La idea estaba ahí. Sobrevolaba las charlas en los asados y en los desayunos familiares. “Y si nos vamos a vivir a Costa Rica”, solía decir Julieta Tello. Su pareja, Federico Stumberger soñaba junto a ella con la casita en la playa, el calor todo el año y el mar tibio caribeño. Mientras tanto llevaba a sus hijos Favstin e Irena al colegio en la ciudad de Mendoza.
El inicio del sueño
Entonces, una tarde de comienzos del 2022 volvió a salir el tema. Otra vez el sueño de la playa, el caribe y la vida más cerca de la naturaleza. Esta vez la respuesta de Federico fue diferente. “¿Y si armamos una motorhome y salimos a recorrer América?”, desafió. “En ese momento le dije que estaba loco, que cómo íbamos a vivir en tan poco espacio. Que mi idea no era vivir a lo hippie, sino disfrutar del mar”, relata Julieta en diálogo con Infobae desde Brasil, mientras viaja en un colectivo hecho casa rodante desde hace unos 4 meses.
Pese a que esto ahora parezca fácil, el cambio de vida de los Stumberger tiene todo un proceso que lo hizo llegar hasta la actualidad como familia viajera. “Lo primero que hicimos fue irnos un fin de semana con una camioneta alquilada a dormir un día al aire libre en Potrerillos, cerca de la ciudad de Mendoza –recuerda Tello-. Esa primera noche fue como un clic para mí. Me di cuenta que quería vivir de esa manera”.
Entonces la familia se puso manos a la obra. Lo primero que hicieron fue a hablar con sus hijos para contarle cómo proyectaban el futuro. “La idea era viajar sin objetivo previo. Ir de pueblo en pueblo. Conocer y quedarnos en cada uno el tiempo que quisiéramos –explica Julieta, entusiasmada de nuevo como si fuera el primer día del viaje de la familia-. Hablamos con Favstin e Irena. Y ellos lo tomaron muy bien. Enseguida se coparon con la idea y empezaron a hacer planes”.
El siguiente paso era conseguir un colectivo para convertirlo en el futuro hogar de los Stumberger. Consiguieron un colectivo del 2005 en San Juan y viajaron hasta allá para comprarlo. “Recuerdo que el dueño sólo aceptaba pesos, cambiamos los 7.000 dólares y tuvimos que viajar cargados de billetes”, se sonríe Julieta cuando recuerda ese primer momento.
El micro llegó a Mendoza manejado por el dueño anterior ya que Federico y Julieta aún no contaban en ese momento con el registro profesional para manejarlo. Así, empezaron a dibujar primero en un papel y luego con cinta en el piso del colectivo la distribución del futuro hogar. “Después, una amiga arquitecta le hizo algunas correcciones para que nos entrara todo”, explica Tello.
Así, Julieta y Federico empezaron a usar herramientas que nunca pensaron ni que podían existir. Pintaron y aislaron su futura casa. Y tuvieron que aprender a armar un baño químico y a construir un espacio para almacenar el agua necesaria para el viaje.
“El agua es lo más complicado. No existen las duchas largas en ‘Lunita’ (así bautizaron a su motorhome). No es que lo tengamos cronometrado, pero el que se pasa de los 5 minutos enseguida escucha el grito de Federico para que salga rápido”.
Viaje liviano
Antes de arrancar la travesía a la familia se le presentaba un dilema. Qué hacer con todos los muebles, objetos y ropa que habían acumulado en su casa de Mendoza. No iba a entrar todo en los 21 metros cuadrados de la motorhome. “Tuvimos que vender casi todo y quedarnos sólo con lo indispensable. Tuvimos que convencer a los chicos para que se desprendan de la mayoría de sus juguetes. En ese momento fue difícil, pero después lo entendieron. Ya con casi 4 meses de viaje se dieron cuenta que no los necesitaban. Que pueden usar más la imaginación, disfrutar de las playas. Y lo más importante, alejarse de las pantallas”, resalta Julieta.
La mujer recuerda ese momento con sus dos hijos y todos los juguetes desparramados por la habitación. Y la pregunta que se repetía frente a cada muñeca, superhéroe o camión de bomberos de esos que tienen una sirena que aturde. Se priorizaron los ladrillos para incentivar la imaginación, los juegos de mesa y los elementos para dibujar y pintar.
Tras vaciar la casa, la familia vivió unos meses en la motorhome en la puerta de la casa de su familia. Allí se fueron acostumbrando a los espacios reducidos, mientras planeaban cuándo sería la salida. El arranque de la aventura.
Con Lunita ya lista, llegó la hora de probarla. Por suerte, los padres de Julieta y Federico siempre lo acompañaron en la idea. “Primero no lo entendían y nos preguntaban, ´¿tienen algún destino final?´ o ´¿piensan volver en algún momento a Mendoza?´. No teníamos respuesta. Con el tiempo lo entendieron y se relajaron”, cuenta la mujer.
Primer viaje fallido
Como si fuera parte de una road movie, el viaje tuvo un arranque con problemas. Una vez terminada la casa rodante, la iban a probar en un viaje corto a Potrerillos. El arranque no fue el esperado. Cómo en esa primera escena, si la vida de los Stumberger fuera una película, todo fue cuesta arriba. “En la subida a un cerro el motor chupó aire y se quedó. En ese momento no sabíamos mucho de mecánica y necesitamos ayuda. Por suerte, ahora ya aprendimos lo básico del colectivo para arreglarnos si nos pasa algo en la ruta”, explica Tello.
La familia volvió a Mendoza, pero en ningún momento estuvo en duda el inicio del viaje que cambiaría sus vidas para siempre. Para evitar las despedidas largas y la emoción que les iba a generar el momento, Julieta y Federico decidieron no avisar el día de salida. “Les dijimos a nuestras familias que íbamos a San Luis por un fin de semana. Cuando llegamos decidimos seguir a Córdoba. Después cruzar a Uruguay y seguir por Brasil. Le pusimos como punto de llegada Fortaleza, pero más que nada para darle una cuota de tranquilidad a la familia”, cuenta Tello.
Mientras Lunita recorría las rutas de América del Sur en el comienzo del viaje, los integrantes de la familia iban cambiando su vida. “El viaje nos convirtió en una mejor versión de cada uno de nosotros -resalta Julieta-. Los chicos, por ejemplo, son muchos más sociables. Se hacen amigos en todos los pueblos en los que paramos. Enseguida cuando ven otros chicos de su edad se acercan a jugar. Antes, en Mendoza estaban metidos en sus pantallas una gran cantidad del tiempo que no iban a la escuela”.
Mantener la educación
El colegio de sus hijos fue uno de los temas que tuvo que resolver la pareja antes de arrancar la travesía. Para poder avanzar en la educación primaria, se anotaron en el Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino (SEADEA). Los chicos hacen tarea y las pruebas de forma online. “Es lo más complicado, porque hay que mantener una rutina necesaria para la escuela, en un viaje que si algo no tiene es rutina en el resto de las actividades - sostiene Tello-. Ahí, sí tratamos de mantener los horarios y la concentración para que los chicos hagan sus tareas y cumplan con sus exámenes”.
Mientras miraba por la ventanilla del colectivo, Julieta decidió volver a las fuentes. A su profesión. La mujer es diseñadora gráfica y trabaja en una serie de dibujos que ofrecerá a la venta en forma online. Federico, en tanto, se volcó a la gran pasión que comparte con su pareja, el entrenamiento físico. “Él está preparando una serie de videos con rutinas físicas para viajeros. Es que, los que andamos en este modo de vida nos volvemos muy sedentarios. Entonces, es necesario la gimnasia para poner el cuerpo en marcha”, sostiene Tello. Así, en los clips del Instagram de la familia se ve al matrimonio levantando pesas en malla al costado de Lunita para evitar el desgaste de las horas sentados mientras viajan.
Julieta nota muchos cambios en su vida desde que inició el viaje en Lunita. “Ya no me interesa ir de shopping, ni tener el último modelo de celular. Antes, era así en Mendoza -explica la Tello-. Vivimos con lo indispensable y hacemos los que nos gusta”. Así, los Stumberg se mantienen en la ruta con ese cambio de vida que los hace disfrutar del día a día, sin pensar demasiado en el largo plazo. Por ahora, la idea es sumar kilómetros y viajar liviano.