Ese pedazo de terreno, que por años quedó muy descuidado, con sus juegos rotos, con los pastos altos y a merced de las crecidas del río Uruguay, siempre fue el cable a tierra de Nora Dimotta. Cuando estaba bajoneada o triste, en ese lugar encuentra paz y tranquilidad. Lleva el nombre de su hermano Lito, el sargento Raúl Horacio Dimotta, quien con el teniente Juan Carlos Buschiazzo y el teniente primero Roberto Mario Fiorito fallecieron en la tarde del 9 de mayo de 1982 cuando el helicóptero en que iban a rescatar a los náufragos del Narwal, fue derribado por un misil Sea Dart.
Como todos los 9 de mayo desde 1987, en ese lugar, Nora organiza un acto para recordarlos. Como se dedica a dar charlas en las escuelas de la zona, leyó una carta que escribió una nena de quinto grado de la Escuela Club Pescadores. La nena le hablaba al sargento como si estuviese vivo. Le daba las gracias por lo que había hecho en Malvinas, que se sentía orgullosa y que le hubiera gustado conocerlo.
Los Dimotta son tres hermanos y a Raúl, que es el del medio, todos lo conocen como Lito, por Raulito, fanático de Boca como toda la familia menos su mamá, que era de River.
Nació el 12 de diciembre de 1958 en Goya, aunque de muy chico toda la familia se radicó en Gualeguaychú. Cursó la primaria en la Escuela Sagrada Familia y la secundaria en el Colegio Luis Clavarino, con orientación comercial.
Nora no recuerda un momento en que su hermano haya imaginado un futuro que no fuera el militar, si desde el jardín de infantes conservan una foto suya vestido de soldado haciendo la venia. Quería seguir los pasos de su papá Ociel, suboficial enfermero de Ejército. Para los hijos, los días más felices eran cuando el padre los llevaba a almorzar al regimiento.
Por eso a los 15 años, ese chico divertido, inocente, “bien de pueblo” como remarca su hermana, decidió ingresar a la Escuela General Lemos para ser mecánico de aviación. Egresó en 1977 y al año siguiente fue movilizado cuando estuvimos a punto de ir a la guerra con Chile por el Canal de Beagle.
En 1980 se casó con Claudia y tuvieron un hijo, Cristian, que actualmente trabaja como civil en el destacamento local del Ejército.
Lo vieron por última vez unos días antes del 2 de abril. Cruzó a las islas el 18 y Nora con su mamá Diamantina tomaron el hábito de ir todos los días a las cinco de la tarde a la parroquia Nuestra Señora de Luján a rezar por él y por todos los soldados que estaban combatiendo.
Al rescate del Narwal
El teniente Juan Carlos Buschiazzo era uno de los pilotos más experimentados con el que contaba el Batallón de Aviación de Combate 601 del Ejército Argentino. Cuando estalló la guerra, tenía en su haber cuatro campañas antárticas, siempre a bordo de un helicóptero.
El teniente primero Roberto Mario Fiorito tenía 30 años, fanático de San Lorenzo. Apenas egresado del Colegio Militar, fue destinado a Jujuy y luego a Tucumán. Allí pidió el pase a Córdoba para hacer el curso de paracaidista y de ahí solicitó ingresar a Aviación de Ejército para ser piloto de helicóptero.
Roby, como se lo llama en la familia, había participado dos veces en la campaña antártica, también como su amigo Buschiazzo, piloteando un helicóptero. En noviembre de ese año tenía fecha para casarse.
Y el tercer protagonista de esta historia era el sargento mecánico Raúl Horacio Dimotta.
A las 9:05 del 9 de mayo se recibió el siguiente mensaje: “Aquí Narwal. Somos atacados por aviones ingleses en la latitud 52 45′ Sur y longitud 58 02′ Oeste. Tenemos heridos graves”.
El Narwal era un barco pesquero perteneciente a la Compañía Sudamericana de Pesca. De 1350 toneladas, operaba en aguas argentinas desde febrero de 1975 y tenía una dotación de un capitán y 24 pescadores. Simulaba realizar tareas de pesca al este de Puerto Argentino, pero su misión era la de efectuar inteligencia sobre la flota británica. Para ello, a bordo estaba el teniente de navío Juan Carlos González Llanos.
Para los ingleses, la del Narwal no era una presencia nueva. “Es ese maldito barco pesquero otra vez, señor. Acaban de identificarlo. El Narwal, el mismo que debimos alejar hace diez días, la noche anterior a que llegáramos a la zona”, le informaron al almirante Sandy Woodward, al frente del grupo de tareas británico.
Dos Sea Harrier, armados con bombas de 500 kilos y con sus cañones de 30 mm fueron enviados a detener la nave. A pesar que dos bombas cayeron a los costados del barco, una tercera impactó sobre la cubierta de popa, hiriendo mortalmente a uno de los marineros, el bahiense Omar Alberto Rupp. Con sus piernas destrozadas, alcanzó a pedir que cuidasen a su familia y murió. En el barco tenía un triciclo para su hijo que había nacido cuando ya estaba embarcado.
Como el barco se hundía, el capitán ordenó abandonarlo. Ya en las balsas, los marineros escucharon, sobre las nubes, el motor de un helicóptero grande. Pensaron que era argentino. Era un Sea King inglés.
A esa misma hora, el Batallón de Aviación de Combate 601 apuraba la mudanza de su base que habían establecido en Moody Brook. A primera hora de ese 9 de mayo el batallón se establecía, en mejor resguardo, en Monte Kent. Hacia allí fueron dos Chinook, cinco Puma, tres Augusta y nueve Bell Uh-1H. Los oficiales más antiguos volaban los Chinook, que son los helicópteros más grandes, con dos rotores; los tenientes primero piloteaban los Puma; y los recién egresados, con pocas horas de vuelo, lo hacían en los Bell UH-1H. Los que poseían un poco más de experiencia se encargaban de los Augusta.
Los pilotos estaban ayudando a descargar el equipo que traían desde Moody Brook cuando se recibió la orden de que un helicóptero bimotor tenía una misión: localizar a los sobrevivientes del Narwal, y pasar las coordenadas a un buque mercante, anclado en el Estrecho de San Carlos, para que los náufragos fueran rescatados.
La misión se la adjudicaron a Buschiazzo, pero como su helicóptero había sufrido un desperfecto de último momento, fue convocado Fiorito.
Todos pujaban por ser voluntarios para ocupar el puesto de copiloto. Buschiazzo dijo que como la misión se la habían dado primero a él, ocuparía ese puesto. A Fiorito lo alegró, quien estaba un poco deprimido ya que el día anterior se había hecho tiempo para llamar a su mamá por el día de su cumpleaños. Buschiazzo quiso acompañar a su amigo.
Se preparaban para una misión suicida. No solo porque el piloto de helicóptero de Ejército no estaba instruido en rescates en el mar, sino que la máquina no contaba con el equipamiento adecuado para semejante tarea e iba a estar a merced de la aviación y artillería naval enemiga. Y con un estado del tiempo pésimo.
A las 5 de la mañana de ese mismo 9 de mayo, el destructor Coventry y la fragata Broadword tomaron posición al sur de Puerto Argentino para formar parte de una trampa misilística y evitar que aterricen o despeguen aviones desde la pista de Puerto Argentino.
La nave que se usaría es la única que había cruzado volando desde el continente. La cargaron con sogas, botes y chalecos salvavidas y víveres. Además, llevaban dos handys con frecuencia naval para poder comunicarse con los náufragos, una vez que fueran localizados.
Sabían el peligro que corrían. Dimotta se quitó su gorra y se la dio a un compañero, de apellido González. “Esta te la dejo a vos, porque la vas a necesitar más que yo”. Años más tarde, un anciano González le daría a la hermana de Dimotta la insignia que llevaba esa gorra.
Dimotta corrió a alistar al helicóptero, mientras que el resto del grupo se tomó una fotografía. En el extremo derecho, aparece parado Buschiazzo y agachado, Fiorito. Sería su última foto.
En medio de una espesa niebla, el helicóptero con Buschiazzo, Fiorito y Dimotta despegó minutos antes de las 4 de la tarde. Inmediatamente comunicó su plan de vuelo para no ser blanco de la artillería argentina. La última comunicación que se recuerda es a Fiorito decir “estamos en zona de trabajo”, aunque pudo haber dicho “proa al trabajo”. No quedaron grabaciones.
Desde el radar 967 de la Broadsword fue detectado un blanco lento, en movimiento sudeste. Por data link le pasó al Coventry los datos de posición, se asignó el blanco al radar de control de tiro 909 y se lanzó un solo misil Sea Dart. Luego de navegar 13 millas (21 km), impactó en ese blanco que se movía lentamente. Era el primer Sea Dart que hacía blanco.
Al día siguiente, se mandaron tres vuelos de búsqueda, un Augusta de Ejército, después un Pucará y por último un Aeromacchi. Todos bordearon la costa, pero sin divisar nada.
El 10 de mayo los Dimotta se enteraron que habían atacado a un helicóptero y que sus ocupantes habían sido dado como desaparecidos. Al día siguiente la mamá se recompuso y le indicó a su hija que la acompañase a la iglesia. Es que Raúl ya no estaba pero había más soldados por los que rezar.
Terminada la guerra, la mamá se sumó para mantener viva la llama de Malvinas, y participaba de las actividades del centro de veteranos local, pero no así su marido, quien nunca se pudo reponer de la muerte del hijo.
En 1987 se inauguró una plazoleta, en la costanera sur de Gualeguaychú, con el nombre de Raúl Horacio Dimotta, al mismo tiempo que se le ponía el del Soldado Carlos Mosto -el otro caído de la ciudad- a una escuela secundaria. Mosto era estudiante de medicina de 23 años y había ido voluntario en lugar de un compañero que estaba aterrado. El 11 de junio a la tarde cuando dos Sea Harrier bombardearon Moody Brook, murió junto a otros dos soldados, Rodríguez e Indino.
Con los años, a la plazoleta no se la cuidó como era debido y en 2006 Nora, cuando vio a un caballo atado al mástil y los juegos rotos, llamó a los compañeros de su hermano quienes, junto a amigos, familiares, estudiantes y la ayuda del municipio, la arreglaron por completo.
Todos los 9 de mayo a la tarde, coincidiendo con la hora en que el helicóptero fue derribado, hacen un acto conmemorativo. En cada edición agregan algo a la plazoleta: un juego nuevo o la imagen de la Virgen de Loreto, patrona de la aviación de Ejército. En esta oportunidad están esperando que la crecida del Uruguay no provoque mucho daño al lugar y al espacio recreativo que está pegado. La idea es levantar el terreno y armar un parque temático sobre Malvinas, pero hacen falta recursos.
Nora estuvo acompañada por su hermana Norma, la mayor de los tres, y varios de sus familiares; también estuvieron compañeros de la promoción 77, veteranos de Gualeguaychú y el intendente Mauricio Davico. Luego fue la presentación del libro “Ecos de Malvinas. 41 años. 41 entrevistas”, realizado por la Universidad Congreso de Mendoza, en donde un capítulo es sobre el sargento fallecido.
A Nora y a su familia, si bien la atraviesa el dolor, “ese que está todos los días”, logró transformarlo en orgullo, ya que siente que su hermano entregó su vida a la Patria, la ofrenda más grande que puede realizar una persona. Está convencida de que Dios lo eligió. Cuando Infobae le preguntó cómo había sido el acto, se limitó a decir “lindo, el acto siempre sale lindo”.