de los artistas italianos Paola Marzotto y Lorenzo Poli.

Es Marzotto, que nació en una familia de aristócratas, mecenas y empresarios italianos, pasó luego por el fotoperiodismo, la política y la industria de la moda, y volvió hace unos años al reportaje gráfico, quien describe qué hay detrás del nombre de la muestra. “Por un lado, estaba nuestra misión, ir a hacer un fotorreportaje a la Antártida, mostrar la naturaleza tal como se la puede ver allí, mostrar también a la tripulación del Irízar, que nos hizo sentir en familia y que está en este rompehielos que es como una ciudad. Por otro lado, mostrar justamente la misión de este buque en la Antártida, que no es sólo un rompehielos sino que traslada provisiones y visita las distintas bases”, le dice a Infobae en un salón del Irízar del que cuelga un retrato de José de San Martín y otro del Almirante Guillermo Brown.

La muestra de Marzotto está montada en el hangar del Irízar. Foto: Adrián Escandar

Marzotto, una de las fundadoras de la Eye-V Gallery, que reúne a fotógrafos interesados especialmente en la naturaleza, pasó tres semanas a bordo del Irízar entre marzo y abril de 2023. Ya conocía la Antártida: había viajado en 2020 en una expedición de National Geographic y había vuelto entre preocupada y asustada.

Su hijo había estado en el Continente Blanco siete años antes de su primera visita y había podido caminar sobre hielo antártico: “Y cuando yo llegué, todo eso ya no estaba ahí. Se había derretido a causa del cambio climático. Volví asustada y convencida de que ya no alcanza con aportar ‘nuestro granito de arena’. A los 65 años -tiene 68 ahora- me convertí en una persona que se convenció de que ese granito ya no es suficiente. Hay que participar más. Mi reacción fue pelear. Firmo peticiones, participo en todo lo que puedo para concientizar sobre esto y me ocupo de ir a la Antártida por vías que no sean turísticas para no contaminar más”, explica. Así fue como llegó al Irízar, al que quiere volver: para eso se presentará a una nueva convocatoria, “aunque con el cambio de gestión en Presidencia está todo frenado”, sostiene.

En esas tres semanas, Marzotto fotografió la actividad dentro del rompehielos, pero también la actividad que el buque habilita o las costas que visita. Pasaron por las bases Marambio, Esperanza y Petrel. Por su lente desfilaron una capilla de madera anaranjada en medio de la nieve, un cementerio de cruces blancas que hay que enfocar con el cielo celeste de fondo para que no se las confunda con el frío, un almuerzo que se ve abrigado en un salón del buque, dos mujeres que toman mate y conversan en una de las escaleras del Irízar, un atardecer que tiñe el horizonte de un degradé rosado, una cirujana envuelta en su uniforme de la Armada, un helicóptero acercando a una de las bases antárticas que tiene la Argentina las provisiones que traslada el buque. De todo eso y más está hecha la muestra de Marzotto, que se conjuga con la de Poli, más paisajística y con colores mucho menos rosados y mucho más azulados, especialmente oscuros.

Un helicóptero deja provisiones en una de las bases antárticas. La foto es parte de la muestra de Marzotto.

Una vida aristocrática rodeada de arte y glamour

Marzotto nació en el seno de una familia dedicada, entre otras cosas, a la industria textil. Su estirpe fue dueña de marcas como Valentino y Hugo Boss, y ella misma encabezaría, en alguna etapa de su vida, el diseño de líneas de moda dedicadas a la alta costura y al llamado prêt-à-porter.

Su infancia en la región italiana del Véneto la hizo ver cómo su familia organizaba y otorgaba premios que estimulaban a artistas plásticos, escritores y otros intelectuales. “Mi familia era de empresarios, pero de empresarios que también eran mecenas. Crecí en un ámbito en el que se discutían ideas, en la Italia de los 50, los 60, los 70, en la que la discusión era mucho más rica que ahora, y a todo eso estoy muy agradecida”, dice ahora, en este rinconcito del Irízar en el que conversa con Infobae.

La relación extramatrimonial de su madre con el pintor Renato Guttuso, a quien cataloga como “un segundo padre”, amplió todavía más su vínculo con figuras de la cultura italiana. Nombra a Pier Paolo Pasolini, a Giorgio de Chirico, a Monica Vitti y a Luchino Visconti entre algunas de las grandes personalidades con las que tuvo vínculo en aquellos años de formación en los que se instaló en Roma, muy cerca de la exclusiva Piazza di Spagna.

La presencia de mujeres en la tripulación llamó la atención de Marzotto, que las retrató para su muestra. Foto: Adrián Escandar

Fue en esos años de formación que empezó a dedicarse al fotoperiodismo: con su cámara documentó, por ejemplo, el rodaje de Apocalypse Now, obra maestra de Francis Ford Coppola. Luego vendría su tiempo en la industria de la moda y también en la política: a principios de este siglo fue parte del gobierno comunal de Milán, dedicada sobre todo a la zona de su casco histórico. Llegó incluso a ser candidata al Parlamento Europeo.

Hacia fines de los 70 conoció a Carlo Borromeo, que ostenta el título de conde y también forma parte de una familia con tradición aristocrática en Italia. Junto a él, de quien ya se separó, Paola tuvo dos hijos: Carlo y Beatrice, que está a la vez casada con Pierre Casiraghi. Pierre es el tercer hijo de la princesa Carolina de Mónaco y sobrino del actual titular de ese reinado, Alberto II de Mónaco.

“Sobre ese tema no hablo”, le dice Marzotto a Infobae ante la pregunta sobre su vínculo con su familia política. Lo dice sin abandonar la simpatía con la que viene hablando pero con una firmeza que se le nota sobre todo en los ojos. No va a hablar de su consuegra ni de la realeza que encarna.

La naturaleza en el centro de su activismo

Cuando viajó a la Antártida en 2020, Marzotto volvió con material para una muestra fotográfica llamada Melting Beauty (algo así como “Belleza que se derrite”). En el viaje que llevó a cabo a través del Irízar en otoño de 2023 tomó imágenes que no forman parte de la exposición que inaugura este miércoles, más dedicada a la presencia humana y, sobre todo, del propio rompehielos en esa zona.

Marzotto planea su tercer viaje a la Antártida.

Esas fotos, estima Paola, se verán en una nueva entrega de Melting Beauty, proyectada para el segundo semestre de este año. “Yo prefiero no referirme al medio ambiente, porque creo que es una definición que queda corta a lo que realmente es, y de lo que realmente estamos hablando: la naturaleza”, describe la fotógrafa.

Esa naturaleza cala hondo en su vida desde siempre. Ahora mismo, asegura, es el centro de su activismo. “En medio de la expedición de National Geographic, en una conferencia, nos dijeron: ‘Hay cuatro años para parar el funcionamiento actual de la Tierra y revertir los efectos del cambio climático. Si no, será irreversible’. Y paramos en la pandemia, pero después volvimos a arrancar como siempre y esos cuatro años ya pasaron”, describe Marzotto.

“A mi vuelta hablé con mucha gente sobre lo que vi en la Antártida, y entonces te responden que quieren ir a conocer. Y es exactamente lo que no tiene que pasar: no hay que ir a hacer turismo a la Antártida porque contamina más. Hay que buscar la manera de ir que genere la menor polución posible, y yo cuando hablo del viaje veo que logro lo contrario, y eso me da culpa”, explica.

Su próximo objetivo es la base Belgrano de la Antártida Argentina: es la más austral de todas, y quiere registrarla con su lente. La Argentina, en donde vive buena parte del año, la deslumbra desde que es chica: coleccionaba estampillas de las cartas que llegaban a la empresa familiar y las que venían con tucanes de las Cataratas del Iguazú la apasionaban. Quería conocer esos tucanes del noreste de nuestro país. Ahora su foco está varios miles de kilómetros al sur de Misiones, pero bajo la misma bandera.

La muestra ARA Almirante Irizar - Misión a la Antártida abrirá al público el jueves 16 y se extenderá hasta el 19 domingo 19, de 14 a 18, en el ARA Almirante Irizar Apostadero Naval (Dársena Norte, ingreso por Av. Antártida 1489). Entre el 22 de mayo y el 4 de junio, de 9 a 15, podrá verse en el Edificio Libertad (Comodoro Py 2055).

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