La Escuela Multinivel Anfama se encuentra a casi 2000 metros de altura en Anfama, localidad de alta montaña de la provincia de Tucumán. Actualmente asisten 57 alumnos, desde la salita de tres hasta el sexto año de secundario. El ascenso presenta varias dificultades y durante la época de lluvias el camino se vuelve prácticamente intransitable. Según las posibilidades y el clima, los maestros pueden tardar hasta 9 horas a caballo, y una de las rutas para llegar implica el cruce del río al menos unas ocho veces. Durante 15 días consecutivos los docentes permanecen en el establecimiento, brindan actividades extracurriculares al finalizar la jornada y una docena de chicos -los que viven más lejos- se quedan a dormir bajo la modalidad de albergue. Fabiana Valenzuela se dedica a la docencia hace 29 años, y cambió por completo su vida desde que asumió el cargo de directora: en diálogo con Infobae, cuenta cómo es dar clases entre las nubes, los desafíos que afrontan en el día a día, y el exitoso sistema que aplicaron para promover el presentismo.
Con mucho compromiso y absoluta humildad, Fabiana cuenta cómo es desarrollar su vocación en lo que define como “un paraíso”. “El lugar es hermoso, yo no lo conocía, y la primera vez que llegué me quedé asombrada, tanto por el paisaje como por el sentido de comunidad, realmente no me arrepiento ni lo cambio por nada”, revela. Desde sus 23 años trabajó instituciones en del centro de San Miguel de Tucumán, luego en algunas suburbanas, y cuando se presentó la oportunidad de postularse para la dirección de una escuela rural, sintió que era el momento indicado. “Es lo único que no había hecho nunca, y como ya no me falta tanto para jubilarme, me animé a rendir el examen”, comenta. En febrero de 2023 quedó seleccionada entre 39 postulantes, y a sus 54 años siente que esta es una de las experiencias más transformadoras y gratificantes que ha vivido.
30 familias y una escuela
En el mástil donde los chicos izan la bandera todas las mañanas flamean dos insignias: la celeste y blanca, y la wiphala, en representación de los pueblos originarios. “La comunidad está integrada por descendientes de diaguitas, y desde la escuela se respetan y cultivan sus tradiciones, incluso participa un cacique, referente del lugar”, asegura Fabiana. En Anfama viven alrededor de 30 familias, la gran mayoría alejadas de la escuela, porque solo tres están relativamente cerca. “Hay alumnos que están a una hora y media, dos horas de distancia; tienen que levantarse a las 5 de la mañana para buscar los caballos, que andan sueltos, entonces hasta que los encuentran y los ensillan, tienen que despertarse al alba para llegar antes de las 8.30, que es el horario de inicio de la jornada”, detalla.
El último de los niveles se retira a las 17.50, momento donde culmina la jornada completa y comienza la modalidad de albergue. “Solamente tenemos capacidad limitada, porque no hay espacio para más camas, así que de los 57 estudiantes solo se quedan 12 a dormir; entre ellos mismos van charlando quién se queda, quién lo necesita más, se van turnando entre los que viven mucho más lejos”, indica la directora. Y agrega: “No es lo mismo levantarse a las 5 de la mañana que a las 8, no pasan frío, no se enferman, duermen calentitos, y de esa forma se previene el ausentismo también”.
“Todos desayunan, almuerzan y meriendan en la escuela, y los que se quedan también cenan”. Cuentan con un comedor, y la colaboración de una cocinera, que también es artesana, y va y viene a su casa todos los días para cumplir con su trabajo. “Ella es de la localidad, viene a caballo y cruza un río para llegar, que a veces está crecido, y lo tiene que cruzar caminando”, comenta. Después de las clases, para quienes se quedan hay talleres extracurriculares, desde pintura, teatro, escritura, folclore, deportes, expresión corporal, hasta apoyo escolar.
“Los profesores dejan las actividades y una preceptora nocturna se encarga de estar con los chicos hasta la hora de la cena”, cuenta. El equipo docente está conformado por 14 profesores, pero solo cinco viven en la escuela. “Se hace el ascenso el domingo, se trabaja durante 15 días en la escuela, y se realiza el descenso el sábado después que culmina la jornada; después hay siete días compensatorios que el docente pasa en su casa, con capacitaciones que realizan de manera virtual, mientras los chicos completan las tareas en la escuela, y cuando los profes regresan corrigen todas esas actividades y se vuelve a dar clase otros 15 días, y así durante todo el año”, describe Fabiana, sobre el cronograma que caracteriza el sistema multinivel.
“Es un formato especial que está regido por una resolución ministerial desde el 2018. En Tucumán solamente hay cuatro escuelas de este estilo, y la última que se creó fue la nuestra, a fines del 2021; se caracterizan por ser estar alejadas y en lugares de difícil acceso, lo que hacía que no hubiera una continuidad en las clases porque los docentes a veces no podían llegar, los alumnos a veces tampoco, y de esta manera se garantiza una quincena completa de clase, y al permanecer en la escuela se previenen las dificultades del clima, que desde fines de diciembre hasta abril llueve muchísimo y el camino queda totalmente destruido por la lluvia”, indica.
Este año algunas veces tuvieron que ir en helicóptero hasta la escuela, porque la subida era imposible de otra manera. “Nuestra supervisora intervino hasta poder explicarle al gobernador la situación, que los caminos estaban muy peligrosos, y por esta vez pusieron a disposición dos helicópteros, que son de uso sanitario, para que nos llevaran y nos trajeran hasta que el río tuviese su cauce normal”, revela. De esa manera pudieron cumplir con las actividades de todos los grados.
Los estudiantes, desde la sala de tres hasta el último año de secundario, conviven todos juntos en el establecimiento, y las clases se dictan de lunes a sábado. “Los domingos se descansa, y es el día que generalmente llega la mercadería al Río Grande, que los padres de los chicos la traen tirada por mulas, suben en grupos a pie, y cuando el camino lo permite, algunas veces logran subir en camioneta”, revela. Las partidas de alimentos que reciben para los alumnos no incluye las comidas de los profesores, y por eso los docentes se organizan en cada ascenso para que cada uno lleve algo y así tener su propia despensa. “Todos cocinamos, nos vamos turnando y realmente nos sentimos como una gran familia, porque muchos pasamos más tiempo en la montaña que en nuestras propias casas”, sostiene.
Sin luz eléctrica ni internet
Fabiana cuenta que hay dos opciones para llegar, “el camino largo”, como suelen decirle, implica nueve horas de cabalgata y un solo cruce al río. El otro son cinco horas, pero se cruza unas ocho veces el río, y si está crecido se vuelve el menos recomendable. “La mayoría de los maestros son del sur de Tucumán, de Concepción, Monteros, Alberdi, y como para iniciar la subida hay que ir hasta la localidad del Siambón, algunos solo para ir hasta ese punto tienen casi tres horas de viaje en colectivo, y recién ahí empiezan el ascenso de cinco horas más”, relata. Pone como ejemplo a una de las profesoras hace el recorrido con su hija, que ahora es alumna de la escuela, porque de otra manera sería imposible combinar el trabajo con la vida familiar.
También hay una secretaria que se ocupa de las tareas administrativas en dos escuelas multinivel, y se turna para ir un mes a una y otro mes a otra, luego desciende y presenta la documentación correspondiente en el Ministerio de Educación. El equipo interdisciplinario lo completan un médico que visita de forma periódica la localidad y un psicólogo que está a disposición para brindar asistencia. Cuando algún estudiante se ausenta por varios días, los docentes van a caballo hasta su casa, para charlar con la familia.
“Como no tenemos internet, no podemos mandar un mensajito o un mail para saber qué pasó, entonces los domingos vamos a consultarle a los padres del niño, y casi siempre nos encontramos o con que está enfermo, o que sus papás tuvieron que bajar a la ciudad por alguna necesidad, pero estamos muy atentos a la situación de cada uno”, explica. En cada uno de esos encuentros destaca la amabilidad de las familias, que los reciben con los brazos abiertos, les agradecen por el seguimiento y los hacen sentir valorados. “La comunidad le tiene confianza al docente, lo ve como una palabra calificada y saben que pasamos todos los días con sus hijos; incluso nos dan alguno de sus quesos caseros cada vez que vamos, nos demuestran su cariño constantemente”, expresa.
Para poder enviar algún mensaje a sus seres queridos, los profesores tienen que caminar un kilómetro hacia un lugar un poco más alto, donde captan algo de señal. “Hemos tenido Internet un tiempo, pero se rompió la antena de Arsat y no se arregló de nuevo; ya hice la gestión el año pasado para que vengan a ver si se puede solucionar, pero todavía estamos esperando”, cuenta la directora. Cada alumno tiene una netbook a disposición, pero al no tener internet, no pueden conectarse a la red educativa. “La profe de tecnología igualmente les trae en pen drive cuadros y presentaciones con ejemplos, trata de enseñarles de esa manera a manejar los programas, pero sin duda sería un cambio positivo que pudiésemos recuperar el internet”, proyecta.
Tampoco hay luz eléctrica, pero cuentan con paneles solares. “El problema es que si llueve toda la semana, llega un momento que se agotan, y hemos pasado dos días completos sin luz, enseñando y comiendo a la luz de las velas, y lo mismo pasa con los dos termotanques solares que tenemos, porque los chicos se bañan todos los días, y para que dure el agua calentita tiene que haber sol”, indica. Confiesa que a veces calientan ollas con agua para que todos puedan ducharse, y sueñan con tener un termotanque a leña, que sería una buena solución para esas rachas de mal tiempo. “Acá dormimos con colcha hasta en verano, tenemos temperaturas de menos de 10 grados a la noche cuando todavía no es invierno”, cuenta. Se calefaccionan con salamandras a leña, y en el comedor también cocinan en parte a la leña y otro poco con dos hornos solares que les donó la Fundación Solar Inti.
“Con apenas el residuo de la leña, pequeños pedacitos, ya se encienden y en esos hornos se cocinan empanadas, que salen riquísimas, y sino usamos horno de barro. Tenemos una cocina hermosa que nos dieron hace muchos años, pero no la podemos usar porque no conseguimos los tubos grandes de gas, y tiene una conexión hecha para esos tubos de gas”, revela. En las casas no tienen acceso al gas natural, y tampoco es común el uso de heladeras. “Hay muy pocas familias que tienen heladera, por eso generalmente hacen charqui, para poder conservar la carne, y los freezer a gas que tiene la escuela son únicos en la zona”, destaca, y cuenta que si tuvieran otro freezer podrían guardar más cantidad de mercadería y hacer menos veces el ascenso desde el río, pero no saben si se siguen fabricando.
Ninguno de los alumnos tiene televisor en su casa, así que cuando se encienden alguno de los tres televisores que hay en la escuela, se vuelve un gran acontecimiento. “Es un momento de recreación, y ya que no tienen ni internet ni celulares, a veces organizamos actividades para que se puedan distraer un rato con la tele, mirar películas, programas, y les encanta”, comenta la directora.
Un proyecto turístico
El secundario es bachiller con orientación a turismo, y los alumnos han realizado varias iniciativas para promover las actividades turísticas en su localidad. “Ellos han señalizado el camino, en el marco del proyecto institucional que prepararon, al que llamaron ‘Ruta al paraíso’, y pusieron carteles orientativos kilómetro por kilómetro, a lo largo de los 34 kilómetros que hay hasta llegar”, detalla. “Cuando uno ingresa por ese camino lo primero que ve es la escuela, o sea que es un paraje obligado para el turista que está de paseo hacia la montaña”, agrega. Muchas veces reciben visitas y consultas, sobre todo de grupos que realizan trekking o actividades deportivas.
Son muchas las ideas que tienen los estudiantes, y siempre abren las puertas a los visitantes para que conozcan sus tradiciones. Desde cabalgatas, festivales de folclore, domas, vacunadas, hasta mostrarles los legados que pasan de generación en generación. “Aquí la madre le enseña a la hija el telar, el padre le enseña el trenzado, aprenden a hacer quesos, a ordeñar la leche para preparar la materia prima, cuidan su ganado, ovejas, caballos, vacas, cerdos, también siembran, y todo eso a los turistas los deja asombrados; la idea es que el día de mañana trabajen de eso, que tengan un emprendimiento en el lugar hermoso donde viven, y atraigan el turismo”, proyecta la directora.
Con orgullo, cuenta que en 2023 algunos chicos hicieron dos viajes inolvidables gracias a su excelente desempeño. “Una de nuestras alumnas fue a la Feria Nacional de Ciencias en Tecnópolis, en representación de nuestra escuela, y era la primera vez que iba a Buenos Aires; después los 15 egresados fueron elegidos para ir a Chapadmalal; ellos nunca habían visto el mar, y volvieron re contentos”, celebra. Esos logros los motivan a seguir trabajando con mucha vocación, a que cada sacrificio valga la pena, y promover la solidaridad y las acciones colectivas para mejorar en lo que haga falta.
Frente a la consulta de qué necesitan hoy, Fabiana agradece antes de extender cualquier tipo de pedido. Aunque confía en que de a poco irán resolviendo los pedidos pendientes del internet, los termotanques solares, los tubos de gas para la cocina, y el freezer, confiesa que faltan algunas cosas más. “Es difícil, pero sería buenísimo renovar los colchones y las almohadas, porque son de la época en que la escuela todavía no era multinivel, que funcionaba como la Escuela 215, con más de 100 de historia, y solamente había albergue para los docentes, no para los niños”, detalla. A su vez, señala que donaciones de ropa de cama, toallones, y elementos de higiene serían otra gran ayuda.
Aclara que por fortuna no les están haciendo falta libros de estudio, porque tienen mucho material de lectura -incluso cada chico tiene su propio ejemplar de cada materia- y una biblioteca muy bien surtida. En sintonía con los planes a futuro, les gustaría crear una galería para que exista un espacio techado donde los alumnos puedan jugar los días que llueve, porque actualmente no cuentan con ningún espacio techado. “Actualmente en la escuela hay dos baños, uno de varones y otro de mujeres en la escuela, pero en el albergue hay un solo baño, y lo compartimos todos los docentes y los chicos, es decir, 17 personas que nos vamos turnando; en algún momento construir otro baño sería maravilloso”, asegura. Para todo aquel que desee ofrecer alguna ayuda para concretar los pendientes que mencionaron, se pueden comunicar a sus redes sociales: tanto en Instagram como en Facebook bajo el usuario @escueladeanfama. “Si alguno quiere visitarnos, los recibimos con mucho gusto en nuestra escuela entre las nubes”, concluye la directora de la Escuela Multinivel de Anfama.