Mónica inició el camino de la empatía como voluntaria y hoy es una de los miembros más antiguos de “Amigos en el Camino”, una asociación civil sin fines de lucro que ayuda a personas en situación de calle y que este año cumple 13 años ininterrumpidos de trabajo. Con el lema “cambiamos indiferencia por amor”, la asociación de la cual De Russi es directora ejecutiva, le pone el cuerpo y el corazón a los más vulnerables e invisibilizados de nuestra sociedad.
En una charla honesta con Realidades, Mónica hace una cruda radiografía de lo que significa “literalmente” vivir en la calle.
Con preocupación advierte que la problemática es muy compleja, que el país ya tiene tres generaciones de personas en situación de calle, y que deberíamos prepararnos para la cuarta.
¿Por qué la gente elige vivir en la calle?, ¿Cuál es el mayor obstáculo?, ¿Qué es lo que más duele?, ¿Se puede salir de esa situación?, ¿Cómo enfrenta la sociedad a esta realidad?
Una voz autorizada para una realidad de la que todos somos responsables.
—¿Qué es “Amigos en el camino”?
—”Amigos en el camino”, en la actualidad, es una asociación civil sin fines de lucro que ayuda a personas en situación de calle. Nuestro territorio es la ciudad de Buenos Aires. Empezamos el 2 de octubre del 2011 como un grupo solidario y este año cumplimos nuestros 13 años trabajando ininterrumpidamente con más responsabilidad, con ganas de crecimiento y con muchos proyectos.
— ¿Cuál es su tarea específica?
—Nosotros, principalmente, hacemos recorridas nocturnas ayudando a personas en situación de calle. Le llevamos alimento, una rica cena casera, infusiones, ropa, calzado, artículos de higiene personal, en el invierno frazadas, medias y un montón de otras cosas para que nuestros amigos en situación de calle estén un poquito más confortables y puedan cubrir las necesidades básicas de cualquier persona. Después, con el tiempo, vamos estableciendo ese vínculo tan importante, nos vamos haciendo amigos para poder ayudarlos a que accedan a sus derechos y puedan salir de la situación de calle.
— ¿Cómo es el mundo de las personas que viven en situación de calle?
— Es un mundo doloroso porque una persona que cae en situación de calle detrás tiene una historia de dolor y de sufrimiento. Rompió esa red de contención primaria y el único lugar que le quedó para habitar es la calle. Todas las organizaciones sociales tenemos un lema: “La calle no es un lugar para vivir”, pero de hecho hay muchas personas, muchas mujeres, niños, abuelos, hombres habitando las calles de la ciudad de Buenos Aires y también muriendo.
—Mónica, vos que sos una testigo sin filtro de esa realidad, ¿cómo la describirías?
— Es un momento muy difícil. Vos tenés que pensar que las personas en situación de calle tienen por techo el cielo, por paredes nada, por cama el suelo, y esto se está agudizando y agravando porque hay muchas organizaciones que podrían asistir a nuestros amigos que en la actualidad por la situación que se está viviendo dejaron de verlos, de llevarles ese plato de comida, de darles no solamente lo material, sino de llevarle la presencia, la escucha. Vos no sabés cómo nos agradecen ese ratito de charla, interiorizarnos en su historia, qué les pasó, qué les duele, qué los hizo feliz ese día, y ellos conocer la nuestra, porque forjamos esa relación de amistad. Pero hoy en día es muy duro, muy duro porque no solamente las personas en situación de calle, sino las que están en riesgo de estarlo, acuden a los grupos para pedir el plato de comida.
— Generalmente uno cree que la gente que termina en la calle es por una situación económica ¿es así? ¿es cien por ciento económica u otros factores hacen que terminen en la calle?
— La problemática es muy compleja. En la actualidad nuestro país tiene tres generaciones de situación de calle, hay niñitos de la calle que lograron sobrevivir cuando cayeron en los inicios de la democracia, que se les permitía libre tránsito y circulaban por la ciudad; esos niñitos, si lograron sobrevivir, en la actualidad son abuelos, tres generaciones en situación de calle y vamos preparándonos para la cuarta. También, tenés problemas de consumo, por supuesto, y personas que por ahí fueron expulsadas o que ellos se corrieron de su familia, de su ámbito, y habitan las calles para poder consumir, y esa es una problemática muy difícil. Además, si caíste en la calle porque perdiste el trabajo, porque te quedaste sin recursos para poder afrontar tu tema habitacional, con el tiempo la depresión te va embargando y a veces el tema del consumo es algo que está al alcance para poder sobrevivir y lograr llevar la situación que vos estás viviendo.
Por último, tenés un montón de abuelitos con problemas de salud mental, muchos con demencia. Tenés mujeres que por ahí se escapan de situaciones de violencia, la verdad es que es muy compleja, muy diversa, realmente son muy heterogéneas las causas por las cuales se puede caer en situación de calle.
— Existen refugios para albergar a estos amigos en extrema vulnerabilidad, generalmente muchos desisten de quedarse en ellos ¿por qué? ¿Por qué la gente elige la calle como su casa?
— Es una muy buena la pregunta y nos la hacemos todos. La verdad es que cuando hablás con, en nuestro caso, con nuestros amigos en situación de calle, la mayoría no quiere ir y por diversos motivos, ya sea porque sufren situaciones de violencia o robo dentro de los lugares, que comúnmente se los llamaba “paradores”, en la actualidad el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires los llama CIS, “Centros de Integración Social”. Es compleja la situación que se vive, en muchos casos las personas prefieren estar tranquilas en un lugar antes de estar conviviendo con muchas otras personas, en donde son víctimas de violencia por los mismos compañeros o situaciones de robo.
Después, una persona en situación de calle que cartonea, que trabaja dignamente llevando su carro, juntando el cartón, reciclando y ganándose el manguito para poder comer en el día no puede llevar su carro porque no hay lugares donde pueda guardarlo y es su herramienta de trabajo. También las familias con pareja y niños prefieren no ir a este tipo de lugares porque si bien están dentro de un predio, están separados, mujeres y niños por un lado, hombres por otro, tengo entendido que en la actualidad por ahí hay hoteles donde están juntos pero no hay capacidad. También tenemos a nuestros amigos que tienen parte de su familia de cuatro patas, ese que va a ser incondicional, ese que te abriga en las noches, que puede sentir y que te va a lamer las lágrimas si estás llorando y se va a poner contento moviendo la cola si estás feliz, esa familia de cuatro patas no puede ingresar a los centros y para las personas es parte de su familia, vos no dejarías a alguien de tu familia en la calle o abandonarlo por cuidarte vos mismo, entonces ahí también tenés otra problemática.
“En la actualidad, nuestro país tiene tres generaciones en situación de calle, y vamos preparándonos para la cuarta”.
— ¿Qué es lo que más te impacta a vos como ciudadana, ¿te acordás el primer contacto con uno de ellos? ¿La primera mirada?
— Cierro los ojos y empiezan a pasar un montón de amigos, son muchas las historias que tengo guardadas en el corazón, de personas que no lograron salir y que murieron en la calle y de otras que sí lo lograron y que seguimos acompañando, pero no sé, pienso en Marcela con sus ojitos celestes, que murió de cáncer en la calle, y pienso en Hernán que lo logramos ayudar a salir, que estuvo en un centro, pero que con el tiempo también falleció. Son tantos. La amistad tiene distintas formas y lo que se logra en “Amigos en el camino” es ese vínculo importante. Para nosotros no son números, hay muchas estadísticas y nos piden muchas veces números, números, números, es la persona que vamos conociendo con su historia, con sus dificultades, como tenemos todos, que está en una situación de calle, que está en la extrema vulnerabilidad porque no tiene nada, nada, porque se lo mira como basura, se lo mira como alguien que contamina el ambiente, se lo mira como alguien que es un delincuente y delincuentes hay en todos los ámbitos. Agregar un estigma más a esa persona en situación de calle cuando no se conoce caso por caso, es muy doloroso para nosotros.
— Mencionaste que muchas personas conocidas, amigos, fallecieron en la calle, ¿cómo es morirse en la calle?
— Es muy doloroso porque la mayoría está sin documentos por diversos motivos. Y si no morís de hipotermia, morís por la acumulación de años en la calle. Morir en la calle es muy triste porque quedás como un NN si no tenés DNI, porque hay todo un proceso, quizás esa persona tiene familia pero ha perdido el vínculo, muchas veces por vergüenza, porque no pudo solo, porque se fue aislando y quedó solo en la calle o porque perdió el contacto, porque es alguien mayor. Uno siempre muere solo, pero en la calle, desamparado, sin nadie que te sostenga una mano, es terrible.
En general, el amigo que está en situación de calle siente el rechazo, lo siente, la indiferencia es el peor de los rechazos, el que de repente está ahí, está ahí, y está llorando por dentro y está solo y la gente pasa, pasa, pasa, y quizás en el día nadie le preguntó nada, ni siquiera un “hola”, nada, eso duele y da vergüenza, entonces se tratan de invisibilizar lo más posible, que nadie los vea, se tratan de mimetizar con el paisaje. Por el frio obviamente se tapan con sus frazadas y se tapan hasta la cabeza, pero también para que no los miren, cuesta. A veces, cuando alguien nos hace una nota y piden algún testimonio cuesta mucho que se muestran porque dicen: “Mi familia no sabe que yo estoy en la calle. Me muero de vergüenza si mis hijos se enteran”.
“Uno siempre muere solo. Pero en la calle, desamparado, sin nadie que te sostenga una mano”.
Tenemos a Julio que hace poquito, es una de las lindas noticias, pudimos conseguirle trabajo en una carnicería, él es albañil, pintor, pero ahora está aprendiendo el oficio de carnicero y dormía en la calle, y cuando hacía changuitas de albañilería juntaba esa plata y a veces no le alcanzaba para pagarse una noche bajo techo, pero siempre separaba y, como tiene hijos, mandaba esa plata a su hijo para alimento o para lo que fuese que necesitara, aun estando en la calle. Hay tantos que a veces no cubren la cuota alimentaria y él con mucho sacrificio cuando hacía esa changuita le derivaba la plata a su hijo. Hoy está trabajando en una carnicería, hoy está bajo techo en una pensión, hoy le cambió la vida, hoy puede empezar a soñar con que quizás viene una nueva etapa para él muy diferente y pueda soñar que puede ayudar más a su hijo.
— ¿Hay gente que decide ir a la calle? Y si hay, ¿qué te gustaría contarle que va a encontrar?
— La muerte va a encontrar en esa calle. Va a encontrar la muerte tarde o temprano. Es morir de a poco, morir con mucho sufrimiento, morir lentamente.
Y yo, con respecto a la gente que quiere vivir en la calle, sí me he encontrado con alguien que te dice que sí, pero si yo me quedo con esa respuesta me voy tranquila poniendo en ese otro en estado de extrema vulnerabilidad la culpa de que está porque quiere y lo elige, pero yo no puedo hacer eso, no sé cómo hacen los que piensan eso, yo voy a ir un poquito más allá, miro el contexto y lo que está pasando, muchas veces el que te dice eso es porque está en situación de consumo y lo que quiere es seguir consumiendo no es que quiera vivir en la calle. Quiere estar en ese lugar donde no tenga la mirada de ese otro importante para él, como puede ser una madre, un padre, una esposa, un hijo, que te está marcando que estás consumiendo y que te estás matando y que tenés que salir de ese lugar, y como no puede y quedó atrapado en esa situación, más fácil es irse a la calle, porque al infierno y al dolor que tiene interior por lo menos no le suma la mirada y la voz de ese ser querido que es constante y que le genera más dolor y más culpa. Entonces, si yo me quedo con eso de que quiere vivir en la calle es una lectura muy plana, muy simple, y hay otras muchas causas por las cuales por ahí te dicen eso. Eso es no querer profundizar, no querer encontrar la verdadera respuesta y trabajar en ello para que no suceda esto.
— ¿Cómo ves a la sociedad frente a esta indiferencia que contabas?
— Me resulta difícil contestar esa pregunta porque empuja dos sentimientos. En general nuestra sociedad es muy solidaria, y nosotros somos un ejemplo, nosotros no tenemos banderías políticas, no tenemos banderías religiosas, hasta la actualidad no recibimos ningún tipo de subsidio del Estado y nos mantenemos gracias a la solidaridad de las personas que nos siguen, que nos acompañan. Pero también nos está asustando mucho el tema de la estigmatización con respecto a esta problemática y nos duele, pero existen porque hay muchos prejuicios, porque hay muchos mitos con respecto a la población de calle, porque no huelen bien, porque no es lindo ver cuando están durmiendo con sus cartones en la ranchada y porque obviamente hay casos muy problemáticos. Las ranchadas que están en consumo obviamente generan preocupación, generan molestia al vecino de la ciudad de Buenos Aires, pero habría que hilar un poquito más profundo porque el tema del consumo está en la sociedad y hay responsables por eso. El responsable no es la persona que está consumiendo. Hay otros responsables atrás, entonces quizás habría que poner el foco donde corresponde. Así que es como una mezcla de sentimientos, pero si tengo que decir, la verdad es que ganan los que ponen el granito de arena, los que vencen el prejuicio y los que se ponen en acción.
— Vos te pusiste en acción y das de comer a mucha gente en situación de calle, ¿cómo te sentís sabiendo que gracias a vos esa gente hoy puede comer? Básicamente comer, que es esencial.
— Primero me siento orgullosa del equipo y la familia inmensa que somos “Amigos en el camino”, porque somos familia compuesta por voluntarios y por amigos en situación de calle, y cuando digo voluntarios agrego a los donantes, a los que, desde el granito de arena más chiquito, desde lo poquito que puedan hasta el que puede mucho más, nos acompañan. Entonces, me siento orgullosa, y también quizás sienta esta sensación ambivalente de que ojalá podamos desaparecer algún día, ojalá que no haya que agradecer que haya un grupo solidario, una organización que esté dando de comer, que no sea necesario, ojalá no haya más personas en situación de calle. Es una mezcla de sentimientos porque digo: “La pucha, ¿me tengo que sentir orgullosa de esto? y no”, porque no debería existir esto, porque no tendría que haber alguien que se esté muriendo de hambre, que esté enfermo, porque acá tenemos otro tema: el tema de la salud en situación de calle. ¿Cómo acude una persona a una guardia? No tiene DNI, no queda registrada, las esperas. Alguien que se siente muy mal en situación de calle y no tiene quién lo acompañe, no puede llamar a una ambulancia porque no es una emergencia, pero no se puede trasladar porque no tiene ni la SUBE para trasladarse y porque por ahí está en un lugar y el hospital está a 30 cuadras.
— ¿Y qué hace?
— Se muere en la calle. Una persona en situación de calle es un ciudadano con todos los derechos que le compete a cualquier ciudadano de este país, lo que pasa es que no se cumplen, lo que pasa que es difícil que accedan a ellos.
— Cuando te acercás a ellos para hablar, ¿qué es lo que expresan? ¿qué es lo que te piden?
— Eso lo puedo tomar desde dos lugares. Por un lado, desde lo material y por el otro, la mirada y la palabra es atención, compañía, amistad.
Desde lo material, lo primero que te van a pedir es una frazada, zapatillas, las llantas, en la calle es algo importante y de repente las donaciones que recibimos siempre son de zapatillas en uso, ya alguien que las usó y las descartó, la persona en situación de calle tiene 24 horas del día puestas esas zapatillas, entonces, al poco tiempo te las muestran y están todas rotas y con los deditos afuera, y vuelven a necesitar. Una mochila para poder transportar lo poquito que tienen, eso desde las cosas materiales.
Después, ayuda. Los derivamos a nuestra oficina de trabajo social para iniciar ese proceso de acompañamiento para que puedan acceder a sus derechos y puedan salir de situación de calle y después seguir acompañándolos en el tiempo, de repente es lindo cuando vienen y dicen: “Los vengo a visitar ¿necesitan una mano? Tal día estoy libre, me gustaría dar una mano porque ustedes me ayudaron”, y así ayer Ismael salió a la recorrida. Estaba orgulloso luciendo la pechera de “Amigos en el camino” porque venían los otros compañeros que lo habían visto en calle y él estaba muy orgulloso y cuando le preguntaban “¿Qué estás haciendo ahí?”, “Chicos, no hay que olvidarse del que les dio una mano, y aquí estoy poniendo mi parte, ayudando al que me ayudó” y eso ya es algo que hace que valga la pena todo el trabajo que uno va realizando.
“Para nosotros no son números, es una persona con toda su historia que está en la extrema vulnerabilidad porque no tiene nada”.
— ¿Hay muchos nenes en la calle hoy?
— La ciudad de Buenos Aires es una de día y otra de noche, durante el día vas a ver muchos niños, probablemente en colchón, familias, que son las familias que también se comprenden dentro de la ley 3.706 que es la que rige los derechos y la cantidad de personas en situación de calle, que es la población en riesgo de estarlo. Esta ley contempla personas en situación de calle y en riesgo de estarlo, y en riesgo de estarlo hay un montón, son esas mamás con los chicos que a veces salen y piden, y días como los que estamos viviendo que realmente ir a un supermercado y tratar de comprar lo básico es casi imposible para algunas personas, es imposible directamente, entonces ves muchos chicos de día y de noche solés ver, no es la mayoría, la verdad que no es la mayoría y también es la verdad que es a los que primero se trata de ubicar desde el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para que puedan acceder a un lugar habitacional.
— Dijiste “en riesgo de estarlo” ¿de qué depende ese riesgo de estarlo a que no lo estén? ¿cuál es el paso a estarlo?
— Que el lugar en donde estés no lo puedas seguir sosteniendo y de la noche a la mañana estés en calle.
— Hoy, una persona en situación de calle, si quiere ¿puede salir?
— Cuesta mucho. Siempre se puede salir de situación de calle, sólo es tan difícil como imposible, pero ahí estamos todas las organizaciones y grupos solidarios para tender una mano y ayudar. Tenemos la complejidad de que el que está en situación de calle no tiene nada, nada, y vos decís: “Bueno, puede acceder al subsidio habitacional”, día de hoy, no quiero mentir, pero hace más de un año y medio que el monto es $35.000. ¿Cuánto sale una habitación en cualquier hotel de la categoría más baja? 100, 120, 140 mil pesos por mes. ¿Cómo hacés para llegar de 35 a 120? Más allá de que también tienen que cumplir con talleres, cosas para poder recibir ese subsidio ¿cómo hacés para llegar a eso? Tenés que tener una changuita o algo. Y vamos a poner que conseguís una changuita, cartoneando y juntás esa plata, llegás a eso, ¿cómo comés? Tenés que comer aparte, tenés que moverte, trasladarte, tenés que vestirte ¿cómo lo lográs? Es muy difícil.
— Las últimas preguntas. ¿Qué es lo que más te duele hoy? ¿Qué aprendiste de esta experiencia con tu fundación? ¿y cómo cambió tu vida?
— Siempre tuve muy arraigado ese sentimiento solidario y aprendí que siempre es mucho más cuando das, es mucho más lo que recibís, siempre. Uno muchas veces lo siente en el corazón la necesidad de dar amor, de dar abrigo, de dar contención, pero lo que recibís es muchísimo más amor, muchísimo más. A pesar de que muchas veces hay desilusiones, hay tropiezos, hay situaciones que uno siente que fracasó, viene la palabra, la mirada, el progreso de alguien. Cuando a veces estamos en recorrida, de repente pasa alguien y se para y dice: “¿Te acordás de mí?”, la mayoría de las veces me acuerdo porque miro la cara y digo “Decime en qué parada, en qué barrio” y cuando me lo dice, digo “Sí, Juan María”, me acuerdo el nombre; me dice “¿Te acordás? Bueno, mirá mis hijos, pude salir de la calle, ustedes me ayudaron”, y lo ves y de repente perdimos el contacto, pero no se olvidaron de nosotros, nos encontramos en la calle y te lo dicen, y cuando vos decís “pucha”, quizás no puedo cambiar el mundo pero todos juntos pudimos cambiar una vida, entonces, valió la pena.
Me sigue doliendo la indiferencia, porque más allá del Estado que es el que debe cumplir este rol, siento que somos muy solidarios, pero se podría hacer mucho más, desde la empatía, desde entender qué le está pasando. Esta problemática, cuando uno trata de pensar por qué esto y no otra cosa, tiene que ver con mi infancia, con mi niñez, con el hombre de la bolsa que andaba solo dando vueltas y que te asustaba cuando eras chica si te portabas mal, pero son historias de soledad y cuando pienso en por qué uno está haciendo esta tarea creo que tiene que ver con eso. Me duele la indiferencia porque creo que todos juntos podemos hacer siempre un poco más.
— ¿Y cómo cambió tu vida esto?
— En esta etapa de mi vida yo no tengo hijos, estoy sola, no tengo familia, mi vieja y mi viejo fallecieron, y yo decidí que esta era mi misión en el mundo. Entonces, en esta etapa de mi vida decidí que me voy a dedicar a esto hasta el día que ya no esté más, no la cambio porque le encontré el sentido a mi vida.
“Siempre se puede salir de situación de calle. Ahí estamos todas las organizaciones y grupos solidarios para tender una mano y ayudar”.
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